Increíble vuelta del destino. Insólita fatalidad de la fecha en que se repite un sismo.
Consternado, conmovido, nunca imaginé que en dos fines de semana consecutivos iniciara mi modesta columna haciendo alusión a una tragedia natural que amplía y ahonda la angustia y el dolor por los muy elevados costos humanos, emocionales, psíquicos de gran parte de la población mexicana brusca y súbitamente puesta en otra fatal encrucijada por derrumbes y colapsos telúricos devastadores.
Todos coincidimos en que los terremotos no solo sacuden la corteza terrestre, también la espontánea solidaridad humana con los afectados y provocan "olas de energía" de un pueblo noble.
Loable, plausible, altamente encomiable y aplaudible esa nobleza de la población civil. Pero que las autoridades no se equivoquen y confundan nobleza con conformismo, porque pronto esa misma sociedad expansiva en la solidaridad lo pondrá todo a prueba si a la clase gobernante, en contubernio con los partidos, les entra la lentitud y/o les gana la tentación de postergar, de sesgar o de no reconstruir con transparencia la infraestructura carretera, hidráulica, eléctrica, hospitalaria y escolar de los estados siniestrados. Y donde, con la ciudad de México, estarán demandando soluciones al monumental problema de la vivienda destruida.
Grave error si la reconstrucción se convierte en ficción o botín político.
La pujante sociedad civil que se volcó a las calles para ayudar está hoy más organizada, más politizada y mejor informada que la del sismo de 1985. Sabe distinguir entre desastres naturales y calamidades administrativas que luego conducen a peores catástrofes.
¡Hoy más que nunca México pondrá a prueba y sabrá si tiene o no los liderazgos que estén a la altura del infortunio!
Apenas empieza la crisis.
Según el USGS (servicio geológico de los EUA) las pérdidas económicas por los sismos podrían fluctuar entre 10 mil y 12 mil millones de dólares (170 mil millones de pesos aproximadamente), pero añade que es un pronóstico preliminar y que podrá afectar más al país por la deuda pública excesiva no aplicada en nada, además del desequilibrio fiscal por el pago de intereses de esa deuda, que fluctuará en los 663 mil millones de pesos en el 2018.
De ahí que proceda (el país) la creación de la "Comisión nacional de la reconstrucción" en un fideicomiso sin participación de la SHCP, se acumulen los recursos públicos del "Fondem", del "Bono catastrófico"; los donativos de empresas nacionales y extranjeras, los donativos de particulares y las imprescindibles reasignaciones presupuestales en el proyecto de egresos para el 2018, donde la Cámara de Diputados deberá incluir los recursos que devuelven (no donan) los partidos políticos.
En dicha "Comisión nacional de la reconstrucción" deberá incluirse, de manera preponderante, la participación ciudadana (con ingenieros, arquitectos, constructores, universitarios, académicos, empresarios, asesores internacionales expertos en planificación urbana y un largo etcétera) pero al propio tiempo y con ese mismo perfil ciudadano, deberá crearse la contraloría social que evite retrasos, fraudes, desvíos de fondos, las trapacerías de las constructoras, así como la rapiña, las triquiñuelas y los trinquetes de secretarios de estado y de gobernadorzuelos transas.
De esa guisa se evitará lo sucedido con Miguel de la Madrid, que en 1986 declaró que en el "Fondo nacional de reconstrucción", incluyendo donativos e intereses, había 42 mil 898 millones de pesos. Luego, en el año 1987 dijo que los recursos ascendieron a 485 mil millones de pesos, y con adecuaciones tributarias le permitieron captar ingresos adicionales por 240 mil millones de pesos. Una millonada, y de todo ello no se aplicó un centavo en la reconstrucción, pero sí se amasaron criminalmente jugosas fortunas en el oportunismo caótico donde chapaleaba la misma Medusa con serpientes por cabellos de la corrupción, acentuada a tal punto en los últimos años que, el General John Kelly (jefe de la oficina de Gabinete de la Casa Blanca de los EUA) dijo que "México cerca del caos por ser un narcoestado fallido", lo que hace impostergable que, en el manejo de los recursos para la reconstrucción, hagan su agosto y dejen la víbora chillando esas masas compactas de la cleptocracia cupular enfebrecida, a la que se tiene que atar y así evitar su manoteo depredador.
No se puede, ahora menos que nunca, lucrar con el infortunio de millones de mexicanos que sufren por los efectos de los sismos en Oaxaca, Chiapas, Morelos y Puebla, entendiendo que la reconstrucción debe ser simultánea y evitar preferencia entendible para la ciudad de México por su centralismo mediático.
Hoy lo que se requiere son apoyos reales sin cámaras ni reflectores.
No hay cabida para egoísmos, ni poses o discursos huecos, tampoco pobre manejo gubernamental de la crisis derivada de los sismos o en la logística del magno programa de reconstrucción sin regateos.
La reconstrucción no puede ser lenta, menos equivocada o aprovechada por los partidos, ni los funcionarios de los tres niveles de gobierno en la pugna por el poder que harían más duraderos los efectos negativos sociales, económicos y ello enfurecerá, con razón, a la población.
"Solidaridad sin afanes protagónicos" pidió el presidente Peña Nieto. Eso suena a conminatoria y oportuna admonición para partidos y candidatos que querrán aprovecharse de la catástrofe.
No hay espacios para el usufructo e inducción de agendas personales.
La tragedia puede ser pócima para que la ciudadanía separe de una vez por todas el mal, la corrupción, la violencia, la inseguridad y otorgue poderoso impulso al bien. Puede ser este el punto de inflexión para el surgimiento de liderazgos honestos y la mejor oportunidad para prescindir de los inútiles; hundir a candidatejos y gobernadorzuelos que como plaga reparten "tamales de demagogia" sobre cadáveres, ruinas y extremo dolor humano.
¡Punto de quiebre, a prueba todo!
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