/ viernes 8 de enero de 2021

Expediente Confidencial | El Covid-19 no va a dejarnos nada bueno

En memoria de las y los 5831 bajacalifornianas y bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19, pero, sobre todo, a la INCAPACIDAD de los gobiernos. Dedicado este texto también a todo el personal sanitario que se la está jugando, a diario. Y recordando que en TIJUANA MUEREN 20 DE CADA 100 ENFERMOS DE Covid-19, EN SAN DIEGO MUERE UNO DE CADA 100...


Si no fuera porque estamos inmersos en una tragedia mayúscula, daría risa el enfoque que algunos quieren darle al Covid-19.

Enfoque abanderado, particularmente, por señoras de clase media y alta, que salen en los medios nada más malgastando energía eléctrica y espacio hertziano.

Que si el Covid-19 nos va a dejar “enseñanza”, que si nos “unirá”, que si nos hará enfocarnos en lo “espiritual” (sic y recontra sic).

No manchen.

Lo único que nos ha traído la pandemia de Covid-19 es la posibilidad de ver qué tan miserable, mezquina, desalmada, cruel, egoísta, iletrada, inmadura, irresponsable y patética, anda la raza humana. Observar de qué tamaño es la decadencia de nuestra sociedad…

Nadie ha aprendido nada. Hay un valemadrismo total. Y antes de que salgan los malinchistas de closet, no nada más en México, sino en todo el mundo. Hasta en países que la clase alta mira babeando, anhelando haber nacido ahí, como Suecia o Francia.

A la gente le vale contagiar a otros y matarlos. Nunca la vida humana importó tan poco. Nunca se arriesgaron vidas humanas por simples banalidades, como hacer fiestas. Hoy, un rato de fiesta importa más que una vida.

Los jóvenes, que tantas veces en la historia corrigieron la plana de los adultos, que muchas veces se elevaron, no solamente con energía y pundonor, sino con autoridad moral, sobre injusticias y abusos, ahora han sido los más egoístas, los más irresponsables, los más estúpidos, las mayores lacras de la pandemia.

Las nuevas generaciones, empinándose tequila en bares, sin distanciamiento social, sin cubrebocas, valiéndoles madre su vida y la de otros, son una pintura lamentable de la sociedad que somos hoy. Esa juventud se ha defecado sobre la memoria de los jóvenes de Tlatelolco, de los que protestaron contra Vietnam, de quienes derribaron el Muro de Berlín…

La juventud era la antítesis del egoísmo. Mientras a millones de estadounidenses adultos no les importaba el sufrimiento que su gobierno provocaba en Asia, en África, en América del Sur, eran sus jóvenes quienes alzaban su voz por los que no la tenían.

Pero la juventud del Covid-19 enarbola todo lo contrario: un egoísmo brutal donde, en nombre de una noche de juerga, no importa contagiar y matar al abuelo.

Los adultos tampoco son ejemplo. Quienes se ubican entre los 25 y 50 años son otro inmejorable ejemplo de la sociedad decadente en que vivimos.

Particularmente, los episodios mostrados por las clases medias y altas son patéticos. En una era con teléfonos celulares, TV por cable, plataformas de streaming, Zoom y WhatsApp, ¡no pueden aguantar ni un día completo encerrados en su casa!

Esos hombres que no pueden vivir sin una cerveza, son simples venaditos cobardes y patéticos, al lado de aquellos que hicieron el desembarco en Normandía, o los que sobrevivieron a las dictaduras sudamericanas, o que enfrentaron al franquismo, o los que fueron a la guerra y regresaron, de una pieza o heridos, pero con el alma entera.

Esos hombres que no pueden vivir sin ver a sus cuates de parranda, no son hombres, son adolescentes de 30, 40 o 50 años de edad. Son niños de pañal.

Jamás habrían podido vivir en un closet, escondidos de los nazis, o en una alacena, para evitar que la policía política del franquismo los matara.

Los políticos también han tenido un mediocre performance. Donald Trump, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Jair Bolsonaro, López Obrador… son una colección de buenos para nada. Una viñeta patética la de Angela Merkel, llorando ante la crisis ¡Margaret Thatcher, la gran ‘Dama de Hierro’, jamás hubiera llorado ante esta tormenta! ¡Los dizque “líderes” mundiales no sirven ni para limpiarle las botas a un Roosevelt, a un Reagan, a un Churchill, a un Suárez, a un Atatürk! Ellos si condujeron a sus pueblos a través de tribulaciones horrendas y los sacaron avante. Pero en un mundo mediocre y decadente, solamente puede haber gobernantes mediocres y decadentes…

Y los empresarios no han sido distintos de lo que siempre han sido: ambiciosos, mezquinos, insensibles, obsesionados con ganar dinero a costa de lo que sea.

El que diga que nuestra sociedad se merece un aplauso por enfrentar la pandemia, francamente no tiene madre. Si tuviéramos vergüenza, si nos quedara un poco de conciencia, agacharíamos la testuz.

El Covid-19 no nos ha dejado nada bueno, ni nos dejará, porque esta sociedad se halla cayendo tan en espiral, que ni autocrítica tiene

P.D.: Si algo nos pasa, es que quieren callarnos

En memoria de las y los 5831 bajacalifornianas y bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19, pero, sobre todo, a la INCAPACIDAD de los gobiernos. Dedicado este texto también a todo el personal sanitario que se la está jugando, a diario. Y recordando que en TIJUANA MUEREN 20 DE CADA 100 ENFERMOS DE Covid-19, EN SAN DIEGO MUERE UNO DE CADA 100...


Si no fuera porque estamos inmersos en una tragedia mayúscula, daría risa el enfoque que algunos quieren darle al Covid-19.

Enfoque abanderado, particularmente, por señoras de clase media y alta, que salen en los medios nada más malgastando energía eléctrica y espacio hertziano.

Que si el Covid-19 nos va a dejar “enseñanza”, que si nos “unirá”, que si nos hará enfocarnos en lo “espiritual” (sic y recontra sic).

No manchen.

Lo único que nos ha traído la pandemia de Covid-19 es la posibilidad de ver qué tan miserable, mezquina, desalmada, cruel, egoísta, iletrada, inmadura, irresponsable y patética, anda la raza humana. Observar de qué tamaño es la decadencia de nuestra sociedad…

Nadie ha aprendido nada. Hay un valemadrismo total. Y antes de que salgan los malinchistas de closet, no nada más en México, sino en todo el mundo. Hasta en países que la clase alta mira babeando, anhelando haber nacido ahí, como Suecia o Francia.

A la gente le vale contagiar a otros y matarlos. Nunca la vida humana importó tan poco. Nunca se arriesgaron vidas humanas por simples banalidades, como hacer fiestas. Hoy, un rato de fiesta importa más que una vida.

Los jóvenes, que tantas veces en la historia corrigieron la plana de los adultos, que muchas veces se elevaron, no solamente con energía y pundonor, sino con autoridad moral, sobre injusticias y abusos, ahora han sido los más egoístas, los más irresponsables, los más estúpidos, las mayores lacras de la pandemia.

Las nuevas generaciones, empinándose tequila en bares, sin distanciamiento social, sin cubrebocas, valiéndoles madre su vida y la de otros, son una pintura lamentable de la sociedad que somos hoy. Esa juventud se ha defecado sobre la memoria de los jóvenes de Tlatelolco, de los que protestaron contra Vietnam, de quienes derribaron el Muro de Berlín…

La juventud era la antítesis del egoísmo. Mientras a millones de estadounidenses adultos no les importaba el sufrimiento que su gobierno provocaba en Asia, en África, en América del Sur, eran sus jóvenes quienes alzaban su voz por los que no la tenían.

Pero la juventud del Covid-19 enarbola todo lo contrario: un egoísmo brutal donde, en nombre de una noche de juerga, no importa contagiar y matar al abuelo.

Los adultos tampoco son ejemplo. Quienes se ubican entre los 25 y 50 años son otro inmejorable ejemplo de la sociedad decadente en que vivimos.

Particularmente, los episodios mostrados por las clases medias y altas son patéticos. En una era con teléfonos celulares, TV por cable, plataformas de streaming, Zoom y WhatsApp, ¡no pueden aguantar ni un día completo encerrados en su casa!

Esos hombres que no pueden vivir sin una cerveza, son simples venaditos cobardes y patéticos, al lado de aquellos que hicieron el desembarco en Normandía, o los que sobrevivieron a las dictaduras sudamericanas, o que enfrentaron al franquismo, o los que fueron a la guerra y regresaron, de una pieza o heridos, pero con el alma entera.

Esos hombres que no pueden vivir sin ver a sus cuates de parranda, no son hombres, son adolescentes de 30, 40 o 50 años de edad. Son niños de pañal.

Jamás habrían podido vivir en un closet, escondidos de los nazis, o en una alacena, para evitar que la policía política del franquismo los matara.

Los políticos también han tenido un mediocre performance. Donald Trump, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez, Jair Bolsonaro, López Obrador… son una colección de buenos para nada. Una viñeta patética la de Angela Merkel, llorando ante la crisis ¡Margaret Thatcher, la gran ‘Dama de Hierro’, jamás hubiera llorado ante esta tormenta! ¡Los dizque “líderes” mundiales no sirven ni para limpiarle las botas a un Roosevelt, a un Reagan, a un Churchill, a un Suárez, a un Atatürk! Ellos si condujeron a sus pueblos a través de tribulaciones horrendas y los sacaron avante. Pero en un mundo mediocre y decadente, solamente puede haber gobernantes mediocres y decadentes…

Y los empresarios no han sido distintos de lo que siempre han sido: ambiciosos, mezquinos, insensibles, obsesionados con ganar dinero a costa de lo que sea.

El que diga que nuestra sociedad se merece un aplauso por enfrentar la pandemia, francamente no tiene madre. Si tuviéramos vergüenza, si nos quedara un poco de conciencia, agacharíamos la testuz.

El Covid-19 no nos ha dejado nada bueno, ni nos dejará, porque esta sociedad se halla cayendo tan en espiral, que ni autocrítica tiene

P.D.: Si algo nos pasa, es que quieren callarnos