/ domingo 18 de octubre de 2020

Expediente Confidencial | Por esto no deben reabrirse los estadios

15 de octubre por la noche: el estadio de los Tomateros de Culiacán se abrió al público para el juego inaugural de la Liga Mexicana del Pacífico (LMP), pese a que ese municipio tiene una de las tasas más altas de contagios y mortalidad de México.

Cualquiera que conozca un poco sobre el nivel antropológico del público que asiste a los estadios de la LMP, sabía lo que se venía. Y como resultaba lógico, se vino.

La inmensa mayoría del público que fue al estadio culiacanense se quitó el cubrebocas, o bien lo traían en el cuello o con la nariz descubierta, cosas, las dos últimas, iguales a no traerlo.

La cuenta de Twitter @CovidiotasLMP puso infinidad de muestras de la irresponsabilidad del público culiacanense.

Sobre esa noche, se viralizó un video de un sujeto que, primero, se arroja cerveza hacia su boca desde un vaso que sostiene arriba de su cabeza. Luego, se moja con esta y, como perro, sacude su cabeza y arroja el líquido hacia todos lados. Después, agita el vaso hacia arriba, generando una “lluvia” de cerveza que moja a quienes están sentados alrededor. Y para finalizar el patético espectáculo, otro neandertal le sigue el rollo y, desde el segundo piso del estadio, vacía su cerveza para que este, como el animal que es -con perdón de los animales-, intente cacharla con la boca (He aquí el video: https://www.facebook.com/watch/?v=1307691819572395)

En Ciudad Obregón, Sonora, esa misma noche, jugaron los Yaquis de esa ciudad contra los Águilas de Mexicali. Ahí, además de los aficionados sin cubrebocas, ocurrió algo peor: a pesar de que, supuestamente, solamente podría ocuparse el 40% de las butacas, los Yaquis se brincaron las trancas. Esa misma noche, circularon fotos en redes de aficionados sentados sin ningún tipo de “sana distancia”. Para más: en el propio box score (bitácora) oficial del juego, el equipo obregonense admite que dejó entrar a 7 mil 982 aficionados, que son el 48% de la capacidad del estadio (https://www.lmp.mx/boxscore/638302).

Al día siguiente, Óscar Guinto, secretario de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Culiacán, municipio gobernado por Morena, dijo a Ríodoce, que, en el estadio de los Tomateros, “todo estuvo muy tranquilo, se mantuvo la sana distancia, en todo momento de mantuvo el control hacia la entrada, todo mundo usó el cubrebocas”. Esa declaración causó indignación en redes.

Una enfermera que trabaja en un hospital del IMSS en Culiacán, subió un video de la improvisada área de terapia intensiva, donde ubican a los pacientes intubados por Covid-19, en el cual, molesta y con razón, dice: “Allá están intubando a uno, estamos llenando otra vez, ahora aquí es el ‘triage’, aquí llegan todos los que llegaban a urgencias y pues como verán, llenos. Y los del beis allá tocando las trompetas a gusto” (https://twitter.com/diarioyaqui/status/1317534351387656194)

Un médico, Samir Flores, reclamó en un tuit al gobernador priista de Sinaloa, Quirino Ordaz, la reapertura de los estadios: “Ni sana distancia, ni uso de cubrebocas (ya no digamos adecuado) y muchísimo menos medidas de sanidad. Bien ahí @QuirinoOC... no te preocupes, aquí seguimos tus pen… perdón médicos, mal remunerados, atendiendo el nuevo pico de pandemia”.

El periodista Aarón Ibarra se sumó a la condena pública por lo ocurrido en el estadio de los Tomateros: “¿Quieres saber el significado del colmo? Aquí está: @clubtomateros rindiendo homenaje al personal médico por el trabajo realizado en la pandemia. Lo hacen a través de un video en su estadio con 8 mil personas aglomeradas, la sana distancia es un mito. Atrás de esa pantalla dos hospitales, (el HGR1 del @ImssSinaloa y el HG de Culiacán) que hasta ese día tenían en conjunto, según cifras oficiales, 100 internos por el coronavirus. Mejor homenaje habría sido cerrar taquillas a pesar del permiso que les dieron el gobernador @QuirinoOC y el alcalde @estradaferreiro, jugar a puerta cerrada y esperar como un chingo de gente ha esperado. Pero es dinero. Y la casa nunca pierde. Pierde el pueblo. #PuroSinaloa”.

¿Ustedes creen que le importaron esos justos reclamos a Quirino? ¡Claro que no! Esa noche de viernes, además de los dos estadios de beisbol abiertos en Sinaloa -en Culiacán y Los Mochis- se abrió el estadio de fútbol en Mazatlán. El propio gobernador rompió las reglas sanitarias. Cuando un diario nacional lo exhibió, mediante una foto, primero, tuvo el cinismo de señalar que era un “fotomontaje”. Cuando ya no lo pudo negar, se justificó, parcamente. Otro periodista, Iván Elenes, mostró como, al terminar el partido en Mazatlán, decenas de aficionados festejaron en la explanada del estadio, sin cubrebocas, distancia, ni nada (https://twitter.com/Ivan_Elenes/status/1317333968488787968).

El sábado, cuando ya se habían celebrado dos juegos en Ciudad Obregón y otros dos en Navojoa, el secretario de salud sonorense, Enrique Clausen, dijo que los estadios volverían a cerrarse. “Casualmente”, lo hizo después de que Yaquis y Mayos, los equipos de beisbol que juegan en esas ciudades, ya habían recibido dos buenas taquilla$. En Sinaloa, los estadios siguen abiertos.

La Organización Mundial de Salud se ha opuesto, hasta el cansancio, a la apertura de estadios. Pero el deporte profesional no enaltece, sino que es un vicio, un opio que consumen las masas y deja, por eso, mucho dinero. Dinero suficiente para corromper o chantajear autoridades, para dar ‘mordidas’ o amenazar con apoyar a un candidato rival en la siguiente elección. Y no es nada más en México. Lee Margo, alcalde republicano de El Paso, Texas, ciudad que vive un rebrote salvaje en estos días, prefirió cerrar restaurantes a las 9 de la noche antes que cerrar los estadios de los equipos profesionales. Margo busca su reelección el 3 de noviembre próximo.

Las únicas ciudades con equipos de beisbol de la LMP que no han permitido que se celebre ni un solo juego, son Zapopan, Monterrey y Mexicali. En el caso de Nuevo León, desde las autoridades estatales llegó el freno. En el de Zapopan, tuvo que ser el presidente municipal de ahí, Pablo Lemus, emecista, quien le negara el permiso a los Charros. En cuanto a Mexicali, la presidenta municipal, Marina del Pilar Ávila Olmeda, morenista, le corrigió, muy a tiempo, la plana al gobierno estatal, que había dado permiso de que los Águilas abrieran su estadio, pero ella dijo no. Ávila y Lemus mostraron el valor que no tuvieron en Sonora y Sinaloa. Ávila y Lemus también enfrentan elecciones en 2021, pero han sabido resistir.

Lo de Sonora y, sobre todo, lo de Sinaloa, solamente se explica en el típico marco de corrupción del que hace gala todo gobierno priista. Los Ley, dueños de la cadena de supermercados del mismo nombre, son también propietarios de los Tomateros. Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, lo es igualmente del equipo de fútbol en Mazatlán. El dinero todo lo compra y más cuando son fajos de billetes de 100 dólares entregados en maletas deportivas. Súmele a eso que Ordaz es un fanático irracional de los deportes profesionales y el caldo de cultivo está hecho.

Luego, está el nivel antropológico de los deportistas en México. La inmensa mayoría de jugadores son tipos iletrados, bajados del cerro a tamborazos, que, de repente, ganan dinero a montones porque Dios les dio un talento muy bien pagado. No por nada, uno de los más importantes jugadores mexicanos de la actualidad en las Grandes Ligas de beisbol, Roberto Osuna, fue encarcelado y castigado por golpear a su novia. Creyó que seguía en México, donde su directiva le hubiera ayudado a tapar el episodio.

Al día siguiente de empezar la temporada de beisbol, el mánager (entrenador) de los Tomateros, Benjamín Gil, quien también ha sido de los mexicanos “destacados” en las Grandes Ligas, hizo gala de esa bajísima cultura que atañe a los peloteros: pese a ser un caso activo de Covid-19, fue a un Starbucks en Culiacán, sin cubrebocas, diciendo “no pasa nada”. Gil se ufanó de ello y lo transmitió, en vivo, vía redes. Ese es el nivel cerril típico de su gremio.

Y lo corriente, lógicamente, atrae lo corriente. Quienes asisten a los estadios en México son rastacueros como ellos, aunque en miniatura. Tienen dinero para pagar un boleto, pero su cultura es pedestre y, por ende, su comportamiento es del mismo nivel. Son neandertales cuya única felicidad consiste en emborracharse y hacer alarde en un sitio público como un estadio. Que todos vean que “macho” es el tipo que se empina una cerveza, o lo “sexy” que se ve la aficionada que baila cual teibolera entre las gradas. Creen “empoderarse” con eso, pero únicamente hacen el ridículo y demuestran su bajo coeficiente intelectual. En el caso de la LMP, ese coctel decadente se complementa con narcocorridos retumbando en los altavoces, entre inning e inning. El beisbol de la LMP se vende como un espectáculo familiar cuando, en realidad, es un panal de miel hecho para atraer a ese público vulgar, con tres imanes: alcohol vendido en forma indiscriminada, música de banda y la posibilidad de exhibirse en una pantalla gigante, obteniendo 30 segundos de fama.

La apertura de estadios en Sonora y Sinaloa tendrá brutales consecuencias. Un solo partido, el Atalanta-Valencia, generó que la pandemia estallara, de la forma que lo hizo, en España e Italia, en marzo (he aquí la historia: https://www.mundodeportivo.com/futbol/20200326/48104356612/atalanta-valencia-coronavirusc-acelerador.html). Que en Baja California no se abra ningún estadio, o lo pagaremos todos…

P.D.: "Si algo nos pasa, es que quieren callarnos"

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

15 de octubre por la noche: el estadio de los Tomateros de Culiacán se abrió al público para el juego inaugural de la Liga Mexicana del Pacífico (LMP), pese a que ese municipio tiene una de las tasas más altas de contagios y mortalidad de México.

Cualquiera que conozca un poco sobre el nivel antropológico del público que asiste a los estadios de la LMP, sabía lo que se venía. Y como resultaba lógico, se vino.

La inmensa mayoría del público que fue al estadio culiacanense se quitó el cubrebocas, o bien lo traían en el cuello o con la nariz descubierta, cosas, las dos últimas, iguales a no traerlo.

La cuenta de Twitter @CovidiotasLMP puso infinidad de muestras de la irresponsabilidad del público culiacanense.

Sobre esa noche, se viralizó un video de un sujeto que, primero, se arroja cerveza hacia su boca desde un vaso que sostiene arriba de su cabeza. Luego, se moja con esta y, como perro, sacude su cabeza y arroja el líquido hacia todos lados. Después, agita el vaso hacia arriba, generando una “lluvia” de cerveza que moja a quienes están sentados alrededor. Y para finalizar el patético espectáculo, otro neandertal le sigue el rollo y, desde el segundo piso del estadio, vacía su cerveza para que este, como el animal que es -con perdón de los animales-, intente cacharla con la boca (He aquí el video: https://www.facebook.com/watch/?v=1307691819572395)

En Ciudad Obregón, Sonora, esa misma noche, jugaron los Yaquis de esa ciudad contra los Águilas de Mexicali. Ahí, además de los aficionados sin cubrebocas, ocurrió algo peor: a pesar de que, supuestamente, solamente podría ocuparse el 40% de las butacas, los Yaquis se brincaron las trancas. Esa misma noche, circularon fotos en redes de aficionados sentados sin ningún tipo de “sana distancia”. Para más: en el propio box score (bitácora) oficial del juego, el equipo obregonense admite que dejó entrar a 7 mil 982 aficionados, que son el 48% de la capacidad del estadio (https://www.lmp.mx/boxscore/638302).

Al día siguiente, Óscar Guinto, secretario de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Culiacán, municipio gobernado por Morena, dijo a Ríodoce, que, en el estadio de los Tomateros, “todo estuvo muy tranquilo, se mantuvo la sana distancia, en todo momento de mantuvo el control hacia la entrada, todo mundo usó el cubrebocas”. Esa declaración causó indignación en redes.

Una enfermera que trabaja en un hospital del IMSS en Culiacán, subió un video de la improvisada área de terapia intensiva, donde ubican a los pacientes intubados por Covid-19, en el cual, molesta y con razón, dice: “Allá están intubando a uno, estamos llenando otra vez, ahora aquí es el ‘triage’, aquí llegan todos los que llegaban a urgencias y pues como verán, llenos. Y los del beis allá tocando las trompetas a gusto” (https://twitter.com/diarioyaqui/status/1317534351387656194)

Un médico, Samir Flores, reclamó en un tuit al gobernador priista de Sinaloa, Quirino Ordaz, la reapertura de los estadios: “Ni sana distancia, ni uso de cubrebocas (ya no digamos adecuado) y muchísimo menos medidas de sanidad. Bien ahí @QuirinoOC... no te preocupes, aquí seguimos tus pen… perdón médicos, mal remunerados, atendiendo el nuevo pico de pandemia”.

El periodista Aarón Ibarra se sumó a la condena pública por lo ocurrido en el estadio de los Tomateros: “¿Quieres saber el significado del colmo? Aquí está: @clubtomateros rindiendo homenaje al personal médico por el trabajo realizado en la pandemia. Lo hacen a través de un video en su estadio con 8 mil personas aglomeradas, la sana distancia es un mito. Atrás de esa pantalla dos hospitales, (el HGR1 del @ImssSinaloa y el HG de Culiacán) que hasta ese día tenían en conjunto, según cifras oficiales, 100 internos por el coronavirus. Mejor homenaje habría sido cerrar taquillas a pesar del permiso que les dieron el gobernador @QuirinoOC y el alcalde @estradaferreiro, jugar a puerta cerrada y esperar como un chingo de gente ha esperado. Pero es dinero. Y la casa nunca pierde. Pierde el pueblo. #PuroSinaloa”.

¿Ustedes creen que le importaron esos justos reclamos a Quirino? ¡Claro que no! Esa noche de viernes, además de los dos estadios de beisbol abiertos en Sinaloa -en Culiacán y Los Mochis- se abrió el estadio de fútbol en Mazatlán. El propio gobernador rompió las reglas sanitarias. Cuando un diario nacional lo exhibió, mediante una foto, primero, tuvo el cinismo de señalar que era un “fotomontaje”. Cuando ya no lo pudo negar, se justificó, parcamente. Otro periodista, Iván Elenes, mostró como, al terminar el partido en Mazatlán, decenas de aficionados festejaron en la explanada del estadio, sin cubrebocas, distancia, ni nada (https://twitter.com/Ivan_Elenes/status/1317333968488787968).

El sábado, cuando ya se habían celebrado dos juegos en Ciudad Obregón y otros dos en Navojoa, el secretario de salud sonorense, Enrique Clausen, dijo que los estadios volverían a cerrarse. “Casualmente”, lo hizo después de que Yaquis y Mayos, los equipos de beisbol que juegan en esas ciudades, ya habían recibido dos buenas taquilla$. En Sinaloa, los estadios siguen abiertos.

La Organización Mundial de Salud se ha opuesto, hasta el cansancio, a la apertura de estadios. Pero el deporte profesional no enaltece, sino que es un vicio, un opio que consumen las masas y deja, por eso, mucho dinero. Dinero suficiente para corromper o chantajear autoridades, para dar ‘mordidas’ o amenazar con apoyar a un candidato rival en la siguiente elección. Y no es nada más en México. Lee Margo, alcalde republicano de El Paso, Texas, ciudad que vive un rebrote salvaje en estos días, prefirió cerrar restaurantes a las 9 de la noche antes que cerrar los estadios de los equipos profesionales. Margo busca su reelección el 3 de noviembre próximo.

Las únicas ciudades con equipos de beisbol de la LMP que no han permitido que se celebre ni un solo juego, son Zapopan, Monterrey y Mexicali. En el caso de Nuevo León, desde las autoridades estatales llegó el freno. En el de Zapopan, tuvo que ser el presidente municipal de ahí, Pablo Lemus, emecista, quien le negara el permiso a los Charros. En cuanto a Mexicali, la presidenta municipal, Marina del Pilar Ávila Olmeda, morenista, le corrigió, muy a tiempo, la plana al gobierno estatal, que había dado permiso de que los Águilas abrieran su estadio, pero ella dijo no. Ávila y Lemus mostraron el valor que no tuvieron en Sonora y Sinaloa. Ávila y Lemus también enfrentan elecciones en 2021, pero han sabido resistir.

Lo de Sonora y, sobre todo, lo de Sinaloa, solamente se explica en el típico marco de corrupción del que hace gala todo gobierno priista. Los Ley, dueños de la cadena de supermercados del mismo nombre, son también propietarios de los Tomateros. Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, lo es igualmente del equipo de fútbol en Mazatlán. El dinero todo lo compra y más cuando son fajos de billetes de 100 dólares entregados en maletas deportivas. Súmele a eso que Ordaz es un fanático irracional de los deportes profesionales y el caldo de cultivo está hecho.

Luego, está el nivel antropológico de los deportistas en México. La inmensa mayoría de jugadores son tipos iletrados, bajados del cerro a tamborazos, que, de repente, ganan dinero a montones porque Dios les dio un talento muy bien pagado. No por nada, uno de los más importantes jugadores mexicanos de la actualidad en las Grandes Ligas de beisbol, Roberto Osuna, fue encarcelado y castigado por golpear a su novia. Creyó que seguía en México, donde su directiva le hubiera ayudado a tapar el episodio.

Al día siguiente de empezar la temporada de beisbol, el mánager (entrenador) de los Tomateros, Benjamín Gil, quien también ha sido de los mexicanos “destacados” en las Grandes Ligas, hizo gala de esa bajísima cultura que atañe a los peloteros: pese a ser un caso activo de Covid-19, fue a un Starbucks en Culiacán, sin cubrebocas, diciendo “no pasa nada”. Gil se ufanó de ello y lo transmitió, en vivo, vía redes. Ese es el nivel cerril típico de su gremio.

Y lo corriente, lógicamente, atrae lo corriente. Quienes asisten a los estadios en México son rastacueros como ellos, aunque en miniatura. Tienen dinero para pagar un boleto, pero su cultura es pedestre y, por ende, su comportamiento es del mismo nivel. Son neandertales cuya única felicidad consiste en emborracharse y hacer alarde en un sitio público como un estadio. Que todos vean que “macho” es el tipo que se empina una cerveza, o lo “sexy” que se ve la aficionada que baila cual teibolera entre las gradas. Creen “empoderarse” con eso, pero únicamente hacen el ridículo y demuestran su bajo coeficiente intelectual. En el caso de la LMP, ese coctel decadente se complementa con narcocorridos retumbando en los altavoces, entre inning e inning. El beisbol de la LMP se vende como un espectáculo familiar cuando, en realidad, es un panal de miel hecho para atraer a ese público vulgar, con tres imanes: alcohol vendido en forma indiscriminada, música de banda y la posibilidad de exhibirse en una pantalla gigante, obteniendo 30 segundos de fama.

La apertura de estadios en Sonora y Sinaloa tendrá brutales consecuencias. Un solo partido, el Atalanta-Valencia, generó que la pandemia estallara, de la forma que lo hizo, en España e Italia, en marzo (he aquí la historia: https://www.mundodeportivo.com/futbol/20200326/48104356612/atalanta-valencia-coronavirusc-acelerador.html). Que en Baja California no se abra ningún estadio, o lo pagaremos todos…

P.D.: "Si algo nos pasa, es que quieren callarnos"

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com