/ jueves 10 de junio de 2021

Expediente Confidencial | Harris y los remedios que no son remedio

La vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, visitó esta semana México y Guatemala, para abordar la -eterna- crisis migratoria.

Algunos sectores tenían expectativas sobre la gira de Harris que sobrepasaban la lógica política. Respecto al tema migratorio, consideraban que podría haber un anuncio respecto a una nueva amnistía migratoria, como la efectuada por Reagan en los ochentas; o, al menos, esperaban un mecanismo para legalizar de forma más asequible a los miles de migrantes que se agolpan en la frontera sur.

Sin embargo, la administración Biden está guiada por un mantra electoral. Le interesan los migrantes que ya están dentro de su país, legalizados y pasteurizados, listos para votar por el Partido Demócrata. Los que están fuera, son un problema en su cálculo electoral: si los acoge, perderá más votos moderados -de personas que ‘switchean’ su voto entre demócratas y republicanos-, de los que ganará, a corto plazo, con ellas y ellos.

De ahí el lance, insensible, de Harris, diciendo “no vengan” a las y los migrantes mexicanos y centroamericanos. Como si fuese una opción para ellas y ellos, como si pernoctaran en campamentos indignos por gusto, como si quisieran cruzar un río salvaje donde pueden morir. No hay opción, ni elección, cuando, a diario, una horda de maras criminales viola a tu madre o tu hermana. No hay opción, ni elección, cuando esos mismos delincuentes te recuerdan, a diario, que apenas tu hijo pueda cargar un fusil automático, o tan solo disparar una pistola, se lo llevarán a sus milicias, aunque sea un niño.

Por supuesto, los medios estadounidenses pro Biden casi festinaron el “no vengan” de Harris que, si hubiese sido pronunciado por Mike Pence o Dan Quayle, habría merecido ríos de tinta y ondas electromagnéticas… para condenarlo.

Y hablando de Quayle, la vicepresidenta Harris planteó las mismas “soluciones” que Estados Unidos enarbola desde los tiempos de aquel: Crear bienestar en los países expulsores de migrantes, para que las personas no deseen irse; regar con millones de dólares a los gobiernos de esas naciones, para dizque generar inversión y empleos dignos. Soluciones que no son tales y que, aunque lo fueran, tampoco serán inmediatas. Los migrantes viven en el aquí y ahora, no en los próximos 20 años, como Harris y los políticos estadounidenses. El aquí y ahora que apremia a huir cuando se vive entre criminales. El aquí y ahora que apremia a escapar cuando ya no alcanza la comida en casa. El aquí y ahora que exige medidas inmediatas, cuando no existe futuro.

Luego, esos millones de dólares entregados por Estados Unidos a los gobiernos de países expulsores, nunca han servido para otra cosa que engordar las cuentas que los políticos de esas naciones tienen en paraísos fiscales. Son, meramente, una subvención, una ‘mordida’ de la potencia norteamericana, para que esos políticos aplaquen a sus migrantes, para que les dificulten su salida, o el camino hacia territorio estadounidense. Para que ayuden, en última instancia, a bajarle el dolor de cabeza político que le ocasionan al partido que está en la Casa Blanca.

Tampoco se crearán, jamás, empleos dignos en América Latina. La razón es simple: la región está concebida como un semillero que da mano de obra barata a las empresas estadounidenses. Es decir, para que Estados Unidos viva como rico, al sur deben vivir como pobres.

Harris dijo que se atenderán las “causas” de la migración, declaración no solamente falaz, por lo anteriormente vertido, sino amnésica. Los estadounidenses no entienden que América Latina es una consecuencia de su actuar en tiempos pasados. Si miles de centroamericanos huyen de su país, es porque Estados Unidos creó un infierno ahí, para contrarrestar, en su día, al comunismo, entonces auspiciado por la URSS y hoy patrocinado desde el propio territorio estadounidense.

Muchos estadounidenses podrán decir que ellos, ni explotaron a esos países en lo personal, ni dictaron esas políticas intervencionistas, pero el punto es que si disfrutaron sus resultados. Toda acción tiene una reacción. Todo lo que hacemos en la vida y lo que se hace en el mundo tiene una consecuencia como espejo. Para que un estadounidense de clase media pueda vivir una existencia cómoda, en un barrio seguro, dentro de una casa bonita, se necesita que haya un hondureño padeciendo un infierno, en un poblado violento dominado por maras, malviviendo en una choza. El dinero no crece en los árboles, así que, si alguien tiene más de lo que le toca o realmente merece, es que hay alguien que tiene menos de lo que le toca y realmente merece

En esta vida nada es gratis. El “pago” porque un estadounidense tenga más de lo que le toca, es ver como llegan miles de migrantes a sus ciudades, para buscar lo que les arrebataron. Si un mexicano, panameño, guatemalteco o peruano tuviera en su país una vida digna y feliz, difícilmente cometerían el masoquismo de irse a Estados Unidos para sufrir, lejos de sus familias, sus tradiciones o su idioma.

Sin embargo, algunos creen que se puede perpetuar ese sistema por los siglos de los siglos. Y eso, además de injusto, es estúpido políticamente.

P.D.: Si algo nos pasa es que buscan callarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com



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La vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris, visitó esta semana México y Guatemala, para abordar la -eterna- crisis migratoria.

Algunos sectores tenían expectativas sobre la gira de Harris que sobrepasaban la lógica política. Respecto al tema migratorio, consideraban que podría haber un anuncio respecto a una nueva amnistía migratoria, como la efectuada por Reagan en los ochentas; o, al menos, esperaban un mecanismo para legalizar de forma más asequible a los miles de migrantes que se agolpan en la frontera sur.

Sin embargo, la administración Biden está guiada por un mantra electoral. Le interesan los migrantes que ya están dentro de su país, legalizados y pasteurizados, listos para votar por el Partido Demócrata. Los que están fuera, son un problema en su cálculo electoral: si los acoge, perderá más votos moderados -de personas que ‘switchean’ su voto entre demócratas y republicanos-, de los que ganará, a corto plazo, con ellas y ellos.

De ahí el lance, insensible, de Harris, diciendo “no vengan” a las y los migrantes mexicanos y centroamericanos. Como si fuese una opción para ellas y ellos, como si pernoctaran en campamentos indignos por gusto, como si quisieran cruzar un río salvaje donde pueden morir. No hay opción, ni elección, cuando, a diario, una horda de maras criminales viola a tu madre o tu hermana. No hay opción, ni elección, cuando esos mismos delincuentes te recuerdan, a diario, que apenas tu hijo pueda cargar un fusil automático, o tan solo disparar una pistola, se lo llevarán a sus milicias, aunque sea un niño.

Por supuesto, los medios estadounidenses pro Biden casi festinaron el “no vengan” de Harris que, si hubiese sido pronunciado por Mike Pence o Dan Quayle, habría merecido ríos de tinta y ondas electromagnéticas… para condenarlo.

Y hablando de Quayle, la vicepresidenta Harris planteó las mismas “soluciones” que Estados Unidos enarbola desde los tiempos de aquel: Crear bienestar en los países expulsores de migrantes, para que las personas no deseen irse; regar con millones de dólares a los gobiernos de esas naciones, para dizque generar inversión y empleos dignos. Soluciones que no son tales y que, aunque lo fueran, tampoco serán inmediatas. Los migrantes viven en el aquí y ahora, no en los próximos 20 años, como Harris y los políticos estadounidenses. El aquí y ahora que apremia a huir cuando se vive entre criminales. El aquí y ahora que apremia a escapar cuando ya no alcanza la comida en casa. El aquí y ahora que exige medidas inmediatas, cuando no existe futuro.

Luego, esos millones de dólares entregados por Estados Unidos a los gobiernos de países expulsores, nunca han servido para otra cosa que engordar las cuentas que los políticos de esas naciones tienen en paraísos fiscales. Son, meramente, una subvención, una ‘mordida’ de la potencia norteamericana, para que esos políticos aplaquen a sus migrantes, para que les dificulten su salida, o el camino hacia territorio estadounidense. Para que ayuden, en última instancia, a bajarle el dolor de cabeza político que le ocasionan al partido que está en la Casa Blanca.

Tampoco se crearán, jamás, empleos dignos en América Latina. La razón es simple: la región está concebida como un semillero que da mano de obra barata a las empresas estadounidenses. Es decir, para que Estados Unidos viva como rico, al sur deben vivir como pobres.

Harris dijo que se atenderán las “causas” de la migración, declaración no solamente falaz, por lo anteriormente vertido, sino amnésica. Los estadounidenses no entienden que América Latina es una consecuencia de su actuar en tiempos pasados. Si miles de centroamericanos huyen de su país, es porque Estados Unidos creó un infierno ahí, para contrarrestar, en su día, al comunismo, entonces auspiciado por la URSS y hoy patrocinado desde el propio territorio estadounidense.

Muchos estadounidenses podrán decir que ellos, ni explotaron a esos países en lo personal, ni dictaron esas políticas intervencionistas, pero el punto es que si disfrutaron sus resultados. Toda acción tiene una reacción. Todo lo que hacemos en la vida y lo que se hace en el mundo tiene una consecuencia como espejo. Para que un estadounidense de clase media pueda vivir una existencia cómoda, en un barrio seguro, dentro de una casa bonita, se necesita que haya un hondureño padeciendo un infierno, en un poblado violento dominado por maras, malviviendo en una choza. El dinero no crece en los árboles, así que, si alguien tiene más de lo que le toca o realmente merece, es que hay alguien que tiene menos de lo que le toca y realmente merece

En esta vida nada es gratis. El “pago” porque un estadounidense tenga más de lo que le toca, es ver como llegan miles de migrantes a sus ciudades, para buscar lo que les arrebataron. Si un mexicano, panameño, guatemalteco o peruano tuviera en su país una vida digna y feliz, difícilmente cometerían el masoquismo de irse a Estados Unidos para sufrir, lejos de sus familias, sus tradiciones o su idioma.

Sin embargo, algunos creen que se puede perpetuar ese sistema por los siglos de los siglos. Y eso, además de injusto, es estúpido políticamente.

P.D.: Si algo nos pasa es que buscan callarnos

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