/ sábado 24 de agosto de 2019

¿Amor u obsesión hacia mascotas?

En la ciudad se ofertan diversos servicios para los animales, desde estéticas, tiendas de ropa, hasta guarderías, un hotel y un spa

Daniel Ángel Rubio

Tijuana.- Roger piensa habilitar un hábitat para su cocodrilo en el techo de su nueva casa, aunque por ahora lo tiene en el patio. A sus ocho meses de edad “Chimuelo” mide unos 40 centímetros, pero esa especie mexicana crece hasta tres metros.

“Lo quiero mucho porque es mi primer cocodrilo”, dice. Empezó cuando niño con una tortuga, aunque su gusto por los reptiles creció realmente hace 12 años cuando con mil pesos que había ahorrado para comprar un acordeón, adquirió a “Julio”, una iguana con la que vivió 10 años.

“Lloré como tres días, lo quería mucho”, responde cuando una antigua amiga con quien compartió la preparatoria y el deseo de estudiar medicina veterinaria, le pregunta por el ejemplar que por un descuido murió en las fauces de un perro.

Platica cómo su gusto por los dinosaurios cuando era niño se transportó a las escamas de sus ejemplares, y un atento pero tranquilo “Chimuelo” observa desde su contenedor transparente, mientras una pitón albina de nombre “Pastelito” se desliza sobre la mesa.

Roger tiene una pitón albina de nombre “Pastelito”. / Ramón Hurtado

Entre sus mascotas, Roger Pérez cuenta una boa colombiana, una tarántula, un dragón barbudo, la que dice es la única pareja de esquincos lengua azul en Tijuana, una iguana color salmón y dos erizos. Sin descontar los criaderos de ratones y cucarachas para el alimento.

Ellos también tendrán su propio espacio en uno de los cuartos de la nueva casa en el Este de la ciudad, igual que ahora, con sistemas automatizados para mantenerlos en el ambiente que necesitan, comenta.

“No es un perro que te va a querer, porque los reptiles no sienten amor. Eso es de ley, no lo tienen en su cerebro programado. Lo único que espera de ti es una relación en eso: confianza, respeto y aliméntame”, menciona.

María Elena Viloba Romero es sicóloga y académica en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y dice que así ha sido históricamente y en mayor medida la relación entre humanos y animales.

Nació para satisfacer necesidades mutuas de protección, alimentación, traslado y demás, dejando en segundo término la relación emocional, aunque eso está cambiando y no necesariamente para bien, sobre todo en el caso de perros y gatos.

Algunas personas llevan a sus mascotas a los restaurantes. / Ángeles García

Lo primero que advierte es que se trata de un tema polémico sobre el que no hay nada escrito, aunque deja claro que el trato a las mascotas no puede partir de necesidades creadas por gustos propios, modas e incluso ideologías.

“Los animales tienen necesidades propias de su especie, antes que las que nosotros les inventamos. Un perro, por ejemplo, un gato, no lo puedo hacer vegetariano”, subraya.

El vínculo de las familias mexicanas con las mascotas es evidente en las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), cuando dicen que en 2017 encontraron que 57 de cada 100 hogares tenían una mascota, y 89% de ellas tenían un perro.

En ese escenario, junto a una oferta pujante de servicios y productos para las mascotas, no parece difícil rebasar la línea.

En Tijuana los servicios para perros y gatos van desde la habitual clínica veterinaria y personas que ofrecen paseos, hasta estéticas, guarderías, un hotel y un spa.

En Tijuana se planea la primera clínica municipal gratuita para mascotas. / Ángeles García

En ese ambiente se mueve Ariel Arguello desde hace tres años, cuando creó un servicio de taxi para perros con el que los dueños pueden pedir que lleven a su mascota al parque o a la estética.

Dice que con dos compañeros realiza hasta diez viajes en una jornada de once horas, y aunque los piden en colonias populares y tienen costos accesibles, trabajan sobre todo donde viven personas con mayor poder adquisitivo.

“Es más un hobby, lo hago porque me gustan los animales”, comenta sobre la idea que nació como un proyecto en la preparatoria.

Archivo | El Sol de Tijuana

Sin embargo, los servicios y productos para las mascotas no siempre son baratos, y desde hace un tiempo distintos sectores involucrados hablan de que el mercado está en crecimiento.

Tanto, que el Inegi decidió hace un par de años incluirlo en el índice de precios como parte de los gastos que realizan las familias en sus hogares.

Las redes sociales como Facebook dan cuenta de quienes no solo atienden las necesidades básicas de sus perros y gatos, sino que les dan un poco más de afecto, no siempre comprensible para muchos.

Julio Gómez Aguilar tiene en su casa una pequeña maltés que su madre compró por 200 pesos a una vecina, dueña de otra perra que parió una camada, y aunque su familia estaba habituada a tener animales domésticos, ésta es la primera vez que le compran ropa a uno.

“Hice una fiesta de Halloween en mi casa, y la perra andaba con su vestidito de calaveritas”, dice el joven sobre “Shiro”.

Calcula que tiene unas ocho prendas como vestidos y suéteres que le compran por entre 100 y 200 pesos cada uno, además de consentirla con pastelillos especiales para perros, pero eso sí, no le compra zapatos.

Los vestidos o trajes para perros cuestan desde 100 a 200 pesos. / Cortesía

“Porque siento como que no es natural eso. No es natural tampoco ponerle ropa ¿verdad? Pero a lo mejor siento que eso afecta su sentido del tacto (…) Yo la dejo que ande afuera en el patio, que sea poquito más perra. Pero igual de chiqueada”, agrega.

Esto incluye llevarla a espacios de convivencia considerados “amistosos con las mascotas”, una etiqueta que hasta las autoridades de turismo en Baja California promueven.

Incluso el auge del cuidado de las mascotas atrae tanta atención que el alcalde electo de Tijuana, Arturo González Cruz, ofreció en su campaña construir con recursos de la iniciativa privada la primera clínica municipal gratuita para mascotas.

La profesora Viloba Romero dice que la relación entre una persona y su mascota debe basarse en el respeto, y aunque no es fácil porque no hay diagnósticos a propósito de los llamados “perrhijos” y “gathijos”, pide poner atención a las señales que dicen que algo no anda bien.

“No porque no estén en un catálogo no quiere decir que tal vez no estemos pisando una raya de disfuncionalidad”, añade la sicóloga que además tiene una organización de terapia asistida con perros.

Roger también tiene un pit bull en su casa, y no está de acuerdo con quienes les dan un trato de hijos a sus perros o gatos, porque cree que va contra la naturaleza del animal y es una forma de maltrato.

Para quienes quieren comprar reptiles recomienda informarse sobre sus necesidades, comprobar que tengan documentos para combatir el tráfico de especies, y así evitar una pena de hasta 10 años de cárcel.

Asegura que siempre está dispuesto a mostrar sus mascotas, y forma parte de un grupo de Facebook con el que junto a otros dueños de reptiles busca informar a la población.

A pesar de esto considera inevitables los problemas con quienes por temor llaman a las autoridades para que recojan los ejemplares, aunque las dependencias federales no tengan las condiciones para atenderlos.

“Vas y los tienen en un “topercito”, comenta Roger que parece ya transmitió a su pequeño hijo el gusto por sus mascotas, y la muestra es que fue él quien bautizó a “pastelito” por su color singular.

Cuando “chimuelo” es sacado de su contenedor de plástico se pone inquieto por algunos momentos, pero no duda en explorar el terreno sobre la mesa de madera.

Quizá Roger no lo trata como su hijo, pero reconoce que ahora es su favorito. A ver cómo lo reciben los vecinos cuando llegue a su nuevo hogar.

Daniel Ángel Rubio

Tijuana.- Roger piensa habilitar un hábitat para su cocodrilo en el techo de su nueva casa, aunque por ahora lo tiene en el patio. A sus ocho meses de edad “Chimuelo” mide unos 40 centímetros, pero esa especie mexicana crece hasta tres metros.

“Lo quiero mucho porque es mi primer cocodrilo”, dice. Empezó cuando niño con una tortuga, aunque su gusto por los reptiles creció realmente hace 12 años cuando con mil pesos que había ahorrado para comprar un acordeón, adquirió a “Julio”, una iguana con la que vivió 10 años.

“Lloré como tres días, lo quería mucho”, responde cuando una antigua amiga con quien compartió la preparatoria y el deseo de estudiar medicina veterinaria, le pregunta por el ejemplar que por un descuido murió en las fauces de un perro.

Platica cómo su gusto por los dinosaurios cuando era niño se transportó a las escamas de sus ejemplares, y un atento pero tranquilo “Chimuelo” observa desde su contenedor transparente, mientras una pitón albina de nombre “Pastelito” se desliza sobre la mesa.

Roger tiene una pitón albina de nombre “Pastelito”. / Ramón Hurtado

Entre sus mascotas, Roger Pérez cuenta una boa colombiana, una tarántula, un dragón barbudo, la que dice es la única pareja de esquincos lengua azul en Tijuana, una iguana color salmón y dos erizos. Sin descontar los criaderos de ratones y cucarachas para el alimento.

Ellos también tendrán su propio espacio en uno de los cuartos de la nueva casa en el Este de la ciudad, igual que ahora, con sistemas automatizados para mantenerlos en el ambiente que necesitan, comenta.

“No es un perro que te va a querer, porque los reptiles no sienten amor. Eso es de ley, no lo tienen en su cerebro programado. Lo único que espera de ti es una relación en eso: confianza, respeto y aliméntame”, menciona.

María Elena Viloba Romero es sicóloga y académica en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y dice que así ha sido históricamente y en mayor medida la relación entre humanos y animales.

Nació para satisfacer necesidades mutuas de protección, alimentación, traslado y demás, dejando en segundo término la relación emocional, aunque eso está cambiando y no necesariamente para bien, sobre todo en el caso de perros y gatos.

Algunas personas llevan a sus mascotas a los restaurantes. / Ángeles García

Lo primero que advierte es que se trata de un tema polémico sobre el que no hay nada escrito, aunque deja claro que el trato a las mascotas no puede partir de necesidades creadas por gustos propios, modas e incluso ideologías.

“Los animales tienen necesidades propias de su especie, antes que las que nosotros les inventamos. Un perro, por ejemplo, un gato, no lo puedo hacer vegetariano”, subraya.

El vínculo de las familias mexicanas con las mascotas es evidente en las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), cuando dicen que en 2017 encontraron que 57 de cada 100 hogares tenían una mascota, y 89% de ellas tenían un perro.

En ese escenario, junto a una oferta pujante de servicios y productos para las mascotas, no parece difícil rebasar la línea.

En Tijuana los servicios para perros y gatos van desde la habitual clínica veterinaria y personas que ofrecen paseos, hasta estéticas, guarderías, un hotel y un spa.

En Tijuana se planea la primera clínica municipal gratuita para mascotas. / Ángeles García

En ese ambiente se mueve Ariel Arguello desde hace tres años, cuando creó un servicio de taxi para perros con el que los dueños pueden pedir que lleven a su mascota al parque o a la estética.

Dice que con dos compañeros realiza hasta diez viajes en una jornada de once horas, y aunque los piden en colonias populares y tienen costos accesibles, trabajan sobre todo donde viven personas con mayor poder adquisitivo.

“Es más un hobby, lo hago porque me gustan los animales”, comenta sobre la idea que nació como un proyecto en la preparatoria.

Archivo | El Sol de Tijuana

Sin embargo, los servicios y productos para las mascotas no siempre son baratos, y desde hace un tiempo distintos sectores involucrados hablan de que el mercado está en crecimiento.

Tanto, que el Inegi decidió hace un par de años incluirlo en el índice de precios como parte de los gastos que realizan las familias en sus hogares.

Las redes sociales como Facebook dan cuenta de quienes no solo atienden las necesidades básicas de sus perros y gatos, sino que les dan un poco más de afecto, no siempre comprensible para muchos.

Julio Gómez Aguilar tiene en su casa una pequeña maltés que su madre compró por 200 pesos a una vecina, dueña de otra perra que parió una camada, y aunque su familia estaba habituada a tener animales domésticos, ésta es la primera vez que le compran ropa a uno.

“Hice una fiesta de Halloween en mi casa, y la perra andaba con su vestidito de calaveritas”, dice el joven sobre “Shiro”.

Calcula que tiene unas ocho prendas como vestidos y suéteres que le compran por entre 100 y 200 pesos cada uno, además de consentirla con pastelillos especiales para perros, pero eso sí, no le compra zapatos.

Los vestidos o trajes para perros cuestan desde 100 a 200 pesos. / Cortesía

“Porque siento como que no es natural eso. No es natural tampoco ponerle ropa ¿verdad? Pero a lo mejor siento que eso afecta su sentido del tacto (…) Yo la dejo que ande afuera en el patio, que sea poquito más perra. Pero igual de chiqueada”, agrega.

Esto incluye llevarla a espacios de convivencia considerados “amistosos con las mascotas”, una etiqueta que hasta las autoridades de turismo en Baja California promueven.

Incluso el auge del cuidado de las mascotas atrae tanta atención que el alcalde electo de Tijuana, Arturo González Cruz, ofreció en su campaña construir con recursos de la iniciativa privada la primera clínica municipal gratuita para mascotas.

La profesora Viloba Romero dice que la relación entre una persona y su mascota debe basarse en el respeto, y aunque no es fácil porque no hay diagnósticos a propósito de los llamados “perrhijos” y “gathijos”, pide poner atención a las señales que dicen que algo no anda bien.

“No porque no estén en un catálogo no quiere decir que tal vez no estemos pisando una raya de disfuncionalidad”, añade la sicóloga que además tiene una organización de terapia asistida con perros.

Roger también tiene un pit bull en su casa, y no está de acuerdo con quienes les dan un trato de hijos a sus perros o gatos, porque cree que va contra la naturaleza del animal y es una forma de maltrato.

Para quienes quieren comprar reptiles recomienda informarse sobre sus necesidades, comprobar que tengan documentos para combatir el tráfico de especies, y así evitar una pena de hasta 10 años de cárcel.

Asegura que siempre está dispuesto a mostrar sus mascotas, y forma parte de un grupo de Facebook con el que junto a otros dueños de reptiles busca informar a la población.

A pesar de esto considera inevitables los problemas con quienes por temor llaman a las autoridades para que recojan los ejemplares, aunque las dependencias federales no tengan las condiciones para atenderlos.

“Vas y los tienen en un “topercito”, comenta Roger que parece ya transmitió a su pequeño hijo el gusto por sus mascotas, y la muestra es que fue él quien bautizó a “pastelito” por su color singular.

Cuando “chimuelo” es sacado de su contenedor de plástico se pone inquieto por algunos momentos, pero no duda en explorar el terreno sobre la mesa de madera.

Quizá Roger no lo trata como su hijo, pero reconoce que ahora es su favorito. A ver cómo lo reciben los vecinos cuando llegue a su nuevo hogar.

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