/ jueves 26 de mayo de 2022

Expediente Confidencial | Si la masacre hubiese sido aquí...

Si Salvador Ramos hubiese cometido la masacre de Uvalde en México, la discusión no sería si hay que restringir las armas o sobre los problemas de salud mental de esta generación de jóvenes. La discusión sería otra.

De entrada, en su conferencia de prensa matutina, el presidente López Obrador no condenaría el acto, ni sentiría dolor alguno por las niñas y niños asesinados. Lejos de eso, diría algo como lo siguiente: "Salvador Ramos era un muchacho bueno, que estaba así de afectado debido a la educación neoliberal que recibió en la escuela".

"Estuvo muy mal que los policías lo abatieran. Había que cuidarlo, respetarle sus derechos. Hay que actuar con humanismo. Pues si las cosas en México ya cambiaron. Ya no estamos en la época del egoísmo neoliberal. Abrazos, no balazos. Y que se vayan al carajo quienes no estén de acuerdo", expresaría con molestia.

Y es que el centro del debate giraría en torno al hecho de que los policías lo hubiesen abatido, para evitar que siguiera asesinando niñas y niños.

La CNDH hubiese exigido que esos policías fuesen castigados, por no respetar los "derechos" del asesino, ni hacer "uso adecuado de la fuerza".

Organizaciones de la sociedad civil también condenarían "la represión" contra Ramos y que se le hubiera frenado a tiros.

No faltaría el activista que declarara: "Ya basta de criminalizar a los jóvenes, quienes no tienen culpa de los actos que cometen".

Durante varios días, medios como La Jornada, "periodistas" como Julio Hernández y Álvaro Delgado, "analistas" como John Ackermann, Roberto Zamarripa y Jorge Zepeda Patterson, "influencers" como Antonio Attolini y Estefanía Veloz, harían sesudas disertaciones y entablarían anchurosos debates sobre "la criminalización que la sociedad hace de las juventudes (sic) como Salvador Ramos, desde una óptica de buenos y malos".

Acerca de las niñas y los niños asesinados por Ramos, de las maestras ultimadas por sus tiros, nadie diría ni media palabra. No sería tema del debate. Si acaso, alguno de los citados en el anterior párrafo manifestaría que "son víctimas colaterales de la educación neoliberal que recibió Salvador".

Del respeto a la ley, de la responsabilidad que tenía el asesino de cumplirla, no se mencionaría nada. De la venta indiscriminada de armas a un joven, menos. En cambio sí sería presentada, ipso facto, una iniciativa -de Morena o Movimiento Ciudadano- para evitar que los policías "hagan uso indiscriminado de la fuerza contra nuestros jóvenes".

"Es una tristeza que jóvenes con tanto futuro, como Salvador Ramos, vean cortada su existencia por una policía que no cumple los derechos humanos", diría Jorge Álvarez Máynez, en sus redes, obteniendo, casi al instante, el 'like' de Luis Donaldo Colosio Riojas, Samuel García y Mariana Rodríguez.

La abuela de Ramos, tiroteada por el mismo, habría sido obligada por el gobierno y varios de sus familiares a declarar, públicamente, su exculpación al nieto: "Yo lo perdono, porque era un buen muchacho y nada más tuvo un momento de confusión". Enseguida, vendría el aplauso atronador del oficialismo. "Para sanar la violencia, nada como el perdón", tuitearía Beatriz Gutiérrez Müeller...

"Vuela alto, Salvador. No tienes la culpa de haber recibido educación neoliberal. Y en ese sentido seré puntual. Hoy más que nunca, es un honor estar con Obrador", diría, en verso, como tanto le gusta, Julieta Ramirez, desde la tribuna de San Lázaro. No pocos morenistas, incluyendo a su coordinador, Ignacio Mier, soltarían lágrimas.

Para las niños y los niños asesinados, en cambio, no habría versos, ni prosas.

Semanas después, el escenario ya tendría una demanda civil de la familia de Salvador contra los policías, exigiendo la "reparación del daño", por 10 millones de pesos, asesorados por abogados de una ONG "que vela por los derechos humanos".

Los policías que abatieron a Salvador, impidiendo que asesinara a más niñas y niños, ya estarían encarcelados. Y las ONG pedirían una pena de 50 a 70 años de prisión "por uso indebido de la fuerza".

No habría político morenista o de MC, que no trajera en sus redes el hashtag #todossomossalvador

"Hoy fue Salvador. Mañana pueden ser nuestros hijos", publicaría, en su Twitter, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

Y quizás algún periodista haría notar lo absurdo de estar venerando al criminal, en vez de honrar la memoria de sus víctimas...

Ante esas expresiones, el presidente, resuelto, sentenciaría: "Son las típicas ideas de los conservadores, que están muy enojados por la transformación. Debieran serenarse y entender que, en México, las cosas ya cambiaron, ya no tenemos esa visión neoliberal"...

No cabe duda, si la masacre de Uvalde hubiese sido perpetrada en México, en 2050 habría calles, plazas y hasta alguna escuela primaria con el nombre de Salvador Ramos...

Vileza

Como bien dijimos ayer, la masacre de Uvalde no moverá a ninguna reflexión de los políticos estadounidenses, pero sí será un arma arrojadiza electoral.

Para muestra, la conducta vil del candidato del Partido Demócrata a la gubernatura de Texas, Robert O'Rourke, al irrumpir en la conferencia de prensa del gobernador Greg Abbott, con quien disputará el cargo en noviembre.

O'Rourke, histriónico, culpó al gobernador de la masacre, en un lance electorero, lo cual es realmente patético y deleznable, pues implica la utilización política del homicidio de 19 niñas y niños.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Si Salvador Ramos hubiese cometido la masacre de Uvalde en México, la discusión no sería si hay que restringir las armas o sobre los problemas de salud mental de esta generación de jóvenes. La discusión sería otra.

De entrada, en su conferencia de prensa matutina, el presidente López Obrador no condenaría el acto, ni sentiría dolor alguno por las niñas y niños asesinados. Lejos de eso, diría algo como lo siguiente: "Salvador Ramos era un muchacho bueno, que estaba así de afectado debido a la educación neoliberal que recibió en la escuela".

"Estuvo muy mal que los policías lo abatieran. Había que cuidarlo, respetarle sus derechos. Hay que actuar con humanismo. Pues si las cosas en México ya cambiaron. Ya no estamos en la época del egoísmo neoliberal. Abrazos, no balazos. Y que se vayan al carajo quienes no estén de acuerdo", expresaría con molestia.

Y es que el centro del debate giraría en torno al hecho de que los policías lo hubiesen abatido, para evitar que siguiera asesinando niñas y niños.

La CNDH hubiese exigido que esos policías fuesen castigados, por no respetar los "derechos" del asesino, ni hacer "uso adecuado de la fuerza".

Organizaciones de la sociedad civil también condenarían "la represión" contra Ramos y que se le hubiera frenado a tiros.

No faltaría el activista que declarara: "Ya basta de criminalizar a los jóvenes, quienes no tienen culpa de los actos que cometen".

Durante varios días, medios como La Jornada, "periodistas" como Julio Hernández y Álvaro Delgado, "analistas" como John Ackermann, Roberto Zamarripa y Jorge Zepeda Patterson, "influencers" como Antonio Attolini y Estefanía Veloz, harían sesudas disertaciones y entablarían anchurosos debates sobre "la criminalización que la sociedad hace de las juventudes (sic) como Salvador Ramos, desde una óptica de buenos y malos".

Acerca de las niñas y los niños asesinados por Ramos, de las maestras ultimadas por sus tiros, nadie diría ni media palabra. No sería tema del debate. Si acaso, alguno de los citados en el anterior párrafo manifestaría que "son víctimas colaterales de la educación neoliberal que recibió Salvador".

Del respeto a la ley, de la responsabilidad que tenía el asesino de cumplirla, no se mencionaría nada. De la venta indiscriminada de armas a un joven, menos. En cambio sí sería presentada, ipso facto, una iniciativa -de Morena o Movimiento Ciudadano- para evitar que los policías "hagan uso indiscriminado de la fuerza contra nuestros jóvenes".

"Es una tristeza que jóvenes con tanto futuro, como Salvador Ramos, vean cortada su existencia por una policía que no cumple los derechos humanos", diría Jorge Álvarez Máynez, en sus redes, obteniendo, casi al instante, el 'like' de Luis Donaldo Colosio Riojas, Samuel García y Mariana Rodríguez.

La abuela de Ramos, tiroteada por el mismo, habría sido obligada por el gobierno y varios de sus familiares a declarar, públicamente, su exculpación al nieto: "Yo lo perdono, porque era un buen muchacho y nada más tuvo un momento de confusión". Enseguida, vendría el aplauso atronador del oficialismo. "Para sanar la violencia, nada como el perdón", tuitearía Beatriz Gutiérrez Müeller...

"Vuela alto, Salvador. No tienes la culpa de haber recibido educación neoliberal. Y en ese sentido seré puntual. Hoy más que nunca, es un honor estar con Obrador", diría, en verso, como tanto le gusta, Julieta Ramirez, desde la tribuna de San Lázaro. No pocos morenistas, incluyendo a su coordinador, Ignacio Mier, soltarían lágrimas.

Para las niños y los niños asesinados, en cambio, no habría versos, ni prosas.

Semanas después, el escenario ya tendría una demanda civil de la familia de Salvador contra los policías, exigiendo la "reparación del daño", por 10 millones de pesos, asesorados por abogados de una ONG "que vela por los derechos humanos".

Los policías que abatieron a Salvador, impidiendo que asesinara a más niñas y niños, ya estarían encarcelados. Y las ONG pedirían una pena de 50 a 70 años de prisión "por uso indebido de la fuerza".

No habría político morenista o de MC, que no trajera en sus redes el hashtag #todossomossalvador

"Hoy fue Salvador. Mañana pueden ser nuestros hijos", publicaría, en su Twitter, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.

Y quizás algún periodista haría notar lo absurdo de estar venerando al criminal, en vez de honrar la memoria de sus víctimas...

Ante esas expresiones, el presidente, resuelto, sentenciaría: "Son las típicas ideas de los conservadores, que están muy enojados por la transformación. Debieran serenarse y entender que, en México, las cosas ya cambiaron, ya no tenemos esa visión neoliberal"...

No cabe duda, si la masacre de Uvalde hubiese sido perpetrada en México, en 2050 habría calles, plazas y hasta alguna escuela primaria con el nombre de Salvador Ramos...

Vileza

Como bien dijimos ayer, la masacre de Uvalde no moverá a ninguna reflexión de los políticos estadounidenses, pero sí será un arma arrojadiza electoral.

Para muestra, la conducta vil del candidato del Partido Demócrata a la gubernatura de Texas, Robert O'Rourke, al irrumpir en la conferencia de prensa del gobernador Greg Abbott, con quien disputará el cargo en noviembre.

O'Rourke, histriónico, culpó al gobernador de la masacre, en un lance electorero, lo cual es realmente patético y deleznable, pues implica la utilización política del homicidio de 19 niñas y niños.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com