/ lunes 16 de mayo de 2022

Expediente Confidencial | Los 'Ivanes' nuestros de cada día

El maltrato infantil no empezó ayer en Baja California. Iván, asesinado por su padrastro y su madre -si es que a eso se le puede llamar madre-, no es el primero en vivir un horror así. El problema no inició con la pandemia. En todo caso, se hizo peor. El problema es que no tenemos memoria colectiva. El problema es que, como sociedad, no hacemos nada.

En mayo de 2017, este columnista elaboró un reportaje para Newsweek titulado "Infierno infantil" (https://newsweekespanol.com/2017/05/infierno-infantil/).

La idea surgió tras el caso de Usiel Alejandro Jiménez Hipólito, un niño de 3 años, asesinado por su padrastro, a patadas, en Lomas de San Martín, el 4 de agosto de 2016. Las patadas provocaron una hemorragia interna en Usiel, que vomitó sangre, agonizando durante casi un día, hasta morir en su cama. Al percatarse de su fallecimiento, el padrastro y la madre de Usiel lo metieron en una bolsa negra, para basura, y arrojaron su cuerpo a un lote baldío en el bulevar 2000. Para librarse de las consecuencias legales, la madre dijo que le habían robado a su hijo en un mercado. Pero, al final, la verdad salió a la luz...

Igual que con Iván, hubo una denuncia de maltrato, 39 días antes de la muerte de Usiel, que nadie atendió.

Evidentemente, la muerte de Usiel fue en vano, porque, seis años más tarde, el caso se repitió, casi punto por punto.

Desgraciadamente, es casi un hecho que nada se aprenderá tampoco del asesinato de Iván. Y en tres, cuatro o seis años más, habrá otro caso, igual o peor aún.

En aquel reportaje, se exponían cifras escalofriantes: por ejemplo, que en Baja California había una denuncia de maltrato por cada 244 niñas y niños (2.5 veces mayor a la tasa española). A esa cantidad, ya brutal, había que sumarle los maltratos no denunciados.

Aquel texto no se quedaba en la denuncia, sino que planteaba posibles soluciones (mayor revocación de custodias y patrias potestades, que dio excelentes resultados en Virginia del Oeste, Estados Unidos; campañas de prevención y canales de denuncia al alcance de los menores, sin riesgo de ser descubiertos por padres agresores, estrategia que funcionó en España). Pero nadie hizo caso a ninguna.

ESPECTÁCULO

En esa disfuncionalidad e inmoralidad que campea en los medios de comunicación mexicanos, casos como los de Usiel o Iván son vistos como un espectáculo que debe ser explotado para generar rating, venta de periódicos o 'likes'.

Por ejemplo, la crónica efectuada por un medio de Mexicali sobre el caso de Iván, es digna exponente de un periodismo cuyo mejor lugar serían las páginas centrales de Alarma! o TV Notas: los detalles más torcidos como herramienta para vender ejemplares o ganar televidentes que, de otra forma, no conseguirían, porque son incapaces de hacer un periodismo interesante y servicial de cara a la comunidad. Tanta espina de chayote clavada en las palmas de las manos genera parálisis. Y pues hay que poner comida sobre la mesa, sin importar que el aderezo sea la sangre de un niño inocente.

¿O qué tal las imágenes de Reforma sobre el maltrato de Iván? Filtradas, nada más hay dos opciones, por elementos o de la policía municipal mexicalense, o de la Fiscalía General del Estado. El mismo Reforma que pega el grito en el cielo ante una declaración salida de tono emitida por Donald Trump, no tiene bronca en poner, en la página 4 de su edición impresa, un código QR, junto a la nota del caso de Iván, para ver "más imágenes del maltrato". Le digo: el sufrimiento de un niño como show central de un circo mediático donde hace mucho que la moral no hace presencia.

Claro que se vale llevar al lector, al radioescucha, al televidente, a mirar el horror, a enfrentarlo con la miseria humana, pero siempre y cuando se tenga un propósito ¿Los medios y comunicadores que están contando el dinero por la audiencia que les acarreó Iván, van a hacer una campaña para prevenir el maltrato infantil con uno solo de esos pesos? NO. Para ellos es un negocio, un vil negocio. Punto.

Los comunicadores mexicanos, los medios mexicanos, lloran como Magdalenas cada que alguien los agrede, cada que alguien les da un rasguño, cada que salen perjudicados en algo ¿Y ellos qué hacen con quienes sufren? ¿Les dan la mano o los usan de escalón para ponerse una 'estrellita en la frente' con sus jefes o para hacer sonar la caja registradora? No se puede pedir compasión, cuando uno no la da. No se puede gritar que se es víctima de la vileza, cuando uno la usufructúa. No se puede uno quejar de la pestilencia del chiquero, cuando uno es un cerdo que chapotea gustoso en este.

SOCIEDAD

Cuando pasan situaciones como las de Usiel e Iván, la sociedad se finge estupefacta. Prende la TV o radio, compra el periódico o se mete a la página de Internet, para solazarse en el morbo. Se conversa del tema, un día o dos, en las mesas de las casas, las escuelas, los centros laborales. Y luego, una vez que la sangre del niño maltratado se seca, pues a seguir cada quien en lo suyo. Hasta que viene el siguiente...

La sociedad de Baja California está muy podrida y por ahí es necesario empezar.

El padrastro de Iván, como el de Usiel, no llegaron de Marte. Están aquí, entre nosotros. Esos monstruos que escandalizan a la sociedad son creados por esta misma. Y mientras los problemas que esos monstruos generan afectan a otros y no tocan a nuestra puerta, pues todos felices. Si el afectado es un niño inocente, mientras no sea 'nuestro' niño, ¿qué importa?

En el caso de Iván, mucho se ha comentado que su padre biológico denunció el maltrato y, posteriormente, "extrañamente", fue asesinado. También se hace hincapié en que la niñera de Iván, por miedo, no denunciaba esas prácticas. En el vacío de la información oficial sobre el caso, daría la impresión de que el padrastro homicida era de esos mini capos de barrio. Y, en este punto, sé que muchos dirán que los vecinos -que seguramente si escuchaban las torturas al niño- y la propia niñera fueron cobardes al no denunciar. En un país como este, donde las autoridades, por desgracia, hacen equipo con los delincuentes -ya ven que el presidente dice que hay que cuidarlos-, denunciar es arriesgar el pellejo, así que no los culpo. Pero hay maneras: comprando un chip y usando un celular 'cacahuate'. Vía correo electrónico, desde una cuenta nueva y en un Internet público. O a través de un tercero, que esté fuera de ese entorno. Tampoco es que se esté denunciando a Heriberto Lazcano, quien, seguramente, sí tenía ojos y oídos en todos lados.

Entre las cosas que coinciden en los casos de Iván y otros niños maltratados, está que fueron víctimas de un padrastro psicópata, quien actuó en complicidad con una mujer que no merece ser nombrada como madre.

En casi todos los casos de maltrato en Baja California hay un padrastro como protagonista. Es algo lógico si tomamos en cuenta que, en el universo de masculinidades tóxicas que existe en México, los varones bajacalifornianos son la escoria.

El 95% -y quizás me quedo corto-, son adictos al alcohol en distintos niveles, y cada vez con más frecuencia a las drogas. Además, tanto su inteligencia como, por ende, su madurez emocional, es del tamaño de una arveja. Sus únicos intereses son alcoholizarse y drogarse con sus "compas" (sic), encamarse con cuanta mujer se les ponga enfrente -caracterizando a cada una de estas "conquistas" como un trofeo- y ostentar el poder en su casa, lo cual incluye la "propiedad" de su mujer 'oficial'. Son perfectos cavernícolas.

Hogares encabezados por ese tipo de cavernícolas, producen otros hombres iguales y mujeres como la madre de Iván, quienes salen al mundo y buscan a su "macho alfa", a su cavernícola, que repita el modelo que vieron en su casa paterna, que le dé continuidad a su 'normalidad' ¿Cómo vamos a crear madres que amen a sus hijos y sean madres antes que parejas, si en ninguna parte lo han visto?

Esas mujeres no tienen la visión de construir, solas, una familia junto a su hijo o hijos, porque el único modelo de vida que conocen implica que la hembra -que no mujer- esté subyugada no a un hombre, sino a un macho cavernícola. Siempre acaban dejando al padre biológico del hijo maltratado, por no ser lo suficientemente troglodita, y van a buscarse un neandertal en toda la extensión de la palabra. Ese neandertal acaba maltratando al hijo, pero eso les vale pito a esas mujeres, literalmente, porque antes está la satisfacción de sus necesidades tóxicas. Están enfermas, obviamente. Pero ni la sociedad, ni, mucho menos, los gobiernos, buscan sanarlas ¿Son víctimas? Si, de esa sociedad.

Todo ese cóctel tóxico y pestilente es tierra fértil para estos crímenes porque, en la visión de esos hombres cavernícolas, un hijastro, un hijo ajeno, es un estorbo indeseable, dado que representa a una ex pareja de "su" mujer, representa que "su" mujer estuvo en la cama con otro y, peor aún, la fecundó. Es como un recordatorio de que "su" mujer no siempre fue "suya". Un enfermo mental de ese cuño es incapaz de amar a un hijo ajeno. No tiene el 'chip' para hacerlo, ni lo tendrá jamás.

Y antes de que alguien saque a relucir su clasismo, diciendo que eso solamente pasa en las colonias 'populares', hay que señalar que ese modelo social es igual arriba que abajo. Solamente cambia el refinamiento en formas. Solamente cambia que el cavernícola se emborracha con Stella Artois en vez de Tecate. Solamente cambia que el cavernícola se droga con cocaína en vez de mariguana. Solamente cambia que el cavernícola vive en la Zona Río y no en "el Mariano". Solamente cambia que los niños asesinados por maltrato como Usiel e Iván salen en las noticias, mientras los que se matan en un condominio de lujo, no.

Por otra parte, ese modelo es no solamente tolerado, sino hasta aplaudido por buena parte de la sociedad bajacaliforniana, que lo encuentra "divertido" y hasta "sano".

Y cuando esa sociedad desquiciada arroja su podredumbre, pues simplemente le jala al WC, cambiando a la página del diario o al canal de televisión, sin asumir su responsabilidad. Ni siquiera los gobiernos hacen campañas para erradicar ese modelo, porque igual y se les ofenden sus votantes.

Y si usted se ofende al leer esto, le irrita o le parece "injusto", lamento decirle que es un cavernícola más

PATERNIDAD

Otra característica similar en los casos de Usiel e Iván es que tenían numerosos hermanos. En la casa de Iván había siete niños, incluyéndolo a él. Y en la de Usiel, seis, contándolo...

En estas épocas, donde, en el sector salud, pueden conseguirse, gratis, desde condones y pastillas anticonceptivas, hasta dispositivos intrauterinos o implantes subdérmicos, no hay pretexto para la planificación familiar.

Si una pareja tiene hijos como si fueran conejos, resulta evidente la irresponsabilidad.

Hay actos humanos que tienen responsabilidades inherentes. Tener sexo es uno. Quien ejerce su sexualidad también está obligado a hacer frente a las responsabilidades y consecuencias que, por ello, se generan, particularmente si es de forma irresponsable. No hay pretextos. Es como si alguien maneja un vehículo, atropella a una persona, y argumenta que nadie le enseñó a conducir. Entonces, ¿para qué se subió al automóvil?

En una sociedad como la mexicana, poco instruida y mal informada, el ejercicio irresponsable de la sexualidad es moneda corriente, máxime en la frontera, donde, por imitación del American way of life, encamarse es un deporte.

Y debido a que eso no se moverá, casos como los de Usiel e Iván no solamente justifican el aborto legal, sino que lo vuelven una necesidad social, como la vía más expedita para evitar el sufrimiento de más niñas y niños.

La pregunta no es si debe haber o no aborto legal, sino ¿a cuántas niñas y niños podemos evitarles el sufrimiento de nacer en hogares podridos, con padres psicópatas, sin el menor sentido de responsabilidad, ni capacidad alguna para la crianza positiva?...

Desde su 'jacalito' de cinco recámaras y dos jardines, los líderes provida ni ven, ni oyen a los Ivanes y Usieles. Están ocupados leyendo la Biblia y rezando el rosario. Hay que ganar indulgencias.

CONCLUSIÓN

Mientras las autoridades, los gobiernos, los medios y la sociedad, en general, no asuman su responsabilidad, no acepten que algo está mal -para corregir algo, ese es el primer paso-, nada cambiará. Y todo eso, lamentablemente, no pasará, porque requeriría de un ejercicio de autocrítica y contrición social imposible en una sociedad de rala cultura y dudosa instrucción, como la mexicana.

Aparte de festejos absolutamente ridículos e inútiles, como el de los "niños funcionarios", que sirven para lavarle la cara a los políticos de todos los colores y órdenes de gobierno, la infancia no tiene la más mínima importancia para estos. La razón exhibe el nivel de miseria humana de la clase política: no les importan, porque no votan.

A diferencia de las mujeres, los indígenas, la comunidad LGBT, los adultos mayores o las personas con discapacidad, las niñas y los niños no votan. Por lo tanto, no importan a los políticos porque no suman, ni restan, en su ecuación para hacerse con el poder -y, sobre todo, con el dinero que viene con el poder-, o mantenerlo. Así de podrido. Así de cierto.

Y más allá de estupefacciones momentáneas y oportunidades de negocio basadas en el escándalo, todos los días hay Ivanes y Usieles maltratados, que ningún medio volteará a ver.

El maltrato infantil no se erradicará, porque ningún gobierno está dispuesto a hacer lo que le toca. Y la sociedad, menos. Simplemente son cosas que se dicen para dormir tranquilos por las noches, sin pensar en los gritos de auxilio que, a esa misma hora, está dando una niña o un niño maltratado. Lo que no deja de indignar es que la conciencia de algunos concilie el sueño tan fácilmente...

Solamente nos queda actuar, desde la convicción individual, porque las cosas sean más justas para esas niñas y niños que viven un infierno, diariamente...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

El maltrato infantil no empezó ayer en Baja California. Iván, asesinado por su padrastro y su madre -si es que a eso se le puede llamar madre-, no es el primero en vivir un horror así. El problema no inició con la pandemia. En todo caso, se hizo peor. El problema es que no tenemos memoria colectiva. El problema es que, como sociedad, no hacemos nada.

En mayo de 2017, este columnista elaboró un reportaje para Newsweek titulado "Infierno infantil" (https://newsweekespanol.com/2017/05/infierno-infantil/).

La idea surgió tras el caso de Usiel Alejandro Jiménez Hipólito, un niño de 3 años, asesinado por su padrastro, a patadas, en Lomas de San Martín, el 4 de agosto de 2016. Las patadas provocaron una hemorragia interna en Usiel, que vomitó sangre, agonizando durante casi un día, hasta morir en su cama. Al percatarse de su fallecimiento, el padrastro y la madre de Usiel lo metieron en una bolsa negra, para basura, y arrojaron su cuerpo a un lote baldío en el bulevar 2000. Para librarse de las consecuencias legales, la madre dijo que le habían robado a su hijo en un mercado. Pero, al final, la verdad salió a la luz...

Igual que con Iván, hubo una denuncia de maltrato, 39 días antes de la muerte de Usiel, que nadie atendió.

Evidentemente, la muerte de Usiel fue en vano, porque, seis años más tarde, el caso se repitió, casi punto por punto.

Desgraciadamente, es casi un hecho que nada se aprenderá tampoco del asesinato de Iván. Y en tres, cuatro o seis años más, habrá otro caso, igual o peor aún.

En aquel reportaje, se exponían cifras escalofriantes: por ejemplo, que en Baja California había una denuncia de maltrato por cada 244 niñas y niños (2.5 veces mayor a la tasa española). A esa cantidad, ya brutal, había que sumarle los maltratos no denunciados.

Aquel texto no se quedaba en la denuncia, sino que planteaba posibles soluciones (mayor revocación de custodias y patrias potestades, que dio excelentes resultados en Virginia del Oeste, Estados Unidos; campañas de prevención y canales de denuncia al alcance de los menores, sin riesgo de ser descubiertos por padres agresores, estrategia que funcionó en España). Pero nadie hizo caso a ninguna.

ESPECTÁCULO

En esa disfuncionalidad e inmoralidad que campea en los medios de comunicación mexicanos, casos como los de Usiel o Iván son vistos como un espectáculo que debe ser explotado para generar rating, venta de periódicos o 'likes'.

Por ejemplo, la crónica efectuada por un medio de Mexicali sobre el caso de Iván, es digna exponente de un periodismo cuyo mejor lugar serían las páginas centrales de Alarma! o TV Notas: los detalles más torcidos como herramienta para vender ejemplares o ganar televidentes que, de otra forma, no conseguirían, porque son incapaces de hacer un periodismo interesante y servicial de cara a la comunidad. Tanta espina de chayote clavada en las palmas de las manos genera parálisis. Y pues hay que poner comida sobre la mesa, sin importar que el aderezo sea la sangre de un niño inocente.

¿O qué tal las imágenes de Reforma sobre el maltrato de Iván? Filtradas, nada más hay dos opciones, por elementos o de la policía municipal mexicalense, o de la Fiscalía General del Estado. El mismo Reforma que pega el grito en el cielo ante una declaración salida de tono emitida por Donald Trump, no tiene bronca en poner, en la página 4 de su edición impresa, un código QR, junto a la nota del caso de Iván, para ver "más imágenes del maltrato". Le digo: el sufrimiento de un niño como show central de un circo mediático donde hace mucho que la moral no hace presencia.

Claro que se vale llevar al lector, al radioescucha, al televidente, a mirar el horror, a enfrentarlo con la miseria humana, pero siempre y cuando se tenga un propósito ¿Los medios y comunicadores que están contando el dinero por la audiencia que les acarreó Iván, van a hacer una campaña para prevenir el maltrato infantil con uno solo de esos pesos? NO. Para ellos es un negocio, un vil negocio. Punto.

Los comunicadores mexicanos, los medios mexicanos, lloran como Magdalenas cada que alguien los agrede, cada que alguien les da un rasguño, cada que salen perjudicados en algo ¿Y ellos qué hacen con quienes sufren? ¿Les dan la mano o los usan de escalón para ponerse una 'estrellita en la frente' con sus jefes o para hacer sonar la caja registradora? No se puede pedir compasión, cuando uno no la da. No se puede gritar que se es víctima de la vileza, cuando uno la usufructúa. No se puede uno quejar de la pestilencia del chiquero, cuando uno es un cerdo que chapotea gustoso en este.

SOCIEDAD

Cuando pasan situaciones como las de Usiel e Iván, la sociedad se finge estupefacta. Prende la TV o radio, compra el periódico o se mete a la página de Internet, para solazarse en el morbo. Se conversa del tema, un día o dos, en las mesas de las casas, las escuelas, los centros laborales. Y luego, una vez que la sangre del niño maltratado se seca, pues a seguir cada quien en lo suyo. Hasta que viene el siguiente...

La sociedad de Baja California está muy podrida y por ahí es necesario empezar.

El padrastro de Iván, como el de Usiel, no llegaron de Marte. Están aquí, entre nosotros. Esos monstruos que escandalizan a la sociedad son creados por esta misma. Y mientras los problemas que esos monstruos generan afectan a otros y no tocan a nuestra puerta, pues todos felices. Si el afectado es un niño inocente, mientras no sea 'nuestro' niño, ¿qué importa?

En el caso de Iván, mucho se ha comentado que su padre biológico denunció el maltrato y, posteriormente, "extrañamente", fue asesinado. También se hace hincapié en que la niñera de Iván, por miedo, no denunciaba esas prácticas. En el vacío de la información oficial sobre el caso, daría la impresión de que el padrastro homicida era de esos mini capos de barrio. Y, en este punto, sé que muchos dirán que los vecinos -que seguramente si escuchaban las torturas al niño- y la propia niñera fueron cobardes al no denunciar. En un país como este, donde las autoridades, por desgracia, hacen equipo con los delincuentes -ya ven que el presidente dice que hay que cuidarlos-, denunciar es arriesgar el pellejo, así que no los culpo. Pero hay maneras: comprando un chip y usando un celular 'cacahuate'. Vía correo electrónico, desde una cuenta nueva y en un Internet público. O a través de un tercero, que esté fuera de ese entorno. Tampoco es que se esté denunciando a Heriberto Lazcano, quien, seguramente, sí tenía ojos y oídos en todos lados.

Entre las cosas que coinciden en los casos de Iván y otros niños maltratados, está que fueron víctimas de un padrastro psicópata, quien actuó en complicidad con una mujer que no merece ser nombrada como madre.

En casi todos los casos de maltrato en Baja California hay un padrastro como protagonista. Es algo lógico si tomamos en cuenta que, en el universo de masculinidades tóxicas que existe en México, los varones bajacalifornianos son la escoria.

El 95% -y quizás me quedo corto-, son adictos al alcohol en distintos niveles, y cada vez con más frecuencia a las drogas. Además, tanto su inteligencia como, por ende, su madurez emocional, es del tamaño de una arveja. Sus únicos intereses son alcoholizarse y drogarse con sus "compas" (sic), encamarse con cuanta mujer se les ponga enfrente -caracterizando a cada una de estas "conquistas" como un trofeo- y ostentar el poder en su casa, lo cual incluye la "propiedad" de su mujer 'oficial'. Son perfectos cavernícolas.

Hogares encabezados por ese tipo de cavernícolas, producen otros hombres iguales y mujeres como la madre de Iván, quienes salen al mundo y buscan a su "macho alfa", a su cavernícola, que repita el modelo que vieron en su casa paterna, que le dé continuidad a su 'normalidad' ¿Cómo vamos a crear madres que amen a sus hijos y sean madres antes que parejas, si en ninguna parte lo han visto?

Esas mujeres no tienen la visión de construir, solas, una familia junto a su hijo o hijos, porque el único modelo de vida que conocen implica que la hembra -que no mujer- esté subyugada no a un hombre, sino a un macho cavernícola. Siempre acaban dejando al padre biológico del hijo maltratado, por no ser lo suficientemente troglodita, y van a buscarse un neandertal en toda la extensión de la palabra. Ese neandertal acaba maltratando al hijo, pero eso les vale pito a esas mujeres, literalmente, porque antes está la satisfacción de sus necesidades tóxicas. Están enfermas, obviamente. Pero ni la sociedad, ni, mucho menos, los gobiernos, buscan sanarlas ¿Son víctimas? Si, de esa sociedad.

Todo ese cóctel tóxico y pestilente es tierra fértil para estos crímenes porque, en la visión de esos hombres cavernícolas, un hijastro, un hijo ajeno, es un estorbo indeseable, dado que representa a una ex pareja de "su" mujer, representa que "su" mujer estuvo en la cama con otro y, peor aún, la fecundó. Es como un recordatorio de que "su" mujer no siempre fue "suya". Un enfermo mental de ese cuño es incapaz de amar a un hijo ajeno. No tiene el 'chip' para hacerlo, ni lo tendrá jamás.

Y antes de que alguien saque a relucir su clasismo, diciendo que eso solamente pasa en las colonias 'populares', hay que señalar que ese modelo social es igual arriba que abajo. Solamente cambia el refinamiento en formas. Solamente cambia que el cavernícola se emborracha con Stella Artois en vez de Tecate. Solamente cambia que el cavernícola se droga con cocaína en vez de mariguana. Solamente cambia que el cavernícola vive en la Zona Río y no en "el Mariano". Solamente cambia que los niños asesinados por maltrato como Usiel e Iván salen en las noticias, mientras los que se matan en un condominio de lujo, no.

Por otra parte, ese modelo es no solamente tolerado, sino hasta aplaudido por buena parte de la sociedad bajacaliforniana, que lo encuentra "divertido" y hasta "sano".

Y cuando esa sociedad desquiciada arroja su podredumbre, pues simplemente le jala al WC, cambiando a la página del diario o al canal de televisión, sin asumir su responsabilidad. Ni siquiera los gobiernos hacen campañas para erradicar ese modelo, porque igual y se les ofenden sus votantes.

Y si usted se ofende al leer esto, le irrita o le parece "injusto", lamento decirle que es un cavernícola más

PATERNIDAD

Otra característica similar en los casos de Usiel e Iván es que tenían numerosos hermanos. En la casa de Iván había siete niños, incluyéndolo a él. Y en la de Usiel, seis, contándolo...

En estas épocas, donde, en el sector salud, pueden conseguirse, gratis, desde condones y pastillas anticonceptivas, hasta dispositivos intrauterinos o implantes subdérmicos, no hay pretexto para la planificación familiar.

Si una pareja tiene hijos como si fueran conejos, resulta evidente la irresponsabilidad.

Hay actos humanos que tienen responsabilidades inherentes. Tener sexo es uno. Quien ejerce su sexualidad también está obligado a hacer frente a las responsabilidades y consecuencias que, por ello, se generan, particularmente si es de forma irresponsable. No hay pretextos. Es como si alguien maneja un vehículo, atropella a una persona, y argumenta que nadie le enseñó a conducir. Entonces, ¿para qué se subió al automóvil?

En una sociedad como la mexicana, poco instruida y mal informada, el ejercicio irresponsable de la sexualidad es moneda corriente, máxime en la frontera, donde, por imitación del American way of life, encamarse es un deporte.

Y debido a que eso no se moverá, casos como los de Usiel e Iván no solamente justifican el aborto legal, sino que lo vuelven una necesidad social, como la vía más expedita para evitar el sufrimiento de más niñas y niños.

La pregunta no es si debe haber o no aborto legal, sino ¿a cuántas niñas y niños podemos evitarles el sufrimiento de nacer en hogares podridos, con padres psicópatas, sin el menor sentido de responsabilidad, ni capacidad alguna para la crianza positiva?...

Desde su 'jacalito' de cinco recámaras y dos jardines, los líderes provida ni ven, ni oyen a los Ivanes y Usieles. Están ocupados leyendo la Biblia y rezando el rosario. Hay que ganar indulgencias.

CONCLUSIÓN

Mientras las autoridades, los gobiernos, los medios y la sociedad, en general, no asuman su responsabilidad, no acepten que algo está mal -para corregir algo, ese es el primer paso-, nada cambiará. Y todo eso, lamentablemente, no pasará, porque requeriría de un ejercicio de autocrítica y contrición social imposible en una sociedad de rala cultura y dudosa instrucción, como la mexicana.

Aparte de festejos absolutamente ridículos e inútiles, como el de los "niños funcionarios", que sirven para lavarle la cara a los políticos de todos los colores y órdenes de gobierno, la infancia no tiene la más mínima importancia para estos. La razón exhibe el nivel de miseria humana de la clase política: no les importan, porque no votan.

A diferencia de las mujeres, los indígenas, la comunidad LGBT, los adultos mayores o las personas con discapacidad, las niñas y los niños no votan. Por lo tanto, no importan a los políticos porque no suman, ni restan, en su ecuación para hacerse con el poder -y, sobre todo, con el dinero que viene con el poder-, o mantenerlo. Así de podrido. Así de cierto.

Y más allá de estupefacciones momentáneas y oportunidades de negocio basadas en el escándalo, todos los días hay Ivanes y Usieles maltratados, que ningún medio volteará a ver.

El maltrato infantil no se erradicará, porque ningún gobierno está dispuesto a hacer lo que le toca. Y la sociedad, menos. Simplemente son cosas que se dicen para dormir tranquilos por las noches, sin pensar en los gritos de auxilio que, a esa misma hora, está dando una niña o un niño maltratado. Lo que no deja de indignar es que la conciencia de algunos concilie el sueño tan fácilmente...

Solamente nos queda actuar, desde la convicción individual, porque las cosas sean más justas para esas niñas y niños que viven un infierno, diariamente...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com