/ martes 28 de septiembre de 2021

Expediente Confidencial | Afganistán, infierno sin salida

Como suele ocurrir en estos tiempos donde el periodismo mundial está abocado al “infoentretenimiento” y tiene nulo involucramiento con el sufrimiento de otros, Afganistán ha pasado de moda.

No han pasado ni 30 días de que las tropas estadounidenses salieron huyendo de ahí, cuando la nación asiática ya no es tema de la opinión pública, mucho menos de la publicada...

Estados Unidos puso los dos pies fuera y el asunto ha dejado de ocupar los titulares. Además, claro, de que a Joe ya le conviene que se olvide su excreción.

Pero las afganas y los afganos, esos no tienen a donde huir, ni forma de olvidar. Esos fueron usados como carne de cañón y bueno, ahora son “daños colaterales”.

Más allá de eso, la crisis política en dicha nación asiática nos recuerda varios asuntos:

*Las intervenciones estadounidenses siempre acaban mal: A lo largo de su historia, los gobiernos estadounidenses han creado diversos conflictos sociales, políticos y, casi siempre, bélicos, para deponer o imponer gobiernos afines a sus intereses económicos (los gobiernos estadounidenses no tienen otro tipo de intereses), en países tercermundistas.

Primero, para luchar contra la URSS, que buscaba lo mismo. Cuando la URSS cayó, para imponer mandatarios neoliberales, que aplicaran la receta que más beneficiara a las compañías estadounidenses, grandes usufructuarias, siempre, de privatizaciones de empresas y servicios públicos. Ahora, el espaldarazo es para gobiernos afines al narcotráfico y el comunismo, rebautizado como “progresismo”, ideología que el actual gobierno estadounidense y, sobre todo, sus jefes, socios y aliados, quieren propagar por el mundo.

Ya se sabe, rebautizas algo y se olvidan sus negativos, máxime en una sociedad que no lee, no se informa y, al mismo tiempo que se idiotiza en TikTok, la adoctrinan en Netflix.

Pero, volviendo a la imposición de regímenes, en todos los casos, esas historias acaban mal, cuando los gobiernos estadounidenses dejan secas a esas naciones, a las que exprimen como naranjas y se marchan, dejándole el tiradero de su fiestecita a los nativos del lugar, que siempre pagan con sangre, dolor y penurias, la factura.

*El presidente estadounidense está para hacer felices a sus patrocinadores y no al mundo: A Joe Biden no le importa en los más mínimo si los afganos que simpatizaban con ellos, sea por ayudarles abiertamente o simplemente al apoyar su modelo social, acabarán ajusticiados a tiros, o en un campamento de refugiados en Teherán, o durmiendo en un parque de Múnich.

Lo que si le importa a Biden es que sus aliados y patrocinadores estén contentos de su quehacer en la Casa Blanca. Por esa labor si está.

Esa idea de que no vieron venir al Talibán, es tan absurda como aquella argumentación de que nadie se enteró de cómo se planeaba el 9/11.

A la inteligencia estadounidense no se le va una y, cuando se le va, es porque así lo quiso. Miren, en cambio, Perú y, en un añito, Colombia. Ahí la oposición al narcoprogresismo está bien atada y amordazada.

*El “paraíso” que no lo era: los medios liberales (esa extraña cruza de neoliberalismo con progresismo) han derramado abundantes lágrimas de tinta por el ascenso al poder de los talibanes, dibujando una realidad inexistente, al pintar Afganistán como un paraíso de libertades y progreso bajo el mando del ahora fugado presidente Ashraf Ghani. Todos eran tan dichosos y llegaron los malvados talibanes, como el ‘Rasputín’ ficticio de ‘Anastasia’, a sembrar el terror.

Pero resulta que, ya en 2020, había 2 millones 790 mil afganos refugiados en otros países, principalmente en Pakistán (un millón 450 mil) e Irán (780 mil), naciones que, igualmente, distan de ser un paraíso, lo cual nos revela qué tan falso era ese argumento de que, con Ghani en la silla, los afganos vivían felices y comían perdices (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58267855).

Como en todos los gobiernos producto de componendas políticas, donde meten la mano potencias extranjeras, y no de un proceso democrático pulcro, la corrupción del gobierno de Ghani era galopante.

Afganistán está en el lugar 165, de 179 países, en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional (https://www.transparency.org/en/cpi/2020/index/afg).

De acuerdo con el Reporte de Desarrollo Humano 2020 de la ONU, Afganistán está en el lugar 169 de 189 países medidos, con una cifra de 0.511; para darnos una idea de lo que esa cifra significa, diremos que Venezuela tiene 0.711 y México registra 0.779. Así de mal viven los afganos (http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr_2020_overview_spanish.pdf).

La más nítida viñeta de lo que fue el gobierno afgano patrocinado por las “fuerzas de la libertad”, es la huida de Ghani del país: llegó al aeropuerto con cuatro automóviles repletos de dinero, que intentó cargar en un helicóptero. Como la aeronave no aguantaba semejante peso, tuvo que dejar una parte sobre la pista, para poder despegar. La huida de un sátrapa, títere de Occidente, traicionando y dejando a su suerte al pueblo que encandiló, ni más, ni menos (https://www.larazon.es/internacional/20210816/rwclskqd3zcmliitpbbpi2wqmi.html).

Jerome Taylor, de la AFP, nos trae una declaración de Fawzia Koofi, vicepresidenta del parlamento afgano de 2005 a 2014, ante el arribo del Talibán a la capital afgana: “Empecé el día mirando las calles vacías de Kabul, horrorizada”. Koofi, quien fue diputada 14 años, hasta 2019, y una de las más dilectas aliadas de los gobiernos estadounidenses, no se horrorizó, sin embargo, ante la corrupción de los tres presidentes puestos por Occidente, dizque para construir un estado democrático, que jamás llegó.

Y fue por esa corrupción que millones de afganos prefirieron retornar al gobierno talibán. En el “paraíso” afgano de Ghani y Koofi, al cual le lloran el Washington Post y Reuters, 40% de la población vivía en la pobreza, de acuerdo con Oxfam. Y ese 40%, al que jamás le llegó el beneficio de los “salvadores” occidentales, que solamente existen en las películas del Capitán América, se hartó, se cansó y, por ello, ha recibido con los brazos abiertos a los talibanes ¿Cuán de malo era ese “paraíso” que han preferido a una dictadura fundamentalista? Fundamentalismo que, por lo demás, Estados Unidos azuzó, en 1992, cuando era adalid del neoliberalismo y quería derrocar al estado comunista que gobernaba Afganistán.

Afganistán va a sufrir. No hay duda. Se alivió de un cáncer, solamente para enfermar de otro…

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Como suele ocurrir en estos tiempos donde el periodismo mundial está abocado al “infoentretenimiento” y tiene nulo involucramiento con el sufrimiento de otros, Afganistán ha pasado de moda.

No han pasado ni 30 días de que las tropas estadounidenses salieron huyendo de ahí, cuando la nación asiática ya no es tema de la opinión pública, mucho menos de la publicada...

Estados Unidos puso los dos pies fuera y el asunto ha dejado de ocupar los titulares. Además, claro, de que a Joe ya le conviene que se olvide su excreción.

Pero las afganas y los afganos, esos no tienen a donde huir, ni forma de olvidar. Esos fueron usados como carne de cañón y bueno, ahora son “daños colaterales”.

Más allá de eso, la crisis política en dicha nación asiática nos recuerda varios asuntos:

*Las intervenciones estadounidenses siempre acaban mal: A lo largo de su historia, los gobiernos estadounidenses han creado diversos conflictos sociales, políticos y, casi siempre, bélicos, para deponer o imponer gobiernos afines a sus intereses económicos (los gobiernos estadounidenses no tienen otro tipo de intereses), en países tercermundistas.

Primero, para luchar contra la URSS, que buscaba lo mismo. Cuando la URSS cayó, para imponer mandatarios neoliberales, que aplicaran la receta que más beneficiara a las compañías estadounidenses, grandes usufructuarias, siempre, de privatizaciones de empresas y servicios públicos. Ahora, el espaldarazo es para gobiernos afines al narcotráfico y el comunismo, rebautizado como “progresismo”, ideología que el actual gobierno estadounidense y, sobre todo, sus jefes, socios y aliados, quieren propagar por el mundo.

Ya se sabe, rebautizas algo y se olvidan sus negativos, máxime en una sociedad que no lee, no se informa y, al mismo tiempo que se idiotiza en TikTok, la adoctrinan en Netflix.

Pero, volviendo a la imposición de regímenes, en todos los casos, esas historias acaban mal, cuando los gobiernos estadounidenses dejan secas a esas naciones, a las que exprimen como naranjas y se marchan, dejándole el tiradero de su fiestecita a los nativos del lugar, que siempre pagan con sangre, dolor y penurias, la factura.

*El presidente estadounidense está para hacer felices a sus patrocinadores y no al mundo: A Joe Biden no le importa en los más mínimo si los afganos que simpatizaban con ellos, sea por ayudarles abiertamente o simplemente al apoyar su modelo social, acabarán ajusticiados a tiros, o en un campamento de refugiados en Teherán, o durmiendo en un parque de Múnich.

Lo que si le importa a Biden es que sus aliados y patrocinadores estén contentos de su quehacer en la Casa Blanca. Por esa labor si está.

Esa idea de que no vieron venir al Talibán, es tan absurda como aquella argumentación de que nadie se enteró de cómo se planeaba el 9/11.

A la inteligencia estadounidense no se le va una y, cuando se le va, es porque así lo quiso. Miren, en cambio, Perú y, en un añito, Colombia. Ahí la oposición al narcoprogresismo está bien atada y amordazada.

*El “paraíso” que no lo era: los medios liberales (esa extraña cruza de neoliberalismo con progresismo) han derramado abundantes lágrimas de tinta por el ascenso al poder de los talibanes, dibujando una realidad inexistente, al pintar Afganistán como un paraíso de libertades y progreso bajo el mando del ahora fugado presidente Ashraf Ghani. Todos eran tan dichosos y llegaron los malvados talibanes, como el ‘Rasputín’ ficticio de ‘Anastasia’, a sembrar el terror.

Pero resulta que, ya en 2020, había 2 millones 790 mil afganos refugiados en otros países, principalmente en Pakistán (un millón 450 mil) e Irán (780 mil), naciones que, igualmente, distan de ser un paraíso, lo cual nos revela qué tan falso era ese argumento de que, con Ghani en la silla, los afganos vivían felices y comían perdices (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58267855).

Como en todos los gobiernos producto de componendas políticas, donde meten la mano potencias extranjeras, y no de un proceso democrático pulcro, la corrupción del gobierno de Ghani era galopante.

Afganistán está en el lugar 165, de 179 países, en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional (https://www.transparency.org/en/cpi/2020/index/afg).

De acuerdo con el Reporte de Desarrollo Humano 2020 de la ONU, Afganistán está en el lugar 169 de 189 países medidos, con una cifra de 0.511; para darnos una idea de lo que esa cifra significa, diremos que Venezuela tiene 0.711 y México registra 0.779. Así de mal viven los afganos (http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr_2020_overview_spanish.pdf).

La más nítida viñeta de lo que fue el gobierno afgano patrocinado por las “fuerzas de la libertad”, es la huida de Ghani del país: llegó al aeropuerto con cuatro automóviles repletos de dinero, que intentó cargar en un helicóptero. Como la aeronave no aguantaba semejante peso, tuvo que dejar una parte sobre la pista, para poder despegar. La huida de un sátrapa, títere de Occidente, traicionando y dejando a su suerte al pueblo que encandiló, ni más, ni menos (https://www.larazon.es/internacional/20210816/rwclskqd3zcmliitpbbpi2wqmi.html).

Jerome Taylor, de la AFP, nos trae una declaración de Fawzia Koofi, vicepresidenta del parlamento afgano de 2005 a 2014, ante el arribo del Talibán a la capital afgana: “Empecé el día mirando las calles vacías de Kabul, horrorizada”. Koofi, quien fue diputada 14 años, hasta 2019, y una de las más dilectas aliadas de los gobiernos estadounidenses, no se horrorizó, sin embargo, ante la corrupción de los tres presidentes puestos por Occidente, dizque para construir un estado democrático, que jamás llegó.

Y fue por esa corrupción que millones de afganos prefirieron retornar al gobierno talibán. En el “paraíso” afgano de Ghani y Koofi, al cual le lloran el Washington Post y Reuters, 40% de la población vivía en la pobreza, de acuerdo con Oxfam. Y ese 40%, al que jamás le llegó el beneficio de los “salvadores” occidentales, que solamente existen en las películas del Capitán América, se hartó, se cansó y, por ello, ha recibido con los brazos abiertos a los talibanes ¿Cuán de malo era ese “paraíso” que han preferido a una dictadura fundamentalista? Fundamentalismo que, por lo demás, Estados Unidos azuzó, en 1992, cuando era adalid del neoliberalismo y quería derrocar al estado comunista que gobernaba Afganistán.

Afganistán va a sufrir. No hay duda. Se alivió de un cáncer, solamente para enfermar de otro…

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com