/ jueves 15 de febrero de 2024

Expediente Confidencial | "Progresismo", invento del neoliberalismo

Los creadores del neoliberalismo se inventaron, hace casi 15 años, el "progresismo", dándose cuenta que Friedman no sólo había muerto físicamente, sino también en la biblioteca, y que sus teorías provocaban una amplia repulsa social por doquier. Entonces, visto el clamor de igualdad económica, se inventaron un producto mercadotécnico que les permitiera controlar a la izquierda, arrancarle la parte relacionada con que los de abajo tuvieran más y los de arriba menos, e impulsar, con ese disfraz, gobiernos que apoyaran sus intereses, que no son otros que colmar sus cuentas de banco en Suiza y las Bahamas.

Así nació el "progresismo", cuyos felices patrocinadores han sido la dictadura china, que busca exprimir a Latinoamérica como todo el siglo 20 lo hizo Estados Unidos, y el narcotráfico, deseosos los banqueros de legalizar las drogas y hacerlas un negocio multimillonario y los rancheros de cinturón piteado de que les perdonen sus abundantes crímenes y ahora sean la élite de la sociedad.

Al mismo tiempo, la clase media incauta que sirvió de tameme al neoliberalismo para llevarlo al poder, aquella formada por empleados y pequeños comerciantes, se encontró con que sus antiguos ídolos huían en tropel a un nuevo negocio y ahora, para más, estaban en su contra.

Los ídolos nunca son de barro. Lo que es de barro son los cerebros de quienes se dejan engañar por ellos.

Pero, tras 15 años de mentiras, he ahí que las clases populares también empiezan a darse cuenta que el "progresismo" no es como lo pintan. Ni han salido de pobres, ni viven mejor, ni pueden cumplir sus sueños, y ahora sufren a diario, peor que antes, atenazados por todo tipo de criminales, desde narcotraficantes hasta tratantes, que se apoderaron de sus barrios y pueblos.

Así, el abandono de los políticos a esos dos sectores de la sociedad ha propiciado que rechacen a ese "progresismo" que está debidamente encamado con los restos del neoliberalismo, como lo demuestra, entre otras cosas, el amasiato de Lula y Alckmin en Brasil, símbolo de cómo los de arriba pueden exprimir a los de abajo con base en una teoría que Marx hizo para lo contrario.

No es nuevo que esa izquierda caviar considere a los de abajo como seres desechables. Foucault, uno de los ideólogos admirados por los "progresistas", viajaba a Túnez para abusar de niños pobres, mientras los políticos de aquel país lo recibían con bombos y platillos por ser un "respetado" ideólogo.

Clases populares y medias traicionadas por ese amasiato de izquierdistas banales y neoliberales acomodaticios, han conformado la avalancha de votos que los derrota o les complica la vida en diversas latitudes.

Los "progresistas" no se explican que haya estadounidenses pobres o latinos apoyando a Trump, o que en los barrios argentinos haya quien apoye a Javier Milei "¿Cómo se atreven a levantarle la mano a sus defensores (sic)?", espetan indignados

Nada más que esos "defensores" van, gritan en sus mítines dos o tres consignas izquierdistas, y luego se devuelven a su palacio, pagado con el dinero de ese pueblo, mientras que sus seguidores se quedan en su realidad, con la pandilla criminal pidiéndole 'cuota de seguridad' o queriendo reclutar al hijo como pistolero, con los mismos problemas para llegar a final de mes por los raquíticos sueldos que le pagan los patrocinadores de esos "progresistas", y con esos gobiernos "progresistas", que afirman "defenderlos", exigiéndoles que cambien el 'food truck' donde venden comida a un carísimo vehículo 100% eléctrico y "eco friendly"... que usa una batería de litio en cuya fabricación se ocuparon millones de litros de agua. Litio generado en los campos propiedad de esos patrocinadores del "progresismo", of course.

Entonces, ahí llegan los opositores de ese "progresismo" a decir cosas que suenan lógicas, como que hay que combatir al crimen, o que la forma de progresar es con trabajo duro, y, lógicamente, se ganan la simpatía y los votos de quienes ahí viven, ahí trabajan y ahí sufren. Son los únicos que les entienden.

Ante ello, se escandaliza la prensa "progresista" -que también vive en sus 'depas' situados en zonas gentrificadas y viajan en Uber Planet-, o la élite hollywoodense, que grita consignas marxistas desde sus mansiones en Malibú o mientras vuelan en sus aviones privados.

Pero quienes debieran avergonzarse son ellos. Su ambición, inmoralidad y cinismo es el que no tiene límites.

Mientras la izquierda no vuelva a ser la del pueblo de a pie, la de quienes salen diariamente a partírsela para mantener a su familia, la de quienes saben que los delincuentes son los malos y se progresa estudiando y no siendo viral en TikTok, a todas esas personas no les quedará de otra que votar a quienes si los defienden. Y esos no son, evidentemente, los "progresistas".

Los creadores del neoliberalismo se inventaron, hace casi 15 años, el "progresismo", dándose cuenta que Friedman no sólo había muerto físicamente, sino también en la biblioteca, y que sus teorías provocaban una amplia repulsa social por doquier. Entonces, visto el clamor de igualdad económica, se inventaron un producto mercadotécnico que les permitiera controlar a la izquierda, arrancarle la parte relacionada con que los de abajo tuvieran más y los de arriba menos, e impulsar, con ese disfraz, gobiernos que apoyaran sus intereses, que no son otros que colmar sus cuentas de banco en Suiza y las Bahamas.

Así nació el "progresismo", cuyos felices patrocinadores han sido la dictadura china, que busca exprimir a Latinoamérica como todo el siglo 20 lo hizo Estados Unidos, y el narcotráfico, deseosos los banqueros de legalizar las drogas y hacerlas un negocio multimillonario y los rancheros de cinturón piteado de que les perdonen sus abundantes crímenes y ahora sean la élite de la sociedad.

Al mismo tiempo, la clase media incauta que sirvió de tameme al neoliberalismo para llevarlo al poder, aquella formada por empleados y pequeños comerciantes, se encontró con que sus antiguos ídolos huían en tropel a un nuevo negocio y ahora, para más, estaban en su contra.

Los ídolos nunca son de barro. Lo que es de barro son los cerebros de quienes se dejan engañar por ellos.

Pero, tras 15 años de mentiras, he ahí que las clases populares también empiezan a darse cuenta que el "progresismo" no es como lo pintan. Ni han salido de pobres, ni viven mejor, ni pueden cumplir sus sueños, y ahora sufren a diario, peor que antes, atenazados por todo tipo de criminales, desde narcotraficantes hasta tratantes, que se apoderaron de sus barrios y pueblos.

Así, el abandono de los políticos a esos dos sectores de la sociedad ha propiciado que rechacen a ese "progresismo" que está debidamente encamado con los restos del neoliberalismo, como lo demuestra, entre otras cosas, el amasiato de Lula y Alckmin en Brasil, símbolo de cómo los de arriba pueden exprimir a los de abajo con base en una teoría que Marx hizo para lo contrario.

No es nuevo que esa izquierda caviar considere a los de abajo como seres desechables. Foucault, uno de los ideólogos admirados por los "progresistas", viajaba a Túnez para abusar de niños pobres, mientras los políticos de aquel país lo recibían con bombos y platillos por ser un "respetado" ideólogo.

Clases populares y medias traicionadas por ese amasiato de izquierdistas banales y neoliberales acomodaticios, han conformado la avalancha de votos que los derrota o les complica la vida en diversas latitudes.

Los "progresistas" no se explican que haya estadounidenses pobres o latinos apoyando a Trump, o que en los barrios argentinos haya quien apoye a Javier Milei "¿Cómo se atreven a levantarle la mano a sus defensores (sic)?", espetan indignados

Nada más que esos "defensores" van, gritan en sus mítines dos o tres consignas izquierdistas, y luego se devuelven a su palacio, pagado con el dinero de ese pueblo, mientras que sus seguidores se quedan en su realidad, con la pandilla criminal pidiéndole 'cuota de seguridad' o queriendo reclutar al hijo como pistolero, con los mismos problemas para llegar a final de mes por los raquíticos sueldos que le pagan los patrocinadores de esos "progresistas", y con esos gobiernos "progresistas", que afirman "defenderlos", exigiéndoles que cambien el 'food truck' donde venden comida a un carísimo vehículo 100% eléctrico y "eco friendly"... que usa una batería de litio en cuya fabricación se ocuparon millones de litros de agua. Litio generado en los campos propiedad de esos patrocinadores del "progresismo", of course.

Entonces, ahí llegan los opositores de ese "progresismo" a decir cosas que suenan lógicas, como que hay que combatir al crimen, o que la forma de progresar es con trabajo duro, y, lógicamente, se ganan la simpatía y los votos de quienes ahí viven, ahí trabajan y ahí sufren. Son los únicos que les entienden.

Ante ello, se escandaliza la prensa "progresista" -que también vive en sus 'depas' situados en zonas gentrificadas y viajan en Uber Planet-, o la élite hollywoodense, que grita consignas marxistas desde sus mansiones en Malibú o mientras vuelan en sus aviones privados.

Pero quienes debieran avergonzarse son ellos. Su ambición, inmoralidad y cinismo es el que no tiene límites.

Mientras la izquierda no vuelva a ser la del pueblo de a pie, la de quienes salen diariamente a partírsela para mantener a su familia, la de quienes saben que los delincuentes son los malos y se progresa estudiando y no siendo viral en TikTok, a todas esas personas no les quedará de otra que votar a quienes si los defienden. Y esos no son, evidentemente, los "progresistas".