/ jueves 7 de septiembre de 2023

El Espectador | El Embajador de EU advirtió lo que venía y lo corrieron 

“La pobreza ha dejado a los jóvenes mexicanos con pocas alternativas. Para algunos, la elección es emigrar. Otros se convierten en reclutas listos para los cárteles o pandillas. En 2008 y 2009, una tormenta perfecta azotó a México: una recesión económica que eliminó empleos tanto en Estados Unidos como en México, lo que dio a las organizaciones criminales un grupo de trabajo aún más grande del cual reclutar. Cada vez más, a estos jóvenes se les paga en drogas, y esto ha generado su propio ciclo de violencia. Alrededor del 70 por ciento se han vuelto adictos. En algunas partes de México, las batallas ya no son solo entre líderes de cárteles o pandillas de alto nivel, sino entre jóvenes que luchan por controlar una esquina de la calle para vender sus drogas y alimentar su propio hábito. En ningún lugar se demuestra más audazmente la inhumanidad del crimen organizado que en estas esquinas. Estos grupos criminales están destruyendo a la juventud de México”, dijo Carlos Pascual el miércoles 20 de octubre de 2010 en la Universidad de Stanford. Era embajador de Estados Unidos en México y de acuerdo con un perfil que en su momento escribió de él The Washington Post, su nominación al cargo desató una ola de protestas por parte de funcionarios mexicanos, quienes dijeron que esto indicaba que la administración de Barack Obama creía que México estaba en peligro de colapsar.

“Otra dimensión de este problema radica en la evolución del narcotráfico a medida que su centro de gravedad se trasladó de Colombia a México. En Estados Unidos, los esfuerzos de aplicación de la ley a principios de la década de 1990 cerraron cada vez más nuestros puertos al tráfico de drogas, lo que empujó el movimiento de la cocaína de rutas marítimas a rutas terrestres a través de América Central y México”, explicó el experto en crisis y seguridad, antes de que el presidente Felipe Calderón lo obligara a dejar su cargo en marzo del 2011, ante las críticas que no resistió.

“Para el 2003-2004, el valor del mercado había aumentado exponencialmente para los cárteles mexicanos, y con ello también las apuestas. En el mundo de los negocios legítimos, este tipo de desplazamiento podría resultar en fusiones, adquisiciones, tomas de control o nuevos participantes en el mercado. En el submundo de las empresas criminales, resultó en un aumento de la violencia a medida que los rivales buscaban matarse entre sí para ganar cuota de mercado. Cuando esta ola de violencia golpeó a México, no había policía ni sistema de justicia civil para responder”.

Corría el año 2010, casi terminaba, y Pascual advertía que el mercado de drogas en México no era el mismo. “Los grupos criminales mexicanos se han convertido en los capos (...) Ya no se trata solo de drogas. Los cárteles se han diversificado en otros aspectos del crimen organizado: extorsión, robo, tráfico de personas y secuestro, los tipos de delitos que ahora convierten a los ciudadanos mexicanos en víctimas. Los que culpan de la violencia a la confrontación con los cárteles también malinterpretan la violencia. La violencia comenzó con los cárteles; por lo tanto, los enfrentamientos con el crimen organizado son una parte necesaria de una estrategia para afirmar el control sobre las calles de México y detener la violencia”.

Ya pasó más de una década desde que Pascual se fue. Hoy lo recordamos porque muy pronto comenzarán nuevamente a surgir como propaganda las promesas huecas de los políticos mexicanos. Abordar estos problemas sigue sonando urgente. Y nadie se atreve a detener la violencia.

“La pobreza ha dejado a los jóvenes mexicanos con pocas alternativas. Para algunos, la elección es emigrar. Otros se convierten en reclutas listos para los cárteles o pandillas. En 2008 y 2009, una tormenta perfecta azotó a México: una recesión económica que eliminó empleos tanto en Estados Unidos como en México, lo que dio a las organizaciones criminales un grupo de trabajo aún más grande del cual reclutar. Cada vez más, a estos jóvenes se les paga en drogas, y esto ha generado su propio ciclo de violencia. Alrededor del 70 por ciento se han vuelto adictos. En algunas partes de México, las batallas ya no son solo entre líderes de cárteles o pandillas de alto nivel, sino entre jóvenes que luchan por controlar una esquina de la calle para vender sus drogas y alimentar su propio hábito. En ningún lugar se demuestra más audazmente la inhumanidad del crimen organizado que en estas esquinas. Estos grupos criminales están destruyendo a la juventud de México”, dijo Carlos Pascual el miércoles 20 de octubre de 2010 en la Universidad de Stanford. Era embajador de Estados Unidos en México y de acuerdo con un perfil que en su momento escribió de él The Washington Post, su nominación al cargo desató una ola de protestas por parte de funcionarios mexicanos, quienes dijeron que esto indicaba que la administración de Barack Obama creía que México estaba en peligro de colapsar.

“Otra dimensión de este problema radica en la evolución del narcotráfico a medida que su centro de gravedad se trasladó de Colombia a México. En Estados Unidos, los esfuerzos de aplicación de la ley a principios de la década de 1990 cerraron cada vez más nuestros puertos al tráfico de drogas, lo que empujó el movimiento de la cocaína de rutas marítimas a rutas terrestres a través de América Central y México”, explicó el experto en crisis y seguridad, antes de que el presidente Felipe Calderón lo obligara a dejar su cargo en marzo del 2011, ante las críticas que no resistió.

“Para el 2003-2004, el valor del mercado había aumentado exponencialmente para los cárteles mexicanos, y con ello también las apuestas. En el mundo de los negocios legítimos, este tipo de desplazamiento podría resultar en fusiones, adquisiciones, tomas de control o nuevos participantes en el mercado. En el submundo de las empresas criminales, resultó en un aumento de la violencia a medida que los rivales buscaban matarse entre sí para ganar cuota de mercado. Cuando esta ola de violencia golpeó a México, no había policía ni sistema de justicia civil para responder”.

Corría el año 2010, casi terminaba, y Pascual advertía que el mercado de drogas en México no era el mismo. “Los grupos criminales mexicanos se han convertido en los capos (...) Ya no se trata solo de drogas. Los cárteles se han diversificado en otros aspectos del crimen organizado: extorsión, robo, tráfico de personas y secuestro, los tipos de delitos que ahora convierten a los ciudadanos mexicanos en víctimas. Los que culpan de la violencia a la confrontación con los cárteles también malinterpretan la violencia. La violencia comenzó con los cárteles; por lo tanto, los enfrentamientos con el crimen organizado son una parte necesaria de una estrategia para afirmar el control sobre las calles de México y detener la violencia”.

Ya pasó más de una década desde que Pascual se fue. Hoy lo recordamos porque muy pronto comenzarán nuevamente a surgir como propaganda las promesas huecas de los políticos mexicanos. Abordar estos problemas sigue sonando urgente. Y nadie se atreve a detener la violencia.