/ sábado 8 de junio de 2019

Doña Clementina vive en las calles y tiene esperanza de vivir

Un diputado federal me tuvo secuestrada hace años para quitarme tres propiedades que yo tenía, asegura Clementina

Crisstian Villicaña

Desde hace casi diez años la había observado por distintos lugares como el Centro Cultural Tijuana (Cecut), Pueblo Amigo, Palacio Municipal, y otros espacios cercanos a estos. Lo primero que noté desde aquel entonces y hasta la fecha, es una sonrisa, sincera. Pese habitar las calles, sin un hogar fijo, Clementina pareciera que te recibe en su casa, con un semblante de una persona agradecida de seguir respirando, aunque sea bajo las intemperies de la vía pública.

Cuando no se le ve empujando un carrito de mandado con sus pertenencias y comida que le regalan, está sentada lavando dentro de una bolsa de plástico las pocas ropas que tiene; fue justo en ese momento que me acerqué a platicar, a conocer un poco de su historia, del cómo había llegado a la situación de calle que hoy vive.

"Un diputado federal me tuvo secuestrada hace años para quitarme tres propiedades que yo tenía. Yo tenía mis propiedades, una familia, un esposo, hijos; a mi secuestraron en el 95, por lo que tenía, mi familia era bien trabajadora".

"Nunca planeé andar en la calle, qué difícil es empezar después de estar secuestrada, pensé que iba a morir luego de ser golpeada, torturada, sin comer y estoy aquí (dice con una sonrisa) y yo creo que 'Diosito' dice: 'espérate mijita, si te voy a sacar de ahí, pero vas a sufrir un poquito".

Dijo que durante los primeros años hizo el intento por comunicarse con su familia, sin embargo, no encontró éxito en sus esfuerzos, lo que con el tiempo le fue disminuyendo la idea de encontrarla.

"Hay que llevar la vida así como viene, así la llevo; mis familiares no saben ni dónde ando, estoy incomunicada, y la verdad, ya no tengo ganas de regresar con mi familia, ya no, porque en estas condiciones no me gustaría regresar, ya no, son 24 años lejos de ellos, a qué regreso", narra.

Su historia, parece sobresalir de la mayoría de las personas que han perdido a sus familiares, ya que gran parte busca el reencuentro, pero para Clementina es distinto, ella ve su situación como un reto, como una especie de señal divina que le obliga a seguir por el camino que le pusieron.

"Yo prefiero seguir aquí, yo no sé si al regresar mi familia me reconozca, les dé un infarto, me pongo a pensar muchas cosas, si lo pienso mucho. Lo que yo quiero decir es que en estos años he aprendido a andar sola, he pasado los aguaceros, frío, hubo momentos en los que pensé que ya me iba a morir y sigo aquí, se sufre, no sé cómo le hecho, esto es Dios, quien me ha dado la fuerza", platicó.


LA SUPERVIVENCIA EN LA INTEMPERIE

Como es de esperarse, las condiciones de vida de la señora Clementina no son fáciles, con poco más de 60 años de edad su andar se complica y con ello la salud, sin embargo, ha logrado subsistir gracias a la ayuda que encuentra en personas caritativas.

"Hay personas que me ven que estoy sufriendo, que me porto bien y me convidan, a veces me dan 20, 30 hasta 50 pesos, pero no diario. Hay personas que me convidan de su alimento o me traen un taco, aunque hay días que no cae nada, como los comerciantes", expresa con un tono simpático.

"La he pasado mal, pero tengo vida y salud, camino y estoy bien. He buscado trabajo, pero como no tengo documentos no me dan. Y yo sé que hay mucho trabajo, pero todos quieren los documentos", dijo.

Al cuestionarle en qué lugares de la ciudad suele pernoctar, se mostró celosa de confesarlo, sonrió levemente y agachó la mirada, como si el espacio fuese sagrado o algo muy íntimo que sólo ella deber saber.

Pese a no querer decirlo, me ha tocado verla dormir en afuera de las instalaciones del Cecut, en un pequeño lugar que la protege un poco del viento y de la lluvia cuando se presenta; lugares que se han vuelto su hogar.

"Nunca me han dado un apoyo económico el gobierno, yo he hablado con distintos regidores y me dicen que me van ayudar y cuando voy me dicen que no están, que no han llegado, que ya se fueron, me piden los datos y todo, pero no pasa nada, pero sabe, como le digo, hay muchas personas caritativas, que me saludan y preguntan si ya comí, esa gente es la que me ha ayudado", precisó.

Los minutos pasan y ella sigue platicando su vida sin mostrar en ningún momento cierto temor o duda, se le ve cansada como cualquier persona que vive en las calles, pero su hablar es claro, sin titubear, por el contrario, pareciera entender y aceptar el cambio de vida que le tocó y que la ha apuesto de alguna manera a prueba como ella mismo lo dice.

Su caminar, es algo lento y más aún cuando está empujando el pesado carrito de supermercado que le acompaña, pero esto no la limita a siempre sonreír, parece extraño, sin embargo, siempre sonríe, aunque tenga hambre, aunque haya pasado frío o no tenga ropa que ponerse.

"Veo mucha gente joven o adultos de menos edad que yo que les falta un brazo, una pierna, que tienen un problema con su salud y yo me veo y no me falta nada, por eso agradezco a Dios y no me quejo, yo tengo todo en salud, camino, respiro, estoy con vida ¡míreme! estoy aquí con usted platicando y otra gente que no puede hacer eso", expresa mientras sus ojos se abren un poco más, con cierta alegría.

Después de varios minutos de conversación, decido no robarle más tiempo a doña Clementina Ventura, una mujer que ha enfrentado situaciones de alto grado de complejidad y que si bien en el camino perdió a su familia, hoy en día sigue de pie luchando y siendo consciente de la importancia de ser agradecido por un día más vida.

Su historia, como la de otros que viven en las calles guarda sus secretos, pero lo que se alcanza a ver o lo que nos plática parece suficiente para recordar algo que se suele pasar por el alto, el agradecimiento de estar vivo, de ahí parte ella, de la posibilidad de respirar, lo demás, como dice, va saliendo gracias a la ayuda de Dios, a quien le atribuye el seguir en este mundo.

"La he pasado mal, pero tengo vida y salud, camino y estoy bien"

Crisstian Villicaña

Desde hace casi diez años la había observado por distintos lugares como el Centro Cultural Tijuana (Cecut), Pueblo Amigo, Palacio Municipal, y otros espacios cercanos a estos. Lo primero que noté desde aquel entonces y hasta la fecha, es una sonrisa, sincera. Pese habitar las calles, sin un hogar fijo, Clementina pareciera que te recibe en su casa, con un semblante de una persona agradecida de seguir respirando, aunque sea bajo las intemperies de la vía pública.

Cuando no se le ve empujando un carrito de mandado con sus pertenencias y comida que le regalan, está sentada lavando dentro de una bolsa de plástico las pocas ropas que tiene; fue justo en ese momento que me acerqué a platicar, a conocer un poco de su historia, del cómo había llegado a la situación de calle que hoy vive.

"Un diputado federal me tuvo secuestrada hace años para quitarme tres propiedades que yo tenía. Yo tenía mis propiedades, una familia, un esposo, hijos; a mi secuestraron en el 95, por lo que tenía, mi familia era bien trabajadora".

"Nunca planeé andar en la calle, qué difícil es empezar después de estar secuestrada, pensé que iba a morir luego de ser golpeada, torturada, sin comer y estoy aquí (dice con una sonrisa) y yo creo que 'Diosito' dice: 'espérate mijita, si te voy a sacar de ahí, pero vas a sufrir un poquito".

Dijo que durante los primeros años hizo el intento por comunicarse con su familia, sin embargo, no encontró éxito en sus esfuerzos, lo que con el tiempo le fue disminuyendo la idea de encontrarla.

"Hay que llevar la vida así como viene, así la llevo; mis familiares no saben ni dónde ando, estoy incomunicada, y la verdad, ya no tengo ganas de regresar con mi familia, ya no, porque en estas condiciones no me gustaría regresar, ya no, son 24 años lejos de ellos, a qué regreso", narra.

Su historia, parece sobresalir de la mayoría de las personas que han perdido a sus familiares, ya que gran parte busca el reencuentro, pero para Clementina es distinto, ella ve su situación como un reto, como una especie de señal divina que le obliga a seguir por el camino que le pusieron.

"Yo prefiero seguir aquí, yo no sé si al regresar mi familia me reconozca, les dé un infarto, me pongo a pensar muchas cosas, si lo pienso mucho. Lo que yo quiero decir es que en estos años he aprendido a andar sola, he pasado los aguaceros, frío, hubo momentos en los que pensé que ya me iba a morir y sigo aquí, se sufre, no sé cómo le hecho, esto es Dios, quien me ha dado la fuerza", platicó.


LA SUPERVIVENCIA EN LA INTEMPERIE

Como es de esperarse, las condiciones de vida de la señora Clementina no son fáciles, con poco más de 60 años de edad su andar se complica y con ello la salud, sin embargo, ha logrado subsistir gracias a la ayuda que encuentra en personas caritativas.

"Hay personas que me ven que estoy sufriendo, que me porto bien y me convidan, a veces me dan 20, 30 hasta 50 pesos, pero no diario. Hay personas que me convidan de su alimento o me traen un taco, aunque hay días que no cae nada, como los comerciantes", expresa con un tono simpático.

"La he pasado mal, pero tengo vida y salud, camino y estoy bien. He buscado trabajo, pero como no tengo documentos no me dan. Y yo sé que hay mucho trabajo, pero todos quieren los documentos", dijo.

Al cuestionarle en qué lugares de la ciudad suele pernoctar, se mostró celosa de confesarlo, sonrió levemente y agachó la mirada, como si el espacio fuese sagrado o algo muy íntimo que sólo ella deber saber.

Pese a no querer decirlo, me ha tocado verla dormir en afuera de las instalaciones del Cecut, en un pequeño lugar que la protege un poco del viento y de la lluvia cuando se presenta; lugares que se han vuelto su hogar.

"Nunca me han dado un apoyo económico el gobierno, yo he hablado con distintos regidores y me dicen que me van ayudar y cuando voy me dicen que no están, que no han llegado, que ya se fueron, me piden los datos y todo, pero no pasa nada, pero sabe, como le digo, hay muchas personas caritativas, que me saludan y preguntan si ya comí, esa gente es la que me ha ayudado", precisó.

Los minutos pasan y ella sigue platicando su vida sin mostrar en ningún momento cierto temor o duda, se le ve cansada como cualquier persona que vive en las calles, pero su hablar es claro, sin titubear, por el contrario, pareciera entender y aceptar el cambio de vida que le tocó y que la ha apuesto de alguna manera a prueba como ella mismo lo dice.

Su caminar, es algo lento y más aún cuando está empujando el pesado carrito de supermercado que le acompaña, pero esto no la limita a siempre sonreír, parece extraño, sin embargo, siempre sonríe, aunque tenga hambre, aunque haya pasado frío o no tenga ropa que ponerse.

"Veo mucha gente joven o adultos de menos edad que yo que les falta un brazo, una pierna, que tienen un problema con su salud y yo me veo y no me falta nada, por eso agradezco a Dios y no me quejo, yo tengo todo en salud, camino, respiro, estoy con vida ¡míreme! estoy aquí con usted platicando y otra gente que no puede hacer eso", expresa mientras sus ojos se abren un poco más, con cierta alegría.

Después de varios minutos de conversación, decido no robarle más tiempo a doña Clementina Ventura, una mujer que ha enfrentado situaciones de alto grado de complejidad y que si bien en el camino perdió a su familia, hoy en día sigue de pie luchando y siendo consciente de la importancia de ser agradecido por un día más vida.

Su historia, como la de otros que viven en las calles guarda sus secretos, pero lo que se alcanza a ver o lo que nos plática parece suficiente para recordar algo que se suele pasar por el alto, el agradecimiento de estar vivo, de ahí parte ella, de la posibilidad de respirar, lo demás, como dice, va saliendo gracias a la ayuda de Dios, a quien le atribuye el seguir en este mundo.

"La he pasado mal, pero tengo vida y salud, camino y estoy bien"

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