/ martes 27 de octubre de 2020

Expediente Confidencial | La jueza Barrett: aceptación tácita y anticipada de la derrota de Trump

En memoria de los 3825 bajacalifornianas y bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19, pero, sobre todo, a la IRRESPONSABILIDAD de empresarios y personas, y a la INCAPACIDAD de los gobiernos. Dedicado este texto también a todo el personal sanitario que se la está jugando, a diario. Y recordando que en TIJUANA MUEREN 22 DE CADA 100 ENFERMOS DE Covid-19, 11 VECES MÁS QUE EN SAN DIEGO


Ayer, los senadores republicanos lograron que Amy Coney Barrett, de 48 años, se convirtiera en la nueva integrante de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.

Con Barrett, son tres los jueces conservadores que los republicanos han logrado meter al máximo tribunal estadounidense durante la presidencia de Donald Trump: en 2017, a Neil Gorsuch; en 2018, a Brett Kavanaugh; y ahora, a la citada Barrett.

Con ello, de sus nueve integrantes, seis son conservadores y tres liberales o, como se les llama ahora, “progresistas”.

Y decimos “los republicanos” porque, aunque a Barrett, como a los otros dos togados que se integraron en la presidencia de Trump, los nominó el mandatario, son los senadores quienes aprueban o rechazan su nombramiento.

El nombramiento de Barrett sirvió para que los medios progresistas dijeran toda clase de mentiras, para rasgarse las vestiduras y exhibir un supuesto agandalle de los republicanos. Por ejemplo, que ningún presidente ha nombrado -realmente nominado- tantos jueces de la Suprema Corte como Trump. Eso es absolutamente falso: tan solo en los últimos 100 años, Reagan, Nixon, Truman y Harding nominaron a cuatro. Eisenhower a cinco. Roosevelt a nueve. Si alguien argumenta que ellos duraron más que Trump en el cargo, es pertinente recordar que Harding apenas estuvo dos años y cinco meses como mandatario estadounidense, antes de morir. Y que apenas en un año y siete meses, nominó a sus cuatro jueces. Es decir, en la mitad del tiempo que Trump nominó a los suyos.

Otra mentira es que los republicanos ignoraron a los demócratas en esos tres nombramientos. Pero los demócratas no querían consenso en ninguno de los tres, sino que los republicanos nombraran jueces “progresistas”, a su gusto. Además, como bien les recordó ayer Mitch McConell, líder republicano en el senado: “La razón por la que hemos podido hacer lo que hemos hecho en 2016 -en realidad 2017-, 2018 y 2020 es que tenemos la mayoría. Ninguna regla ha sido quebrantada”.

Y McConell tiene razón. Si los republicanos pudieron nombrar a Gorsuch, Kavanaugh y Barrett, es porque han tenido la mayoría en el senado estadounidense, durante los ya casi cuatro años de la presidencia de Trump. Es decir, la ciudadanía les dio ese poder. Los tres nombramientos son legítimos.

Los demócratas, además, padecen amnesia selectiva: olvidan que, en el segundo periodo de Obama, cuando tenían mayoría en el senado, hicieron lo mismo: aprobaron nombramiento tras nombramiento, ‘mayoriteando’. Pero es lo típico en el “progresismo”: si yo agandallo, si se vale, si otros lo hacen, pego el grito en el cielo. Ahí tienen a Morena, para no ir tan lejitos.

Algunos analistas políticos, miopes, creen que los republicanos escoraron a la Suprema Corte de su país hacia el lado conservador, porque, si la elección presidencial de noviembre resulta ajustada, esos seis jueces ‘mayoritearán’ para anularla o darle el triunfo a Trump. No se dan cuenta que la urgencia de nombrar a Barrett obedece a que los republicanos ya consideran un hecho la derrota del todavía presidente y, antes de que Trump se vaya, buscan dejar un dique en el máximo tribunal estadounidense.

Más allá de que el Partido Republicano corre el riesgo de perder la mayoría en el senado, aún y cuando la tuvieran, los candidatos a juez en la Suprema Corte son nominados por el presidente. Es decir, solamente podrían bloquearle sus nominados a Biden, pero no poner a uno de los suyos.

¿Y por qué los republicanos quieren dejar un dique? Porque tienen el temor, en parte fundado, de que el Partido Demócrata llegará a utilizar su poder para imponer el siniestro ideario del francés Foucault: drogas legales, criminales indultados e impunes y pedofilia.

En las dos primeras, no hay certezas, pero hay abundantes sospechas: Biden, como Obama en su momento, ha recibido donativos muy jugosos de la familia Soros, fundadora de la ONG Drug Policy Alliance, que enarbola, precisamente, la legalización de las drogas, de todas. Luego, Biden ya anunció que buscará legalizar la mariguana que, más allá de lo que Dieguito Luna diga, no es una droga menor y es ferozmente adictiva. Respecto a los criminales, vale la pena recordar que Obama indultó a 1385 delincuentes, el mayor número para un presidente en la historia de los Estados Unidos. Biden ya anunció que hará una “reforma del sistema judicial”. Obviamente, no será para no imponer mano dura al crimen.

Los republicanos no tienen idea de cuánto durará su paseo por el desierto. Pero la situación no pinta bien. Biden ya ha dicho que va por solo cuatro años. Y no faltan los analistas que ya dan por hecho que es para dejar en su lugar a Kamala Harris, quien sería vicepresidente de ganar Biden. La nomenklatura demócrata no va a dejar tanto poder en manos de una don nadie como Harris quien, si llegó a ser candidata a vicepresidenta, es nada más para jalar al voto afroamericano. Es claro que Biden se va en 2024 para que llegue Michelle Obama. Y si Biden ha gozado de la ‘cargada’ que Hollywood, el New York Times, ABC, NBC y CBS, los bancos y otros tantos miembros de la élite han ejecutado en su favor, imagínense con la señora Obama, que es la Virgen María de los “progresistas”. Por eso, los republicanos nombraron a Barrett porque, en los 12 años que, presumiblemente, pasarán en la oposición, si no dejaban un 6-3 conservador en la Suprema, entre Biden y la señora Obama podían inundar de “progresismo” al máximo tribunal estadounidense ¿O a poco creen que los del Partido Demócrata se van a tentar el corazón para hacerlo?

Máxime porque dos de los magistrados conservadores, Clarence Thomas -quien, por cierto, es negro, para aquellos que dicen que los conservadores son todos racistas- y Samuel Alito, tienen 72 y 70 años, respectivamente. Si cualquiera moría durante el régimen “progresista” que viene, era facilísimo que el Partido Demócrata se adueñara de la Suprema Corte.

Tan solo ayer, Alexandria Ocasio-Cortez, convertida, ya sin pudor ni contención alguna, en una Delcy Rodríguez estadounidense, clamaba la “necesidad” de presentar “una reforma” para que la Suprema fuese integrada por más jueces ¿Para qué quiere más jueces? Para revertir, a la mala, ese 6-3 conservador. Ocasio no lo dijo, pero su deseo, seguramente, es aumentar a 13 jueces, para que el Partido Demócrata nombre a siete y, así, haya vía libre al “progresismo”. Una reforma que pondría a Estados Unidos al nivel de la dictadura bananera de Nicolás Maduro, admirada por los “progresistas”.

P.D.: "Si algo nos pasa, es que quieren callarnos"

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

En memoria de los 3825 bajacalifornianas y bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19, pero, sobre todo, a la IRRESPONSABILIDAD de empresarios y personas, y a la INCAPACIDAD de los gobiernos. Dedicado este texto también a todo el personal sanitario que se la está jugando, a diario. Y recordando que en TIJUANA MUEREN 22 DE CADA 100 ENFERMOS DE Covid-19, 11 VECES MÁS QUE EN SAN DIEGO


Ayer, los senadores republicanos lograron que Amy Coney Barrett, de 48 años, se convirtiera en la nueva integrante de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos.

Con Barrett, son tres los jueces conservadores que los republicanos han logrado meter al máximo tribunal estadounidense durante la presidencia de Donald Trump: en 2017, a Neil Gorsuch; en 2018, a Brett Kavanaugh; y ahora, a la citada Barrett.

Con ello, de sus nueve integrantes, seis son conservadores y tres liberales o, como se les llama ahora, “progresistas”.

Y decimos “los republicanos” porque, aunque a Barrett, como a los otros dos togados que se integraron en la presidencia de Trump, los nominó el mandatario, son los senadores quienes aprueban o rechazan su nombramiento.

El nombramiento de Barrett sirvió para que los medios progresistas dijeran toda clase de mentiras, para rasgarse las vestiduras y exhibir un supuesto agandalle de los republicanos. Por ejemplo, que ningún presidente ha nombrado -realmente nominado- tantos jueces de la Suprema Corte como Trump. Eso es absolutamente falso: tan solo en los últimos 100 años, Reagan, Nixon, Truman y Harding nominaron a cuatro. Eisenhower a cinco. Roosevelt a nueve. Si alguien argumenta que ellos duraron más que Trump en el cargo, es pertinente recordar que Harding apenas estuvo dos años y cinco meses como mandatario estadounidense, antes de morir. Y que apenas en un año y siete meses, nominó a sus cuatro jueces. Es decir, en la mitad del tiempo que Trump nominó a los suyos.

Otra mentira es que los republicanos ignoraron a los demócratas en esos tres nombramientos. Pero los demócratas no querían consenso en ninguno de los tres, sino que los republicanos nombraran jueces “progresistas”, a su gusto. Además, como bien les recordó ayer Mitch McConell, líder republicano en el senado: “La razón por la que hemos podido hacer lo que hemos hecho en 2016 -en realidad 2017-, 2018 y 2020 es que tenemos la mayoría. Ninguna regla ha sido quebrantada”.

Y McConell tiene razón. Si los republicanos pudieron nombrar a Gorsuch, Kavanaugh y Barrett, es porque han tenido la mayoría en el senado estadounidense, durante los ya casi cuatro años de la presidencia de Trump. Es decir, la ciudadanía les dio ese poder. Los tres nombramientos son legítimos.

Los demócratas, además, padecen amnesia selectiva: olvidan que, en el segundo periodo de Obama, cuando tenían mayoría en el senado, hicieron lo mismo: aprobaron nombramiento tras nombramiento, ‘mayoriteando’. Pero es lo típico en el “progresismo”: si yo agandallo, si se vale, si otros lo hacen, pego el grito en el cielo. Ahí tienen a Morena, para no ir tan lejitos.

Algunos analistas políticos, miopes, creen que los republicanos escoraron a la Suprema Corte de su país hacia el lado conservador, porque, si la elección presidencial de noviembre resulta ajustada, esos seis jueces ‘mayoritearán’ para anularla o darle el triunfo a Trump. No se dan cuenta que la urgencia de nombrar a Barrett obedece a que los republicanos ya consideran un hecho la derrota del todavía presidente y, antes de que Trump se vaya, buscan dejar un dique en el máximo tribunal estadounidense.

Más allá de que el Partido Republicano corre el riesgo de perder la mayoría en el senado, aún y cuando la tuvieran, los candidatos a juez en la Suprema Corte son nominados por el presidente. Es decir, solamente podrían bloquearle sus nominados a Biden, pero no poner a uno de los suyos.

¿Y por qué los republicanos quieren dejar un dique? Porque tienen el temor, en parte fundado, de que el Partido Demócrata llegará a utilizar su poder para imponer el siniestro ideario del francés Foucault: drogas legales, criminales indultados e impunes y pedofilia.

En las dos primeras, no hay certezas, pero hay abundantes sospechas: Biden, como Obama en su momento, ha recibido donativos muy jugosos de la familia Soros, fundadora de la ONG Drug Policy Alliance, que enarbola, precisamente, la legalización de las drogas, de todas. Luego, Biden ya anunció que buscará legalizar la mariguana que, más allá de lo que Dieguito Luna diga, no es una droga menor y es ferozmente adictiva. Respecto a los criminales, vale la pena recordar que Obama indultó a 1385 delincuentes, el mayor número para un presidente en la historia de los Estados Unidos. Biden ya anunció que hará una “reforma del sistema judicial”. Obviamente, no será para no imponer mano dura al crimen.

Los republicanos no tienen idea de cuánto durará su paseo por el desierto. Pero la situación no pinta bien. Biden ya ha dicho que va por solo cuatro años. Y no faltan los analistas que ya dan por hecho que es para dejar en su lugar a Kamala Harris, quien sería vicepresidente de ganar Biden. La nomenklatura demócrata no va a dejar tanto poder en manos de una don nadie como Harris quien, si llegó a ser candidata a vicepresidenta, es nada más para jalar al voto afroamericano. Es claro que Biden se va en 2024 para que llegue Michelle Obama. Y si Biden ha gozado de la ‘cargada’ que Hollywood, el New York Times, ABC, NBC y CBS, los bancos y otros tantos miembros de la élite han ejecutado en su favor, imagínense con la señora Obama, que es la Virgen María de los “progresistas”. Por eso, los republicanos nombraron a Barrett porque, en los 12 años que, presumiblemente, pasarán en la oposición, si no dejaban un 6-3 conservador en la Suprema, entre Biden y la señora Obama podían inundar de “progresismo” al máximo tribunal estadounidense ¿O a poco creen que los del Partido Demócrata se van a tentar el corazón para hacerlo?

Máxime porque dos de los magistrados conservadores, Clarence Thomas -quien, por cierto, es negro, para aquellos que dicen que los conservadores son todos racistas- y Samuel Alito, tienen 72 y 70 años, respectivamente. Si cualquiera moría durante el régimen “progresista” que viene, era facilísimo que el Partido Demócrata se adueñara de la Suprema Corte.

Tan solo ayer, Alexandria Ocasio-Cortez, convertida, ya sin pudor ni contención alguna, en una Delcy Rodríguez estadounidense, clamaba la “necesidad” de presentar “una reforma” para que la Suprema fuese integrada por más jueces ¿Para qué quiere más jueces? Para revertir, a la mala, ese 6-3 conservador. Ocasio no lo dijo, pero su deseo, seguramente, es aumentar a 13 jueces, para que el Partido Demócrata nombre a siete y, así, haya vía libre al “progresismo”. Una reforma que pondría a Estados Unidos al nivel de la dictadura bananera de Nicolás Maduro, admirada por los “progresistas”.

P.D.: "Si algo nos pasa, es que quieren callarnos"

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com