/ miércoles 1 de junio de 2022

Expediente Confidencial | Hombres buenos, malos, y armas

“La única forma de detener a un hombre malo con una pistola, es un hombre bueno con una pistola”. Esa frase la pronunció, el viernes pasado, Donald Trump, ex presidente de los Estados Unidos y, sin duda, actual líder moral -whatever that means- de la derecha estadounidense. La dijo en un escenario, hay que indicarlo, propicio: la convención de la Asociación Nacional del Rifle -NRA. por sus siglas en inglés-.

Dicha expresión, como todas las de Trump, fue más bien una proclama. Y por ello, o pese a ello, inmediatamente la progresía mundial salió a desgarrarse las vestiduras, aprovechando la coyuntura por la brutal matanza de Uvalde. Y es que a esos progresistas les escandaliza que Trump defienda que un ciudadano posea armas, pero no tienen problema en ver a narcotraficantes blandiendo su fusil. Peor aún: les causa un placer irrefrenable ver las armas en manos de criminales, sin importar que las usen contra inocentes. Lo que sí les hace mucho ruido es ver armas en manos de policías. Ahí sí hablan del "uso correcto de la fuerza". No se atreven a decirlo, pero su más húmedo sueño es que los criminales tengan el uso exclusivo de las armas de fuego. Los policías, si acaso, que tengan una porra. Y de plástico, no vayan a lastimar a los delincuentes.

El indisoluble matrimonio entre el progresismo (al cual cada vez le calza mejor el prefijo 'narco') y los criminales, vive sus horas más dulces en México. Una auténtica luna de miel...

El mismo día que Trump enunciaba su frase en Houston, un retén de narcotraficantes, armados con fusiles AK-47, le impedía el paso a reporteros en el Triángulo Dorado. Los periodistas iban a cubrir la gira del presidente López Obrador por la zona, una gira donde el presidente fue incapaz de contener su amor por los narcotraficantes y su admiración, en particular, faltaba más, por el Cártel de Sinaloa.

Ante la publicación de los hechos, López Obrador se molestó y dijo: "Un escándalo por un retén, esa era la nota principal".

Yo no sé si haya alguien a quien no le basta esa declaración para diseccionar a López Obrador, respecto a quién es y qué camiseta trae puesta. Y es que resulta evidente que, si alguien se molesta porque un grupo de narcotraficantes fue exhibido, la única razón posible es que ese grupo de narcotraficantes son sus amigos y, por ello, se siente ofendido.

Decíamos que, en su periplo por el epicentro del narcotráfico, López Obrador no pudo frenar, ni su inmenso afecto por los delincuentes, ni su intentona, macabra y ofensiva hacia la gente de bien, por legitimarlos, por lavarles la cara, por hacerlos víctimas, como parte de una narrativa no solamente asquerosa, sino que muestra una evidente gratitud del presidente que le brota del alma como si fuera un venero ¿Una gratitud por haber financiado su campaña presidencial de 12 años?

Y, por ello, soltó su propuesta de ya no llamarle al Triángulo Dorado de tal forma, rebautizándolo, en cambio, con el nada sútil apelativo de "Triángulo de la gente buena y trabajadora".

Del "Triángulo de la gente buena y trabajadora" han salido algunos de los peores asesinos y de los más grandes criminales de este país, pero López Obrador, como buen integrante del 'progresismo' latinoamericano, no tiene empacho en abrazarlos con palabras y, sobre todo, con hechos.

Por eso, su conceptualización de los narcotraficantes del multicitado retén como buenos muchachos, acuñada en otra de sus declaraciones: "Hay personas que están actuando, pensando que se debe de cuidar una región, que quienes pasan no lleven armas y a veces hay confusiones".

Y ahí está el punto de contraste más alejado entre las expresiones de Trump y López Obrador, que reflejan, a su vez, claramente, su andamiaje ideológico: Donald apoya que las armas estén en manos de hombres buenos. Andrés Manuel no tiene problema en que esas mismas armas estén en manos de hombres malos.

Y es que, para López Obrador, esos narcotraficantes no son hombres malos, porque, en su psique, "bueno" es quien le apoya incondicionalmente y "malo" es quien se opone a él. Por eso, demencia senil aparte, Andrés Manuel ve a los narcotraficantes como "cuidadores" de una región y a unos diputados que votaron contra su Reforma Eléctrica como "traidores" a la patria. Así su escala de valores.

López Obrador concluyó aquella gira con aroma a estupefacientes, pronunciando una frase literalmente emanada de la cloaca, al decir que también hay retenes "en Jalisco", que "no sólo es el caso de Sinaloa, yo les diría ¡arriba Sinaloa!".

Si, arriba de la ley, del estado de derecho y de la madre patria, por obra y gracia del tlatoani sexenal.

El país, literalmente, se desangra a diario, a manos de criminales que se han enseñoreado, sabedores que su más caro sueño se ha cumplido: tener a su mejor amigo en Palacio Nacional.

Pero, entonces, ¿solamente existe la disyuntiva de las armas en manos de hombres buenos o malos?

No. Las armas deben estar en manos de un estado fuerte, que cuide a sus ciudadanos. Ahí está el presidente salvadoreño Nayib Bukele, que ha combatido, con decisión y fuerza, a los maras. Ejemplo de que no se necesita que cada ciudadano tenga un arma bajo su almohada, sino que haya un estado dispuesto a usar las suyas contra los enemigos de ese ciudadano.

Para eso existe el estado. Para tener las armas. Para usarlas contra los enemigos de la sociedad. Para dar balazos y no abrazos.

Porque darle armas a un hombre bueno, lo hará susceptible, al instante, de volverse malo.

Aunque claro, si tu gobierno se parece más a la Santísima Trinidad de Don McLean que a Bukele, y te dejó a merced del crimen y de tu suerte, tal vez, y solo tal vez, aquellas palabras de Donald empiezan a cobrar sentido...

Y si no, que se lo pregunten a las mujeres...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

“La única forma de detener a un hombre malo con una pistola, es un hombre bueno con una pistola”. Esa frase la pronunció, el viernes pasado, Donald Trump, ex presidente de los Estados Unidos y, sin duda, actual líder moral -whatever that means- de la derecha estadounidense. La dijo en un escenario, hay que indicarlo, propicio: la convención de la Asociación Nacional del Rifle -NRA. por sus siglas en inglés-.

Dicha expresión, como todas las de Trump, fue más bien una proclama. Y por ello, o pese a ello, inmediatamente la progresía mundial salió a desgarrarse las vestiduras, aprovechando la coyuntura por la brutal matanza de Uvalde. Y es que a esos progresistas les escandaliza que Trump defienda que un ciudadano posea armas, pero no tienen problema en ver a narcotraficantes blandiendo su fusil. Peor aún: les causa un placer irrefrenable ver las armas en manos de criminales, sin importar que las usen contra inocentes. Lo que sí les hace mucho ruido es ver armas en manos de policías. Ahí sí hablan del "uso correcto de la fuerza". No se atreven a decirlo, pero su más húmedo sueño es que los criminales tengan el uso exclusivo de las armas de fuego. Los policías, si acaso, que tengan una porra. Y de plástico, no vayan a lastimar a los delincuentes.

El indisoluble matrimonio entre el progresismo (al cual cada vez le calza mejor el prefijo 'narco') y los criminales, vive sus horas más dulces en México. Una auténtica luna de miel...

El mismo día que Trump enunciaba su frase en Houston, un retén de narcotraficantes, armados con fusiles AK-47, le impedía el paso a reporteros en el Triángulo Dorado. Los periodistas iban a cubrir la gira del presidente López Obrador por la zona, una gira donde el presidente fue incapaz de contener su amor por los narcotraficantes y su admiración, en particular, faltaba más, por el Cártel de Sinaloa.

Ante la publicación de los hechos, López Obrador se molestó y dijo: "Un escándalo por un retén, esa era la nota principal".

Yo no sé si haya alguien a quien no le basta esa declaración para diseccionar a López Obrador, respecto a quién es y qué camiseta trae puesta. Y es que resulta evidente que, si alguien se molesta porque un grupo de narcotraficantes fue exhibido, la única razón posible es que ese grupo de narcotraficantes son sus amigos y, por ello, se siente ofendido.

Decíamos que, en su periplo por el epicentro del narcotráfico, López Obrador no pudo frenar, ni su inmenso afecto por los delincuentes, ni su intentona, macabra y ofensiva hacia la gente de bien, por legitimarlos, por lavarles la cara, por hacerlos víctimas, como parte de una narrativa no solamente asquerosa, sino que muestra una evidente gratitud del presidente que le brota del alma como si fuera un venero ¿Una gratitud por haber financiado su campaña presidencial de 12 años?

Y, por ello, soltó su propuesta de ya no llamarle al Triángulo Dorado de tal forma, rebautizándolo, en cambio, con el nada sútil apelativo de "Triángulo de la gente buena y trabajadora".

Del "Triángulo de la gente buena y trabajadora" han salido algunos de los peores asesinos y de los más grandes criminales de este país, pero López Obrador, como buen integrante del 'progresismo' latinoamericano, no tiene empacho en abrazarlos con palabras y, sobre todo, con hechos.

Por eso, su conceptualización de los narcotraficantes del multicitado retén como buenos muchachos, acuñada en otra de sus declaraciones: "Hay personas que están actuando, pensando que se debe de cuidar una región, que quienes pasan no lleven armas y a veces hay confusiones".

Y ahí está el punto de contraste más alejado entre las expresiones de Trump y López Obrador, que reflejan, a su vez, claramente, su andamiaje ideológico: Donald apoya que las armas estén en manos de hombres buenos. Andrés Manuel no tiene problema en que esas mismas armas estén en manos de hombres malos.

Y es que, para López Obrador, esos narcotraficantes no son hombres malos, porque, en su psique, "bueno" es quien le apoya incondicionalmente y "malo" es quien se opone a él. Por eso, demencia senil aparte, Andrés Manuel ve a los narcotraficantes como "cuidadores" de una región y a unos diputados que votaron contra su Reforma Eléctrica como "traidores" a la patria. Así su escala de valores.

López Obrador concluyó aquella gira con aroma a estupefacientes, pronunciando una frase literalmente emanada de la cloaca, al decir que también hay retenes "en Jalisco", que "no sólo es el caso de Sinaloa, yo les diría ¡arriba Sinaloa!".

Si, arriba de la ley, del estado de derecho y de la madre patria, por obra y gracia del tlatoani sexenal.

El país, literalmente, se desangra a diario, a manos de criminales que se han enseñoreado, sabedores que su más caro sueño se ha cumplido: tener a su mejor amigo en Palacio Nacional.

Pero, entonces, ¿solamente existe la disyuntiva de las armas en manos de hombres buenos o malos?

No. Las armas deben estar en manos de un estado fuerte, que cuide a sus ciudadanos. Ahí está el presidente salvadoreño Nayib Bukele, que ha combatido, con decisión y fuerza, a los maras. Ejemplo de que no se necesita que cada ciudadano tenga un arma bajo su almohada, sino que haya un estado dispuesto a usar las suyas contra los enemigos de ese ciudadano.

Para eso existe el estado. Para tener las armas. Para usarlas contra los enemigos de la sociedad. Para dar balazos y no abrazos.

Porque darle armas a un hombre bueno, lo hará susceptible, al instante, de volverse malo.

Aunque claro, si tu gobierno se parece más a la Santísima Trinidad de Don McLean que a Bukele, y te dejó a merced del crimen y de tu suerte, tal vez, y solo tal vez, aquellas palabras de Donald empiezan a cobrar sentido...

Y si no, que se lo pregunten a las mujeres...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com