/ lunes 13 de septiembre de 2021

Expediente Confidencial | Aborto, ya

La sentencia de la Suprema Corte de Justicia que declaró inconstitucional “criminalizar el aborto de manera absoluta”, esto es, penalizarlo, resulta justa, pero tardía y limitada.

Al resolver, por unanimidad de sus 10 integrantes, la acción de inconstitucionalidad 148/2017, “las razones de la Corte obligan a todas y todos los jueces de México, tanto federales como locales, (a partir de ahora, a que), al resolver casos futuros, deberán considerar que son inconstitucionales las normas penales de las entidades federativas que criminalicen el aborto de manera absoluta”.

Sin embargo, eso no implica que, de manera automática, las mujeres que se hallan, injustamente, encarceladas por abortar, saldrán en libertad, sino que deberán empezar un proceso para lograrlo, donde, por supuesto, aunque la SCJN ha anunciado su apoyo para ellas, toparán igual con la burocracia machista

Tampoco implica que, de ahora en adelante, aquella mujer que desee abortar podrá ir a un hospital, público o privado, y someterse a dicha intervención, salvo en las tres entidades donde tal cosa ya es legal

De hecho, algo terrible en la sentencia de la SCJN es que no especifica el momento en que alguien puede abortar de manera legal, un vacío que podría llevar presas a más mujeres. En la determinación de la Corte se habla de no criminalizar el aborto de “manera absoluta”. Es decir, habría un punto donde si sería sancionable.

No hay una sola razón científica para oponerse al aborto.

Las prohibiciones que existen, a nivel mundial, sobre este, se hallan sustentadas, todas, en motivaciones de corte religioso.

En definitiva, la religión no puede formar parte de las leyes, porque las creencias espirituales de alguien no deben ser extrapolables al resto. Eso es una imposición y la libertad de credo debe ir en ambos sentidos, para creer y no creer.

El rechazo al aborto proviene, de manera particular, de las religiones judeocristianas, caracterizadas por una moral sexual cerrada y mucho más punitiva que la del Islam, que lo es en las formas, pero no en los fondos.

Como muestra de ello, en Turquía, un país musulmán, es legal abortar desde 1983. Y desde antes lo era en Túnez, otra nación islámica, que lo permitió en 1973. En cambio, de este lado del mundo, se hizo un drama monumental hace unos meses, cuando Argentina despenalizó el aborto. Y miren cómo andamos en México. A nadie deben confundir los hijabs. Para draconiana, la moral cristiana

Y las señoras de la vela perpetúa que, mientras descuidan a sus propias hijas, quieren irle a enseñar moral a las ajenas, han creado asociaciones que les prometen apoyo a las mujeres que desean abortar, el cual llega hasta el punto donde consiguen su propósito, que es “salvar las dos vidas”, dicen ellas, pero, al final, no salvan a nadie, condenando a esas mujeres a una vida de frustración y a sus hijas e hijos a una infancia de terror, con una madre pésima y hasta violenta, amargada porque le impusieron un destino indeseado y, más aún, para el cual muchas veces no tiene recursos económicos, ni emocionales, para enfrentarlo.

No he encontrado un solo antiaborto que piense en la terrorífica existencia que sufren las hijas e hijos de mujeres a las que esta sociedad, con sus leyes escritas con rosario en mano, les ha obligado a ser madres. Pero es que el punto que importa a esos antiabortos no son esas niñas y niños, como tanto pregonan, sino castigar a la casquivana que se atrevió a vivir su sexualidad. Atrofiados por el Génesis bíblico, les repugna que una mujer se salga del guión que ahí le dieron.

Y esos antiaborto voltean para otro lado ante el lastimero espectáculo de madres adolescentes que intentan serlo, con nulos resultados, algo de lo que no se les puede culpar, cuando la sociedad les impone responsabilidades que no están para cargar. Si, son nefastas, pero ¿la culpa es de ellas? Algunos antiaborto, ufanos y con cartilla moral en mano, no dudan en decir “si para eso existen pastillas, condones, ¿quién les manda?”. Pues sí, ¿verdad? Castiguemos a la “puta” y que se joda el inocente. Lo importante es el escarmiento para esos dignos herederos de Torquemada…

No hay niña o niño con mayor sufrimiento que la o el llegado al mundo sin haber sido deseada o deseado. Esa es suficiente razón para estar a favor del aborto. Y si no es motivo suficiente impedir el sufrimiento de un inocente, entonces, esos religiosos, como diría Letamendi, ni de religión saben...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

La sentencia de la Suprema Corte de Justicia que declaró inconstitucional “criminalizar el aborto de manera absoluta”, esto es, penalizarlo, resulta justa, pero tardía y limitada.

Al resolver, por unanimidad de sus 10 integrantes, la acción de inconstitucionalidad 148/2017, “las razones de la Corte obligan a todas y todos los jueces de México, tanto federales como locales, (a partir de ahora, a que), al resolver casos futuros, deberán considerar que son inconstitucionales las normas penales de las entidades federativas que criminalicen el aborto de manera absoluta”.

Sin embargo, eso no implica que, de manera automática, las mujeres que se hallan, injustamente, encarceladas por abortar, saldrán en libertad, sino que deberán empezar un proceso para lograrlo, donde, por supuesto, aunque la SCJN ha anunciado su apoyo para ellas, toparán igual con la burocracia machista

Tampoco implica que, de ahora en adelante, aquella mujer que desee abortar podrá ir a un hospital, público o privado, y someterse a dicha intervención, salvo en las tres entidades donde tal cosa ya es legal

De hecho, algo terrible en la sentencia de la SCJN es que no especifica el momento en que alguien puede abortar de manera legal, un vacío que podría llevar presas a más mujeres. En la determinación de la Corte se habla de no criminalizar el aborto de “manera absoluta”. Es decir, habría un punto donde si sería sancionable.

No hay una sola razón científica para oponerse al aborto.

Las prohibiciones que existen, a nivel mundial, sobre este, se hallan sustentadas, todas, en motivaciones de corte religioso.

En definitiva, la religión no puede formar parte de las leyes, porque las creencias espirituales de alguien no deben ser extrapolables al resto. Eso es una imposición y la libertad de credo debe ir en ambos sentidos, para creer y no creer.

El rechazo al aborto proviene, de manera particular, de las religiones judeocristianas, caracterizadas por una moral sexual cerrada y mucho más punitiva que la del Islam, que lo es en las formas, pero no en los fondos.

Como muestra de ello, en Turquía, un país musulmán, es legal abortar desde 1983. Y desde antes lo era en Túnez, otra nación islámica, que lo permitió en 1973. En cambio, de este lado del mundo, se hizo un drama monumental hace unos meses, cuando Argentina despenalizó el aborto. Y miren cómo andamos en México. A nadie deben confundir los hijabs. Para draconiana, la moral cristiana

Y las señoras de la vela perpetúa que, mientras descuidan a sus propias hijas, quieren irle a enseñar moral a las ajenas, han creado asociaciones que les prometen apoyo a las mujeres que desean abortar, el cual llega hasta el punto donde consiguen su propósito, que es “salvar las dos vidas”, dicen ellas, pero, al final, no salvan a nadie, condenando a esas mujeres a una vida de frustración y a sus hijas e hijos a una infancia de terror, con una madre pésima y hasta violenta, amargada porque le impusieron un destino indeseado y, más aún, para el cual muchas veces no tiene recursos económicos, ni emocionales, para enfrentarlo.

No he encontrado un solo antiaborto que piense en la terrorífica existencia que sufren las hijas e hijos de mujeres a las que esta sociedad, con sus leyes escritas con rosario en mano, les ha obligado a ser madres. Pero es que el punto que importa a esos antiabortos no son esas niñas y niños, como tanto pregonan, sino castigar a la casquivana que se atrevió a vivir su sexualidad. Atrofiados por el Génesis bíblico, les repugna que una mujer se salga del guión que ahí le dieron.

Y esos antiaborto voltean para otro lado ante el lastimero espectáculo de madres adolescentes que intentan serlo, con nulos resultados, algo de lo que no se les puede culpar, cuando la sociedad les impone responsabilidades que no están para cargar. Si, son nefastas, pero ¿la culpa es de ellas? Algunos antiaborto, ufanos y con cartilla moral en mano, no dudan en decir “si para eso existen pastillas, condones, ¿quién les manda?”. Pues sí, ¿verdad? Castiguemos a la “puta” y que se joda el inocente. Lo importante es el escarmiento para esos dignos herederos de Torquemada…

No hay niña o niño con mayor sufrimiento que la o el llegado al mundo sin haber sido deseada o deseado. Esa es suficiente razón para estar a favor del aborto. Y si no es motivo suficiente impedir el sufrimiento de un inocente, entonces, esos religiosos, como diría Letamendi, ni de religión saben...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com