/ martes 19 de octubre de 2021

Expediente Confidencial | Mientras besaban al tlatoani, el Covid-19 llegó a niveles récord en BC

En tanto los gobernantes y políticos morenistas, entrantes o salientes, concurrían, presurosos, a besarle la mano al presidente López Obrador, a tomarse la foto con él, a implorarle un jirón de su capital político, a casi obligarlo a declararse “amigo” de unos y otros, la pandemia llegó a niveles récord en Baja California.

De tal cosa no informó la Secretaría de Salud estatal, cuya página oficial estaba demasiado ocupada haciendo publicaciones sobre los eventos del mandatario local, aunque este columnista desconoce qué relación tendrá la legalización de los despectivamente llamados ‘autos chocolate’, con la materia sanitaria.

El sábado pasado, Baja California registró 2 mil 174 casos activos, cifra inédita en toda la pandemia, informada por la Secretaría de Salud federal, que fue la única fuente oficial que siguió aportando datos, porque, en los tres días de la visita presidencial, Pérez y su jefe estuvieron demasiado atareados buscando, como la Verónica bíblica, que la efigie del mesías se adhiriera a sus mantos, en aras de cotizar una administración que emula, cada vez más, aquellas ventas de liquidación de K-Mart.

Mientras tanto, por si la cifra de casos activos no bastara para tomar medidas, al menos desesperadas, al menos en aras de no pasar a la historia como quienes le heredaron ese inmenso problema a los que vienen, hay otro dato escalofriante: entre el 12 de septiembre y el 16 de octubre, fallecieron 395 personas por coronavirus en la entidad. Pongamos de relieve esa cifra: son 25 muertos más que los registrados en el terremoto ocurrido en 2017 en la Ciudad de México. Aquellos fueron noticia. Estos van pasando desapercibidos.

Es verdad que los fallecimientos han disminuido, pero no en forma drástica. Las muertes recientes, que aparentemente caen por ‘goteo’ (11 muertes diarias, en promedio, en el lapso citado), continúan siendo una tormenta. Se trata de 395 familias afectadas, en poco más de un mes, por la pérdida de un ser amado.

El gobierno saliente deja un galimatías, producto de su caótico manejo de la pandemia, renglón en el cual su homólogo federal le consintió, cobijó y ayudó a ocultar sus falencias. Muy fácil para López Gatell espetar, desde su santuario en Palacio Nacional, que no habrá otra ronda de vacunación para docentes. Más fácil repetirlo, aquí, como altavoz, para Pérez, que se marcha en 12 días ¿Y qué pasará con los 77 mil 455 mentores bajacalifornianos que, por ejemplo, no podrán ingresar a Estados Unidos, por tener una vacuna no avalada por el gobierno de aquel país? Esa es la herencia ominosa que dejan a la administración entrante que, por lo demás, ha relegado su definición respecto a quienes encabezarán el alicaído sistema sanitario de Baja California, priorizando bagatelas.

Sin embargo, los gobiernos están apostando a la normalización, a la asimilación de la tragedia. Así pasó con la violencia del crimen organizado y así está pasando con esto. En 2009, secuestros, ejecuciones, balaceras, dejaban cariacontecida e indignada a la opinión pública. Hoy, todo eso sigue pasando y hasta con mayor intensidad, sin que nadie repare demasiado. Los conteos de muertos por la violencia han desaparecido de los medios. Se “normalizó” el tema, como, ahora, se pretende normalizar este, del coronavirus, no importando que normalizar tragedias sea, justamente, anormal, sea anómalo, sea muestra de un gobierno enfermo de poder que, para no soltar ni un retazo de este, prefiere enfermar más a la sociedad, a fin de que acepte, como inexorable, un destino que, en realidad, no lo es, sino que se ha acendrado a causa de la incapacidad de los políticos que tienen el mando, quienes, antes que solucionar los problemas, para lo cual se les votó, prefieren amaestrar a los ciudadanos y tener una sociedad de avestruces.

A ese des-propósito contribuye el 99% de los medios, que hace rato se mudaron a Sullivan.

Las pastillas que evitan un cuadro grave de Covid-19 están a un tris de ser una realidad, pero, en un país como el nuestro, serán privilegio de quienes puedan pagarlas. Y quienes puedan serán pocos, pues no hay medicamento de vanguardia que sea barato. Si alguien lo duda, que recuerde lo que pasó, en su día, y aún sigue pasando, con los antirretrovirales, para tratar el VIH.

Y el gobierno morenista ya no pagará nada. Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, son prioridad. No hay medicinas para tratar los cánceres de la mujer en Baja California, según acaba de reconocer Abraham Félix, subsecretario de Salud estatal. Pero si hay 10 mil millones de pesos para construir un segundo piso en Tijuana, cuya necesidad es tan cuestionable como la insistencia que panistas, en su día, y morenistas, ahora, han mostrado para edificar el mismo, detrás de la cual, con casi absoluta certeza, hay una empresa dispuesta a extender la mano, para recibir primero y luego dar, sobre todo en tiempos de campañas proselitistas…

Por eso, el gobierno federal se revuelve legalmente para no cumplir la orden de un juez, que es vacunar a las y los adolescentes de entre 12 y 17 años. Por eso, se busca “normalizar” al Covid-19, “normalizar” sus enfermos, “normalizar” sus secuelas, “normalizar” sus muertos, para que, sin haber concluido, la pandemia, de facto, se acabe, al menos en el imaginario colectivo.

P.D.: Si algo nos pasa, es para silenciarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com



En tanto los gobernantes y políticos morenistas, entrantes o salientes, concurrían, presurosos, a besarle la mano al presidente López Obrador, a tomarse la foto con él, a implorarle un jirón de su capital político, a casi obligarlo a declararse “amigo” de unos y otros, la pandemia llegó a niveles récord en Baja California.

De tal cosa no informó la Secretaría de Salud estatal, cuya página oficial estaba demasiado ocupada haciendo publicaciones sobre los eventos del mandatario local, aunque este columnista desconoce qué relación tendrá la legalización de los despectivamente llamados ‘autos chocolate’, con la materia sanitaria.

El sábado pasado, Baja California registró 2 mil 174 casos activos, cifra inédita en toda la pandemia, informada por la Secretaría de Salud federal, que fue la única fuente oficial que siguió aportando datos, porque, en los tres días de la visita presidencial, Pérez y su jefe estuvieron demasiado atareados buscando, como la Verónica bíblica, que la efigie del mesías se adhiriera a sus mantos, en aras de cotizar una administración que emula, cada vez más, aquellas ventas de liquidación de K-Mart.

Mientras tanto, por si la cifra de casos activos no bastara para tomar medidas, al menos desesperadas, al menos en aras de no pasar a la historia como quienes le heredaron ese inmenso problema a los que vienen, hay otro dato escalofriante: entre el 12 de septiembre y el 16 de octubre, fallecieron 395 personas por coronavirus en la entidad. Pongamos de relieve esa cifra: son 25 muertos más que los registrados en el terremoto ocurrido en 2017 en la Ciudad de México. Aquellos fueron noticia. Estos van pasando desapercibidos.

Es verdad que los fallecimientos han disminuido, pero no en forma drástica. Las muertes recientes, que aparentemente caen por ‘goteo’ (11 muertes diarias, en promedio, en el lapso citado), continúan siendo una tormenta. Se trata de 395 familias afectadas, en poco más de un mes, por la pérdida de un ser amado.

El gobierno saliente deja un galimatías, producto de su caótico manejo de la pandemia, renglón en el cual su homólogo federal le consintió, cobijó y ayudó a ocultar sus falencias. Muy fácil para López Gatell espetar, desde su santuario en Palacio Nacional, que no habrá otra ronda de vacunación para docentes. Más fácil repetirlo, aquí, como altavoz, para Pérez, que se marcha en 12 días ¿Y qué pasará con los 77 mil 455 mentores bajacalifornianos que, por ejemplo, no podrán ingresar a Estados Unidos, por tener una vacuna no avalada por el gobierno de aquel país? Esa es la herencia ominosa que dejan a la administración entrante que, por lo demás, ha relegado su definición respecto a quienes encabezarán el alicaído sistema sanitario de Baja California, priorizando bagatelas.

Sin embargo, los gobiernos están apostando a la normalización, a la asimilación de la tragedia. Así pasó con la violencia del crimen organizado y así está pasando con esto. En 2009, secuestros, ejecuciones, balaceras, dejaban cariacontecida e indignada a la opinión pública. Hoy, todo eso sigue pasando y hasta con mayor intensidad, sin que nadie repare demasiado. Los conteos de muertos por la violencia han desaparecido de los medios. Se “normalizó” el tema, como, ahora, se pretende normalizar este, del coronavirus, no importando que normalizar tragedias sea, justamente, anormal, sea anómalo, sea muestra de un gobierno enfermo de poder que, para no soltar ni un retazo de este, prefiere enfermar más a la sociedad, a fin de que acepte, como inexorable, un destino que, en realidad, no lo es, sino que se ha acendrado a causa de la incapacidad de los políticos que tienen el mando, quienes, antes que solucionar los problemas, para lo cual se les votó, prefieren amaestrar a los ciudadanos y tener una sociedad de avestruces.

A ese des-propósito contribuye el 99% de los medios, que hace rato se mudaron a Sullivan.

Las pastillas que evitan un cuadro grave de Covid-19 están a un tris de ser una realidad, pero, en un país como el nuestro, serán privilegio de quienes puedan pagarlas. Y quienes puedan serán pocos, pues no hay medicamento de vanguardia que sea barato. Si alguien lo duda, que recuerde lo que pasó, en su día, y aún sigue pasando, con los antirretrovirales, para tratar el VIH.

Y el gobierno morenista ya no pagará nada. Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, son prioridad. No hay medicinas para tratar los cánceres de la mujer en Baja California, según acaba de reconocer Abraham Félix, subsecretario de Salud estatal. Pero si hay 10 mil millones de pesos para construir un segundo piso en Tijuana, cuya necesidad es tan cuestionable como la insistencia que panistas, en su día, y morenistas, ahora, han mostrado para edificar el mismo, detrás de la cual, con casi absoluta certeza, hay una empresa dispuesta a extender la mano, para recibir primero y luego dar, sobre todo en tiempos de campañas proselitistas…

Por eso, el gobierno federal se revuelve legalmente para no cumplir la orden de un juez, que es vacunar a las y los adolescentes de entre 12 y 17 años. Por eso, se busca “normalizar” al Covid-19, “normalizar” sus enfermos, “normalizar” sus secuelas, “normalizar” sus muertos, para que, sin haber concluido, la pandemia, de facto, se acabe, al menos en el imaginario colectivo.

P.D.: Si algo nos pasa, es para silenciarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com