/ jueves 28 de abril de 2022

Expediente Confidencial | Salvajismo pospandémico

La pandemia nos hizo más impacientes, más intolerantes, más irascibles y, por ende, más salvajes.

Ejemplos, por desgracia, sobran.

Desde asuntos banales, auténticas bagatelas, como lo de Will Smith, hasta otros graves, severos, como el enfrentamiento afuera de la planta cementera de Cruz Azul, en Tula.

Hay poca o nula tolerancia al otro, hay una impaciencia que, en muchos, es como una picazón insoportable, ingredientes que llevan a una ira explosiva, violenta, que propicia la toma de malas decisiones.

Todo eso tiene que ver con el cómo salió la sociedad al mundo tras la pandemia.

Muchas, muchas personas son una olla de presión, especialmente aquellos que, por una razón u otra, más resintieron el encierro. Y las válvulas de presión están explotando...

Ahí está el caso, en marzo, de la agresión de una alumna a otra en un Cecyte de Mexicali (le clavó un cutter en el cuello y, por fortuna, no la mató), por una divergencia como hay miles, a diario, en las preparatorias bajacalifornianas.

O el asesinato de Hugo Carbajal, en la Ciudad de México. Llega el vecino y, primero, lo quiere ahorcar, luego le clava un pedazo de copa en la yugular y lo mata, simplemente porque la fiesta era un escándalo.

Y la violencia, que sigue existiendo afuera de los estadios, manifestada en el portazo de aficionados de Chivas en un hotel donde se hospedaba su equipo, también en la CDMX; o la riña entre aficionados del Cruz Azul, el domingo pasado, afuera del Estadio Azteca, que, por cierto, la mayoría de medios 'tradicionales' ocultan, quizás porque esa es la línea ($) que les llega de la FMF. Qué lástima que José Ramón ya no sea el José Ramón de Imevisión...

Pero volviendo al tópico que abordamos, no es que esos confictos no existieran en 2019. Existían, pero no con esos decíbeles. Existían, pero no con esas consecuencias superlativas.

Antes de la pandemia, ya había un gran hartazgo. Recordemos que, en marzo de 2020, antes del encierro, tuvimos protestas feministas muy, muy violentas, con mucha rabia, más allá de los grupos que, típicamente, generan violencia en ese tipo de concentración, sean por la causa que sea.

También había un hartazgo económico, social... todos esos problemas no se resolvieron. Entramos y salimos de la pandemia y esos problemas ahí seguían, como el dinosaurio de Monterroso.

Por otro lado, la pandemia generó una especie de paréntesis, como el que provocaban las dictaduras de la segunda mitad del siglo 20, donde todo se controlaba/silenciaba y, al terminar ese periodo, venía una suerte de explosión, donde había toda clase de excesos, desde excesos pequeños, hasta excesos grandes. Recordemos la España post Franco y, sobre todo, a partir de Felipe González, el famoso Destape. Se vino, como una ola, ese descontrol, ese desenfreno, por tanta contención, por tanta represión, durante muchos años.

Entonces, sumemos contención con frustración, que ya existía. Viene el paréntesis, termina el paréntesis y nos encontramos con que el dinosaurio de Monterroso sigue ahí: ahí siguen los feminicidios, ahí sigue la desigualdad económica -y peor, con más inflación, con empleos peor pagados-, ahí sigue la inseguridad, ahí sigue la violencia del narco, ahí sigue la nula posibilidad de progresar -las casas y los autos son más caros que antes, incluso los alquileres-.

Y pues viene la tormenta perfecta: la rabia de lo que ya se había acumulado en 2019, más toda esa contención. Y ahí se pierden los estribos y sale la barbarie, sale el lado reptiliano, el lado más primitivo del hombre.

Hay, además, una suerte de concientización de la finitud, un despertar del sueño de eternidad. Para millones, la pandemia les recordó que la muerte, a cualquier edad, existe. Murieron personas de todas las edades. Entonces, esa conciencia de lo efímera que es la vida, ha provocado una especie de anhelo desesperado por tener lo que se busca en el ‘aquí y ahora’. No se puede esperar, no se quiere aguardar. Otro ingrediente para la impaciencia e intolerancia colectiva.

Por ello, la constante en este destape presuntamente post pandémico es lo salvaje, la barbarie, la violencia, porque es imposible que todo mundo tenga lo que quiere, cuando quiere.

Y digo presuntamente post pandémico, porque la visión gubernamental, conveniente a sus intereses, es de "esto ya se acabó", pero no hay certeza, siquiera, de que no estemos en el ojo del huracán, en un oasis.

Pero ahí está lo habitual en 2022: salvajismo.

IRRESPONSABILIDAD: No extraña de Hugo López Gatell, pero no por ello deja de ser irresponsable su anuncio de que la pandemia terminó en México. Ni en México, ni en el mundo. Ahí está lo que ocurre en China, particularmente en Shanghái, pero ahora también en Beijing. Esta nota de hoy, escrita por Sébastian Seibt, corresponsal de France 24 en aquel país, es un magnífico recordatorio de que esto no ha terminado: https://www.france24.com/es/asia-pac%C3%ADfico/20220428-china-covid19-beijing-shanghai-confinamiento

LOURDES: Ahora resulta que los autores intelectuales del homicidio de Lourdes Maldonado ya están presos. Y que son narcos ¿Qué le dije? Les tembló la mano para, siquiera, citar a declarar al ingeniero ¿Por qué al narco se le ocurrió matar a Lourdes justo en la semana en que le ganó un pleito laboral a PSN, y amagó con revelar todas sus transas? ¿Por qué no antes? Otro caso como el de Manuel Buendía, o peor, porque aquí ni a un Zorrilla van a castigar…

Por otro lado, una vez que ya obtuvimos el ‘chayote’ anual, se acabaron las exigencias de justicia por la “compañera”, la “amiga”, se terminaron las lágrimas de cocodrilo… Qué pena.

DESENTENDIMIENTO: “Hay, de cierta manera, un desentendimiento de la autoridad. Es muy fácil estar en un quinto, en un cuarto piso, con escoltas armados, mientras que nosotros tenemos que salir, nuestros hijos tienen que salir, día con día, nuestras hijas tienen que salir, día con día, a tomar un autobús, a salir a trabajar, a la escuela, y pues es difícil, como padre, tener que vivir eso, mientras quienes deberían de protegernos, a lo mejor, están muy cómodos, y no saben, y es la parte que queremos hacerles ver, que es muy necesario que tengan un poco más de empatía, como autoridades, y ver lo que está pasando…”. Lo dijo Gonzalo Moreno, padre de Kevin, desaparecido, desde hace un mes, en la capital del estado, en una entrevista a la televisión local.

P.D.: Si algo nos pasa, buscan callarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

La pandemia nos hizo más impacientes, más intolerantes, más irascibles y, por ende, más salvajes.

Ejemplos, por desgracia, sobran.

Desde asuntos banales, auténticas bagatelas, como lo de Will Smith, hasta otros graves, severos, como el enfrentamiento afuera de la planta cementera de Cruz Azul, en Tula.

Hay poca o nula tolerancia al otro, hay una impaciencia que, en muchos, es como una picazón insoportable, ingredientes que llevan a una ira explosiva, violenta, que propicia la toma de malas decisiones.

Todo eso tiene que ver con el cómo salió la sociedad al mundo tras la pandemia.

Muchas, muchas personas son una olla de presión, especialmente aquellos que, por una razón u otra, más resintieron el encierro. Y las válvulas de presión están explotando...

Ahí está el caso, en marzo, de la agresión de una alumna a otra en un Cecyte de Mexicali (le clavó un cutter en el cuello y, por fortuna, no la mató), por una divergencia como hay miles, a diario, en las preparatorias bajacalifornianas.

O el asesinato de Hugo Carbajal, en la Ciudad de México. Llega el vecino y, primero, lo quiere ahorcar, luego le clava un pedazo de copa en la yugular y lo mata, simplemente porque la fiesta era un escándalo.

Y la violencia, que sigue existiendo afuera de los estadios, manifestada en el portazo de aficionados de Chivas en un hotel donde se hospedaba su equipo, también en la CDMX; o la riña entre aficionados del Cruz Azul, el domingo pasado, afuera del Estadio Azteca, que, por cierto, la mayoría de medios 'tradicionales' ocultan, quizás porque esa es la línea ($) que les llega de la FMF. Qué lástima que José Ramón ya no sea el José Ramón de Imevisión...

Pero volviendo al tópico que abordamos, no es que esos confictos no existieran en 2019. Existían, pero no con esos decíbeles. Existían, pero no con esas consecuencias superlativas.

Antes de la pandemia, ya había un gran hartazgo. Recordemos que, en marzo de 2020, antes del encierro, tuvimos protestas feministas muy, muy violentas, con mucha rabia, más allá de los grupos que, típicamente, generan violencia en ese tipo de concentración, sean por la causa que sea.

También había un hartazgo económico, social... todos esos problemas no se resolvieron. Entramos y salimos de la pandemia y esos problemas ahí seguían, como el dinosaurio de Monterroso.

Por otro lado, la pandemia generó una especie de paréntesis, como el que provocaban las dictaduras de la segunda mitad del siglo 20, donde todo se controlaba/silenciaba y, al terminar ese periodo, venía una suerte de explosión, donde había toda clase de excesos, desde excesos pequeños, hasta excesos grandes. Recordemos la España post Franco y, sobre todo, a partir de Felipe González, el famoso Destape. Se vino, como una ola, ese descontrol, ese desenfreno, por tanta contención, por tanta represión, durante muchos años.

Entonces, sumemos contención con frustración, que ya existía. Viene el paréntesis, termina el paréntesis y nos encontramos con que el dinosaurio de Monterroso sigue ahí: ahí siguen los feminicidios, ahí sigue la desigualdad económica -y peor, con más inflación, con empleos peor pagados-, ahí sigue la inseguridad, ahí sigue la violencia del narco, ahí sigue la nula posibilidad de progresar -las casas y los autos son más caros que antes, incluso los alquileres-.

Y pues viene la tormenta perfecta: la rabia de lo que ya se había acumulado en 2019, más toda esa contención. Y ahí se pierden los estribos y sale la barbarie, sale el lado reptiliano, el lado más primitivo del hombre.

Hay, además, una suerte de concientización de la finitud, un despertar del sueño de eternidad. Para millones, la pandemia les recordó que la muerte, a cualquier edad, existe. Murieron personas de todas las edades. Entonces, esa conciencia de lo efímera que es la vida, ha provocado una especie de anhelo desesperado por tener lo que se busca en el ‘aquí y ahora’. No se puede esperar, no se quiere aguardar. Otro ingrediente para la impaciencia e intolerancia colectiva.

Por ello, la constante en este destape presuntamente post pandémico es lo salvaje, la barbarie, la violencia, porque es imposible que todo mundo tenga lo que quiere, cuando quiere.

Y digo presuntamente post pandémico, porque la visión gubernamental, conveniente a sus intereses, es de "esto ya se acabó", pero no hay certeza, siquiera, de que no estemos en el ojo del huracán, en un oasis.

Pero ahí está lo habitual en 2022: salvajismo.

IRRESPONSABILIDAD: No extraña de Hugo López Gatell, pero no por ello deja de ser irresponsable su anuncio de que la pandemia terminó en México. Ni en México, ni en el mundo. Ahí está lo que ocurre en China, particularmente en Shanghái, pero ahora también en Beijing. Esta nota de hoy, escrita por Sébastian Seibt, corresponsal de France 24 en aquel país, es un magnífico recordatorio de que esto no ha terminado: https://www.france24.com/es/asia-pac%C3%ADfico/20220428-china-covid19-beijing-shanghai-confinamiento

LOURDES: Ahora resulta que los autores intelectuales del homicidio de Lourdes Maldonado ya están presos. Y que son narcos ¿Qué le dije? Les tembló la mano para, siquiera, citar a declarar al ingeniero ¿Por qué al narco se le ocurrió matar a Lourdes justo en la semana en que le ganó un pleito laboral a PSN, y amagó con revelar todas sus transas? ¿Por qué no antes? Otro caso como el de Manuel Buendía, o peor, porque aquí ni a un Zorrilla van a castigar…

Por otro lado, una vez que ya obtuvimos el ‘chayote’ anual, se acabaron las exigencias de justicia por la “compañera”, la “amiga”, se terminaron las lágrimas de cocodrilo… Qué pena.

DESENTENDIMIENTO: “Hay, de cierta manera, un desentendimiento de la autoridad. Es muy fácil estar en un quinto, en un cuarto piso, con escoltas armados, mientras que nosotros tenemos que salir, nuestros hijos tienen que salir, día con día, nuestras hijas tienen que salir, día con día, a tomar un autobús, a salir a trabajar, a la escuela, y pues es difícil, como padre, tener que vivir eso, mientras quienes deberían de protegernos, a lo mejor, están muy cómodos, y no saben, y es la parte que queremos hacerles ver, que es muy necesario que tengan un poco más de empatía, como autoridades, y ver lo que está pasando…”. Lo dijo Gonzalo Moreno, padre de Kevin, desaparecido, desde hace un mes, en la capital del estado, en una entrevista a la televisión local.

P.D.: Si algo nos pasa, buscan callarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com