/ sábado 21 de mayo de 2022

Expediente Confidencial | El triunfo tan nuestro de ver caer al 'mamón'

La derrota sufrida por el boxeador Saúl Álvarez, mejor conocido por su apodo, 'Canelo', ante el ruso Dmitry Bivol, el pasado 7 de mayo, desató, en no pocas personas, en no pocos expertos en el ámbito deportivo, una suerte de catarsis, como la entendían los antiguos griegos, como el efecto liberador de emociones, mediante la contemplación de una tragedia, en este caso, deportiva.

Y es que, en la derrota de Álvarez estriba la victoria de esos mexicanos, en el sentido de la prevalencia de sus creencias, de sus filias, de sus fobias, de sus tesis.

Considero que, en el repudio al 'Canelo', del cual se derivan las expresiones de gozo ante su derrota (arquetípicamente encarnadas en el comunicador David Faitelson), laten tres componentes, los cuales deben verse en forma conjunta, pues uno no existe sin el otro.

CANGREJOS

Hugo Sánchez refería, frecuentemente, y aún lo refiere, la famosa tésis de los cangrejos, del mexicano como su peor enemigo. Muchos más años atrás, el caricaturista Abel Quezada, adelantado a su tiempo en tantas y tantas de sus viñetas, también hacía alusión a esa proclividad, con una hipótesis antropológica interesante y digna de reflexión, en el sentido de que el mexicano era feliz cuando impedía el éxito de otro, porque concebía, así, una sociedad ideal, donde, si nadie triunfaba, nadie tendría que envidiarle nada a otro. Yo añadiría un componente: México es un país donde los caminos lícitos hacia la prosperidad y el progreso individual están dinamitados. Para progresar es necesario tener "palancas". Bien le diría Raúl Pérez Pereyra, en 1985, a la recientemente celebrada Elena Poniatowska: "En México, quien no tiene palancas está perdido".

Entonces, como la prosperidad individual es un bien, para muchos, inalcanzable, lo que resta es hundir a quien logre cruzar, a nado o en una balsa hecha por sí mismo, el río bajo esos puentes dinamitados. De entrada, porque es una muestra de que si hay un camino para llegar a la otra orilla. Y nada es más insoportable para un mexicano que ser exhibido como mediocre. No hay peor insulto que mostrarle a un mexicano que otro pudo y él, quizás desde un punto de partida igual o mejor, no. En ese punto, considero, está la semilla de ese 'cangrejismo'.

ARROGANTE

Pero, en el caso particular del 'Canelo', también existen otros dos factores.

El primero es su arrogancia. El mexicano puede 'perdonar' el éxito ajeno, con una condición: verse reflejado en este. Por eso, aún y cuando Julio César Chávez fue muy exitoso, considero que mucho más que el 'Canelo', dados los rivales y épocas del boxeo que cada uno vivió, el sinaloense era adorado por millones. Por eso, aún y cuando Cuauhtémoc Blanco fue muy exitoso, no tanto como Hugo o Rafael Márquez, pero si en momentos clave, la afición futbolística, en su mayoría, lo idolatraba. La diferencia central es que Julio y Cuauhtémoc se comportaban como 'pueblo', es decir, de forma sencilla y cercana a los de abajo, a los que se habían quedado en la orilla del fracaso. Y, al hacerlo, de alguna manera, quienes no podían, o no pueden, alcanzar un éxito así, se veían reflejados y representados en ellos, sentían que un poco de ese éxito era suyo también. Y les reforzaba la esperanza, que en México es casi eterna e indisoluble, en el sentido de que, tal vez, más adelante, también habría un pedazo de pastel esperando por ellos. Lo mismo podría aplicarse al presidente López Obrador y su, en apariencia, inquebrantable aceptación.

El problema no es que el 'Canelo' se haya relacionado con mujeres bellas, pues Chávez y Blanco también lo hicieron. El problema no es que viva entre algodones, pues Julio César y Cuauhtémoc igual estuvieron. El problema es la ostentación que el 'Canelo' hace de su vida y fortuna. Y ahí viene algo que está en el ADN de los mexicanos: la ostentación, la presunción, colindantes a la prepotencia, son algo socialmente mal visto y muy condenable. Se toma como una burla hacia quienes no pudieron cruzar el río.

Eso tiene que ver con un mecanismo defensivo que, por siglos, desarrollaron los de abajo, ante el clasismo, que en México, desde la época prehispánica, siempre ha sido brutal y basado en la humillación más cruel.

Lo que pasa con el 'Canelo' aplica a cualquiera ¿Qué le pasa a quien, siendo rico, llega a una casa humilde, o de clase media, y se niega a pasar, a sentarse, o a comer y beber lo que le den? Inmediatamente es mal visto. Todo lo que recuerde a ese clasismo, inmediatamente detona ese mecanismo defensivo, inmediatamente pone en guardia al ofendido.

Y el 'Canelo' se comporta como un sujeto prepotente, presuntuoso, 'mamón', diríase en términos llanos. Por lo tanto, una derrota suya es una victoria de esa sociedad, dolida, ante el 'bully', ante el 'mamón'.

El lado 'B' de esto se da en la identificación, siempre total, que tiene el mexicano de a pie con el débil. Por eso, en cualquier competencia o concurso, siempre le vamos al débil, aunque no sea nuestro equipo, aunque el concursante no sea de nuestra familia, aunque no seamos fan del participante del 'reality'.

UNA ESTRELLA MÁS...

Un tercer punto es que al 'Canelo' lo 'creó' Televisa. Y Televisa, por su comportamiento general y el de sus directivos y estrellas en particular, es uno de los villanos favoritos de México, porque es una de las encarnaciones arquetípicas de lo malo en la psique nacional. Por eso, aunque Ricardo Salinas Pliego sea un impresentable, hay quienes festejan cada vez que TV Azteca le gana en rating a Televisa. La relación de los mexicanos con Televisa sería motivo de otro análisis, muy amplio, porque es tóxica, combinando amor y odio. No hay mexicano que diga "amo a Televisa", porque sería mal visto, pero cuesta hallar alguien que no sienta nostalgia y añoranza por 'Chespirito', por 'Chabelo', por alguna telenovela, programa cómico o emisión pasada, hecha por esta empresa.

Pero, en este caso, como el 'Canelo' no se comporta como 'Chabelo', sino que su actuar se alinea al de la Televisa odiada, se le considera otro robot creado por las mentes malignas de esa empresa, básicamente para sacar dinero de los mexicanos, cosa, esta última, que es cierta. Y aunque hace rato que el 'Canelo' dejó de ser "una estrella más del Canal de las Estrellas", para irse a TV Azteca, nunca se le quitará esa etiqueta de 'televiso' porque su comportamiento sigue siendo como el de los 'televisos' (prepotente, soberbio, engreído)...

Así las cosas, ya podría el 'Canelo' Álvarez viajar en el tiempo, enfrentar a Muhammad Ali en su mejor momento y noquearlo en el primer round, que eso no le acarreará el amor de los mexicanos. Jamás lo tendrá. En México, el éxito no trae amor por sí mismo, porque no somos un pueblo guiado por la razón, sino por las emociones. Y ahí, el 'Canelo' pierde por nocaut...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

La derrota sufrida por el boxeador Saúl Álvarez, mejor conocido por su apodo, 'Canelo', ante el ruso Dmitry Bivol, el pasado 7 de mayo, desató, en no pocas personas, en no pocos expertos en el ámbito deportivo, una suerte de catarsis, como la entendían los antiguos griegos, como el efecto liberador de emociones, mediante la contemplación de una tragedia, en este caso, deportiva.

Y es que, en la derrota de Álvarez estriba la victoria de esos mexicanos, en el sentido de la prevalencia de sus creencias, de sus filias, de sus fobias, de sus tesis.

Considero que, en el repudio al 'Canelo', del cual se derivan las expresiones de gozo ante su derrota (arquetípicamente encarnadas en el comunicador David Faitelson), laten tres componentes, los cuales deben verse en forma conjunta, pues uno no existe sin el otro.

CANGREJOS

Hugo Sánchez refería, frecuentemente, y aún lo refiere, la famosa tésis de los cangrejos, del mexicano como su peor enemigo. Muchos más años atrás, el caricaturista Abel Quezada, adelantado a su tiempo en tantas y tantas de sus viñetas, también hacía alusión a esa proclividad, con una hipótesis antropológica interesante y digna de reflexión, en el sentido de que el mexicano era feliz cuando impedía el éxito de otro, porque concebía, así, una sociedad ideal, donde, si nadie triunfaba, nadie tendría que envidiarle nada a otro. Yo añadiría un componente: México es un país donde los caminos lícitos hacia la prosperidad y el progreso individual están dinamitados. Para progresar es necesario tener "palancas". Bien le diría Raúl Pérez Pereyra, en 1985, a la recientemente celebrada Elena Poniatowska: "En México, quien no tiene palancas está perdido".

Entonces, como la prosperidad individual es un bien, para muchos, inalcanzable, lo que resta es hundir a quien logre cruzar, a nado o en una balsa hecha por sí mismo, el río bajo esos puentes dinamitados. De entrada, porque es una muestra de que si hay un camino para llegar a la otra orilla. Y nada es más insoportable para un mexicano que ser exhibido como mediocre. No hay peor insulto que mostrarle a un mexicano que otro pudo y él, quizás desde un punto de partida igual o mejor, no. En ese punto, considero, está la semilla de ese 'cangrejismo'.

ARROGANTE

Pero, en el caso particular del 'Canelo', también existen otros dos factores.

El primero es su arrogancia. El mexicano puede 'perdonar' el éxito ajeno, con una condición: verse reflejado en este. Por eso, aún y cuando Julio César Chávez fue muy exitoso, considero que mucho más que el 'Canelo', dados los rivales y épocas del boxeo que cada uno vivió, el sinaloense era adorado por millones. Por eso, aún y cuando Cuauhtémoc Blanco fue muy exitoso, no tanto como Hugo o Rafael Márquez, pero si en momentos clave, la afición futbolística, en su mayoría, lo idolatraba. La diferencia central es que Julio y Cuauhtémoc se comportaban como 'pueblo', es decir, de forma sencilla y cercana a los de abajo, a los que se habían quedado en la orilla del fracaso. Y, al hacerlo, de alguna manera, quienes no podían, o no pueden, alcanzar un éxito así, se veían reflejados y representados en ellos, sentían que un poco de ese éxito era suyo también. Y les reforzaba la esperanza, que en México es casi eterna e indisoluble, en el sentido de que, tal vez, más adelante, también habría un pedazo de pastel esperando por ellos. Lo mismo podría aplicarse al presidente López Obrador y su, en apariencia, inquebrantable aceptación.

El problema no es que el 'Canelo' se haya relacionado con mujeres bellas, pues Chávez y Blanco también lo hicieron. El problema no es que viva entre algodones, pues Julio César y Cuauhtémoc igual estuvieron. El problema es la ostentación que el 'Canelo' hace de su vida y fortuna. Y ahí viene algo que está en el ADN de los mexicanos: la ostentación, la presunción, colindantes a la prepotencia, son algo socialmente mal visto y muy condenable. Se toma como una burla hacia quienes no pudieron cruzar el río.

Eso tiene que ver con un mecanismo defensivo que, por siglos, desarrollaron los de abajo, ante el clasismo, que en México, desde la época prehispánica, siempre ha sido brutal y basado en la humillación más cruel.

Lo que pasa con el 'Canelo' aplica a cualquiera ¿Qué le pasa a quien, siendo rico, llega a una casa humilde, o de clase media, y se niega a pasar, a sentarse, o a comer y beber lo que le den? Inmediatamente es mal visto. Todo lo que recuerde a ese clasismo, inmediatamente detona ese mecanismo defensivo, inmediatamente pone en guardia al ofendido.

Y el 'Canelo' se comporta como un sujeto prepotente, presuntuoso, 'mamón', diríase en términos llanos. Por lo tanto, una derrota suya es una victoria de esa sociedad, dolida, ante el 'bully', ante el 'mamón'.

El lado 'B' de esto se da en la identificación, siempre total, que tiene el mexicano de a pie con el débil. Por eso, en cualquier competencia o concurso, siempre le vamos al débil, aunque no sea nuestro equipo, aunque el concursante no sea de nuestra familia, aunque no seamos fan del participante del 'reality'.

UNA ESTRELLA MÁS...

Un tercer punto es que al 'Canelo' lo 'creó' Televisa. Y Televisa, por su comportamiento general y el de sus directivos y estrellas en particular, es uno de los villanos favoritos de México, porque es una de las encarnaciones arquetípicas de lo malo en la psique nacional. Por eso, aunque Ricardo Salinas Pliego sea un impresentable, hay quienes festejan cada vez que TV Azteca le gana en rating a Televisa. La relación de los mexicanos con Televisa sería motivo de otro análisis, muy amplio, porque es tóxica, combinando amor y odio. No hay mexicano que diga "amo a Televisa", porque sería mal visto, pero cuesta hallar alguien que no sienta nostalgia y añoranza por 'Chespirito', por 'Chabelo', por alguna telenovela, programa cómico o emisión pasada, hecha por esta empresa.

Pero, en este caso, como el 'Canelo' no se comporta como 'Chabelo', sino que su actuar se alinea al de la Televisa odiada, se le considera otro robot creado por las mentes malignas de esa empresa, básicamente para sacar dinero de los mexicanos, cosa, esta última, que es cierta. Y aunque hace rato que el 'Canelo' dejó de ser "una estrella más del Canal de las Estrellas", para irse a TV Azteca, nunca se le quitará esa etiqueta de 'televiso' porque su comportamiento sigue siendo como el de los 'televisos' (prepotente, soberbio, engreído)...

Así las cosas, ya podría el 'Canelo' Álvarez viajar en el tiempo, enfrentar a Muhammad Ali en su mejor momento y noquearlo en el primer round, que eso no le acarreará el amor de los mexicanos. Jamás lo tendrá. En México, el éxito no trae amor por sí mismo, porque no somos un pueblo guiado por la razón, sino por las emociones. Y ahí, el 'Canelo' pierde por nocaut...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com