/ jueves 22 de febrero de 2024

Expediente Confidencial | El lavado de cerebro a favor del crimen

Si usted tiene la suficiente candidez para creer que no se puede manipular a las personas a través de los medios de comunicación, le hago una atenta recomendación: empápese en la Teoría de Cultivo, desarrollada por George Gerbner y Larry Gross, postulada, por primera vez, en Journal of Communication, durante 1978, siendo pulida y afinada a lo largo de los años ochentas y noventas.

Una vez sabiendo que el lavado de cerebro es posible, es dable pensar que estamos ante todo un cultivo -o una apertura de la Ventana de Overton- para romantizar y normalizar a los criminales y sus acciones.

Ese cultivo lo podemos ver a diario. Se trata de imponer a las y los jóvenes un estilo de vida y una visión del mundo: el de los delincuentes y, en particular, el de los narcotraficantes, aunque también cobijando a terroristas y tratantes.

No solamente se trata de que, desde una perspectiva que nada tiene que ver con las garantías individuales, se pretenda proteger la identidad de criminales -con lo cual se dificulta su identificación por otras potenciales víctimas-, tapándoles los ojos o 'blureándoles' el rostro, sino de idealizar ese mundo.

El objetivo es claro: mediante los 'narcocorridos', a los cuales se les pretende cambiar el nombre por uno eufemístico, 'corridos tumbados', o a través de las 'narcoseries', se hace ver al criminal como el "bueno" de la película y a la policía y las víctimas como los "malos".

La hoja de ruta es clara: Ya lo hemos visto en Colombia y España, con los ex terroristas, o con la pretensión del mismo Gustavo Petro, mandatario colombiano, respecto a los narcotraficantes. Primero, amnistía para quienes secuestraron, violaron y asesinaron. Luego, integrarlos a la vida pública como políticos, para que puedan llegar al poder. En Colombia, el rechazo a los políticos de las FARC es mayúsculo, pero, en España, Bildu está a un paso de gobernar el País Vasco. Fíjense. Se trata de convertir a criminales desalmados e inmisericordes, en políticos que, un día, llegarán a gobernarnos. Ya no estamos hablando de que coopten a otros políticos o gobernantes, sino de que, ellos mismos, tomen el poder.

Y con su blanqueo de cara, el de sus negocios: la legalización de las drogas, todas, representaría un negocio multimillonario, donde las ganancias serían para los socios de esos criminales, que pululan en los bancos y mercados bursátiles. Las pérdidas, empezando por una mayor violencia en las calles y un aumento exponencial para la criminalidad, serían para la sociedad de a pie. No para ellos, pues ningún adicto con un arma de fuego, desesperado por dinero para otra dosis, atravesará las altas bardas, las mallas electrificadas y los vigilantes armados de los lujosos fraccionamientos donde viven y vivirán, con mayor razón, criminales y sus patrocinadores.

Para eso existen Peso Pluma, Junior H, Natanael Cano, 'El Señor de los Cielos', o las decenas y decenas de series que, desde las plataformas de 'streaming', como Netflx, HBO Max, o Paramount Plus, por mencionar algunas, dictan cátedra a las nuevas generaciones. Ya ni siquiera queda aquel consuelo de que la escuela construía en la mañana, aunque la televisión deshacía mucho por la tarde. Ahora, con docentes como la maestra tijuanense que defendió su idea de permitir que un alumno de 9 años cantara, en pleno salón de clases, una canción de Peso Pluma donde habla sobre la producción de fentanilo, el cascajo está por todos lados.

¿Por qué es necesario ese lavado de cerebro, ese Cultivo? Porque una persona solamente puede admirar a quien comparte su escala de creencias y valores ¿Cómo podemos hacer que la sociedad, de forma mayoritaria, admire a los delincuentes? Convirtiendo su escala en la escala de esa mayoría.

Hay que sumarle a eso que tenemos una sociedad cada vez más ignorante, lo que la convierte en fácilmente manipulable desde la banalidad. Así, el hecho de que, por ejemplo, la lujosa vida de Emma Coronel haya sido pagada con dinero manchado de sangre, le resulta menos importante a muchos que su imagen de "éxito" y "belleza".

Esa sociedad, que vive pensando en tener el nuevo iPhone, aunque no pueda pagarlo, o en los líos amorosos de sus 'influencers' favoritos, se hace cada vez más y más desinformada, sin conocimientos, ni pensamiento crítico, para exigir la solución a sus problemas, ni relacionar estos con la incapacidad de sus gobernantes. Es el caldo de cultivo perfecto: los políticos aliados del crimen ganan por partida doble. Por un lado, tienen una sociedad banal, donde antes que los valores y el cómo lograr las cosas, está el 'tanto tienes, tanto vales', para mayor gloria del crimen y su siempre conocido método del dinero fácil. Por el otro, esa sociedad, rebosante de ignorancia, no les exige cuentas y vota, mecánicamente, por ellos, bastando que hagan un videito simpático en TikTok o suban una foto 'viral' a Instagram.

Y ahí está el otro punto: a golpe de marro mediático edifican una sociedad embelesada con la riqueza a lo 'Maruchán', fácil, sin esfuerzo, instantánea.

¿Cuál es el ideal de hombre que la música y series de moda le construyen a los jóvenes? El de un capo, con mucho dinero, baladrón, soberbio, petulante. Combinación que, además, le dará acceso a mujeres bellas. El mensaje, nada cifrado, es "únete al crimen y serás un triunfador".

¿Cuál es el ideal de hombre que la música y las series de moda le construyen a las jóvenes? El de un capo, con mucho dinero, baladrón, soberbio, petulante, dispuesto a comprarle el celular de última generación, la Jeep último modelo, la casa en el residencial privado y llevarla de vacaciones a los lugares más caros y exóticos. El mensaje, nada cifrado, es "acuéstate con un criminal, sé cómplice de sus delitos, y goza la vida".

Los contenidos de moda no construyen una sociedad con hombres más honestos, esforzados, ni trabajadores, tampoco con mujeres independientes y libres. La imagen de "triunfador" que se le vende a los hombres de las nuevas generaciones es la de un tipo con pistola al cinto que sirve a un capo y mata a la menor provocación. La imagen de "triunfadora" que se vende a las mujeres es la de una 'Adelita' que es cómplice, amante y esclava de esos hombres, a cambio de disfrutar su riqueza. Lógicamente, esto sería intolerable para una mujer con un poquito de conciencia feminista. Pero atención, recordemos el punto 1 de ese Cultivo: Construir una sociedad donde el 'tanto tienes, tanto vales', sea lo primordial. Donde lo importante en un hombre no sea su nivel de compromiso y responsabilidad personal, paternal, profesional, emocional, sino que tenga la Jeep del año y varias casas -de "seguridad", claro-. Donde lo relevante en una mujer no sea su independencia económica o su éxito profesional o académico, sino que tenga el iPhone de última generación, cientos de miles de seguidores en Instagram y un cuerpo "perfecto" esculpido a base de cirugías.

Así, quienes integren esa sociedad no tendrán empacho en olvidar o anular valores, convicciones, dignidad, ni la propia vida, si, a cambio, se tiene riqueza.

En la música y series de moda, no existe ni la más mínima vinculación entre las drogas, el narcotráfico, la trata, las adicciones y sus consecuencias.

No se habla de personas sumidas en el infierno de una adicción. En como eso lleva a romper afectos, familias y vida laboral. El consumidor de droga jamás es alguien con un problema, sino que meterse enervantes, en esa cultura mediática, es "divertido" y hace a las personas "valientes", "aceptadas" y, por ende, "exitosas". El mismo camino que se siguió, en su día, con el tabaco y el alcohol, para masificarlos.

También se romantizan los delitos que cometen los narcotraficantes y tratantes. No cometen asesinatos, sino que se "libran" de sus enemigos. No cometen secuestros, solamente "ajustan cuentas" y "le dan una lección" a quienes se interponen en su camino. En la música y series que ensalzan al crimen y su ruta, jamás se habla de cómo, en diversas ocasiones, primero vuelven adicta a una mujer, para luego utilizar esa adicción en su favor, poniéndola a trabajar y hasta a prostituirse para beneficio de ellos. No hay niñas de 9 o 10 años raptadas en una sierra, que luego son prostituidas con adultos. Toda esa podredumbre se mete bajo la alfombra de unos millones de dólares y lo que sale a cuadro son hombres y mujeres de cuerpos esculturales y rostros casi perfectos, viviendo existencias de ensueño donde, de vez en cuando, hay que matar a 10 o 20 para "imponer respeto".

El 'mainstream' del crimen avanza veloz. Por una parte, con la ayuda de cómplices mediáticos. En otra, por la autocensura que provoca el temor a quedarse fuera de ese 'mainstream'. Esa autocensura se motiva ya sea por la conveniencia de no quedarse fuera de ese 'mainstream', al ser "lo que vende", o por el temor de convertirse en un paria mediático que está en contra de lo que, supuestamente, "la mayoría quiere".

Ese 'mainstream' no es más que un espejismo bien montado. Como lo demuestra la altísima popularidad del presidente salvadoreño Nayib Bukele, o el hecho de que Peso Pluma no llevaba más que la mitad de los boletos para su concierto en Tijuana, antes de ser cancelado, no existe tal ola multitudinaria anhelando ser gobernada por el crimen y viviendo en un Badiraguato mundial. Por el contrario, la mayoría quiere paz y entiende perfectamente quiénes son los MALOS, pues, en no pocos casos, han sido sus verdugos, como ocurre con las miles de personas desplazadas de Michoacán o Guerrero, por esos "héroes" retratados en 'corridos tumbados'.

Pero ese crimen no es tonto. No solamente pauta sus contenidos en todas las redes, lo cual conlleva a evitar que los censuren -¿o alguien piensa que YouTube o Facebook evitaría, por ética, tan jugoso negocio?-, sino que, para los más instruidos, se disfraza. Así, los gobiernos que apoyan, desde, cuando menos, una calculada laxitud, al narcotráfico, la trata o el terrorismo, se envuelven en la bandera arcoiris, la morada, o ambas. Pero sus caretas no resisten mayor análisis: ¿Qué tan feminista puede ser un gobierno que solapa o, ya de plano, pretende dar amnistía a sujetos que violaron o prostituyeron miles de mujeres? ¿Qué tan amigable con las personas LGBTQI+ puede ser un gobierno que da carta abierta para que los criminales roben sus casas y negocios, o permita que sean extorsionados, o que algunos sean prostituidos como esclavos por esos maleantes?

Buena parte de la sociedad, adormecida en un discurso de odio hacia lo establecido, camina mansa, como rebaño, a esa nueva era. Para cuando sean despertados por la tormenta cayendo sobre sus cabezas, se darán cuenta que ellos se quedaron a la intemperie, mientras sus "mesías" y "salvadores" están a salvo, junto a una cálida chimenea. Criminales y sus socios, al final de esa partida que piensan ganar con su 'poker face', contarán sus millones. Los perdedores, que seremos la mayoría, entre tanto, contaremos a nuestros muertos, al pie de su ruleta

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Si usted tiene la suficiente candidez para creer que no se puede manipular a las personas a través de los medios de comunicación, le hago una atenta recomendación: empápese en la Teoría de Cultivo, desarrollada por George Gerbner y Larry Gross, postulada, por primera vez, en Journal of Communication, durante 1978, siendo pulida y afinada a lo largo de los años ochentas y noventas.

Una vez sabiendo que el lavado de cerebro es posible, es dable pensar que estamos ante todo un cultivo -o una apertura de la Ventana de Overton- para romantizar y normalizar a los criminales y sus acciones.

Ese cultivo lo podemos ver a diario. Se trata de imponer a las y los jóvenes un estilo de vida y una visión del mundo: el de los delincuentes y, en particular, el de los narcotraficantes, aunque también cobijando a terroristas y tratantes.

No solamente se trata de que, desde una perspectiva que nada tiene que ver con las garantías individuales, se pretenda proteger la identidad de criminales -con lo cual se dificulta su identificación por otras potenciales víctimas-, tapándoles los ojos o 'blureándoles' el rostro, sino de idealizar ese mundo.

El objetivo es claro: mediante los 'narcocorridos', a los cuales se les pretende cambiar el nombre por uno eufemístico, 'corridos tumbados', o a través de las 'narcoseries', se hace ver al criminal como el "bueno" de la película y a la policía y las víctimas como los "malos".

La hoja de ruta es clara: Ya lo hemos visto en Colombia y España, con los ex terroristas, o con la pretensión del mismo Gustavo Petro, mandatario colombiano, respecto a los narcotraficantes. Primero, amnistía para quienes secuestraron, violaron y asesinaron. Luego, integrarlos a la vida pública como políticos, para que puedan llegar al poder. En Colombia, el rechazo a los políticos de las FARC es mayúsculo, pero, en España, Bildu está a un paso de gobernar el País Vasco. Fíjense. Se trata de convertir a criminales desalmados e inmisericordes, en políticos que, un día, llegarán a gobernarnos. Ya no estamos hablando de que coopten a otros políticos o gobernantes, sino de que, ellos mismos, tomen el poder.

Y con su blanqueo de cara, el de sus negocios: la legalización de las drogas, todas, representaría un negocio multimillonario, donde las ganancias serían para los socios de esos criminales, que pululan en los bancos y mercados bursátiles. Las pérdidas, empezando por una mayor violencia en las calles y un aumento exponencial para la criminalidad, serían para la sociedad de a pie. No para ellos, pues ningún adicto con un arma de fuego, desesperado por dinero para otra dosis, atravesará las altas bardas, las mallas electrificadas y los vigilantes armados de los lujosos fraccionamientos donde viven y vivirán, con mayor razón, criminales y sus patrocinadores.

Para eso existen Peso Pluma, Junior H, Natanael Cano, 'El Señor de los Cielos', o las decenas y decenas de series que, desde las plataformas de 'streaming', como Netflx, HBO Max, o Paramount Plus, por mencionar algunas, dictan cátedra a las nuevas generaciones. Ya ni siquiera queda aquel consuelo de que la escuela construía en la mañana, aunque la televisión deshacía mucho por la tarde. Ahora, con docentes como la maestra tijuanense que defendió su idea de permitir que un alumno de 9 años cantara, en pleno salón de clases, una canción de Peso Pluma donde habla sobre la producción de fentanilo, el cascajo está por todos lados.

¿Por qué es necesario ese lavado de cerebro, ese Cultivo? Porque una persona solamente puede admirar a quien comparte su escala de creencias y valores ¿Cómo podemos hacer que la sociedad, de forma mayoritaria, admire a los delincuentes? Convirtiendo su escala en la escala de esa mayoría.

Hay que sumarle a eso que tenemos una sociedad cada vez más ignorante, lo que la convierte en fácilmente manipulable desde la banalidad. Así, el hecho de que, por ejemplo, la lujosa vida de Emma Coronel haya sido pagada con dinero manchado de sangre, le resulta menos importante a muchos que su imagen de "éxito" y "belleza".

Esa sociedad, que vive pensando en tener el nuevo iPhone, aunque no pueda pagarlo, o en los líos amorosos de sus 'influencers' favoritos, se hace cada vez más y más desinformada, sin conocimientos, ni pensamiento crítico, para exigir la solución a sus problemas, ni relacionar estos con la incapacidad de sus gobernantes. Es el caldo de cultivo perfecto: los políticos aliados del crimen ganan por partida doble. Por un lado, tienen una sociedad banal, donde antes que los valores y el cómo lograr las cosas, está el 'tanto tienes, tanto vales', para mayor gloria del crimen y su siempre conocido método del dinero fácil. Por el otro, esa sociedad, rebosante de ignorancia, no les exige cuentas y vota, mecánicamente, por ellos, bastando que hagan un videito simpático en TikTok o suban una foto 'viral' a Instagram.

Y ahí está el otro punto: a golpe de marro mediático edifican una sociedad embelesada con la riqueza a lo 'Maruchán', fácil, sin esfuerzo, instantánea.

¿Cuál es el ideal de hombre que la música y series de moda le construyen a los jóvenes? El de un capo, con mucho dinero, baladrón, soberbio, petulante. Combinación que, además, le dará acceso a mujeres bellas. El mensaje, nada cifrado, es "únete al crimen y serás un triunfador".

¿Cuál es el ideal de hombre que la música y las series de moda le construyen a las jóvenes? El de un capo, con mucho dinero, baladrón, soberbio, petulante, dispuesto a comprarle el celular de última generación, la Jeep último modelo, la casa en el residencial privado y llevarla de vacaciones a los lugares más caros y exóticos. El mensaje, nada cifrado, es "acuéstate con un criminal, sé cómplice de sus delitos, y goza la vida".

Los contenidos de moda no construyen una sociedad con hombres más honestos, esforzados, ni trabajadores, tampoco con mujeres independientes y libres. La imagen de "triunfador" que se le vende a los hombres de las nuevas generaciones es la de un tipo con pistola al cinto que sirve a un capo y mata a la menor provocación. La imagen de "triunfadora" que se vende a las mujeres es la de una 'Adelita' que es cómplice, amante y esclava de esos hombres, a cambio de disfrutar su riqueza. Lógicamente, esto sería intolerable para una mujer con un poquito de conciencia feminista. Pero atención, recordemos el punto 1 de ese Cultivo: Construir una sociedad donde el 'tanto tienes, tanto vales', sea lo primordial. Donde lo importante en un hombre no sea su nivel de compromiso y responsabilidad personal, paternal, profesional, emocional, sino que tenga la Jeep del año y varias casas -de "seguridad", claro-. Donde lo relevante en una mujer no sea su independencia económica o su éxito profesional o académico, sino que tenga el iPhone de última generación, cientos de miles de seguidores en Instagram y un cuerpo "perfecto" esculpido a base de cirugías.

Así, quienes integren esa sociedad no tendrán empacho en olvidar o anular valores, convicciones, dignidad, ni la propia vida, si, a cambio, se tiene riqueza.

En la música y series de moda, no existe ni la más mínima vinculación entre las drogas, el narcotráfico, la trata, las adicciones y sus consecuencias.

No se habla de personas sumidas en el infierno de una adicción. En como eso lleva a romper afectos, familias y vida laboral. El consumidor de droga jamás es alguien con un problema, sino que meterse enervantes, en esa cultura mediática, es "divertido" y hace a las personas "valientes", "aceptadas" y, por ende, "exitosas". El mismo camino que se siguió, en su día, con el tabaco y el alcohol, para masificarlos.

También se romantizan los delitos que cometen los narcotraficantes y tratantes. No cometen asesinatos, sino que se "libran" de sus enemigos. No cometen secuestros, solamente "ajustan cuentas" y "le dan una lección" a quienes se interponen en su camino. En la música y series que ensalzan al crimen y su ruta, jamás se habla de cómo, en diversas ocasiones, primero vuelven adicta a una mujer, para luego utilizar esa adicción en su favor, poniéndola a trabajar y hasta a prostituirse para beneficio de ellos. No hay niñas de 9 o 10 años raptadas en una sierra, que luego son prostituidas con adultos. Toda esa podredumbre se mete bajo la alfombra de unos millones de dólares y lo que sale a cuadro son hombres y mujeres de cuerpos esculturales y rostros casi perfectos, viviendo existencias de ensueño donde, de vez en cuando, hay que matar a 10 o 20 para "imponer respeto".

El 'mainstream' del crimen avanza veloz. Por una parte, con la ayuda de cómplices mediáticos. En otra, por la autocensura que provoca el temor a quedarse fuera de ese 'mainstream'. Esa autocensura se motiva ya sea por la conveniencia de no quedarse fuera de ese 'mainstream', al ser "lo que vende", o por el temor de convertirse en un paria mediático que está en contra de lo que, supuestamente, "la mayoría quiere".

Ese 'mainstream' no es más que un espejismo bien montado. Como lo demuestra la altísima popularidad del presidente salvadoreño Nayib Bukele, o el hecho de que Peso Pluma no llevaba más que la mitad de los boletos para su concierto en Tijuana, antes de ser cancelado, no existe tal ola multitudinaria anhelando ser gobernada por el crimen y viviendo en un Badiraguato mundial. Por el contrario, la mayoría quiere paz y entiende perfectamente quiénes son los MALOS, pues, en no pocos casos, han sido sus verdugos, como ocurre con las miles de personas desplazadas de Michoacán o Guerrero, por esos "héroes" retratados en 'corridos tumbados'.

Pero ese crimen no es tonto. No solamente pauta sus contenidos en todas las redes, lo cual conlleva a evitar que los censuren -¿o alguien piensa que YouTube o Facebook evitaría, por ética, tan jugoso negocio?-, sino que, para los más instruidos, se disfraza. Así, los gobiernos que apoyan, desde, cuando menos, una calculada laxitud, al narcotráfico, la trata o el terrorismo, se envuelven en la bandera arcoiris, la morada, o ambas. Pero sus caretas no resisten mayor análisis: ¿Qué tan feminista puede ser un gobierno que solapa o, ya de plano, pretende dar amnistía a sujetos que violaron o prostituyeron miles de mujeres? ¿Qué tan amigable con las personas LGBTQI+ puede ser un gobierno que da carta abierta para que los criminales roben sus casas y negocios, o permita que sean extorsionados, o que algunos sean prostituidos como esclavos por esos maleantes?

Buena parte de la sociedad, adormecida en un discurso de odio hacia lo establecido, camina mansa, como rebaño, a esa nueva era. Para cuando sean despertados por la tormenta cayendo sobre sus cabezas, se darán cuenta que ellos se quedaron a la intemperie, mientras sus "mesías" y "salvadores" están a salvo, junto a una cálida chimenea. Criminales y sus socios, al final de esa partida que piensan ganar con su 'poker face', contarán sus millones. Los perdedores, que seremos la mayoría, entre tanto, contaremos a nuestros muertos, al pie de su ruleta

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com