La conferencia de prensa que dio ayer Carlos Slim no es una radiografía, sino una resonancia magnética de la sociedad actual, una piedra de toque que demuestra que lo importante no es ser bueno o malo, ni de izquierda o derecha, mientras se tenga dinero para que, como en aquel chiste sobre un revolucionario y su general, la realidad no cuente y la hora sea la que a uno se le antoje.
Slim salió a decir unas mentiras tan evidentes como una montaña. Por ejemplo, que el gobierno lopezobradorista no lo había beneficiado, cuando su fortuna se duplicó en este sexenio, pasando de 50 mil a 100 mil millones de dólares, de acuerdo con Bloomberg. O cómo salió bien librado de la responsabilidad que tuvo su constructora en la caída de la línea 12.
También dijo las típicas mentiras de empresario latinoamericano. Argumentó que Telmex está en números rojos, pero dijo que no la venderá, así que, o es falso que sea mal negocio ¿O será que el atractivo y las ganancias reales de Telmex y Telcel son jugar al espionaje telefónico?
Slim es un verdadero impresentable, que paga una miseria a sus empleados en Sanborn's o Telcel. Pero es un conocedor de las debilidades emocionales del mexicano y las usufructúa perfectamente a su favor. No es de ahora. En los noventas, cuando AT&T y Avantel le disputaban el mercado de larga distancia con la apertura comercial, Carlos Alazraki le armó una campaña publicitaria destinada a explotar el nacionalismo y la animadversión a lo "gringo".
También ha explotado el odio contra Televisa, como si América Móvil fuera un changarrito peleando contra un emporio. Hay aficionados que, con una buena dosis de miopía informativa, creen que las victorias de Slim y sus empresas en el soccer ayudan a "democratizar" el balompié o los deportes, como cuando se hizo de los derechos de transmisión de los Juegos Olímpicos.
Precisamente sabedor que los deportes y, en especial, el fútbol, son otra debilidad del mexicano, hizo que su yerno, Arturo Elías Ayub, se convirtiera, a inicios de este siglo, en presidente de Pumas, un equipo de "pobres" y "esforzados" a juicio de la opinión pública, pese a que en los palcos de su estado suelen ir varios exponentes de la élite más rancia y clasista de México.
Es precisamente Elías Ayub la mancuerna que Slim necesita para sus propósitos mediáticos. Como el ingeniero tiene la gracia de una papa cruda y sin pelar, su yerno ha fungido como el empresario "buena onda", carismático, desde la palestra del programa Shark Tank y en su ya citado paso por el balompié, primero en Pumas y luego con Pachuca y León.
Mientras tanto, a diario, mexicanas y mexicanos pagan tarifas sobrevaluadísimas en telefonía, para dejarle márgenes de ganancia delirantes a Slim, que los esquilma sin misericordia, pero hablándoles bonito y haciéndole al héroe contra sus villanos favoritos, lo cual, por desgracia, basta para que millones definan una percepción.
En cuanto a periodistas y medios, hasta La Jornada salió ayer a hablar bien de Slim. El inagotable dinero del ingeniero puede comprarlo todo: medios (pagando millones en publicidad), "periodistas" (con más millones en publicidad para sus plataformas o en regalitos), políticos (dándoles millones para sus campañas). Y fíjense que desgracia: son l@s propi@s mexican@s quienes, pagando esa telefonía carísima, le dan dinero a Slim para comprar a toda esa gente... y después, con el apoyo de ellos, pisotear más a l@s mexican@s. Un círculo pernicioso y brutal.
Slim podría hasta agredir mujeres a la vista de todos, que esa corte de medios, "periodistas" y políticos "ajustarían" la verdad a su favor, como un reloj. Así de peligroso es el poder del dinero en un mundo como el actual, donde millones solamente piensan en tener billete y lo que este puede comprar, sin pensar en el cómo se obtenga.
Al lado de Slim, el 'Tigre' Azcárraga era San Francisco de Asís. La diferencia es que Azcárraga no tenía filtro y Slim tiene una poker face que engaña a millones. Las serpientes no hipnotizan en la realidad, pero si Slim fuese víbora -y en sentido figurado es una y de cascabel-, si podría hacerlo
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