/ martes 30 de agosto de 2022

El gato negro: ¿Conoces esta popular leyenda de Ensenada?

Una joven tenía una especial relación con los gatos, hasta que uno de color negro cambió las cosas...

Esta popular leyenda de Baja California surgió hace años en un domicilio de Ensenada, en donde vivía una joven que amaba a los gatos. Además de trabajar, ella se dedicaba a rescatar gatitos abandonados para cuidarlos, alimentarlos y sobre todo, brindarles mucho cariño en su nuevo hogar, por lo que siempre estaba rodeada de ellos.

Los vecinos sabían de su amor incondicional hacia los felinos, por lo que se ganó el apodo de "la muchacha de los gatos".

Foto: Cortesía | Unsplash

Una noche, la mujer despertó al escuchar fuertes golpes en la ventana. Pensó que era algún vecino que necesitaba ayuda, por lo que al asomarse, encontró un bello gato negro que la miraba con ojos amarillos brillantes.

Ella sin dudar le abrió para que el minino entrara y se le acercó ronroneando, la mujer lo acarició y volvió a dormir.

Pasaron varios días y el gato negro era el más cariñoso de todos los que vivían con la muchacha, la seguía adonde iba y dormía en su cama. Sin embargo, la joven se dio cuenta que los otros gatos empezaron a alejarse, a irse de su casa; ella no entendía por qué y tuvo una profunda tristeza, pues cada vez tenía menos animales.

Foto: Cortesía | Pixabay

De todos sus felinos, ella quería especialmente a una gatita siamés, a la que había criado desde pequeña; y con un profundo miedo de que ella también se alejara de su casa, la muchacha decidió dedicarle más tiempo.

También puedes leer: La leyenda de La Bufadora: ¿Conoces el origen de este increíble lugar?

Una tarde que la joven llegó de trabajar, sus únicos dos gatitos se acercaron a ella: la siamés y el negro.

Levantó a la gatita, la abrazó, la besó, con toda la intención de darle cariño, se dio cuenta que el gato negro comenzó a enojarse; sus huesos empezaron a helarse luego de ver que los ojos amarillos del gato negro, comenzaron a tornarse rojos. Se le pararon los pelos del lomo y empezó a gruñir tan fuerte que parecían los gritos de una persona.

A la noche siguiente, mientras le servía leche a su gata, el gato negro se acercó y comenzó a maullar enojado; al ver esto, la muchacha trató de levantar a la gatita siamés, pero el gato negro saltó sobre la gata y pelearon ferozmente.

Desesperada por no poder separarlos, corrió a buscar una escoba. Cuando regresó, la gata estaba muerta y el gato negro se lamía las garras. Entonces la joven se puso a llorar, y con la escoba echó al gato a la calle. Durante varias noches, el animal estuvo maullando en la ventana, esperando que le abriera para entrar.

Después de varios días que la muchacha llegó a su hogar, encontró al gato dentro de la casa y se espantó, pues el gato negro se veía enorme, muchísimo más grande.

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Trató de sacarlo pero fue inútil, él no se movió, solo se quedó viéndola directo a los ojos.

De pronto, saltó sobre ella, comenzó a arañarla y a morderla. La joven intentó pedir auxilio pero el gato enredó su larga cola en el cuello de la joven y apretó tan pero tan fuerte hasta que ella dejó de respirar. El negro animal se quedó un rato junto al cuerpo lamiendo sus garras, salió por la ventana y desapareció en medio de la noche.

Apenas huyó el gato negro, el resto de los gatos que se habían alejado, regresaron a la casa donde yacía el cuerpo de la joven y, al ver que ella no se movía, se pusieron a llorar. El llanto de tantos gatos hizo que los vecinos acudieran al lugar, donde pudieron encontrarla.

Esta popular leyenda de Baja California surgió hace años en un domicilio de Ensenada, en donde vivía una joven que amaba a los gatos. Además de trabajar, ella se dedicaba a rescatar gatitos abandonados para cuidarlos, alimentarlos y sobre todo, brindarles mucho cariño en su nuevo hogar, por lo que siempre estaba rodeada de ellos.

Los vecinos sabían de su amor incondicional hacia los felinos, por lo que se ganó el apodo de "la muchacha de los gatos".

Foto: Cortesía | Unsplash

Una noche, la mujer despertó al escuchar fuertes golpes en la ventana. Pensó que era algún vecino que necesitaba ayuda, por lo que al asomarse, encontró un bello gato negro que la miraba con ojos amarillos brillantes.

Ella sin dudar le abrió para que el minino entrara y se le acercó ronroneando, la mujer lo acarició y volvió a dormir.

Pasaron varios días y el gato negro era el más cariñoso de todos los que vivían con la muchacha, la seguía adonde iba y dormía en su cama. Sin embargo, la joven se dio cuenta que los otros gatos empezaron a alejarse, a irse de su casa; ella no entendía por qué y tuvo una profunda tristeza, pues cada vez tenía menos animales.

Foto: Cortesía | Pixabay

De todos sus felinos, ella quería especialmente a una gatita siamés, a la que había criado desde pequeña; y con un profundo miedo de que ella también se alejara de su casa, la muchacha decidió dedicarle más tiempo.

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Una tarde que la joven llegó de trabajar, sus únicos dos gatitos se acercaron a ella: la siamés y el negro.

Levantó a la gatita, la abrazó, la besó, con toda la intención de darle cariño, se dio cuenta que el gato negro comenzó a enojarse; sus huesos empezaron a helarse luego de ver que los ojos amarillos del gato negro, comenzaron a tornarse rojos. Se le pararon los pelos del lomo y empezó a gruñir tan fuerte que parecían los gritos de una persona.

A la noche siguiente, mientras le servía leche a su gata, el gato negro se acercó y comenzó a maullar enojado; al ver esto, la muchacha trató de levantar a la gatita siamés, pero el gato negro saltó sobre la gata y pelearon ferozmente.

Desesperada por no poder separarlos, corrió a buscar una escoba. Cuando regresó, la gata estaba muerta y el gato negro se lamía las garras. Entonces la joven se puso a llorar, y con la escoba echó al gato a la calle. Durante varias noches, el animal estuvo maullando en la ventana, esperando que le abriera para entrar.

Después de varios días que la muchacha llegó a su hogar, encontró al gato dentro de la casa y se espantó, pues el gato negro se veía enorme, muchísimo más grande.

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Trató de sacarlo pero fue inútil, él no se movió, solo se quedó viéndola directo a los ojos.

De pronto, saltó sobre ella, comenzó a arañarla y a morderla. La joven intentó pedir auxilio pero el gato enredó su larga cola en el cuello de la joven y apretó tan pero tan fuerte hasta que ella dejó de respirar. El negro animal se quedó un rato junto al cuerpo lamiendo sus garras, salió por la ventana y desapareció en medio de la noche.

Apenas huyó el gato negro, el resto de los gatos que se habían alejado, regresaron a la casa donde yacía el cuerpo de la joven y, al ver que ella no se movía, se pusieron a llorar. El llanto de tantos gatos hizo que los vecinos acudieran al lugar, donde pudieron encontrarla.

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