/ miércoles 7 de noviembre de 2018

Leer entre líneas

AMLO, un presidente voraz

Pareciera una curiosa coincidencia como la democracia y el teatro tienen su origen en un mismo sitio y casi en un mismo tiempo. Vaya, hasta el símbolo del teatro parece hecho a la medida: la tragedia y la comedia, dos máscaras que describen la condición humana.

Tal es la cercanía entre ambas -tragedia y comedia, democracia y teatro- que Andrés Manuel diseñó un montaje teatral para justificar lo que él, y solo él, considera una decisión democrática. Una consulta camuflada de encuesta sin marco legal que el inventado por AMLO y sin más método que el de Morena. Casi 750 mil mexicanos “decidieron” por Santa Lucía, lo cual representaría -si hubiese sido un ejercicio legítimo- tan solo 2.5% de los votos para López, algo así como 0.83% del listado nominal (INE, 2018), y aproximadamente 0.06% de la población total (Inegi, 2015).

La realidad es que AMLO es un mitómano que intenta convencerse de que prevaleció el mandato popular cuando en realidad fue una sola voluntad la que se impuso: la suya. Lo que resulta peor es que, además de ser mentiroso -léase descriptivo y no peyorativo-, es cobarde y no asume su responsabilidad individual, sino que la comparte.

Así para López el “imperialismo” y la “república” son parónimos; pretende que la sociedad confunda su autoritarismo con la soberanía ciudadana. Él, en cambio, tiene muy clara la diferencia y por eso se da el lujo de tergiversarla.

Otro ejemplo de sus intenciones es la descentralización simulada. Trasladará las oficinas centrales de la Administración Pública Federal (APF) a diversos puntos del país cuando en realidad lo que se requiere es descentralizar el poder, un paso que, sin lugar a duda, no dará. El poder le pertenece exclusivamente a él.

Basta con revisar su propuesta de reforma a la Ley Orgánica de la APF a través de la cual, no sólo cambiará el nombre a Sedesol -sin otro motivo aparente que su animadversión por Carlos Salinas-, sino que creará la figura de coordinadores estatales, quienes serán sus ojos, oídos y voz. Mayor control, más centralismo, menos eficiencia y menos autodeterminación.

Se trata de una concentración de poder disfrazada tanto o más falsa que la democracia que ejerció Juárez, una clara muestra de cómo gobernará: con autoritarismo y a mano alzada, tan alzada que estará por encima de las instituciones. Monterroso tuvo razón: Cuando despertó, el presidencialismo, el populismo, la simulación y los “levanta dedos” todavía estaban allí.

En la universidad, un maestro notable me enseñó que la calidad del futuro jefe de estado se define con base a su desempeño como presidente electo. Así solía decirnos: “El chaparrito viene fuerte”, refiriéndose al expresidente Felipe Calderón.

Me queda claro que Obrador será un presidente voraz; su actuación desmesurada, necedad y excesivas ansías, lo definen. Ha llegado la temporada de retrasar la hora; espero que la llegada de AMLO no signifique el retraso de una generación entera.


Post Scriptum.- “Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse”, Salvador Allende.


El autor es consultor político, catedrático y editor.




CONTACTO:


Correo: oteroymestas@gmail.com

Facebook: www.facebook.com/fruiz29/

Twitter: @OteroyMestas






AMLO, un presidente voraz

Pareciera una curiosa coincidencia como la democracia y el teatro tienen su origen en un mismo sitio y casi en un mismo tiempo. Vaya, hasta el símbolo del teatro parece hecho a la medida: la tragedia y la comedia, dos máscaras que describen la condición humana.

Tal es la cercanía entre ambas -tragedia y comedia, democracia y teatro- que Andrés Manuel diseñó un montaje teatral para justificar lo que él, y solo él, considera una decisión democrática. Una consulta camuflada de encuesta sin marco legal que el inventado por AMLO y sin más método que el de Morena. Casi 750 mil mexicanos “decidieron” por Santa Lucía, lo cual representaría -si hubiese sido un ejercicio legítimo- tan solo 2.5% de los votos para López, algo así como 0.83% del listado nominal (INE, 2018), y aproximadamente 0.06% de la población total (Inegi, 2015).

La realidad es que AMLO es un mitómano que intenta convencerse de que prevaleció el mandato popular cuando en realidad fue una sola voluntad la que se impuso: la suya. Lo que resulta peor es que, además de ser mentiroso -léase descriptivo y no peyorativo-, es cobarde y no asume su responsabilidad individual, sino que la comparte.

Así para López el “imperialismo” y la “república” son parónimos; pretende que la sociedad confunda su autoritarismo con la soberanía ciudadana. Él, en cambio, tiene muy clara la diferencia y por eso se da el lujo de tergiversarla.

Otro ejemplo de sus intenciones es la descentralización simulada. Trasladará las oficinas centrales de la Administración Pública Federal (APF) a diversos puntos del país cuando en realidad lo que se requiere es descentralizar el poder, un paso que, sin lugar a duda, no dará. El poder le pertenece exclusivamente a él.

Basta con revisar su propuesta de reforma a la Ley Orgánica de la APF a través de la cual, no sólo cambiará el nombre a Sedesol -sin otro motivo aparente que su animadversión por Carlos Salinas-, sino que creará la figura de coordinadores estatales, quienes serán sus ojos, oídos y voz. Mayor control, más centralismo, menos eficiencia y menos autodeterminación.

Se trata de una concentración de poder disfrazada tanto o más falsa que la democracia que ejerció Juárez, una clara muestra de cómo gobernará: con autoritarismo y a mano alzada, tan alzada que estará por encima de las instituciones. Monterroso tuvo razón: Cuando despertó, el presidencialismo, el populismo, la simulación y los “levanta dedos” todavía estaban allí.

En la universidad, un maestro notable me enseñó que la calidad del futuro jefe de estado se define con base a su desempeño como presidente electo. Así solía decirnos: “El chaparrito viene fuerte”, refiriéndose al expresidente Felipe Calderón.

Me queda claro que Obrador será un presidente voraz; su actuación desmesurada, necedad y excesivas ansías, lo definen. Ha llegado la temporada de retrasar la hora; espero que la llegada de AMLO no signifique el retraso de una generación entera.


Post Scriptum.- “Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse”, Salvador Allende.


El autor es consultor político, catedrático y editor.




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