/ domingo 5 de abril de 2020

Expediente Confidencial | Errores


“Cuídate de los idus de marzo”, decía un adivino al emperador romano Julio César, en la famosa obra homónima de William Shakespeare.

Dado que es tan creyente de ítems como estampitas religiosas y “amuletos protectores”, quizás hubiese sido bueno que algún charlatán dedicado a la cartomancia le dijera al presidente López Obrador la que se le venía en marzo, sin contar que, como en aquella melodía sesentera de Los Hermanos Carrión, la verdadera cuesta arriba se le aparecerá, cual espíritu chocarrero, “para abril o para mayo”.

Marzo fue largo, muy largo para México. En los primeros días, el coronavirus ni se atisbaba como una gran amenaza. Se veía como un AH1N1 recargado, que azotaba a China y, eventualmente, enfermaba a unos cuantos en Europa, incluyendo a la ex ‘chica Bond’, Olga Kurylenko. Aquí, todavía era un tema de memes y chistes para la inmensa mayoría.

La epidemia nacional de esos días era de feminicidios, de violencia contra las mujeres. La primavera feminista, detonada por los salvajes asesinatos de Abril, Fátima e Ingrid, hizo que durante los 10 primeros días de marzo no se hablara de otra cosa en nuestro país, teniendo como epicentro un 8-M intenso como nunca y el paro nacional ocurrido al día siguiente.

Pero justo esa semana, desde Bérgamo llegaban muy oscuras noticias, que hablaban de la furia y letalidad del coronavirus. Como los huracanes más mortíferos, el Covid-19 avisó lo que traería a nuestro continente hasta que ya había cruzado el Atlántico.

En términos coloquiales de comunicación política, podemos decir que el coronavirus fue, literalmente, una caja china para el presidente, pues hizo olvidar el tema de la violencia contra las mujeres. De ocupar planas y planas en diarios, o la inmensa mayoría del tiempo en los noticieros, el tema se encuentra olvidado casi por completo. Por supuesto, ¿a quién le pueden interesar más las reivindicaciones del feminismo que salvar el pellejo? A los medios, menos que a nadie, porque, en su inmensa mayoría, solamente entienden de balances contables, máxime en esta época cibernética. Lo que vende, es noticia. Lo que no, pues no ¿Y qué puede vender más que la saga de un mundo amenazado, como en película hollywoodense, por una plaga que amenaza con extinguirlo?

Pero, debido a su mal manejo de ambos temas, López Obrador ha tenido una hemorragia en cámara lenta durante todo el mes, que ya ha resultado más cuantiosa que la detonada por el llamado ‘Culiacanazo’, aunque esta fue la primera herida abierta.

Veamos las cifras. De acuerdo con el ‘tracking’ de Mitofsky, López Obrador gozaba de 62.8% en el aval ciudadano, durante octubre de 2019. Esto es, antes del ‘culiacanazo’. En abril del año pasado, el presidente tenía una aprobación de 64.5%. Eso significa que, en seis meses, el mandatario apenas había dejado escapar 1.7% de sus fieles. Un gironcito.

Pero desde la desvergüenza de Culiacán, todo cambió. Aun así, el presidente llegó a febrero con 55.6% de aval. Quizás por eso, o pese a eso, se envalentonó cuando aparecieron los crímenes de Abril, Fátima e Ingrid, en el horizonte.

Hay una escena que dibuja, inmejorablemente, la personalidad de López Obrador y su estilo de hacer política que, a últimas fechas, es absurdo y suicida: Su crítica a los generadores eólicos de La Rumorosa, a los que, en un arrebato de ignorancia, llamó “ventiladores”, porque afean el paisaje. El Quijote luchando contra los molinos de viento, en región 4 y sin el esplendor de Cervantes, claro está.

Decimos que esa viñeta retrata con precisión al mandatario, no solamente por la analogía literaria, sino porque lo muestra como un hombre mayor, cerrado a nuevas ideas, incapaz de entender los tiempos que vive. Para López Obrador, los homicidios de Abril, Fátima e Ingrid, así como las reivindicaciones feministas, eran otros “ventiladores” que afeaban el paisaje de su presidencia, hermosa y perfecta, de su Cuarta Transformación, la cual solamente existe en su cabeza.

Así, los catalogó como un invento de los “conservadores” y se dedicó a luchar contra la proclama feminista, como si fuese, auténticamente, una reivindicación panista. López Obrador fue incapaz de entender que, si hay alguien que, mundialmente, busca tener con el pie en el cuello a las mujeres, esa es la derecha. El presidente muestra una fingida sencillez, cuando se deja amar y besar, aún en contingencia epidemiológica, por sus fieles que lo ven como a un mesías. Pero en realidad es soberbio y petulante, como lo muestra el hecho de que no tuvo la voluntad de pararse, ni un minuto, por el funeral de Fátima ¿Por qué el presidente no pudo ponerse al frente del discurso contra la violencia de género, si este resulta consustancial a la izquierda? Respuesta: Porque López Obrador no es de izquierda, sino un priista de antes, al que le molesta que alguien raye su discurso del país perfecto, pero, además, porque ve la vida como un sexagenario: para él, las feministas que claman por justicia e igualdad son revoltosas.

Y con lo del coronavirus ha pasado igual. Cuando ya la pandemia cundía por las calles de Madrid y Milán, López Obrador aún retaba las medidas de contingencia, por el simple hecho de que, en redes sociales, las estaban pidiendo sus rivales políticos. La cortedad de miras del presidente ante tal situación fue aterradora. Si sus contrincantes querían que cayera en el error de minimizar la pandemia, para luego culparlo por las consecuencias de eso, miren que les salió a la perfección. Besando gente, pidiendo salir a convivir y llamando a no caer en “pánico”, López Obrador no solamente pavimentó el camino de una enorme tragedia que podríamos vivir tan pronto como en unas semanas, sino que cinceló su caída en las encuestas que, de llegar las consecuencias de tanta imprudencia, no hace sino empezar.

Los rivales políticos del presidente ya le conocen sus puntos débiles. López Obrador continúa siendo el hombre irascible que gritaba “cállate chachalaca”, cuando sus rivales iban a confrontarlo, solamente que ahora mal disfraza ese coraje con risas burlonas y manoteos. También saben que es un hombre mayor, cerrado, al que las nuevas ideas le dan urticaria. El problema es que, en sus necedades seniles, el presidente nos lleva, a todas y todos, hacia un barranco profundo.

En poco más de un mes, López Obrador decreció siete puntos de aprobación. Y está 15.9 puntos debajo de donde estaba hace un año (64.5% frente a 48.6%). Ya se ubica por debajo del 50%. Es decir, tiene a poquito más de medio país en contra. Quienes menos lo aprueban ya son los estudiantes (35%). No sorprende. El presidente está muy lejos de ser un Bernie Sanders, o una de esas figuras izquierdistas que, por definición, comparten la rebeldía e ilusión de la juventud, independientemente de su edad ¿Qué mujer de veintitantos se puede identificar con un presidente que les pide a las hijas ser “enfermeras” de sus padres, mayores, si les da el coronavirus?

Los desempleados (44%), profesionistas (43%), agricultores (43%) y empleados (40%) se están yendo de sus fieles, ante sus promesas incumplidas. Los que más lo aprueban son los profesores (62%), empleados de gobierno (57%) y comerciantes ambulantes (56%), beneficiarios suyos. Un dibujo del perfil de sus seguidores.

Sin embargo, la oposición tampoco canta mal las rancheras, pues el panismo no es más que una reacción de los ricos más elitistas y clasistas, con el perredismo y el emecismo convertidos en sus rémoras. Del PRI, inexistente, ni hablar. Así que, de momento, López Obrador pudiese salir vivo de sus propios errores, más bien horrores, porque si él no es Sanders, tampoco Felipe Calderón es Álvaro Uribe.


“Cuídate de los idus de marzo”, decía un adivino al emperador romano Julio César, en la famosa obra homónima de William Shakespeare.

Dado que es tan creyente de ítems como estampitas religiosas y “amuletos protectores”, quizás hubiese sido bueno que algún charlatán dedicado a la cartomancia le dijera al presidente López Obrador la que se le venía en marzo, sin contar que, como en aquella melodía sesentera de Los Hermanos Carrión, la verdadera cuesta arriba se le aparecerá, cual espíritu chocarrero, “para abril o para mayo”.

Marzo fue largo, muy largo para México. En los primeros días, el coronavirus ni se atisbaba como una gran amenaza. Se veía como un AH1N1 recargado, que azotaba a China y, eventualmente, enfermaba a unos cuantos en Europa, incluyendo a la ex ‘chica Bond’, Olga Kurylenko. Aquí, todavía era un tema de memes y chistes para la inmensa mayoría.

La epidemia nacional de esos días era de feminicidios, de violencia contra las mujeres. La primavera feminista, detonada por los salvajes asesinatos de Abril, Fátima e Ingrid, hizo que durante los 10 primeros días de marzo no se hablara de otra cosa en nuestro país, teniendo como epicentro un 8-M intenso como nunca y el paro nacional ocurrido al día siguiente.

Pero justo esa semana, desde Bérgamo llegaban muy oscuras noticias, que hablaban de la furia y letalidad del coronavirus. Como los huracanes más mortíferos, el Covid-19 avisó lo que traería a nuestro continente hasta que ya había cruzado el Atlántico.

En términos coloquiales de comunicación política, podemos decir que el coronavirus fue, literalmente, una caja china para el presidente, pues hizo olvidar el tema de la violencia contra las mujeres. De ocupar planas y planas en diarios, o la inmensa mayoría del tiempo en los noticieros, el tema se encuentra olvidado casi por completo. Por supuesto, ¿a quién le pueden interesar más las reivindicaciones del feminismo que salvar el pellejo? A los medios, menos que a nadie, porque, en su inmensa mayoría, solamente entienden de balances contables, máxime en esta época cibernética. Lo que vende, es noticia. Lo que no, pues no ¿Y qué puede vender más que la saga de un mundo amenazado, como en película hollywoodense, por una plaga que amenaza con extinguirlo?

Pero, debido a su mal manejo de ambos temas, López Obrador ha tenido una hemorragia en cámara lenta durante todo el mes, que ya ha resultado más cuantiosa que la detonada por el llamado ‘Culiacanazo’, aunque esta fue la primera herida abierta.

Veamos las cifras. De acuerdo con el ‘tracking’ de Mitofsky, López Obrador gozaba de 62.8% en el aval ciudadano, durante octubre de 2019. Esto es, antes del ‘culiacanazo’. En abril del año pasado, el presidente tenía una aprobación de 64.5%. Eso significa que, en seis meses, el mandatario apenas había dejado escapar 1.7% de sus fieles. Un gironcito.

Pero desde la desvergüenza de Culiacán, todo cambió. Aun así, el presidente llegó a febrero con 55.6% de aval. Quizás por eso, o pese a eso, se envalentonó cuando aparecieron los crímenes de Abril, Fátima e Ingrid, en el horizonte.

Hay una escena que dibuja, inmejorablemente, la personalidad de López Obrador y su estilo de hacer política que, a últimas fechas, es absurdo y suicida: Su crítica a los generadores eólicos de La Rumorosa, a los que, en un arrebato de ignorancia, llamó “ventiladores”, porque afean el paisaje. El Quijote luchando contra los molinos de viento, en región 4 y sin el esplendor de Cervantes, claro está.

Decimos que esa viñeta retrata con precisión al mandatario, no solamente por la analogía literaria, sino porque lo muestra como un hombre mayor, cerrado a nuevas ideas, incapaz de entender los tiempos que vive. Para López Obrador, los homicidios de Abril, Fátima e Ingrid, así como las reivindicaciones feministas, eran otros “ventiladores” que afeaban el paisaje de su presidencia, hermosa y perfecta, de su Cuarta Transformación, la cual solamente existe en su cabeza.

Así, los catalogó como un invento de los “conservadores” y se dedicó a luchar contra la proclama feminista, como si fuese, auténticamente, una reivindicación panista. López Obrador fue incapaz de entender que, si hay alguien que, mundialmente, busca tener con el pie en el cuello a las mujeres, esa es la derecha. El presidente muestra una fingida sencillez, cuando se deja amar y besar, aún en contingencia epidemiológica, por sus fieles que lo ven como a un mesías. Pero en realidad es soberbio y petulante, como lo muestra el hecho de que no tuvo la voluntad de pararse, ni un minuto, por el funeral de Fátima ¿Por qué el presidente no pudo ponerse al frente del discurso contra la violencia de género, si este resulta consustancial a la izquierda? Respuesta: Porque López Obrador no es de izquierda, sino un priista de antes, al que le molesta que alguien raye su discurso del país perfecto, pero, además, porque ve la vida como un sexagenario: para él, las feministas que claman por justicia e igualdad son revoltosas.

Y con lo del coronavirus ha pasado igual. Cuando ya la pandemia cundía por las calles de Madrid y Milán, López Obrador aún retaba las medidas de contingencia, por el simple hecho de que, en redes sociales, las estaban pidiendo sus rivales políticos. La cortedad de miras del presidente ante tal situación fue aterradora. Si sus contrincantes querían que cayera en el error de minimizar la pandemia, para luego culparlo por las consecuencias de eso, miren que les salió a la perfección. Besando gente, pidiendo salir a convivir y llamando a no caer en “pánico”, López Obrador no solamente pavimentó el camino de una enorme tragedia que podríamos vivir tan pronto como en unas semanas, sino que cinceló su caída en las encuestas que, de llegar las consecuencias de tanta imprudencia, no hace sino empezar.

Los rivales políticos del presidente ya le conocen sus puntos débiles. López Obrador continúa siendo el hombre irascible que gritaba “cállate chachalaca”, cuando sus rivales iban a confrontarlo, solamente que ahora mal disfraza ese coraje con risas burlonas y manoteos. También saben que es un hombre mayor, cerrado, al que las nuevas ideas le dan urticaria. El problema es que, en sus necedades seniles, el presidente nos lleva, a todas y todos, hacia un barranco profundo.

En poco más de un mes, López Obrador decreció siete puntos de aprobación. Y está 15.9 puntos debajo de donde estaba hace un año (64.5% frente a 48.6%). Ya se ubica por debajo del 50%. Es decir, tiene a poquito más de medio país en contra. Quienes menos lo aprueban ya son los estudiantes (35%). No sorprende. El presidente está muy lejos de ser un Bernie Sanders, o una de esas figuras izquierdistas que, por definición, comparten la rebeldía e ilusión de la juventud, independientemente de su edad ¿Qué mujer de veintitantos se puede identificar con un presidente que les pide a las hijas ser “enfermeras” de sus padres, mayores, si les da el coronavirus?

Los desempleados (44%), profesionistas (43%), agricultores (43%) y empleados (40%) se están yendo de sus fieles, ante sus promesas incumplidas. Los que más lo aprueban son los profesores (62%), empleados de gobierno (57%) y comerciantes ambulantes (56%), beneficiarios suyos. Un dibujo del perfil de sus seguidores.

Sin embargo, la oposición tampoco canta mal las rancheras, pues el panismo no es más que una reacción de los ricos más elitistas y clasistas, con el perredismo y el emecismo convertidos en sus rémoras. Del PRI, inexistente, ni hablar. Así que, de momento, López Obrador pudiese salir vivo de sus propios errores, más bien horrores, porque si él no es Sanders, tampoco Felipe Calderón es Álvaro Uribe.