/ sábado 18 de septiembre de 2021

Expediente Confidencial | TNT

"El TNT explota cuando un objeto de 2 kg. de masa cae sobre él desde 35 cm. de altura", ilustran Fidalgo y Fernández en su texto didáctico 'Física y Química. 1o. de bachillerato". Sin embargo, en el laboratorio mediático, toda fórmula es volátil. No se requiere que el rating caiga desde 35 centímetros de altura, para que un proyecto televisivo estalle.

Y, a juzgar por lo visto durante su primera transmisión, el plan de WarnerMedia para destronar a Fox Sports en México, emitiendo la Champions League en sus canales TNT y Cinemax, va camino a una deflagración... o hacer agua, quizás lenta y paulatinamente, tal vez rápida y aceleradamente. Y una vez en las profundidades del océano televisivo, cual submarino emproblemado, estallar.

PAVO

Justo cuando van a cumplirse 20 años de la fallida asonada de DirecTV, al hacerse de los derechos televisivos del mundial futbolístico celebrado en Corea y Japón, los directivos de WarnerMedia buscan entonar una melodía interpretada por un ex futbolista del Real Madrid. Pero no el himno de la Champions, sino "Con la misma piedra", aquella magnífica prosa escrita por Jorge Massías, internacionalizada en la voz de Julio Iglesias.

El 12 de noviembre de 2001, un día después de que México venciera 3-0 a Honduras en el Azteca y calificara, por los pelos, a dicha justa asiática, en los principales diarios nacionales de la época se publicó un gigantesco desplegado, de doble plana, a color, de DirecTV que anunciaba o, más bien, amenazaba: “11 mexicanos consiguieron su boleto al mundial. A los otros 100 millones los lleva

DirecTV cometió el mismo par de errores en los que, 20 años después, cae WarnerMedia: invertir una fuerte cantidad de dinero en los derechos de un evento futbolístico con la idea de que será el as bajo la manga que le permitirá destronar a su competencia, porque acarreará a miles de fieles; y no tener un ‘background’ detrás para transmitirlo, esto es, las capacidades en producción y talento para respaldar esa apuesta.

En su día, DirecTV no solamente compró los derechos del mundial de fútbol para México, sino también en Argentina, Uruguay, Colombia, Chile y Venezuela. Pagó 440 millones de dólares y, muy pronto, esa inversión se convirtió en una losa de pérdidas, por la visión de sus directivos, cuya talla era la de un aficionado de pub y no la de gerentes analíticos.

Todavía seguro de su apuesta, DirecTV arrinconó a Televisa y TV Azteca, cediéndoles los derechos de únicamente 18 de 64 partidos, incluidos los de la selección mexicana. Sin embargo, a diferencia de los panes, las antenitas directevianas jamás se multiplicaron. Por otra parte, DirecTV no tenía narradores de peso -algo clave cuando se van a emitir deportes de conjunto- para atraer a los aficionados a un evento balompédico que, además, ocurriría en horas de la madrugada para el territorio mexicano -otro ‘pequeño’ cálculo que no hicieron-.

Cundió entonces la desesperación, para tratar de ocultar el daño autoinfligido. Igual que hizo en Argentina, DirecTV acabó tejiendo un acuerdo con una televisora abierta de medio pelo, como CNI, cediéndole 40 partidos a cambio del 97.5% de la comercialización. Como CNI tampoco tenía un equipo de comentaristas, hicieron otro pacto con Estadio W, propiedad de Alejandro Burillo Azcárraga, primo del dueño de Televisa, pero peleado con este.

Al final, DirecTV sobreestimó la animadversión del mexicano promedio hacia Televisa y el nivel que tiene el entretenimiento en su orden de prioridades, siempre relacionado con el dinero que hay en casa. Ni los aficionados apoyaron con algarabía a la empresa que había logrado la hazaña de arrebatarle, chequera en mano, el mundial a Televisa, ni el clasemediero dejó masivamente a las cableras, cuya mensualidad costaba menos pesos. Serían los mismos errores de cálculo que cometería Claro, 15 años después, al hacerse de los derechos para emitir los Juegos Olímpicos. Errores que pasan porque se centraron en las posiciones del cliente -la presunta animadversión al duopolio televisivo y que, si un clasemediero se gasta 300 pesos en una ida al cine, ¿por qué no habría de pagar eso mismo por su emisión favorita de TV?- y no en sus intereses -el mexicano odia porque ama; y detesta que le impongan un gasto, cosa que aplica igual al ‘gasolinazo’ que a DirecTV-. Pero Claro pudo sobrevivir al tropiezo de 2016 porque a Carlos Slim le sobra dinero hasta para equivocarse. A DirecTV no…

DirecTV, que tenía 250 mil suscriptores en México, frente a los 687 mil de Sky, no pudo romperle el espinazo a su competencia con la posesión del mundial. Peor aún: DirecTV acabó vendiendo, en 2005, sus ruinas a Sky, empresa que se quedó con sus abonados, pero, sobre todo, con los derechos de las copas mundiales de la FIFA. Como el pavo que bailaba de forma procaz en sus spots, DirecTV acabó en la mesa de un comensal que, a la postre, fue el competidor que intentó superar.

Lastimero colofón.

CONEJO

Ahora, WarnerMedia decidió pasar únicamente 71 juegos de la Champions en TV, a través de sus canales TNT y Cinemax, mientras que el resto serán exclusivamente para los suscriptores de HBO Max.

WarnerMedia no pretende hacerse con la zalea de Televisa y TV Azteca, porque ambas cadenas, en plena decadencia financiera, ya no tienen para invertir en un torneo que no les devuelve lo que gastan en sus derechos. Y ya no son las épocas donde Televisa ganaba tanto dinero que podía comprar hasta emisiones deportivas que veía el 0.1% de la población, como el futbol americano colegial de Estados Unidos.

Lo que desea WarnerMedia es cazar a Netflix y, eventualmente, a Disney+. Pero, de momento, lejos de emular a Orión, más bien hace el papel de Elmer, aquel personaje de sus caricaturas, calvo, provisto de una escopeta, pero torpe.

Más allá de la devoción que algunos -y me cuento entre ellos- le profesamos a ese torneo de clubes, la Champions le interesa, como espectáculo televisivo, a un puñado muy escueto de la población mexicana, en parte, porque sus encuentros suceden en un horario laboral y escolar. Ahí está el primer detalle.

El supuesto ‘gancho’ de poder ver los juegos, a la hora que sea, en HBO Max, es muestra del desconocimiento de WarnerMedia respecto a los fans deportivos. El 99% de estos no perderían 90 minutos en ver un juego que ya saben cómo quedó, cuando pueden ver un resumen de cinco, en Internet. Peor aún si hablamos de las nuevas generaciones, que desean obtener todo con la rapidez que un Alka-Seltzer se deshace.

Dicho de otra forma: nadie armaría maratones de la Champions, como si fuesen episodios de ‘Wandavisión’ o ‘Gambito de Dama’.

Y luego, viene el mismo tema con que tropezaron DirecTV y Claro: la inmensa mayoría de los comentaristas de peso están amarrados, mediante contratos multianuales, a sus televisoras. Y crear un Martinoli, un ‘Perro’ Bermúdez, un José Ramón, o un André Marín, no es cosa fácil.

Para transmitir la Champions, WarnerMedia se hizo de “refuerzos” que son de segunda división: unos cuantos comentaristas, jóvenes y con inmensas carencias, que trabajaban en Sky, donde comentaron los juegos de la última Eurocopa que no se emitieron en TV abierta, más dos fichajes supuestamente estelares para acuerpar ese famélico talento: Luis ‘El Matador’ Hernández y Marion Reimers.

Y decimos supuestamente estelares, porque Hernández, que salió con saco y corte de pelo a lo Ciro Gómez Leyva, dista de ser un ex futbolista simpático para muchos, como si lo es Jorge Campos. Hernández fue uno de esos ‘Kikines’ Fonseca que, cada cierto tiempo, aparecen en el balompié mexicano: tres o cuatro años buenos, más siete u ocho de regulares a malos, algún mundial y fallas grotescas que guarda la memoria colectiva. Los que vieron a Hernández, personas todas de 30 años para arriba, lo recuerdan más por aquella falla imperdonable ante Alemania y su espantoso juego ante Estados Unidos, cuatro años más tarde, que por sus pocos momentos brillantes.

En cuanto a Reimers, duró años en Fox Sports, sin ganarse las simpatías de un auditorio que observó un inmerecido regalo en su presencia comentando juegos de la Champions y, por ello, la caracterizó como una imposición, situación que dejan de manifiesto los abundantes comentarios de rechazo, en las redes sociales de WarnerMedia, en cuanto a su contratación…

El error de Reimers es que ha enfocado su carrera en un obsesivo afán por no ser lo que Raúl Astor, en los ochentas y con indudable misoginia, definía como el “atractivo visual”. Sin embargo, en su anhelo de ser contraste, Marion se ha ido al otro extremo, queriendo ser una piedra de toque de carne y hueso, respecto al papel de sus propias compañeras en los medios de comunicación deportivos… y al de los televidentes, mayoritariamente hombres. Su atuendo en la primera transmisión -blusa de manga larga y cuello de tortuga- refleja esa obsesión por los símbolos, que, a ratos, pareciera enviar un mensaje inquisitorial: un escote hace menos a una comentarista deportiva. Hay una línea delgada entre ser Amelia Earhart o María del Corro.

Eso no quiere decir que TNT Sports prescinda de ese “atractivo visual”. La cosificación femenina ahí sigue, presente en el medio tiempo de cada juego, pero Reimers es, a la par, coartada y justificación en el área de ventas.

Por otro lado, en algo que DirecTV y Claro no tuvieron que cargar, está la herida infligida al público de esos canales, TNT y Cinemax que, desde esta semana, han visto como les meten ocho horas de fútbol -cuatro de juegos, más otras cuatro de tres programas dedicados al comentario y análisis de asuntos balompédicos- en dos señales que estaban dedicadas 100% al cine. WarnerMedia, tal vez, cree que, si el box funcionó en Space, otro de sus canales dedicados al cine, lo mismo pasará aquí. Pequeño detalle: una cosa es romper la parrilla, de vez en cuando, para transmitir una pelea de box que, en muchas ocasiones, resulta esperada hasta por los no tan doctos, y otra es que, cada semana, se pretenda convertir dos señales para cinéfilos -un perfil bastante alejado de un aficionado promedio de fútbol-, en la competencia de Fox Sports o ESPN.

El final de la aventura de WarnerMedia en la Champions es previsible: Ni HBOMax rebasará a Netflix, ni TNT Sports destronará a Fox en la TV deportiva. Y, al final, Bugs Bunny, el emblemático conejo animado de esa compañía, terminará como el pavo de DirecTV: engalanando una cena de algún consorcio televisivo.


Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

"El TNT explota cuando un objeto de 2 kg. de masa cae sobre él desde 35 cm. de altura", ilustran Fidalgo y Fernández en su texto didáctico 'Física y Química. 1o. de bachillerato". Sin embargo, en el laboratorio mediático, toda fórmula es volátil. No se requiere que el rating caiga desde 35 centímetros de altura, para que un proyecto televisivo estalle.

Y, a juzgar por lo visto durante su primera transmisión, el plan de WarnerMedia para destronar a Fox Sports en México, emitiendo la Champions League en sus canales TNT y Cinemax, va camino a una deflagración... o hacer agua, quizás lenta y paulatinamente, tal vez rápida y aceleradamente. Y una vez en las profundidades del océano televisivo, cual submarino emproblemado, estallar.

PAVO

Justo cuando van a cumplirse 20 años de la fallida asonada de DirecTV, al hacerse de los derechos televisivos del mundial futbolístico celebrado en Corea y Japón, los directivos de WarnerMedia buscan entonar una melodía interpretada por un ex futbolista del Real Madrid. Pero no el himno de la Champions, sino "Con la misma piedra", aquella magnífica prosa escrita por Jorge Massías, internacionalizada en la voz de Julio Iglesias.

El 12 de noviembre de 2001, un día después de que México venciera 3-0 a Honduras en el Azteca y calificara, por los pelos, a dicha justa asiática, en los principales diarios nacionales de la época se publicó un gigantesco desplegado, de doble plana, a color, de DirecTV que anunciaba o, más bien, amenazaba: “11 mexicanos consiguieron su boleto al mundial. A los otros 100 millones los lleva

DirecTV cometió el mismo par de errores en los que, 20 años después, cae WarnerMedia: invertir una fuerte cantidad de dinero en los derechos de un evento futbolístico con la idea de que será el as bajo la manga que le permitirá destronar a su competencia, porque acarreará a miles de fieles; y no tener un ‘background’ detrás para transmitirlo, esto es, las capacidades en producción y talento para respaldar esa apuesta.

En su día, DirecTV no solamente compró los derechos del mundial de fútbol para México, sino también en Argentina, Uruguay, Colombia, Chile y Venezuela. Pagó 440 millones de dólares y, muy pronto, esa inversión se convirtió en una losa de pérdidas, por la visión de sus directivos, cuya talla era la de un aficionado de pub y no la de gerentes analíticos.

Todavía seguro de su apuesta, DirecTV arrinconó a Televisa y TV Azteca, cediéndoles los derechos de únicamente 18 de 64 partidos, incluidos los de la selección mexicana. Sin embargo, a diferencia de los panes, las antenitas directevianas jamás se multiplicaron. Por otra parte, DirecTV no tenía narradores de peso -algo clave cuando se van a emitir deportes de conjunto- para atraer a los aficionados a un evento balompédico que, además, ocurriría en horas de la madrugada para el territorio mexicano -otro ‘pequeño’ cálculo que no hicieron-.

Cundió entonces la desesperación, para tratar de ocultar el daño autoinfligido. Igual que hizo en Argentina, DirecTV acabó tejiendo un acuerdo con una televisora abierta de medio pelo, como CNI, cediéndole 40 partidos a cambio del 97.5% de la comercialización. Como CNI tampoco tenía un equipo de comentaristas, hicieron otro pacto con Estadio W, propiedad de Alejandro Burillo Azcárraga, primo del dueño de Televisa, pero peleado con este.

Al final, DirecTV sobreestimó la animadversión del mexicano promedio hacia Televisa y el nivel que tiene el entretenimiento en su orden de prioridades, siempre relacionado con el dinero que hay en casa. Ni los aficionados apoyaron con algarabía a la empresa que había logrado la hazaña de arrebatarle, chequera en mano, el mundial a Televisa, ni el clasemediero dejó masivamente a las cableras, cuya mensualidad costaba menos pesos. Serían los mismos errores de cálculo que cometería Claro, 15 años después, al hacerse de los derechos para emitir los Juegos Olímpicos. Errores que pasan porque se centraron en las posiciones del cliente -la presunta animadversión al duopolio televisivo y que, si un clasemediero se gasta 300 pesos en una ida al cine, ¿por qué no habría de pagar eso mismo por su emisión favorita de TV?- y no en sus intereses -el mexicano odia porque ama; y detesta que le impongan un gasto, cosa que aplica igual al ‘gasolinazo’ que a DirecTV-. Pero Claro pudo sobrevivir al tropiezo de 2016 porque a Carlos Slim le sobra dinero hasta para equivocarse. A DirecTV no…

DirecTV, que tenía 250 mil suscriptores en México, frente a los 687 mil de Sky, no pudo romperle el espinazo a su competencia con la posesión del mundial. Peor aún: DirecTV acabó vendiendo, en 2005, sus ruinas a Sky, empresa que se quedó con sus abonados, pero, sobre todo, con los derechos de las copas mundiales de la FIFA. Como el pavo que bailaba de forma procaz en sus spots, DirecTV acabó en la mesa de un comensal que, a la postre, fue el competidor que intentó superar.

Lastimero colofón.

CONEJO

Ahora, WarnerMedia decidió pasar únicamente 71 juegos de la Champions en TV, a través de sus canales TNT y Cinemax, mientras que el resto serán exclusivamente para los suscriptores de HBO Max.

WarnerMedia no pretende hacerse con la zalea de Televisa y TV Azteca, porque ambas cadenas, en plena decadencia financiera, ya no tienen para invertir en un torneo que no les devuelve lo que gastan en sus derechos. Y ya no son las épocas donde Televisa ganaba tanto dinero que podía comprar hasta emisiones deportivas que veía el 0.1% de la población, como el futbol americano colegial de Estados Unidos.

Lo que desea WarnerMedia es cazar a Netflix y, eventualmente, a Disney+. Pero, de momento, lejos de emular a Orión, más bien hace el papel de Elmer, aquel personaje de sus caricaturas, calvo, provisto de una escopeta, pero torpe.

Más allá de la devoción que algunos -y me cuento entre ellos- le profesamos a ese torneo de clubes, la Champions le interesa, como espectáculo televisivo, a un puñado muy escueto de la población mexicana, en parte, porque sus encuentros suceden en un horario laboral y escolar. Ahí está el primer detalle.

El supuesto ‘gancho’ de poder ver los juegos, a la hora que sea, en HBO Max, es muestra del desconocimiento de WarnerMedia respecto a los fans deportivos. El 99% de estos no perderían 90 minutos en ver un juego que ya saben cómo quedó, cuando pueden ver un resumen de cinco, en Internet. Peor aún si hablamos de las nuevas generaciones, que desean obtener todo con la rapidez que un Alka-Seltzer se deshace.

Dicho de otra forma: nadie armaría maratones de la Champions, como si fuesen episodios de ‘Wandavisión’ o ‘Gambito de Dama’.

Y luego, viene el mismo tema con que tropezaron DirecTV y Claro: la inmensa mayoría de los comentaristas de peso están amarrados, mediante contratos multianuales, a sus televisoras. Y crear un Martinoli, un ‘Perro’ Bermúdez, un José Ramón, o un André Marín, no es cosa fácil.

Para transmitir la Champions, WarnerMedia se hizo de “refuerzos” que son de segunda división: unos cuantos comentaristas, jóvenes y con inmensas carencias, que trabajaban en Sky, donde comentaron los juegos de la última Eurocopa que no se emitieron en TV abierta, más dos fichajes supuestamente estelares para acuerpar ese famélico talento: Luis ‘El Matador’ Hernández y Marion Reimers.

Y decimos supuestamente estelares, porque Hernández, que salió con saco y corte de pelo a lo Ciro Gómez Leyva, dista de ser un ex futbolista simpático para muchos, como si lo es Jorge Campos. Hernández fue uno de esos ‘Kikines’ Fonseca que, cada cierto tiempo, aparecen en el balompié mexicano: tres o cuatro años buenos, más siete u ocho de regulares a malos, algún mundial y fallas grotescas que guarda la memoria colectiva. Los que vieron a Hernández, personas todas de 30 años para arriba, lo recuerdan más por aquella falla imperdonable ante Alemania y su espantoso juego ante Estados Unidos, cuatro años más tarde, que por sus pocos momentos brillantes.

En cuanto a Reimers, duró años en Fox Sports, sin ganarse las simpatías de un auditorio que observó un inmerecido regalo en su presencia comentando juegos de la Champions y, por ello, la caracterizó como una imposición, situación que dejan de manifiesto los abundantes comentarios de rechazo, en las redes sociales de WarnerMedia, en cuanto a su contratación…

El error de Reimers es que ha enfocado su carrera en un obsesivo afán por no ser lo que Raúl Astor, en los ochentas y con indudable misoginia, definía como el “atractivo visual”. Sin embargo, en su anhelo de ser contraste, Marion se ha ido al otro extremo, queriendo ser una piedra de toque de carne y hueso, respecto al papel de sus propias compañeras en los medios de comunicación deportivos… y al de los televidentes, mayoritariamente hombres. Su atuendo en la primera transmisión -blusa de manga larga y cuello de tortuga- refleja esa obsesión por los símbolos, que, a ratos, pareciera enviar un mensaje inquisitorial: un escote hace menos a una comentarista deportiva. Hay una línea delgada entre ser Amelia Earhart o María del Corro.

Eso no quiere decir que TNT Sports prescinda de ese “atractivo visual”. La cosificación femenina ahí sigue, presente en el medio tiempo de cada juego, pero Reimers es, a la par, coartada y justificación en el área de ventas.

Por otro lado, en algo que DirecTV y Claro no tuvieron que cargar, está la herida infligida al público de esos canales, TNT y Cinemax que, desde esta semana, han visto como les meten ocho horas de fútbol -cuatro de juegos, más otras cuatro de tres programas dedicados al comentario y análisis de asuntos balompédicos- en dos señales que estaban dedicadas 100% al cine. WarnerMedia, tal vez, cree que, si el box funcionó en Space, otro de sus canales dedicados al cine, lo mismo pasará aquí. Pequeño detalle: una cosa es romper la parrilla, de vez en cuando, para transmitir una pelea de box que, en muchas ocasiones, resulta esperada hasta por los no tan doctos, y otra es que, cada semana, se pretenda convertir dos señales para cinéfilos -un perfil bastante alejado de un aficionado promedio de fútbol-, en la competencia de Fox Sports o ESPN.

El final de la aventura de WarnerMedia en la Champions es previsible: Ni HBOMax rebasará a Netflix, ni TNT Sports destronará a Fox en la TV deportiva. Y, al final, Bugs Bunny, el emblemático conejo animado de esa compañía, terminará como el pavo de DirecTV: engalanando una cena de algún consorcio televisivo.


Comentarios: gerardofm2020@gmail.com