Doña Clodo, como se le conocía en la colonia Castillo, era una mujer de las de antes, de ésas fuertes y sanas.
Falleció lejos de la tierra que le dio tanto, Tijuana, pasados los noventa años. Murió en Sinaloa en la casa de una de sus hijas y fue enterrada junto a uno de sus yernos, con quien por cierto no llevaba buena relación.
Su deseo era otro y la mayoría de sus familiares lo sabían, que la enterraran en Tijuana junto a su hijo que había fallecido años antes y quien fuera su compañero toda la vida.
Desde su muerte, extrañas situaciaciones han pasado, desde llamadas telefónicas hasta apariciones paranormales, que se cree, es Doña Clodo pidiendo ayuda para que cumpla su última petición.
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