/ martes 7 de abril de 2020

En Perspectiva | Una oportunidad contra el centralismo

La encrucijada en la que se encuentra el país, momento crítico para el futuro próximo, ha centrado las preocupaciones sobre el papel que lo sanitario tendrá sobre lo económico, pero también existe una preocupación política, más allá de la urgente necesidad de un Estado presente. Me detengo en ello porque en el ejemplo de México, al igual que el de otras democracias occidentales, la prevención y el tratamiento de la enfermedad no es el único problema que afrontan como forma de gobierno, sino también el papel que el discurso político ha jugado para justificar su existencia.

La tendencia hacía una pérdida de confianza en los representantes populares, gobiernos y partidos políticos viene de décadas atrás. El manejo de la crisis ha significado en muchos países una mejora en esa confianza, o por el contrario, la ha debilitado aún más. Luego de escuchar el mensaje que el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a la nación este domingo, y las distintas reacciones tanto a favor como en contra, me queda claro que él no cambiará su posición respecto al manejo de esta crisis, estemos de acuerdo o no con ella. Ante el escenario que el señor presidente nos presenta en cuanto a acciones de gobierno para afrontar una crisis que ya está aquí pero aún no termina de despertar, me parece que da pie para la discusión sobre el centralismo que el gobierno federal ha impuesto prácticamente desde su existencia moderna.

Es una oportunidad para reevaluar ese centralismo, no desde el mismo centro, sino desde los extremos: la esquina que somos en Baja California nos pone en la perspectiva ideal para demostrar el error de ese centralismo. En contraparte, el federalismo como alternativa se abre una ventana de oportunidad para exhibir lo arcaico de pensar al país desde un solo eje. Las circunstancias excepcionales que los estados enfrentan, tanto en materia de salud como económica, han dejado claro que nadie está preparado para actuar autónomamente y ser exitosos. Los estados, particularmente desde hace una década, han vivido una dependencia burocrática sobre las decisiones presupuestales que suelen privilegiar a unos sobre otros, y no necesariamente en una medida justa. En Baja California no nos cuenta: cada año es el mismo estire y afloje para tratar de devolverle a los contribuyentes sus impuestos en forma de gobierno y todo lo que ello implica.

Al analizar el escenario que se avecina queda claro que muy probablemente cada estado tendrá que valerse de su propia estructura, para bien o para mal. En nuestro caso, ¿estamos preparados para tomar la iniciativa y accionar decisiones inteligentes, viables y estratégicas, independientemente de lo que haga el federal?

El centralismo ha estorbado el fortalecimiento de cada estado de acuerdo a sus posibilidades, y ha sido particularmente duro con aquellos que más aportan tributariamente. Por ello, considero que esta es la oportunidad para demostrar la madurez de quienes creemos que es tiempo de impulsar el federalismo, es decir, la autonomía de las entidades federativas en cuanto a autodeterminación.

En algunos estados los gobernadores han comenzado a dar muestras de iniciativa propia de cara a lo que ellos consideran insuficiencia de parte del gobierno federal, aunque el discurso político se ha hecho presente. Aun así, al término de esta crisis que se antoja larga, podremos analizar cuáles decisiones fueron las más atinadas y cuales erróneas.

El presidente de la República tiene clara su visión respecto al país que desea, pero en los estados también tenemos claro el estado que queremos, nuestras necesidades y cómo aprovechar nuestras ventajas. Desde el Congreso de la Unión he tenido la oportunidad de participar en la toma de decisiones que han repercutido en todos los ciudadanos del país; también he conocido a compañeros diputados de todas partes y todos los partidos. Me queda claro la enorme y complicada variedad de que aglutina nuestra sociedad.

La teórica política Hannah Arendt afirmaba que la política reside en la pluralidad de los hombres, pues es en la esfera pública donde es posible que los ciudadanos puedan participar en la solución de los asuntos que tienen que ver con la realización de las metas colectivas. ¡Y vaya que si tenemos pluralidad en México!

La posibilidad que la crisis que el Covid-19 nos presenta es llevar a la práctica lo que hemos discutido por décadas: ser autónomos sin dejar de ser parte de una federación unida.

Es en estos momentos cuando tanto apoyadores como detractores esperaban de parte del presidente un mensaje de unidad ante un enemigo en común (un virus) y una amenaza (la recesión económica). No me queda claro haber encontrado esa figura durante su discurso de este domingo. Sin embargo, más allá de lo que el Ejecutivo haga o deje de hacer, es en nuestra entidad donde demostraremos nuestra capacidad para ejercer resiliencia y unidad, para demostrarle al centralismo su caducidad.

A falta de liderazgo del ejecutivo federal habrá que esperar que los gobernadores tomen el timón de sus Estados, esperamos que el gobernador de Baja California haga lo propio, que busque el beneficio de los bajacalifornianos al mismo tiempo que trabaje de la mano con quienes mueven la economía de la región, la iniciativa privada

La encrucijada en la que se encuentra el país, momento crítico para el futuro próximo, ha centrado las preocupaciones sobre el papel que lo sanitario tendrá sobre lo económico, pero también existe una preocupación política, más allá de la urgente necesidad de un Estado presente. Me detengo en ello porque en el ejemplo de México, al igual que el de otras democracias occidentales, la prevención y el tratamiento de la enfermedad no es el único problema que afrontan como forma de gobierno, sino también el papel que el discurso político ha jugado para justificar su existencia.

La tendencia hacía una pérdida de confianza en los representantes populares, gobiernos y partidos políticos viene de décadas atrás. El manejo de la crisis ha significado en muchos países una mejora en esa confianza, o por el contrario, la ha debilitado aún más. Luego de escuchar el mensaje que el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a la nación este domingo, y las distintas reacciones tanto a favor como en contra, me queda claro que él no cambiará su posición respecto al manejo de esta crisis, estemos de acuerdo o no con ella. Ante el escenario que el señor presidente nos presenta en cuanto a acciones de gobierno para afrontar una crisis que ya está aquí pero aún no termina de despertar, me parece que da pie para la discusión sobre el centralismo que el gobierno federal ha impuesto prácticamente desde su existencia moderna.

Es una oportunidad para reevaluar ese centralismo, no desde el mismo centro, sino desde los extremos: la esquina que somos en Baja California nos pone en la perspectiva ideal para demostrar el error de ese centralismo. En contraparte, el federalismo como alternativa se abre una ventana de oportunidad para exhibir lo arcaico de pensar al país desde un solo eje. Las circunstancias excepcionales que los estados enfrentan, tanto en materia de salud como económica, han dejado claro que nadie está preparado para actuar autónomamente y ser exitosos. Los estados, particularmente desde hace una década, han vivido una dependencia burocrática sobre las decisiones presupuestales que suelen privilegiar a unos sobre otros, y no necesariamente en una medida justa. En Baja California no nos cuenta: cada año es el mismo estire y afloje para tratar de devolverle a los contribuyentes sus impuestos en forma de gobierno y todo lo que ello implica.

Al analizar el escenario que se avecina queda claro que muy probablemente cada estado tendrá que valerse de su propia estructura, para bien o para mal. En nuestro caso, ¿estamos preparados para tomar la iniciativa y accionar decisiones inteligentes, viables y estratégicas, independientemente de lo que haga el federal?

El centralismo ha estorbado el fortalecimiento de cada estado de acuerdo a sus posibilidades, y ha sido particularmente duro con aquellos que más aportan tributariamente. Por ello, considero que esta es la oportunidad para demostrar la madurez de quienes creemos que es tiempo de impulsar el federalismo, es decir, la autonomía de las entidades federativas en cuanto a autodeterminación.

En algunos estados los gobernadores han comenzado a dar muestras de iniciativa propia de cara a lo que ellos consideran insuficiencia de parte del gobierno federal, aunque el discurso político se ha hecho presente. Aun así, al término de esta crisis que se antoja larga, podremos analizar cuáles decisiones fueron las más atinadas y cuales erróneas.

El presidente de la República tiene clara su visión respecto al país que desea, pero en los estados también tenemos claro el estado que queremos, nuestras necesidades y cómo aprovechar nuestras ventajas. Desde el Congreso de la Unión he tenido la oportunidad de participar en la toma de decisiones que han repercutido en todos los ciudadanos del país; también he conocido a compañeros diputados de todas partes y todos los partidos. Me queda claro la enorme y complicada variedad de que aglutina nuestra sociedad.

La teórica política Hannah Arendt afirmaba que la política reside en la pluralidad de los hombres, pues es en la esfera pública donde es posible que los ciudadanos puedan participar en la solución de los asuntos que tienen que ver con la realización de las metas colectivas. ¡Y vaya que si tenemos pluralidad en México!

La posibilidad que la crisis que el Covid-19 nos presenta es llevar a la práctica lo que hemos discutido por décadas: ser autónomos sin dejar de ser parte de una federación unida.

Es en estos momentos cuando tanto apoyadores como detractores esperaban de parte del presidente un mensaje de unidad ante un enemigo en común (un virus) y una amenaza (la recesión económica). No me queda claro haber encontrado esa figura durante su discurso de este domingo. Sin embargo, más allá de lo que el Ejecutivo haga o deje de hacer, es en nuestra entidad donde demostraremos nuestra capacidad para ejercer resiliencia y unidad, para demostrarle al centralismo su caducidad.

A falta de liderazgo del ejecutivo federal habrá que esperar que los gobernadores tomen el timón de sus Estados, esperamos que el gobernador de Baja California haga lo propio, que busque el beneficio de los bajacalifornianos al mismo tiempo que trabaje de la mano con quienes mueven la economía de la región, la iniciativa privada