/ viernes 13 de mayo de 2022

Expediente Confidencial | Pestilente

Nadie puede llamarse sorprendido por la terrible declaración efectuada, ayer, por el presidente López Obrador: “Cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, de la Defensa, de la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos”.

Es una expresión lamentable y nauseabunda, que va en línea con el ‘Culiacanazo’, con el saludo a la madre del ‘Chapo’, con el mantra de “abrazos, no balazos”, con la protección y respaldo, incluso mediante un préstamo del erario a Epigmenio Ibarra, el mayor creador de narcoseries del mundo.

Si, después de todo lo anterior y la vergonzosa cereza en el pastel que fue la manifestación presidencial de ayer, nadie con uso de razón puede tener dudas de que el gobierno federal morenista es, ante todo, un régimen amigo del narcotráfico.

Y de esa conclusión a la que lleva tan abundante evidencia, es imposible no pensar que esa complicidad, que esa connivencia, que esa asociación entre el gobierno y el narcotráfico es la respuesta más lógica a la pregunta de por qué López Obrador podría entrar a sitios donde ni las autoridades llegaban, en su eterna campaña presidencial, mediante la cual recorría el país entero; o al cuestionamiento de quién financiaba esa gira inacabable, o de qué vivía el ahora presidente cuando no tenía trabajo conocido y sus gastos, visiblemente, rebasaban las utilidades de sus libros que, argumentaba, eran su fuente de ingreso. Lo de López Obrador es gratitud en el mejor de los casos y pago de factura en el peor.

Sería ingenuo pensar que López Obrador observa a la élite criminal desde el humanismo, acción que no cabría en un presidente que se precie de serlo, sin contar que su amor por el narcotráfico resulta más deleznable, si cabe, cuando se compara con su frialdad y la de su esposa ante niñas y niños de este país, expresada en su mezquindad para adquirir medicamentos que alivien a quienes tienen cáncer, así como vacunas serias y efectivas para inocularlos contra el Covid-19.

Lo triste para México es que el ‘gallo’ que la oposición -al menos, la empresarial- busca lanzar contra Morena en 2024, es igual o peor: Luis Donaldo Colosio Riojas y su partido, Movimiento Ciudadano, buscan eliminar todo vestigio de la prisión preventiva, para que sean los jueces quienes, caso por caso, decidan si alguien se queda encarcelado durante su juicio o no. Más poder para el narcotráfico que no tendrá problema en amenazar jueces y a sus familias, para evitar que sus sicarios vayan presos.

No existe, hasta ahora, un solo aspirante a la presidencia que esté buscando imponer la ley y el orden, lo cual no extraña porque, en la clase política mexicana, todos se han embarrado las manos, por gusto, por decisión propia, buscando dinero para sus campañas en el estercolero del narcotráfico. Así, será difícil que alguien devuelva el drenaje a su cauce, cuando las ratas y alimañas que nadan en esas aguas negras son socios de quienes usufructúan el poder. México necesita un Bukele, su Bukele, pero parece imposible que surja de un ecosistema político y social cuya única certeza es el incremento de su pestilencia. El hedor ya es insoportable, pero queda claro que a los mexicanos de bien solamente nos queda la vieja y cavernícola disyuntiva de pelear -mientras se pueda- o huir -como salida inexorable-.

“NO SON HUMANOS”: “En San Juan Nuevo vi cómo decapitaban a alguien y jugaban fútbol con la cabeza, cómo fueron desmembrando el cuerpo de un individuo. Ese individuo (el sicario) ya no se comporta como humano. Ni un perro mata a su víctima de esa manera. Aquí hay acciones diabólicas que ya están mucho más abajo de las bestias. Este comportamiento de estos seres, de estos individuos, que nos les llamo seres humanos, no quisiera llamarles seres humanos, porque no lo son”. Eso le dijo, ayer, Gregorio López, párroco de Apatzingán, Michoacán, a Azucena Uresti, en su noticiero de Radio Fórmula. Una verdad como un templo.

Los narcotraficantes no son seres humanos. Y decirles animales sería insultar a los animales, muchos de estos infinitamente más nobles. Y no es una opinión, es, simplemente, la verdad. El diccionario de la Real Academia Española define humano a quien es un “ser racional”. Y no hay narcotraficante que lo sea.

Y que no nos vengan con que la pobreza ha fabricado a esos psicópatas. Si sus víctimas, como los miles de michoacanos desplazados por la violencia, mayoritariamente son pobres. Y México tiene 70 millones de pobres y no hay 70 millones de narcotraficantes. El que quiere ser mala hierba, lo es, punto.

BUKELE: “Dos terroristas murieron y uno resultó lesionado, tras atacar con armas de fuego a nuestros agentes en el cantón Valencia de Lolotique, San Miguel. Nuestro talento humano está ileso. Los pandilleros deben saber que si nos atacan, vamos a responder”. Comunicado de la Policía Nacional Civil de El Salvador, publicado ayer. Da envidia.

Y, por cierto, en su encuesta más reciente (3 de mayo), Gallup le da un 85% de aprobación al presidente de aquel país, Nayib Bukele, con 91% de aval ciudadano a su guerra contra las pandillas de maras (https://twitter.com/cidgallup/status/1521560660584411139).

Bien diría Alazraki, los derechos humanos son para los humanos. No para las ratas.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Nadie puede llamarse sorprendido por la terrible declaración efectuada, ayer, por el presidente López Obrador: “Cuidamos a los elementos de las Fuerzas Armadas, de la Defensa, de la Guardia Nacional, pero también cuidamos a los integrantes de las bandas, son seres humanos”.

Es una expresión lamentable y nauseabunda, que va en línea con el ‘Culiacanazo’, con el saludo a la madre del ‘Chapo’, con el mantra de “abrazos, no balazos”, con la protección y respaldo, incluso mediante un préstamo del erario a Epigmenio Ibarra, el mayor creador de narcoseries del mundo.

Si, después de todo lo anterior y la vergonzosa cereza en el pastel que fue la manifestación presidencial de ayer, nadie con uso de razón puede tener dudas de que el gobierno federal morenista es, ante todo, un régimen amigo del narcotráfico.

Y de esa conclusión a la que lleva tan abundante evidencia, es imposible no pensar que esa complicidad, que esa connivencia, que esa asociación entre el gobierno y el narcotráfico es la respuesta más lógica a la pregunta de por qué López Obrador podría entrar a sitios donde ni las autoridades llegaban, en su eterna campaña presidencial, mediante la cual recorría el país entero; o al cuestionamiento de quién financiaba esa gira inacabable, o de qué vivía el ahora presidente cuando no tenía trabajo conocido y sus gastos, visiblemente, rebasaban las utilidades de sus libros que, argumentaba, eran su fuente de ingreso. Lo de López Obrador es gratitud en el mejor de los casos y pago de factura en el peor.

Sería ingenuo pensar que López Obrador observa a la élite criminal desde el humanismo, acción que no cabría en un presidente que se precie de serlo, sin contar que su amor por el narcotráfico resulta más deleznable, si cabe, cuando se compara con su frialdad y la de su esposa ante niñas y niños de este país, expresada en su mezquindad para adquirir medicamentos que alivien a quienes tienen cáncer, así como vacunas serias y efectivas para inocularlos contra el Covid-19.

Lo triste para México es que el ‘gallo’ que la oposición -al menos, la empresarial- busca lanzar contra Morena en 2024, es igual o peor: Luis Donaldo Colosio Riojas y su partido, Movimiento Ciudadano, buscan eliminar todo vestigio de la prisión preventiva, para que sean los jueces quienes, caso por caso, decidan si alguien se queda encarcelado durante su juicio o no. Más poder para el narcotráfico que no tendrá problema en amenazar jueces y a sus familias, para evitar que sus sicarios vayan presos.

No existe, hasta ahora, un solo aspirante a la presidencia que esté buscando imponer la ley y el orden, lo cual no extraña porque, en la clase política mexicana, todos se han embarrado las manos, por gusto, por decisión propia, buscando dinero para sus campañas en el estercolero del narcotráfico. Así, será difícil que alguien devuelva el drenaje a su cauce, cuando las ratas y alimañas que nadan en esas aguas negras son socios de quienes usufructúan el poder. México necesita un Bukele, su Bukele, pero parece imposible que surja de un ecosistema político y social cuya única certeza es el incremento de su pestilencia. El hedor ya es insoportable, pero queda claro que a los mexicanos de bien solamente nos queda la vieja y cavernícola disyuntiva de pelear -mientras se pueda- o huir -como salida inexorable-.

“NO SON HUMANOS”: “En San Juan Nuevo vi cómo decapitaban a alguien y jugaban fútbol con la cabeza, cómo fueron desmembrando el cuerpo de un individuo. Ese individuo (el sicario) ya no se comporta como humano. Ni un perro mata a su víctima de esa manera. Aquí hay acciones diabólicas que ya están mucho más abajo de las bestias. Este comportamiento de estos seres, de estos individuos, que nos les llamo seres humanos, no quisiera llamarles seres humanos, porque no lo son”. Eso le dijo, ayer, Gregorio López, párroco de Apatzingán, Michoacán, a Azucena Uresti, en su noticiero de Radio Fórmula. Una verdad como un templo.

Los narcotraficantes no son seres humanos. Y decirles animales sería insultar a los animales, muchos de estos infinitamente más nobles. Y no es una opinión, es, simplemente, la verdad. El diccionario de la Real Academia Española define humano a quien es un “ser racional”. Y no hay narcotraficante que lo sea.

Y que no nos vengan con que la pobreza ha fabricado a esos psicópatas. Si sus víctimas, como los miles de michoacanos desplazados por la violencia, mayoritariamente son pobres. Y México tiene 70 millones de pobres y no hay 70 millones de narcotraficantes. El que quiere ser mala hierba, lo es, punto.

BUKELE: “Dos terroristas murieron y uno resultó lesionado, tras atacar con armas de fuego a nuestros agentes en el cantón Valencia de Lolotique, San Miguel. Nuestro talento humano está ileso. Los pandilleros deben saber que si nos atacan, vamos a responder”. Comunicado de la Policía Nacional Civil de El Salvador, publicado ayer. Da envidia.

Y, por cierto, en su encuesta más reciente (3 de mayo), Gallup le da un 85% de aprobación al presidente de aquel país, Nayib Bukele, con 91% de aval ciudadano a su guerra contra las pandillas de maras (https://twitter.com/cidgallup/status/1521560660584411139).

Bien diría Alazraki, los derechos humanos son para los humanos. No para las ratas.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com