/ miércoles 17 de junio de 2020

Qué importan unos cuántos muertitos, mientras no sean los suyos

No hay mejor definición que la expresada por Malaquías López Cervantes, epidemiólogo de la UNAM, a un diario nacional: “El llamado del presidente Andrés Manuel López Obrador a salir a la calle sin temor al coronavirus y a ejercer la libertad, es una invitación a suicidarse sin miedo”.

Que usted y yo leamos las declaraciones del doctor López es, literalmente, de vida o muerte. Vea usted sus dichos y rece:

“(El mensaje del presidente) es la cosa más absurda y más contradictoria que uno podría imaginar, porque, acompañado del mensaje de que ahora la responsabilidad ya es individual, las autoridades se lavan las manos y nos dicen ‘sálvese quien pueda’. Lo que se está haciendo es inconcebible; el subsecretario López-Gatell dijo también que la responsabilidad es individual; entonces ¿cuál es la responsabilidad que asume la autoridad?”.

“En otros países se invita a la población a que cautelosamente salga, pero porque ya bajaron claramente los contagios y las muertes; aquí estamos con los contagios y las muertes muy altas y nos dicen ‘pero no se preocupen, ya pueden salir’, lo que es absurdo”.

“Yo creo que están en ese jueguito de la ‘inmunidad de rebaño’ y, ni modo, que se mueran los que se tengan que morir y los que sobrevivan que sean felices para siempre; sin decirlo se está planteando esto”.

Hasta aquí las palabras de Malaquías que, como las de su homónimo, serán trágica profecía que se cumpla al pasar de los días.

Los gobernantes mexicanos, de todos los partidos, tienen prisa de acabar, por decreto, la pandemia.

La razón es simple: está bajando su aceptación y la de sus partidos ¡Y esa es su prioridad! Caracho ¿qué importan unos cientos de vidas, cuando está en juego la posibilidad de seguirle metiendo la mano, el pie y cualquier otro apéndice corporal al presupuesto? Primero el poder y los negocios que vienen con él. Total, qué importan unos cuantos muertitos, mientras no sean los suyos.

Y nunca, jamás, serán sus muertos. Si su padre, madre, hermanos, hijos, esposo, esposa, se enferman de Covid-19, correrán al hospital Ángeles o a uno más lujoso, donde tengan altas posibilidades de salvar su vida. Mientras tanto, que en Tijuana se mueran 31 de cada 100 enfermos ¿Quién nos manda a ser pobres o clasemedieros y no habernos metido en política?

Es la misma óptica que tienen la mayoría de empresarios, particularmente del sector turístico, esto es, hoteleros y restauranteros. Que se enferme la gente, pero que se reabran sus negocios, si no, ¿cómo van a pagar las vacaciones de diciembre en Vail o, de perdida, Big Bear? Esas si son prioridades y no las vidas de unos cuantos clasemedieros zarrapastrosos. Esos empresarios no tienen temor a enfermarse porque siempre habrá cama, respirador y suficiente oxígeno en los hospitales privados que pueden pagar, como diría un comercial bancario de los ochentas, “con el poder de su firma”; o mejor aún, se marcharán a San Diego, porque nacieron allá, pero esquilmaron y se enriquecieron aquí. Si, “sálvese quien pueda”, diría el doctor Malaquías. Y ellos pueden.

Particularmente apurado está el presidente López Obrador. Presionó a Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, para que echara abajo el plan de reactivación que tenía para la capital del país y reabra todo cuanto antes. No es para menos: El 17 de marzo, día en que se suspendieron las clases (primera medida visible por la pandemia), AMLO tenía 51.9% de aprobación (ya venía cayendo por el 8 y 9-M). El martes 16, a tres meses exactamente, tiene 47.2%. Casi cinco puntos menos. La 4T no se va a detener por unos cuantos obesos, diabéticos o abuelitos que se puedan morir por “perder el miedo” y “salir a ejercer la libertad”. Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, esas si son cosas importantes que no se van a detener por unos cientos de vidas perdidas. Y esos negocitos… corrección, esos ‘proyectos estratégicos’ se ponen en riesgo si continúa la pérdida de popularidad presidencial.

La política gubernamental ante el Covid-19 siempre ha sido la del engaño. Engaño con la cifra de contagios y de muertos, con el pico de contagios, con el desconfinamiento, con las medidas. El doctorcito (no de cariño, sino por su nimiedad) Hugo López Gatell ha sido un impecable artífice del engaño colectivo. Excelente como ujier de su patrón, nefasto como científico por su escasa ética y la forma en que, a diario, informa de una ‘verdad’ cuya elasticidad depende de las necesidades políticas del mandatario nacional.

Trágica la recomendación de que la población vulnerable puede salir con “sana distancia” o “para efectuar temas esenciales”. Ya veo al virus diciendo “tú saliste por un refresco, a ti te voy a contagiar; tú saliste por un trámite, a ti no”. Tamaña estupidez.

¿Qué les costaba usar un poco del dinero que Yeidckol robó a manos llenas, para crear una plataforma que permitiera a toda esa población vulnerable hacer sus trámites desde casa?

Pero tampoco seamos ingenuos. José Antonio Meade y Ricardo Anaya habrían actuado igual o parecido. En México no hay Bukeles, ni Fernández, sino mezquinos de turno. López Obrador es tan miserable y abusivo con su país como cualquiera de sus antecesores ¿Cuántos muertos costará la ‘nueva normalidad’? Imposible de saber, pero una cosa si es anticipable con certeza plena: entre ellos no estarán el presidente, ni su familia.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

No hay mejor definición que la expresada por Malaquías López Cervantes, epidemiólogo de la UNAM, a un diario nacional: “El llamado del presidente Andrés Manuel López Obrador a salir a la calle sin temor al coronavirus y a ejercer la libertad, es una invitación a suicidarse sin miedo”.

Que usted y yo leamos las declaraciones del doctor López es, literalmente, de vida o muerte. Vea usted sus dichos y rece:

“(El mensaje del presidente) es la cosa más absurda y más contradictoria que uno podría imaginar, porque, acompañado del mensaje de que ahora la responsabilidad ya es individual, las autoridades se lavan las manos y nos dicen ‘sálvese quien pueda’. Lo que se está haciendo es inconcebible; el subsecretario López-Gatell dijo también que la responsabilidad es individual; entonces ¿cuál es la responsabilidad que asume la autoridad?”.

“En otros países se invita a la población a que cautelosamente salga, pero porque ya bajaron claramente los contagios y las muertes; aquí estamos con los contagios y las muertes muy altas y nos dicen ‘pero no se preocupen, ya pueden salir’, lo que es absurdo”.

“Yo creo que están en ese jueguito de la ‘inmunidad de rebaño’ y, ni modo, que se mueran los que se tengan que morir y los que sobrevivan que sean felices para siempre; sin decirlo se está planteando esto”.

Hasta aquí las palabras de Malaquías que, como las de su homónimo, serán trágica profecía que se cumpla al pasar de los días.

Los gobernantes mexicanos, de todos los partidos, tienen prisa de acabar, por decreto, la pandemia.

La razón es simple: está bajando su aceptación y la de sus partidos ¡Y esa es su prioridad! Caracho ¿qué importan unos cientos de vidas, cuando está en juego la posibilidad de seguirle metiendo la mano, el pie y cualquier otro apéndice corporal al presupuesto? Primero el poder y los negocios que vienen con él. Total, qué importan unos cuantos muertitos, mientras no sean los suyos.

Y nunca, jamás, serán sus muertos. Si su padre, madre, hermanos, hijos, esposo, esposa, se enferman de Covid-19, correrán al hospital Ángeles o a uno más lujoso, donde tengan altas posibilidades de salvar su vida. Mientras tanto, que en Tijuana se mueran 31 de cada 100 enfermos ¿Quién nos manda a ser pobres o clasemedieros y no habernos metido en política?

Es la misma óptica que tienen la mayoría de empresarios, particularmente del sector turístico, esto es, hoteleros y restauranteros. Que se enferme la gente, pero que se reabran sus negocios, si no, ¿cómo van a pagar las vacaciones de diciembre en Vail o, de perdida, Big Bear? Esas si son prioridades y no las vidas de unos cuantos clasemedieros zarrapastrosos. Esos empresarios no tienen temor a enfermarse porque siempre habrá cama, respirador y suficiente oxígeno en los hospitales privados que pueden pagar, como diría un comercial bancario de los ochentas, “con el poder de su firma”; o mejor aún, se marcharán a San Diego, porque nacieron allá, pero esquilmaron y se enriquecieron aquí. Si, “sálvese quien pueda”, diría el doctor Malaquías. Y ellos pueden.

Particularmente apurado está el presidente López Obrador. Presionó a Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, para que echara abajo el plan de reactivación que tenía para la capital del país y reabra todo cuanto antes. No es para menos: El 17 de marzo, día en que se suspendieron las clases (primera medida visible por la pandemia), AMLO tenía 51.9% de aprobación (ya venía cayendo por el 8 y 9-M). El martes 16, a tres meses exactamente, tiene 47.2%. Casi cinco puntos menos. La 4T no se va a detener por unos cuantos obesos, diabéticos o abuelitos que se puedan morir por “perder el miedo” y “salir a ejercer la libertad”. Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya, esas si son cosas importantes que no se van a detener por unos cientos de vidas perdidas. Y esos negocitos… corrección, esos ‘proyectos estratégicos’ se ponen en riesgo si continúa la pérdida de popularidad presidencial.

La política gubernamental ante el Covid-19 siempre ha sido la del engaño. Engaño con la cifra de contagios y de muertos, con el pico de contagios, con el desconfinamiento, con las medidas. El doctorcito (no de cariño, sino por su nimiedad) Hugo López Gatell ha sido un impecable artífice del engaño colectivo. Excelente como ujier de su patrón, nefasto como científico por su escasa ética y la forma en que, a diario, informa de una ‘verdad’ cuya elasticidad depende de las necesidades políticas del mandatario nacional.

Trágica la recomendación de que la población vulnerable puede salir con “sana distancia” o “para efectuar temas esenciales”. Ya veo al virus diciendo “tú saliste por un refresco, a ti te voy a contagiar; tú saliste por un trámite, a ti no”. Tamaña estupidez.

¿Qué les costaba usar un poco del dinero que Yeidckol robó a manos llenas, para crear una plataforma que permitiera a toda esa población vulnerable hacer sus trámites desde casa?

Pero tampoco seamos ingenuos. José Antonio Meade y Ricardo Anaya habrían actuado igual o parecido. En México no hay Bukeles, ni Fernández, sino mezquinos de turno. López Obrador es tan miserable y abusivo con su país como cualquiera de sus antecesores ¿Cuántos muertos costará la ‘nueva normalidad’? Imposible de saber, pero una cosa si es anticipable con certeza plena: entre ellos no estarán el presidente, ni su familia.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com