/ sábado 20 de noviembre de 2021

No todos regresan a clases en el Estado

Leonardo Esteban, de 11 años, no ha podido retomar sus estudios, se quedó en sexto de primaria y ahora vive en un albergue.

Tijuana.- Leonardo Esteban, un niño de 11 años proveniente de Michoacán quiere ser ingeniero, pero desde hace más de dos meses no ha podido retomar sus estudios, esto porque es un niño migrante que junto a sus dos hermanos menores viven en el albergue de Juventud 2000 con su madre.

“Me quedé en sexto año de primaria, casi en secundaria. Extraño un poco la escuela, quiero ser ingeniero, tenía buenas calificaciones, mi materia favorita era matemáticas, también me gustaba español. También extraño a mis compañeros de la escuela, me gustaria entrar a la escuela aquí en Tijuana”, explicó Leonardo.

Su madre, Sofía Rodríguez Calderón, también tiene un hijo menor de siete años y una hija que estaba a punto de entrar a quinto grado de primaria, pero debido a que las clases ya iniciaron, le fue imposible ingresar a sus hijos a una escuela cercana.

“Hay una escuela cerca pero no encontramos lugar, ahí me lo dijeron, porque tengo dos niños más. Aquí mis niños me dijeron que querían regresar a la escuela, pero no encontré lugar”, expresó.

Los hijos de Rodríguez Calderón junto a otros 65 niños que habitan el albergue de Juventud 2000 no han podido regresar a clases, y al igual que las hijas de Montserrat Cabrera López, desean regresar a la escuela.

“Tengo tres niñas y un niño, la más grande tiene ocho años, la otra tiene seis años, el niño tiene dos años y la otra niña tiene cinco meses. Estaban estudiando en Michoacán, la niña más chica terminó el kinder, la otra apenas entraría a la primaria, mis hijas quieren regresar a Michoacán, pero a la vez tienen miedo, se les quedó en la cabeza el porque nos venimos a Tijuana”, detalló Cabrera López.

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La madre de estos cuatro niños mencionó que durante sus días en Tijuana trataron de asaltarla y quitarle a sus hijas, por lo que no han querido ingresar a la escuela, esto preocupa a Cabrera López, pues ha notado un retraso en su nivel académico.

“La educación que recibían allí era buena, estaban aprendiendo, pero desde que venimos aquí ya se les olvidó todo. Quisiera que mis hijas regresaran a la escuela, pero quedaron con miedo, salen a la calle volteando a todos lados. Aquí mismo se burlan de mis hijas porque no saben leer, y mi hija grande hace las letras al revés, no sé qué tiene”, lamentó.

Emilio Óscar Nieves Estrada, coordinador de la Licenciatura en Psicología Infantil en Cetys Universidad, explicó que los niños y adolescentes que han abandonado su hogar enfrentan una situación de incertidumbre y desorden estructural.

“Todo lo que implica el tener un hogar, una familia, tener relaciones de amistad con otros niños, tienen una estructura familiar o social que les estaba permitiendo tener la infancia de acuerdo a sus características. Al tener que migrar esta estructura se rompe, la estabilidad desaparece de manera muy abrupta, esto les genera muchísima incertidumbre, además del temor al lugar al que llegan”, detalló.

Foto: Archivo | El Sol de Tijuana

El papel que juega la escuela en los niños y adolescentes va más allá de un entorno académico, pues Nieves Estrada mencionó que este espacio genera un proceso social.

“Esta estructura les permite recordar que hay normas que hay que seguir de convivencia, esto le da la certeza de poder convivir con otros pares bajo una estructura social”, explicó.

Con todos los cambios que genera el cambiar de hogar migrando a otra ciudad, el regresar a clases puede generar condiciones favorables para los niños y adolescentes, mencionó el psicólogo, y esto puede cambiar el panorama de los menores afectados.

“El ambiente educativo en estas condiciones les permite recuperar ;la estructura que ya perdieron, el poder tener algo de la normalidad que tenían y que en este momento carecen y están buscando de alguna forma. Parece un escenario muy crudo, decir como podíamos pensar que el simple hecho de dar la oportunidad de tomar clases o retomar sus estudios puede cambiar el panorama”, agregó.

Como lo mencionaron las madres de familia, Sofía Rodríguez y Montserrat Cabrera, sus hijos desean volver a su hogar en Michoacán, pero debido a la inseguridad y violencia que genera el crimen organizado, les es difícil explicarles a sus hijos el por qué no pueden regresar a casa.

“Depende de la edad del niño. En el adolescente el diálogo es más directo y claro, en el caso de niños pequeños de edad preescolar dependerá de la parte afectiva del papá y explicarles el proceso que tienen que vivir por diversas situaciones pero lo importante no es lugar sino las personas con las que están”, explicó Nieves Estrada.

El psicólogo mencionó que además de establecer un nivel académico y estructural, la escuela también genera estabilidad emocional y estabilidad en las relaciones sociales, además de que la escuela brinda un cobijo por parte del docente más allá del apoyo de los padres.

“El niño extraña al amigo, el lugar donde juega, hasta la comida, pero desde el contexto emocional afectivo, esta protección que le puede brindar su familia puede hacer más sencillo su proceso de adaptación. Hay algo que se pierde en ese proceso, el migrar y dejar todo atrás representa una pérdida, no será sencillo, es un proceso donde los papás tendrán que acompañar, y también hay que guiar a los papás pues viven su propio proceso”, finalizó.

* Los nombres de los migrantes aquí mencionados fueron modificados a petición de los entrevistados.

Tijuana.- Leonardo Esteban, un niño de 11 años proveniente de Michoacán quiere ser ingeniero, pero desde hace más de dos meses no ha podido retomar sus estudios, esto porque es un niño migrante que junto a sus dos hermanos menores viven en el albergue de Juventud 2000 con su madre.

“Me quedé en sexto año de primaria, casi en secundaria. Extraño un poco la escuela, quiero ser ingeniero, tenía buenas calificaciones, mi materia favorita era matemáticas, también me gustaba español. También extraño a mis compañeros de la escuela, me gustaria entrar a la escuela aquí en Tijuana”, explicó Leonardo.

Su madre, Sofía Rodríguez Calderón, también tiene un hijo menor de siete años y una hija que estaba a punto de entrar a quinto grado de primaria, pero debido a que las clases ya iniciaron, le fue imposible ingresar a sus hijos a una escuela cercana.

“Hay una escuela cerca pero no encontramos lugar, ahí me lo dijeron, porque tengo dos niños más. Aquí mis niños me dijeron que querían regresar a la escuela, pero no encontré lugar”, expresó.

Los hijos de Rodríguez Calderón junto a otros 65 niños que habitan el albergue de Juventud 2000 no han podido regresar a clases, y al igual que las hijas de Montserrat Cabrera López, desean regresar a la escuela.

“Tengo tres niñas y un niño, la más grande tiene ocho años, la otra tiene seis años, el niño tiene dos años y la otra niña tiene cinco meses. Estaban estudiando en Michoacán, la niña más chica terminó el kinder, la otra apenas entraría a la primaria, mis hijas quieren regresar a Michoacán, pero a la vez tienen miedo, se les quedó en la cabeza el porque nos venimos a Tijuana”, detalló Cabrera López.

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La madre de estos cuatro niños mencionó que durante sus días en Tijuana trataron de asaltarla y quitarle a sus hijas, por lo que no han querido ingresar a la escuela, esto preocupa a Cabrera López, pues ha notado un retraso en su nivel académico.

“La educación que recibían allí era buena, estaban aprendiendo, pero desde que venimos aquí ya se les olvidó todo. Quisiera que mis hijas regresaran a la escuela, pero quedaron con miedo, salen a la calle volteando a todos lados. Aquí mismo se burlan de mis hijas porque no saben leer, y mi hija grande hace las letras al revés, no sé qué tiene”, lamentó.

Emilio Óscar Nieves Estrada, coordinador de la Licenciatura en Psicología Infantil en Cetys Universidad, explicó que los niños y adolescentes que han abandonado su hogar enfrentan una situación de incertidumbre y desorden estructural.

“Todo lo que implica el tener un hogar, una familia, tener relaciones de amistad con otros niños, tienen una estructura familiar o social que les estaba permitiendo tener la infancia de acuerdo a sus características. Al tener que migrar esta estructura se rompe, la estabilidad desaparece de manera muy abrupta, esto les genera muchísima incertidumbre, además del temor al lugar al que llegan”, detalló.

Foto: Archivo | El Sol de Tijuana

El papel que juega la escuela en los niños y adolescentes va más allá de un entorno académico, pues Nieves Estrada mencionó que este espacio genera un proceso social.

“Esta estructura les permite recordar que hay normas que hay que seguir de convivencia, esto le da la certeza de poder convivir con otros pares bajo una estructura social”, explicó.

Con todos los cambios que genera el cambiar de hogar migrando a otra ciudad, el regresar a clases puede generar condiciones favorables para los niños y adolescentes, mencionó el psicólogo, y esto puede cambiar el panorama de los menores afectados.

“El ambiente educativo en estas condiciones les permite recuperar ;la estructura que ya perdieron, el poder tener algo de la normalidad que tenían y que en este momento carecen y están buscando de alguna forma. Parece un escenario muy crudo, decir como podíamos pensar que el simple hecho de dar la oportunidad de tomar clases o retomar sus estudios puede cambiar el panorama”, agregó.

Como lo mencionaron las madres de familia, Sofía Rodríguez y Montserrat Cabrera, sus hijos desean volver a su hogar en Michoacán, pero debido a la inseguridad y violencia que genera el crimen organizado, les es difícil explicarles a sus hijos el por qué no pueden regresar a casa.

“Depende de la edad del niño. En el adolescente el diálogo es más directo y claro, en el caso de niños pequeños de edad preescolar dependerá de la parte afectiva del papá y explicarles el proceso que tienen que vivir por diversas situaciones pero lo importante no es lugar sino las personas con las que están”, explicó Nieves Estrada.

El psicólogo mencionó que además de establecer un nivel académico y estructural, la escuela también genera estabilidad emocional y estabilidad en las relaciones sociales, además de que la escuela brinda un cobijo por parte del docente más allá del apoyo de los padres.

“El niño extraña al amigo, el lugar donde juega, hasta la comida, pero desde el contexto emocional afectivo, esta protección que le puede brindar su familia puede hacer más sencillo su proceso de adaptación. Hay algo que se pierde en ese proceso, el migrar y dejar todo atrás representa una pérdida, no será sencillo, es un proceso donde los papás tendrán que acompañar, y también hay que guiar a los papás pues viven su propio proceso”, finalizó.

* Los nombres de los migrantes aquí mencionados fueron modificados a petición de los entrevistados.

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