Daniel Ángel Rubio
Tijuana.- Elizabeth salió de su país, Nicaragua, buscando atención médica para su leucemia, y terminó en esta ciudad como víctima de explotación laboral.
Pero su intención no era llegar a esta frontera porque no tenía documentación, así que se asentó en Guatemala donde conoció a un joven migrante que estaba pasando complicaciones.
No sabía que ese contacto que se convirtió en una oferta de trabajo en una estética y la promesa de cruzar a los Estados Unidos, era el inicio de un duro pasaje de su vida.
“Comencé a establecer comunicación vía telefónica con la mamá del niño, y me dijo que me viniera a México. Que me iba a arreglar papeles, que iba a pagar el pollero. Que le trabajara acá y que me iba a descontar”, contó.
Pero de todo eso, lo único que cumplió la mujer de origen hondureño que la recibió fue darle empleo, pero fue en su hogar como encargada de la limpieza, sin pago y sin derecho a salir a la calle.
Fueron seis meses de abuso y maltrato hasta que pudo escapar y se presentó ante las autoridades migratorias, donde la orientaron para denunciar, pero el miedo y la falta de conocimiento de la ciudad y las instituciones la detuvieron.
Su temor era que la mujer se enterara y tomara represalias, pues siempre amenazó con que la deportarían, e incluso se atrevió a demandarla para exigir el dinero que gastó en su manutención.
Elizabeth compartió su experiencia durante la celebración por el tercer aniversario del Refugio de Mujeres del Ejército de Salvación, Casa Puerta de Esperanza, donde fue recibida.
Ahora encontró un lugar para vivir, visita regularmente el refugio para mujeres y menores de edad, y está buscando resolver su situación migratoria para quedarse en esta ciudad.
Pero sus preocupaciones no han terminado porque dejó cinco hijos en su país, que en este momento atraviesa por una crisis de credibilidad institucional que tiene a la población combatiendo en las calles.