/ martes 21 de abril de 2020

Con agua y cigarro, sexoservidoras sobreviven a la pandemia

Algunas de ellas recibieron tarjetas de apoyo del gobierno capitalino, pero hasta el momento de la entrevista no tenían recursos

Han montado una cabina atrás del Metro Revolución para dar servicio, plantean hacerlo en las paredes o carros, pero si eso no funciona también piensan en saquear tiendas alimentarias. Esta es la realidad de un número incierto de trabajadoras sexuales ante la crisis económica que genera la pandemia y el poco apoyo de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

No existe una estadística precisa de cuántas prostitutas hay en la capital del país, pues los números van de 10 mil a 500 mil, de acuerdo con la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina (Catwlac, por sus siglas en inglés).

A pesar que la capital del país es donde hay más contagios y fallecidos a nivel nacional, las sexoservidoras insisten que la esquina es de quien la trabaja aunque por ahora sobreviven “con agua y cigarro”.

El primer caso de la enfermedad en la urbe más grande del país se confirmó el 28 de febrero, casi tres meses de que en Wuhan, China, foco original de la pandemia, las autoridades de ese país anunciaron el problema de salud e implementaron el toque de queda, pero el llamado a aplicar el #QuédateEnCasa que solicitan autoridades en México no es viable para las trabajadoras sexuales.

Desde principios de marzo la autoridad capitalina convocó al aislamiento social, y el cierre de hoteles y moteles provocó la peor crisis económica en la vida las mujeres dedicadas al sexoservicio, por lo que aplicarán nuevas técnicas para ofrecer sus servicios.

El 31 de marzo se decretó Emergencia Sanitaria por fuerza mayor en la Ciudad de México, por lo que ya era obligación el cierre de todas las actividades no esenciales para reducir los contagios.

Con la declaratoria fueron despedidos empleados de empresas formales, pero los no asalariados atraviesan una situación peor, como las mujeres en situación de prostitución que no pueden dejar de trabajar sin el apoyo del gobierno.

La zona de Puente Alvarado, misma que lleva directo a Paseo de Reforma, ya no es igual ante la contingencia sanitaria.

Los negocios alrededor de esta avenida están cerrados, transitan pocos carros y las meretrices rondan en las esquinas a la espera de clientes, sobre todo aquellas que aún tienen la esperanza de llevar comida al hogar o pagar su renta.

Estrella tiene 33 años y lleva cinco en el sexoservicio. Ella habitaba en un hotel y hoy no tiene ni un espacio para bañarse. Por ahora su mayor preocupación no es el Covid-19, porque no cree en la enfermedad, sino lo que comerá al menos de aquí al 30 de mayo, fecha hasta la que permanecerá el confinamiento en México.

“Ahorita, como sexoservidoras, nosotras ya hasta estamos pensando en trabajar hasta en carros o hasta de aparador con eso te digo todo… O sea, paradas, en la calle y paradas”, platicó.

El uso de desinfectante para manos no es un objeto de uso personal para ella, pero sí la acompaña un hambre desesperada, pues, cuenta, no ha comido en dos días. “Me mantengo con agua, y cigarro. Sí, la verdad, incluso ahorita tengo demasiada hambre”. “Si no hay trabajo cómo vamos a comer, cómo vamos a vestir”.

Aunque existen varias iniciativas para regular el trabajo sexual en la capital, no hay datos recientes sobre el ejercicio del oficio más antiguo del mundo, pero sí muchos vestigios de violencia que suman a la vulnerabilidad de este grupo.

En 2017, un estudio de la Asociación Civil Comisión Unidos vs Trata, señala que 83 por ciento de las trabajadoras sexuales iniciaron su actividad antes de los 16 años. Además, 96 por ciento aseguró que ha sido víctima de violencia.

Algunas de las compañeras de giro de Estrella formaban un círculo afuera del Metro Revolución. Ahí comentaron que estaban en situación de calle, pues vivían en hoteles de paso, a lo que se suma que estos establecimientos también son sus instrumentos de trabajo, y sin ellos, no pueden llevar clientes, tampoco les dejaron seguir viviendo en esos sitios, porque las consideraron un foco de infección.

Estrella explicó que el gobierno sí les brindó un albergue, pero sólo les permiten estar ahí de las nueve de la noche a las nueve de la mañana, cuando el trabajo no para, sino hasta las cuatro de la mañana.

“Cómo te vas a despertar a las nueve de la mañana, y aparte no hay para bañarse, nada más te dejan dormir ahí. Yo me tuve que bañar aquí a la vuelta, me prestaron una cubeta y así, a baño ruso”.

Foto: Ernesto Muñoz

Flor tiene 32 años y a los 11 inició en el trabajo sexual. Ya había pasado crisis, pero nunca una que durara tanto como ésta.

“O sea, pasé lo del temblor, la influenza y otras cosas, pero así como esto, tan duro, tan grave no, la verdad no”.

Su condición de precariedad es otra desventaja, pues no tienen estudios y algunas no saben leer ni escribir.

“Al gobierno se le hace fácil: no trabajen, no salgan, pero el gobierno no apoya, el gobierno dice no sales y no sales, pero no te dice ten para que no salgas, muchos pagan renta y el casero no te espera, el hotel no te espera, la comida no te espera, los hijos tienen hambre, o sea, es una situación bien dura”, expresó.

“¿Qué ser humano puede estar sin comer?”, Flor menciona que si siguen sin empleo y no hay ayuda del gobierno, serán capaces de robar. “Somos 10 mil mujeres en situación de prostitución, creo que con esas 10 mil vamos y rompemos una pinche pared y saqueamos un Walmart, sí, tenemos la fuerza y el hambre, la sed, y por hambre puede hacer uno hace cualquier cosa”.

Tamara recibió una de las tarjetas que otorgó el gobierno como medida de apoyo económico, pero desde hace una semana que se las dieron hasta el día de la entrevista no tenía fondos.

En febrero pasado, el Movimiento de Trabajo Sexual de México entregó una propuesta a la Asamblea Legislativa.

En ella, pidieron un registro como trabajadoras no asalariadas ante la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo, y exigieron dejar de ser extorsionadas por las autoridades.

“Estamos viviendo de la gente que nos está viniendo a dar comidas. Es un derecho que tenemos como población vulnerable y que el gobierno debería asumir, no tenemos qué comer, no tenemos donde vivir, entonces se trata que por ser mujeres nos estén dando migajas. No se vale, porque a otros sectores les dieron apoyos y fue mucho más”, dijo Tamara.

María de los Ángeles tiene 76 años y desde los 14 vende su cuerpo, por lo que ya no puede conseguir dinero más que de esta manera y el coronavirus provoca que sólo dé uno o dos servicios en todo el día.

Antes de la contingencia daba tenía hasta seis clientes y ganaba 700 pesos al día. Para sobrellevar su situación, montaron una cabina en el piso a espaldas del Metro Revolución.

“Para no arriesgarnos, para no subirnos a los carros con las personas que no conocemos, tenemos que ocuparnos en estas, que le llamamos cabinas”.

Pero las cabinas distan mucho de los aparadores del Distrito Rojo de Ámsterdam, en Holanda, donde la prostitución está reglamentada.

En el Metro Revolución, las cabinas consisten en seis camas de cobijas, donde la privacidad es otorgada por cortinas con el logo del IMSS.

María de los Ángeles denunció que incluso así, los horarios que tienen para trabajar están restringidos, pues después de las siete de la noche, el gobierno manda patrullas, que se llevan al cliente y les sacan la cartera, sin dejarlos ocupar.


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Han montado una cabina atrás del Metro Revolución para dar servicio, plantean hacerlo en las paredes o carros, pero si eso no funciona también piensan en saquear tiendas alimentarias. Esta es la realidad de un número incierto de trabajadoras sexuales ante la crisis económica que genera la pandemia y el poco apoyo de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

No existe una estadística precisa de cuántas prostitutas hay en la capital del país, pues los números van de 10 mil a 500 mil, de acuerdo con la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina (Catwlac, por sus siglas en inglés).

A pesar que la capital del país es donde hay más contagios y fallecidos a nivel nacional, las sexoservidoras insisten que la esquina es de quien la trabaja aunque por ahora sobreviven “con agua y cigarro”.

El primer caso de la enfermedad en la urbe más grande del país se confirmó el 28 de febrero, casi tres meses de que en Wuhan, China, foco original de la pandemia, las autoridades de ese país anunciaron el problema de salud e implementaron el toque de queda, pero el llamado a aplicar el #QuédateEnCasa que solicitan autoridades en México no es viable para las trabajadoras sexuales.

Desde principios de marzo la autoridad capitalina convocó al aislamiento social, y el cierre de hoteles y moteles provocó la peor crisis económica en la vida las mujeres dedicadas al sexoservicio, por lo que aplicarán nuevas técnicas para ofrecer sus servicios.

El 31 de marzo se decretó Emergencia Sanitaria por fuerza mayor en la Ciudad de México, por lo que ya era obligación el cierre de todas las actividades no esenciales para reducir los contagios.

Con la declaratoria fueron despedidos empleados de empresas formales, pero los no asalariados atraviesan una situación peor, como las mujeres en situación de prostitución que no pueden dejar de trabajar sin el apoyo del gobierno.

La zona de Puente Alvarado, misma que lleva directo a Paseo de Reforma, ya no es igual ante la contingencia sanitaria.

Los negocios alrededor de esta avenida están cerrados, transitan pocos carros y las meretrices rondan en las esquinas a la espera de clientes, sobre todo aquellas que aún tienen la esperanza de llevar comida al hogar o pagar su renta.

Estrella tiene 33 años y lleva cinco en el sexoservicio. Ella habitaba en un hotel y hoy no tiene ni un espacio para bañarse. Por ahora su mayor preocupación no es el Covid-19, porque no cree en la enfermedad, sino lo que comerá al menos de aquí al 30 de mayo, fecha hasta la que permanecerá el confinamiento en México.

“Ahorita, como sexoservidoras, nosotras ya hasta estamos pensando en trabajar hasta en carros o hasta de aparador con eso te digo todo… O sea, paradas, en la calle y paradas”, platicó.

El uso de desinfectante para manos no es un objeto de uso personal para ella, pero sí la acompaña un hambre desesperada, pues, cuenta, no ha comido en dos días. “Me mantengo con agua, y cigarro. Sí, la verdad, incluso ahorita tengo demasiada hambre”. “Si no hay trabajo cómo vamos a comer, cómo vamos a vestir”.

Aunque existen varias iniciativas para regular el trabajo sexual en la capital, no hay datos recientes sobre el ejercicio del oficio más antiguo del mundo, pero sí muchos vestigios de violencia que suman a la vulnerabilidad de este grupo.

En 2017, un estudio de la Asociación Civil Comisión Unidos vs Trata, señala que 83 por ciento de las trabajadoras sexuales iniciaron su actividad antes de los 16 años. Además, 96 por ciento aseguró que ha sido víctima de violencia.

Algunas de las compañeras de giro de Estrella formaban un círculo afuera del Metro Revolución. Ahí comentaron que estaban en situación de calle, pues vivían en hoteles de paso, a lo que se suma que estos establecimientos también son sus instrumentos de trabajo, y sin ellos, no pueden llevar clientes, tampoco les dejaron seguir viviendo en esos sitios, porque las consideraron un foco de infección.

Estrella explicó que el gobierno sí les brindó un albergue, pero sólo les permiten estar ahí de las nueve de la noche a las nueve de la mañana, cuando el trabajo no para, sino hasta las cuatro de la mañana.

“Cómo te vas a despertar a las nueve de la mañana, y aparte no hay para bañarse, nada más te dejan dormir ahí. Yo me tuve que bañar aquí a la vuelta, me prestaron una cubeta y así, a baño ruso”.

Foto: Ernesto Muñoz

Flor tiene 32 años y a los 11 inició en el trabajo sexual. Ya había pasado crisis, pero nunca una que durara tanto como ésta.

“O sea, pasé lo del temblor, la influenza y otras cosas, pero así como esto, tan duro, tan grave no, la verdad no”.

Su condición de precariedad es otra desventaja, pues no tienen estudios y algunas no saben leer ni escribir.

“Al gobierno se le hace fácil: no trabajen, no salgan, pero el gobierno no apoya, el gobierno dice no sales y no sales, pero no te dice ten para que no salgas, muchos pagan renta y el casero no te espera, el hotel no te espera, la comida no te espera, los hijos tienen hambre, o sea, es una situación bien dura”, expresó.

“¿Qué ser humano puede estar sin comer?”, Flor menciona que si siguen sin empleo y no hay ayuda del gobierno, serán capaces de robar. “Somos 10 mil mujeres en situación de prostitución, creo que con esas 10 mil vamos y rompemos una pinche pared y saqueamos un Walmart, sí, tenemos la fuerza y el hambre, la sed, y por hambre puede hacer uno hace cualquier cosa”.

Tamara recibió una de las tarjetas que otorgó el gobierno como medida de apoyo económico, pero desde hace una semana que se las dieron hasta el día de la entrevista no tenía fondos.

En febrero pasado, el Movimiento de Trabajo Sexual de México entregó una propuesta a la Asamblea Legislativa.

En ella, pidieron un registro como trabajadoras no asalariadas ante la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo, y exigieron dejar de ser extorsionadas por las autoridades.

“Estamos viviendo de la gente que nos está viniendo a dar comidas. Es un derecho que tenemos como población vulnerable y que el gobierno debería asumir, no tenemos qué comer, no tenemos donde vivir, entonces se trata que por ser mujeres nos estén dando migajas. No se vale, porque a otros sectores les dieron apoyos y fue mucho más”, dijo Tamara.

María de los Ángeles tiene 76 años y desde los 14 vende su cuerpo, por lo que ya no puede conseguir dinero más que de esta manera y el coronavirus provoca que sólo dé uno o dos servicios en todo el día.

Antes de la contingencia daba tenía hasta seis clientes y ganaba 700 pesos al día. Para sobrellevar su situación, montaron una cabina en el piso a espaldas del Metro Revolución.

“Para no arriesgarnos, para no subirnos a los carros con las personas que no conocemos, tenemos que ocuparnos en estas, que le llamamos cabinas”.

Pero las cabinas distan mucho de los aparadores del Distrito Rojo de Ámsterdam, en Holanda, donde la prostitución está reglamentada.

En el Metro Revolución, las cabinas consisten en seis camas de cobijas, donde la privacidad es otorgada por cortinas con el logo del IMSS.

María de los Ángeles denunció que incluso así, los horarios que tienen para trabajar están restringidos, pues después de las siete de la noche, el gobierno manda patrullas, que se llevan al cliente y les sacan la cartera, sin dejarlos ocupar.


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