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Hace muchos años la carretera de Ixtapan de la Sal hacia Toluca estaba llena de curvas, además de que los carriles eran muy estrechos y los barrancos muy hondos.
Una noche, un autobús con el número 40 inició su viaje hacia Toluca, la gente dormía tranquilamente mientras el chofer hacía el recorrido que en otras ocasiones ya había realizado.
La fuerte lluvia, las famosas curvas peligrosas de Calderón y los empinados senderos hicieron que el autobús tomara gran velocidad. Los pasajeros al percatarse de esto reclamaron al chofer… lo que ellos no sabían es que el viejo camión se había quedado sin frenos.
Una curva muy pronunciada hizo que a los pocos segundos cayeran en uno de los profundos barrancos; la mayoría de los pasajeros perdieron la vida al instante y los pocos que quedaban vivos murieron al incendiarse la unidad.
Nadie alrededor se percató de lo acontecido, fueron muchas horas después que la policía dio parte del accidente a las familias involucradas.
Algunos meses después, un autobús fantasma empezó a hacer el mismo recorrido. La gente le hacía la parada sobre la carretera al viejo camión número 40 que transitaba, se subía y veía mucha gente muy bien arreglada pero sin hablar; el cobrador nunca pasaba por el dinero o por los boletos y justo antes de llegar a la terminal de camiones se detenía, el chofer ordenaba a quien acababa de subir que bajara si no quería morir y que no volteara hacia atrás pues si así lo hacía su final podría ser fatal.
Los pasajeros que bajaban cuentan que solo podían escuchar el motor del camión alejarse y las personas que desobedecían y volteaban, al poco tiempo morían de una forma trágica.
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