/ sábado 18 de mayo de 2019

Familias separadas por un muro

Madres deportadas deben esperar 10 años para aspirar a un perdón por el gobierno de EU

Juan Miguel Hernández

En 10 años, hay 120 meses, tres mil 650 días, 87mil 650 horas y cinco millones 259 mil minutos; para las madres deportadas que aspiran a un perdón por parte del gobierno de Estados Unidos, cada segundo cuenta.

VIVEN UNA CONDENA

Esther Morales fue expulsada desde Estados Unidos en septiembre de 2009, cuando su hija tenía 16 años. Siendo una adolescente, su pequeña tuvo que independizarse y enfrentar la dura experiencia de tener que separarse de su madre.

Con el objetivo de estar cerca lo más cerca posible de su hija, optó por quedarse en Tijuana, en donde comenzó una nueva vida entre Oaxaca, que es su tierra, y Los Ángeles, donde reside su hijo, quien ahora ya cuenta con 26 años.

“Los mejores años no hemos estado juntas y tratamos de estar juntas por medio de videollamada, teléfono, y ella puede venir a verme cada mes, cada quince días, cada que puede”, expresó.

Para evitar la depresión y la tristeza, Esther decidió refugiarse en el trabajo creando un exitoso negocio de tamales llamado “La Antigüita”, donde obtuvo los ingresos necesarios para pagarle a su hija la carrera de psicología en la Universidad de Pasadena.

“La mejor terapia es el trabajo. Toda la gente que está en la calle, como mujeres viciosas, borrachas, son deportadas; porque los deportaron no pudieron salir adelante; muchos calleron en las drogas, en calles, en la prostitución. En Tijuana, sobrevive el valiente”, manifestó.

En los próximos meses, cumplirá el castigo de 10 años interpuesto por el gobierno de Estados Unidos, y con ello iniciará el término de su “condena”, que, sin embargo, concluirá hasta que pueda regresar al vecino país a vivir con su hija.

“Me siento contenta, porque ya pasaron los años de castigo y hay que salir adelante con los trámites, y a ver qué pasa. Se siente bien, porque ya pasó el tiempo y hay que seguir con el siguiente paso”, comentó.


SE ME HIZO UNA ETERNIDAD

En noviembre de 2018, Lorena Espinoza cumplió con los 10 años de castigo que le fijaron las autoridades norteamericanas. Al igual que Esther, Lorena dejó en Estados Unidos a un hijo, de 10 años, viéndose obligada a perder gran parte de su adolescencia y juventud.

“Cuando me sacaron del otro lado, me fui para Veracruz; estuve seis años y me dio mucha depresión. Nada más estaba en la casa queriendo hablar con mis hijos; luego el papá no me quería contestar por teléfono. Fue muy difícil para mí”, confesó.

Lorena sabía que al menos tenía que esperar 10 años para poder aplicar para un perdón, y con ello tener la posibilidad de volver a la Unión Americana. Asegura que esta década ha sido la más larga de toda su vida.

“He estado esperando mucho de que se cumplieran los 10 años; lo esperaba con ansias. Me sentí feliz cuando se cumplieron, porque por fin voy a poder solicitar el perdón. Lo primero que haría al regresar es ver a mis hijos, pasear, comer y visitarlos. Se me hizo una eternidad este tiempo”, manifestó.

Esther y Lorena forman parte del grupo Dreamer’s Moms Tijuana-San Diego, un conjunto de madres de familia que han sido deportadas desde Estados Unidos, que encuentran en esta asociación una manera de olvidar la tristeza de vivir alejadas de sus seres queridos.

Cabe mencionar que el perdón que otorga el gobierno de Estados Unidos requiere de una evaluación particular para cada caso, ya que no todas las personas que han sido deportadas desde ese país pueden regresar a la Unión Americana.

Juan Miguel Hernández

En 10 años, hay 120 meses, tres mil 650 días, 87mil 650 horas y cinco millones 259 mil minutos; para las madres deportadas que aspiran a un perdón por parte del gobierno de Estados Unidos, cada segundo cuenta.

VIVEN UNA CONDENA

Esther Morales fue expulsada desde Estados Unidos en septiembre de 2009, cuando su hija tenía 16 años. Siendo una adolescente, su pequeña tuvo que independizarse y enfrentar la dura experiencia de tener que separarse de su madre.

Con el objetivo de estar cerca lo más cerca posible de su hija, optó por quedarse en Tijuana, en donde comenzó una nueva vida entre Oaxaca, que es su tierra, y Los Ángeles, donde reside su hijo, quien ahora ya cuenta con 26 años.

“Los mejores años no hemos estado juntas y tratamos de estar juntas por medio de videollamada, teléfono, y ella puede venir a verme cada mes, cada quince días, cada que puede”, expresó.

Para evitar la depresión y la tristeza, Esther decidió refugiarse en el trabajo creando un exitoso negocio de tamales llamado “La Antigüita”, donde obtuvo los ingresos necesarios para pagarle a su hija la carrera de psicología en la Universidad de Pasadena.

“La mejor terapia es el trabajo. Toda la gente que está en la calle, como mujeres viciosas, borrachas, son deportadas; porque los deportaron no pudieron salir adelante; muchos calleron en las drogas, en calles, en la prostitución. En Tijuana, sobrevive el valiente”, manifestó.

En los próximos meses, cumplirá el castigo de 10 años interpuesto por el gobierno de Estados Unidos, y con ello iniciará el término de su “condena”, que, sin embargo, concluirá hasta que pueda regresar al vecino país a vivir con su hija.

“Me siento contenta, porque ya pasaron los años de castigo y hay que salir adelante con los trámites, y a ver qué pasa. Se siente bien, porque ya pasó el tiempo y hay que seguir con el siguiente paso”, comentó.


SE ME HIZO UNA ETERNIDAD

En noviembre de 2018, Lorena Espinoza cumplió con los 10 años de castigo que le fijaron las autoridades norteamericanas. Al igual que Esther, Lorena dejó en Estados Unidos a un hijo, de 10 años, viéndose obligada a perder gran parte de su adolescencia y juventud.

“Cuando me sacaron del otro lado, me fui para Veracruz; estuve seis años y me dio mucha depresión. Nada más estaba en la casa queriendo hablar con mis hijos; luego el papá no me quería contestar por teléfono. Fue muy difícil para mí”, confesó.

Lorena sabía que al menos tenía que esperar 10 años para poder aplicar para un perdón, y con ello tener la posibilidad de volver a la Unión Americana. Asegura que esta década ha sido la más larga de toda su vida.

“He estado esperando mucho de que se cumplieran los 10 años; lo esperaba con ansias. Me sentí feliz cuando se cumplieron, porque por fin voy a poder solicitar el perdón. Lo primero que haría al regresar es ver a mis hijos, pasear, comer y visitarlos. Se me hizo una eternidad este tiempo”, manifestó.

Esther y Lorena forman parte del grupo Dreamer’s Moms Tijuana-San Diego, un conjunto de madres de familia que han sido deportadas desde Estados Unidos, que encuentran en esta asociación una manera de olvidar la tristeza de vivir alejadas de sus seres queridos.

Cabe mencionar que el perdón que otorga el gobierno de Estados Unidos requiere de una evaluación particular para cada caso, ya que no todas las personas que han sido deportadas desde ese país pueden regresar a la Unión Americana.

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