/ viernes 17 de enero de 2020

Expediente Confidencial | Nosotros los hicimos compadres

Desde este día, ‘Expediente Confidencial’ tiene una nueva casa en EL SOL DE TIJUANA. Nuestro mayor agradecimiento a Erick Eliud Ávalos Matías, director editorial del diario más importante de la ciudad, por la oportunidad.

Una mezcla de indignación y decepción recorre en estos días a un número importante de bajacalifornianos, tras haberse creado en unos casos, y aumentado en otros, un coctel de impuestos, que afectan temas tan disímbolos como las nóminas, los empeños, las gasolinas y el gas, los conciertos o los juegos en casinos.

Sobra decir que dicha gama de contribuciones exhibe, a las claras, una desesperación de la administración estatal por obtener recursos de donde sea, pero también una política tributaria y de gobierno sustentada en la venganza. Innegable el “recado” que se envió a Jorge Hank Rhon, con el levantamiento de la prohibición para que se instalen nuevos casinos –“(buscando) generar una sana competencia”, señalaba el dictamen que aprobó el Congreso local– y el impuesto a los juegos en esos lugares. También se huele el ánimo revanchista en el impuesto a las gasolinas, a sabiendas de que varios integrantes de la Coparmex, como Guillermo Galván y Rodrigo Llantada, son propietarios de estaciones de servicio. Ni qué decir del alza en el impuesto a los espectáculos, donde varios empresarios del ramo tuvieron y tienen cercanía con el panismo otrora gobernante, o del tributo a los empeños, aprobado casi con moño y tarjeta para el ex mandatario Francisco Vega. Como en los tiempos más rancios del priismo, el poder sirve para castigar a los enemigos del Tlatoani.

Y no es que esos enemigos no se tengan ganadas esas u otras reprimendas, pues tal es el juego de la política. El problema es que el costo de esa venganza no la van a pagar los destinatarios de la misma, sino todas y todos nosotros, las y los ciudadanos de a pie. Esos impuestos no van a salir de la bolsa de los empresarios, como nos pretenden hacer creer desde el morenismo gobernante, sino de la nuestra. Y quienes van a recibir el peor castigo son quienes menos tienen. Habitualmente, los usuarios de las casas de empeño no son potentados, sino gente humilde que se deshace de sus pocas cosas de valor, para sacar el mes o pagar una deuda. Son ellos quienes pagarán más al tratar de recuperar sus objetos, no “Kiko” Vega. Lo mismo pasa con los otros impuestos. No son Rodrigo Llantada y sus amigos de la Coparmex quienes van a pagar el impuesto a las gasolinas, sino nosotros, porque los gasolineros van a subir el precio por litro, para sacarlo de ahí. Igual en el caso del impuesto sobre la nómina. No son los jerarcas empresariales, que viven en residenciales privados, quienes darán ese dinero, sino los empleados que ganan sueldos de miseria, pues les cobrarán más caro en el comedor de la maquila, o les reducirán los bonos, para compensar ese aumento.

Tan los diputados morenistas y sus cómplices sabían que estaban haciendo algo malo, que aprobaron la creación o incremento de esos impuestos en una sesión extraordinaria llevada a cabo el 31 de diciembre, a las 9 de la noche. Si todo está claro ¿por qué no hacerlo a plena luz del día?

La desazón de las y los ciudadanos aumenta cuando no se observa una corresponsabilidad en el nuevo gobierno, ni mucho menos en los legisladores que aprobaron el aumento o la creación de esos impuestos. Mientras cientos de miles de bajacalifornianas y bajacalifornianos están sufriendo la cuesta de enero, los diputados morenistas, que controlan el Congreso, remodelan el Palacio Legislativo, pintándolo todo de guinda, ‘enchulando’ sus oficinas e instalando una cerca metálica alrededor del mismo –guinda también, por supuesto–, para hacer más difícil el acceso a manifestantes. Pero no son esas medidas, visibles, las que más ofenden, sino las que se ocultan, como el aumento de 445% para el gasto en asesores, que subió ocho millones de pesos para este 2020 ¿Dónde quedó la “austeridad republicana”?

El capital político de los gobiernos morenistas ya se había dañado antes de la cascada de impuestos. De acuerdo con Mitofsky, la aprobación del gobernador Jaime Bonilla cayó de 35 a 33.9% entre noviembre y diciembre, es decir, aún falta por medir la pérdida por el “impuestazo”. Por otro lado, los 35 puntos de aval ciudadano con los que empezó este gobierno, exhiben que ya había ido perdiendo tangibles jirones de apoyo aún antes de llegar al poder, tal vez por la insistencia de quedarse cinco años tras haber sido elegido por dos. Lo penoso es que, en vez de buscar convencer, mediante hechos, al 65% que desaprueba al gobierno, desde su política de comunicación y gobernabilidad se ha optado por hacer boletines con encuestas ‘patito’, para intentar tapar el sol con un dedo.

Así, la sociedad bajacaliforniana ingresa al 2020 dividida en tres sectores. Uno, apegado al oficialismo, en su inmensa mayoría por interés –viven del dinero gubernamental– y algunos de buena fe, que exhibe incontrolada furia cada vez que, desde el periodismo, son señalados los errores del gobierno. No olvido una respuesta colocada, en redes, a una nota sobre los ‘moches’: “¿Por qué antes no decían todo eso? ¿Por qué?”. Es como si los simpatizantes morenistas exigieran carta abierta para sus gobiernos, a fin de que tengan también su oportunidad de portarse mal. Lamentable postura, sin duda.

Otro sector es integrado por empresarios y quienes se movieron y vivieron muy bien a la sombra del panismo gobernante, el cual busca avivar la llama opositora. Pero su problema estriba en que son agua y no gasolina para esa flama. Por supuesto que hay rabia e indignación luego de que el morenismo está sacando, tan rápido, el cobre, pero no hay forma en que la ciudadanía suscriba como sus capitanes a quienes, hace seis meses, reían con igual cinismo. Desde marcas tan desprestigiadas como PRI o PAN, es imposible hacer oposición. Luego, la repentina preocupación del sector empresarial por el ciudadano de a pie, es un deficiente maquillaje para décadas de abuso a su personal, que gana salarios ínfimos en comparación a estados como Querétaro o Nuevo León ¿Cómo podrían las personas avalar como defensores a quienes, por tanto tiempo y sin el menor pudor, fueron sus verdugos?

Y la tercera fracción se halla compuesto por ciudadanas y ciudadanos que observamos, cual convidados de piedra, como uno y otro grupo juegan a las vencidas, importándoles un comino nuestros problemas cotidianos. Ni morenistas, ni opositores, tienen el más mínimo interés en hacer nuestra vida mejor, solamente somos su carne de cañón, para librar una batalla que les permita a unos seguir y a otros volver al gobierno, donde se hacen pingües negocios y se acrecientan fortunas, mientras se finge trabajar “en favor del pueblo”.

Pero también es tiempo de mirarnos los dedos de los pies, a la hora de buscar culpables. No se vale que ahora alguien se espante cuando el gobernador llama “cerdos” a los empresarios, o cuando los diputados locales aumentan impuestos en lo oscurito, durante la noche de Año Nuevo. Bonilla habla y se comporta igual que lo ha hecho durante toda su vida, incluyendo sus expresiones rocosas. Por otro lado, ya se sabía que legisladores como Víctor Navarro, Juan Manuel Molina o Eva Rodríguez, eran advenedizos que iban de partido en partido, para seguir viviendo del erario. Francamente, que alguien se haya creído el cuento de que, por estar en Morena, ahora ya eran buenos, revela no solamente una desinformación aterradora, sino una candidez infantil. De la misma ingenuidad es el razonamiento de que el presidente López Obrador no iba a permitir que se portaran mal. Mientras ganen elecciones para su partido, el presidente dejará que se porten como quieran. No hemos aprendido la moraleja de que no hay políticos buenos.

También es culpa nuestra que se hayan aprobado así, a la brava, esas alzas de impuestos. Los bajacalifornianos no hemos entendido que el equilibrio de los poderes no solamente es deseable, sino necesario para frenar los excesos de quien está en el gobierno. En 2010 y 2012, decepcionados con la política de seguridad de Felipe Calderón, los bajacalifornianos votaron abrumadoramente por el PRI ¿El resultado? Gasolinazos, aumento al IVA y el surgimiento de personajes como “Panchito” Pérez Tejada. En 2016, indignada por los abusos priistas, la mayoría salió en tropel a votar por el PAN ¿El resultado? “Kiko” Vega hizo tropelías peores, como la Ley del Agua o las APP. En 2019, no aprendimos, e indignada, ahora con el PRI y el PAN a la vez, esa misma mayoría salió a votar masivamente por Morena ¿El resultado? Pues ya lo vemos: impuestos, ‘moches’ y otras linduras. Es un error y una muestra de inmadurez social salir a votar en todas las boletas por un mismo partido. Lo correcto y lo sabio es votar por partidos distintos en cada una (el llamado “voto cruzado”), pues así tendremos gobernadores, presidentes municipales y diputados que no puedan avasallarnos con su poder y abusar de nosotros. Debemos parar esa pulsión dictada desde el despecho y votar con el cerebro, no con el hígado y los riñones. Solamente así podremos aspirar a tener un mejor gobierno, en la medida, por supuesto, de lo que se puede en un país como México.

Insabi: Mientras hay millones que no tienen los medicamentos para curarse en las clínicas públicas y no tienen otro lugar a donde ir, por no poder pagarlo, la nuera del presidente fue a parir en un carísimo hospital de Houston ¿Cuál es la diferencia con el “PRIAN”?

Comentarios: gerfragoso@gmail.com

Desde este día, ‘Expediente Confidencial’ tiene una nueva casa en EL SOL DE TIJUANA. Nuestro mayor agradecimiento a Erick Eliud Ávalos Matías, director editorial del diario más importante de la ciudad, por la oportunidad.

Una mezcla de indignación y decepción recorre en estos días a un número importante de bajacalifornianos, tras haberse creado en unos casos, y aumentado en otros, un coctel de impuestos, que afectan temas tan disímbolos como las nóminas, los empeños, las gasolinas y el gas, los conciertos o los juegos en casinos.

Sobra decir que dicha gama de contribuciones exhibe, a las claras, una desesperación de la administración estatal por obtener recursos de donde sea, pero también una política tributaria y de gobierno sustentada en la venganza. Innegable el “recado” que se envió a Jorge Hank Rhon, con el levantamiento de la prohibición para que se instalen nuevos casinos –“(buscando) generar una sana competencia”, señalaba el dictamen que aprobó el Congreso local– y el impuesto a los juegos en esos lugares. También se huele el ánimo revanchista en el impuesto a las gasolinas, a sabiendas de que varios integrantes de la Coparmex, como Guillermo Galván y Rodrigo Llantada, son propietarios de estaciones de servicio. Ni qué decir del alza en el impuesto a los espectáculos, donde varios empresarios del ramo tuvieron y tienen cercanía con el panismo otrora gobernante, o del tributo a los empeños, aprobado casi con moño y tarjeta para el ex mandatario Francisco Vega. Como en los tiempos más rancios del priismo, el poder sirve para castigar a los enemigos del Tlatoani.

Y no es que esos enemigos no se tengan ganadas esas u otras reprimendas, pues tal es el juego de la política. El problema es que el costo de esa venganza no la van a pagar los destinatarios de la misma, sino todas y todos nosotros, las y los ciudadanos de a pie. Esos impuestos no van a salir de la bolsa de los empresarios, como nos pretenden hacer creer desde el morenismo gobernante, sino de la nuestra. Y quienes van a recibir el peor castigo son quienes menos tienen. Habitualmente, los usuarios de las casas de empeño no son potentados, sino gente humilde que se deshace de sus pocas cosas de valor, para sacar el mes o pagar una deuda. Son ellos quienes pagarán más al tratar de recuperar sus objetos, no “Kiko” Vega. Lo mismo pasa con los otros impuestos. No son Rodrigo Llantada y sus amigos de la Coparmex quienes van a pagar el impuesto a las gasolinas, sino nosotros, porque los gasolineros van a subir el precio por litro, para sacarlo de ahí. Igual en el caso del impuesto sobre la nómina. No son los jerarcas empresariales, que viven en residenciales privados, quienes darán ese dinero, sino los empleados que ganan sueldos de miseria, pues les cobrarán más caro en el comedor de la maquila, o les reducirán los bonos, para compensar ese aumento.

Tan los diputados morenistas y sus cómplices sabían que estaban haciendo algo malo, que aprobaron la creación o incremento de esos impuestos en una sesión extraordinaria llevada a cabo el 31 de diciembre, a las 9 de la noche. Si todo está claro ¿por qué no hacerlo a plena luz del día?

La desazón de las y los ciudadanos aumenta cuando no se observa una corresponsabilidad en el nuevo gobierno, ni mucho menos en los legisladores que aprobaron el aumento o la creación de esos impuestos. Mientras cientos de miles de bajacalifornianas y bajacalifornianos están sufriendo la cuesta de enero, los diputados morenistas, que controlan el Congreso, remodelan el Palacio Legislativo, pintándolo todo de guinda, ‘enchulando’ sus oficinas e instalando una cerca metálica alrededor del mismo –guinda también, por supuesto–, para hacer más difícil el acceso a manifestantes. Pero no son esas medidas, visibles, las que más ofenden, sino las que se ocultan, como el aumento de 445% para el gasto en asesores, que subió ocho millones de pesos para este 2020 ¿Dónde quedó la “austeridad republicana”?

El capital político de los gobiernos morenistas ya se había dañado antes de la cascada de impuestos. De acuerdo con Mitofsky, la aprobación del gobernador Jaime Bonilla cayó de 35 a 33.9% entre noviembre y diciembre, es decir, aún falta por medir la pérdida por el “impuestazo”. Por otro lado, los 35 puntos de aval ciudadano con los que empezó este gobierno, exhiben que ya había ido perdiendo tangibles jirones de apoyo aún antes de llegar al poder, tal vez por la insistencia de quedarse cinco años tras haber sido elegido por dos. Lo penoso es que, en vez de buscar convencer, mediante hechos, al 65% que desaprueba al gobierno, desde su política de comunicación y gobernabilidad se ha optado por hacer boletines con encuestas ‘patito’, para intentar tapar el sol con un dedo.

Así, la sociedad bajacaliforniana ingresa al 2020 dividida en tres sectores. Uno, apegado al oficialismo, en su inmensa mayoría por interés –viven del dinero gubernamental– y algunos de buena fe, que exhibe incontrolada furia cada vez que, desde el periodismo, son señalados los errores del gobierno. No olvido una respuesta colocada, en redes, a una nota sobre los ‘moches’: “¿Por qué antes no decían todo eso? ¿Por qué?”. Es como si los simpatizantes morenistas exigieran carta abierta para sus gobiernos, a fin de que tengan también su oportunidad de portarse mal. Lamentable postura, sin duda.

Otro sector es integrado por empresarios y quienes se movieron y vivieron muy bien a la sombra del panismo gobernante, el cual busca avivar la llama opositora. Pero su problema estriba en que son agua y no gasolina para esa flama. Por supuesto que hay rabia e indignación luego de que el morenismo está sacando, tan rápido, el cobre, pero no hay forma en que la ciudadanía suscriba como sus capitanes a quienes, hace seis meses, reían con igual cinismo. Desde marcas tan desprestigiadas como PRI o PAN, es imposible hacer oposición. Luego, la repentina preocupación del sector empresarial por el ciudadano de a pie, es un deficiente maquillaje para décadas de abuso a su personal, que gana salarios ínfimos en comparación a estados como Querétaro o Nuevo León ¿Cómo podrían las personas avalar como defensores a quienes, por tanto tiempo y sin el menor pudor, fueron sus verdugos?

Y la tercera fracción se halla compuesto por ciudadanas y ciudadanos que observamos, cual convidados de piedra, como uno y otro grupo juegan a las vencidas, importándoles un comino nuestros problemas cotidianos. Ni morenistas, ni opositores, tienen el más mínimo interés en hacer nuestra vida mejor, solamente somos su carne de cañón, para librar una batalla que les permita a unos seguir y a otros volver al gobierno, donde se hacen pingües negocios y se acrecientan fortunas, mientras se finge trabajar “en favor del pueblo”.

Pero también es tiempo de mirarnos los dedos de los pies, a la hora de buscar culpables. No se vale que ahora alguien se espante cuando el gobernador llama “cerdos” a los empresarios, o cuando los diputados locales aumentan impuestos en lo oscurito, durante la noche de Año Nuevo. Bonilla habla y se comporta igual que lo ha hecho durante toda su vida, incluyendo sus expresiones rocosas. Por otro lado, ya se sabía que legisladores como Víctor Navarro, Juan Manuel Molina o Eva Rodríguez, eran advenedizos que iban de partido en partido, para seguir viviendo del erario. Francamente, que alguien se haya creído el cuento de que, por estar en Morena, ahora ya eran buenos, revela no solamente una desinformación aterradora, sino una candidez infantil. De la misma ingenuidad es el razonamiento de que el presidente López Obrador no iba a permitir que se portaran mal. Mientras ganen elecciones para su partido, el presidente dejará que se porten como quieran. No hemos aprendido la moraleja de que no hay políticos buenos.

También es culpa nuestra que se hayan aprobado así, a la brava, esas alzas de impuestos. Los bajacalifornianos no hemos entendido que el equilibrio de los poderes no solamente es deseable, sino necesario para frenar los excesos de quien está en el gobierno. En 2010 y 2012, decepcionados con la política de seguridad de Felipe Calderón, los bajacalifornianos votaron abrumadoramente por el PRI ¿El resultado? Gasolinazos, aumento al IVA y el surgimiento de personajes como “Panchito” Pérez Tejada. En 2016, indignada por los abusos priistas, la mayoría salió en tropel a votar por el PAN ¿El resultado? “Kiko” Vega hizo tropelías peores, como la Ley del Agua o las APP. En 2019, no aprendimos, e indignada, ahora con el PRI y el PAN a la vez, esa misma mayoría salió a votar masivamente por Morena ¿El resultado? Pues ya lo vemos: impuestos, ‘moches’ y otras linduras. Es un error y una muestra de inmadurez social salir a votar en todas las boletas por un mismo partido. Lo correcto y lo sabio es votar por partidos distintos en cada una (el llamado “voto cruzado”), pues así tendremos gobernadores, presidentes municipales y diputados que no puedan avasallarnos con su poder y abusar de nosotros. Debemos parar esa pulsión dictada desde el despecho y votar con el cerebro, no con el hígado y los riñones. Solamente así podremos aspirar a tener un mejor gobierno, en la medida, por supuesto, de lo que se puede en un país como México.

Insabi: Mientras hay millones que no tienen los medicamentos para curarse en las clínicas públicas y no tienen otro lugar a donde ir, por no poder pagarlo, la nuera del presidente fue a parir en un carísimo hospital de Houston ¿Cuál es la diferencia con el “PRIAN”?

Comentarios: gerfragoso@gmail.com