/ martes 26 de abril de 2022

Expediente Confidencial | ¡Gracias, Elon! (al menos, por ahora)

Ayer, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, con un patrimonio calculado en 219 mil millones de dólares, según Forbes, logró la compra de Twitter.

Musk, sudafricano nacionalizado estadounidense, mejor conocido por ser el dueño de Tesla, pagará 44 mil millones de dólares por la red social del pájaro azul. Ese dinero, provendrá, en parte, de sus recursos, y en otra de préstamos bancarios, particularmente de Morgan Stanley

Termina así la operación emprendida por Musk, que inició el 31 de enero pasado, para ser el dueño de Twitter, misma que fue intrincada y, como todo aquello que toca Elon, controvertida (he aquí una excelente línea de tiempo de Bloomberg sobre la operación: https://finance.yahoo.com/news/timeline-elon-musk-became-twitter-205930962.html).

Pero es que Musk, a diferencia de otros multimillonarios, se mueve muy bien en la polémica y el riesgo, son su elemento y, por eso, tanto en este caso como en su carrera empresarial en sí, llega hasta donde quiere.

Más allá de los vericuetos financieros de la operación, la parte toral de la compra de Twitter por parte de Musk es que se trata del primer gran freno a la llamada ‘cultura de la cancelación’.

He ahí porque CNN, medio por excelencia de la ultraizquierda estadounidense (como Fox News lo es de la ultraderecha), ayer se llenó de iracundas expresiones de sus editorialistas, comentaristas y conductores, pronosticando hasta la extinción de Twitter.

La importancia de Twitter radica en que esa plataforma es la gran mesa de debate político, a nivel mundial. Es la fuente, por excelencia, de los medios ‘tradicionales’ (impresos y electrónicos), respecto a sucesos y expresiones en la órbita del poder.

Esa ultraizquierda se sentía feliz viendo un Twitter ajustado a sus deseos e intereses, donde se silenciara a todas las voces contrarias a su ideología y visión del mundo.

El “progresismo”, como se hace llamar esa ultraizquierda, observaba con fruición ese Twitter convertido en su altavoz de adoctrinamiento, donde se cumplía su más apasionado deseo: no tener que debatir con quienes piensan diferente, porque la forma más fácil -pero también la más deleznable- de vencer en la batalla de las ideas, es amordazar al que piensa distinto y no tener que debatir. No hay que preocuparse por ganar un debate que no existe.

No hay preocupación más grande para esa ultraizquierda que debatir sus ideas, porque saben bien que perderán. El comunismo siempre ha sido eso: aplastar el disenso, porque lo pone en riesgo. No por nada, las grandes dictaduras ultraizquierdistas, como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua, viven imponiendo el pensamiento único.

Tras comprar Twitter, Musk tuiteó: “La libertad de expresión es la base de una democracia que funcione y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad. También quiero que Twitter sea mejor que nunca mejorando el producto con nuevas funciones, haciendo que los algoritmos sean de código abierto para aumentar la confianza, derrotando a los bots de spam y autenticando a todos los humanos”.

Y ese es el otro punto que, ayer, en CNN y otros medios “progresistas”, les causaba escozor: esa guerra que Musk quiere emprender contra los ‘bots’.

Que eso le moleste a la ultraizquierdista es una diáfana piedra de toque respecto a quiénes son y qué buscan. Detestan la idea de que Musk elimine los ‘bots’ porque, de esa forma, han manipulado, por años, el debate en Twitter y otras redes sociales. Los millones de personas que, supuestamente, están con ellos, no son otra cosa que perfiles ‘huevo’. Elon quiere tumbarles el garlito y eso les enfurece.

Más allá de eso, la congruencia de esa ultraizquierda estadounidense, como siempre, rueda por los suelos ante el peso de los hechos: usando su típica amnesia colectiva, directamente proporcional a su ambición económica, guardan su ejemplar de ‘El capital’ en el ático frente a la explotación laboral de Jeff Bezos en Amazon, porque es su amigo y les da palestra en su periódico, el otrora respetable ‘Washington Post’, venido a pasquín. Pero ante Musk, que busca hacerles cumplir las reglas democráticas, sacan los dientes.

La intención de Musk es, auténticamente, vital para la democracia y, por ende, para el mundo. No podemos permitir, por el bien de las futuras generaciones, que este planeta se convierta en un remedo de aquel trazado por George Orwell en su magistral ‘1984’. Y, al paso que íbamos, cada vez era más esa similitud.

La libertad de expresión no puede tener más límites y moderaciones que aquellos de la propia sociedad. Si alguien está mal, se le debe vencer con ideas y argumentos, no cerrándole la boca, algo no solamente gansteril, sino antidemocrático.

Pero aún falta para cantar victoria. Esa ultraizquierda, casada en nupcias por conveniencia con una parte de la élite liberal, tiene por mantra aquel del ‘Chano’ Urueta respecto a Jalisco: “Nunca pierde. Y cuando pierde, arrebata”. Lo mismo han derrocado, con maniobras legaloides, a presidentes democráticamente electos -pero adversos a sus intereses-, que intentado anular el Brexit, decidido en un proceso electivo limpio, simplemente por no convenirles.

Observo que el actual CEO de Twitter, Parag Agrawal, será la primera piedra que esa ultraizquierda le pondrá a Musk en el camino. Pero Musk es un genio construyendo bardas con las piedras que le arrojan. Esperemos que esta no sea la excepción y que, dentro de un año, podamos seguir diciendo “gracias, Elon”, por salvar Twitter y, de pasada, salvar la democracia…

MORAL: El príncipe saudí Al Waleed bin Talal era uno de los accionistas de Twitter más adversos a venderle a Musk. En Arabia Saudita hay una represión brutal al periodismo y la libre expresión, pero eso no parecía preocuparle a la ultraizquierda, ni a organizaciones afines, como Human Rights Watch (la misma que ataca a Bukele, ¡bingo!), que jamás lo tocaron ni con el pétalo de una rosa, ni cuestionaron que tuviese acciones de esa red social, como si lo hacen ahora con la adquisición de Musk.

Le digo: no les preocupa la libertad, les preocupa no ser ellos quienes la controlen, en su obsesión por ponerle puertas al campo, para que sean sus aduanas.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Ayer, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, con un patrimonio calculado en 219 mil millones de dólares, según Forbes, logró la compra de Twitter.

Musk, sudafricano nacionalizado estadounidense, mejor conocido por ser el dueño de Tesla, pagará 44 mil millones de dólares por la red social del pájaro azul. Ese dinero, provendrá, en parte, de sus recursos, y en otra de préstamos bancarios, particularmente de Morgan Stanley

Termina así la operación emprendida por Musk, que inició el 31 de enero pasado, para ser el dueño de Twitter, misma que fue intrincada y, como todo aquello que toca Elon, controvertida (he aquí una excelente línea de tiempo de Bloomberg sobre la operación: https://finance.yahoo.com/news/timeline-elon-musk-became-twitter-205930962.html).

Pero es que Musk, a diferencia de otros multimillonarios, se mueve muy bien en la polémica y el riesgo, son su elemento y, por eso, tanto en este caso como en su carrera empresarial en sí, llega hasta donde quiere.

Más allá de los vericuetos financieros de la operación, la parte toral de la compra de Twitter por parte de Musk es que se trata del primer gran freno a la llamada ‘cultura de la cancelación’.

He ahí porque CNN, medio por excelencia de la ultraizquierda estadounidense (como Fox News lo es de la ultraderecha), ayer se llenó de iracundas expresiones de sus editorialistas, comentaristas y conductores, pronosticando hasta la extinción de Twitter.

La importancia de Twitter radica en que esa plataforma es la gran mesa de debate político, a nivel mundial. Es la fuente, por excelencia, de los medios ‘tradicionales’ (impresos y electrónicos), respecto a sucesos y expresiones en la órbita del poder.

Esa ultraizquierda se sentía feliz viendo un Twitter ajustado a sus deseos e intereses, donde se silenciara a todas las voces contrarias a su ideología y visión del mundo.

El “progresismo”, como se hace llamar esa ultraizquierda, observaba con fruición ese Twitter convertido en su altavoz de adoctrinamiento, donde se cumplía su más apasionado deseo: no tener que debatir con quienes piensan diferente, porque la forma más fácil -pero también la más deleznable- de vencer en la batalla de las ideas, es amordazar al que piensa distinto y no tener que debatir. No hay que preocuparse por ganar un debate que no existe.

No hay preocupación más grande para esa ultraizquierda que debatir sus ideas, porque saben bien que perderán. El comunismo siempre ha sido eso: aplastar el disenso, porque lo pone en riesgo. No por nada, las grandes dictaduras ultraizquierdistas, como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua, viven imponiendo el pensamiento único.

Tras comprar Twitter, Musk tuiteó: “La libertad de expresión es la base de una democracia que funcione y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad. También quiero que Twitter sea mejor que nunca mejorando el producto con nuevas funciones, haciendo que los algoritmos sean de código abierto para aumentar la confianza, derrotando a los bots de spam y autenticando a todos los humanos”.

Y ese es el otro punto que, ayer, en CNN y otros medios “progresistas”, les causaba escozor: esa guerra que Musk quiere emprender contra los ‘bots’.

Que eso le moleste a la ultraizquierdista es una diáfana piedra de toque respecto a quiénes son y qué buscan. Detestan la idea de que Musk elimine los ‘bots’ porque, de esa forma, han manipulado, por años, el debate en Twitter y otras redes sociales. Los millones de personas que, supuestamente, están con ellos, no son otra cosa que perfiles ‘huevo’. Elon quiere tumbarles el garlito y eso les enfurece.

Más allá de eso, la congruencia de esa ultraizquierda estadounidense, como siempre, rueda por los suelos ante el peso de los hechos: usando su típica amnesia colectiva, directamente proporcional a su ambición económica, guardan su ejemplar de ‘El capital’ en el ático frente a la explotación laboral de Jeff Bezos en Amazon, porque es su amigo y les da palestra en su periódico, el otrora respetable ‘Washington Post’, venido a pasquín. Pero ante Musk, que busca hacerles cumplir las reglas democráticas, sacan los dientes.

La intención de Musk es, auténticamente, vital para la democracia y, por ende, para el mundo. No podemos permitir, por el bien de las futuras generaciones, que este planeta se convierta en un remedo de aquel trazado por George Orwell en su magistral ‘1984’. Y, al paso que íbamos, cada vez era más esa similitud.

La libertad de expresión no puede tener más límites y moderaciones que aquellos de la propia sociedad. Si alguien está mal, se le debe vencer con ideas y argumentos, no cerrándole la boca, algo no solamente gansteril, sino antidemocrático.

Pero aún falta para cantar victoria. Esa ultraizquierda, casada en nupcias por conveniencia con una parte de la élite liberal, tiene por mantra aquel del ‘Chano’ Urueta respecto a Jalisco: “Nunca pierde. Y cuando pierde, arrebata”. Lo mismo han derrocado, con maniobras legaloides, a presidentes democráticamente electos -pero adversos a sus intereses-, que intentado anular el Brexit, decidido en un proceso electivo limpio, simplemente por no convenirles.

Observo que el actual CEO de Twitter, Parag Agrawal, será la primera piedra que esa ultraizquierda le pondrá a Musk en el camino. Pero Musk es un genio construyendo bardas con las piedras que le arrojan. Esperemos que esta no sea la excepción y que, dentro de un año, podamos seguir diciendo “gracias, Elon”, por salvar Twitter y, de pasada, salvar la democracia…

MORAL: El príncipe saudí Al Waleed bin Talal era uno de los accionistas de Twitter más adversos a venderle a Musk. En Arabia Saudita hay una represión brutal al periodismo y la libre expresión, pero eso no parecía preocuparle a la ultraizquierda, ni a organizaciones afines, como Human Rights Watch (la misma que ataca a Bukele, ¡bingo!), que jamás lo tocaron ni con el pétalo de una rosa, ni cuestionaron que tuviese acciones de esa red social, como si lo hacen ahora con la adquisición de Musk.

Le digo: no les preocupa la libertad, les preocupa no ser ellos quienes la controlen, en su obsesión por ponerle puertas al campo, para que sean sus aduanas.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com