/ martes 2 de agosto de 2022

Expediente Confidencial | Balazos son acciones y no buenos perdones

Hasta la hora en que escribo esta columna (las 3:45 de la mañana del martes 2), no se reportaba ninguna conversión masiva de sicarios, deponiendo las armas por obra y gracia del espíritu santo.

Tampoco se registró ninguna disminución milagrosa de los homicidios durante el lunes 1.

Así que, al parecer, no dio resultado la "Jornada Nacional de Oración por la Paz", convocada por la jerarquía católica, que el domingo estuvo dedicada a "los victimarios", que no son otra cosa que esa horda de criminales e inadaptados que deambula por nuestro país.

Pero mientras aquí esa élite católica anduvo orando y convocó a millones para eso, en El Salvador sus autoridades se pusieron a trabajar.

A balazo limpio y con la ley en la mano, en aquella nación, a la que no pocos mexicanos ven con desprecio, pensando que es un país "bananero" que no está a nuestra "altura" (sic), no se registró ni un homicidio durante el fin de semana.

La inmejorable combinación medicinal de plomo y rejas, han obrado el milagro salvadoreño, ese si, consistente en un descenso de la tasa de homicidios de 17.6 a 2.9 por cada 100 mil habitantes en solamente un año. En México, es de 26...

Es más, del 16 al 31 de julio, hubo solamente dos homicidios. Menos de los que hay, en una hora, aquí (https://twitter.com/PNCSV/status/1553985657810427905/photo/2).

Pero, en México, la iglesia católica se puso a hacer labor de zapa para el gobierno y los criminales, porque, en realidad, los tres son uno mismo.

La sangre de los jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, no borra la connivencia que, por décadas, han tenido la iglesia católica y el narcotráfico.

Muchos 'padrecitos' han vivido bastante bien con el dinero del narcotráfico, cobijando bajo su sotana a los capos.

Algunos, han disfrazado esa complicidad de "mediación", cuando no hay nada que mediar con cerdos así.

Abandonando la deontología de su profesión, no pocos presbíteros han preferido guardar la espada del arcángel Gabriel y, en vez de cortarle la testa a una serpiente cada vez más mortífera, le entregaron su arma y su alma, porque el reino que los señoritingos de la sotana quieren vivir si es el de este mundo.

En México nunca, jamás, han funcionado las acciones o políticas basadas en apelar a la conciencia, porque en nuestro país no existe la más mínima cultura cívica. Súmele a eso que la moral pública, no se diga la ética, se hayan derretidas bajo el sol de esta época de 'todo vale', para concluir que esa tontería de la "Jornada Nacional de Oración por la Paz" no es otra cosa que una estrategia de control de daños, para que la grey católica hiciera catarsis por la muerte de los jesuitas, sin apretar al gobierno ni a los narcotráficantes.

Es de risa loca pensar que un criminal iletrado, ambicioso, pervertido y sin el menor rastro de moral, ¡va a sentir arrepentimiento nada más porque medio país está rezando por él!

Eso es como creer en Santa Claus a los 25 años.

Desde que surgió, la iglesia católica siempre ha sido el pie dispuesto a ponerse en el cuello de la gente común y corriente, por instrucción de los todopoderosos caciques del mundo: empresarios, políticos, criminales...

Así que la jerarquía eclesiática está haciendo lo que mejor sabe: ser el atemperador del 'rebaño', cuando esté se inconforma ante la injusticia.

Por eso, el domingo pasado se escucharon verdaderas estupideces en boca de los hombres de sotana. Un ejemplo fue lo dicho en Tijuana por Francisco Moreno Barrón: "A nosotros no nos toca condenar a esos hermanos -criminales-, no nos toca gritarles, sino confiar en nuestras autoridades y pedirles que hagan su tarea en el combate a la delincuencia".

De verdad que hay que tener poca progenitora para decir lo que Moreno.

¡Claro! Confiemos en esas autoridades a quienes el narcotráfico les financió sus campañas, para que llegaran a sus cargos actuales y, desde ahí, les sirvan.

Y si esas autoridades no hacen, porque no quieren, su "tarea", pues ni modo, a seguir pagando el cobro de piso, a seguir soportando la violencia de esos mal paridos, a permitir que sigan haciendo sufrir a nuestras familias. Facilísimo de pedir para quienes, como Moreno, viven desde la seguridad, el privilegio y la opulencia que genera el negocio de la fe.

A los criminales, la sociedad no tiene por qué perdonarlos. El perdón es entre ellos y Dios, si es que creen en Él. Lo que nos toca como sociedad es CONDENARLOS, es rechazarlos socialmente, es llamarles por su nombre: ratas, escoria, cerdos, porquería, hampones. Eso son, punto.

Y en tanto no aprendamos eso, seguiremos padeciendo los balazos del crimen y los abrazos de sus cómplices, incluidos, por supuesto, aquellos vestidos con sotana y alzacuellos.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Hasta la hora en que escribo esta columna (las 3:45 de la mañana del martes 2), no se reportaba ninguna conversión masiva de sicarios, deponiendo las armas por obra y gracia del espíritu santo.

Tampoco se registró ninguna disminución milagrosa de los homicidios durante el lunes 1.

Así que, al parecer, no dio resultado la "Jornada Nacional de Oración por la Paz", convocada por la jerarquía católica, que el domingo estuvo dedicada a "los victimarios", que no son otra cosa que esa horda de criminales e inadaptados que deambula por nuestro país.

Pero mientras aquí esa élite católica anduvo orando y convocó a millones para eso, en El Salvador sus autoridades se pusieron a trabajar.

A balazo limpio y con la ley en la mano, en aquella nación, a la que no pocos mexicanos ven con desprecio, pensando que es un país "bananero" que no está a nuestra "altura" (sic), no se registró ni un homicidio durante el fin de semana.

La inmejorable combinación medicinal de plomo y rejas, han obrado el milagro salvadoreño, ese si, consistente en un descenso de la tasa de homicidios de 17.6 a 2.9 por cada 100 mil habitantes en solamente un año. En México, es de 26...

Es más, del 16 al 31 de julio, hubo solamente dos homicidios. Menos de los que hay, en una hora, aquí (https://twitter.com/PNCSV/status/1553985657810427905/photo/2).

Pero, en México, la iglesia católica se puso a hacer labor de zapa para el gobierno y los criminales, porque, en realidad, los tres son uno mismo.

La sangre de los jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, no borra la connivencia que, por décadas, han tenido la iglesia católica y el narcotráfico.

Muchos 'padrecitos' han vivido bastante bien con el dinero del narcotráfico, cobijando bajo su sotana a los capos.

Algunos, han disfrazado esa complicidad de "mediación", cuando no hay nada que mediar con cerdos así.

Abandonando la deontología de su profesión, no pocos presbíteros han preferido guardar la espada del arcángel Gabriel y, en vez de cortarle la testa a una serpiente cada vez más mortífera, le entregaron su arma y su alma, porque el reino que los señoritingos de la sotana quieren vivir si es el de este mundo.

En México nunca, jamás, han funcionado las acciones o políticas basadas en apelar a la conciencia, porque en nuestro país no existe la más mínima cultura cívica. Súmele a eso que la moral pública, no se diga la ética, se hayan derretidas bajo el sol de esta época de 'todo vale', para concluir que esa tontería de la "Jornada Nacional de Oración por la Paz" no es otra cosa que una estrategia de control de daños, para que la grey católica hiciera catarsis por la muerte de los jesuitas, sin apretar al gobierno ni a los narcotráficantes.

Es de risa loca pensar que un criminal iletrado, ambicioso, pervertido y sin el menor rastro de moral, ¡va a sentir arrepentimiento nada más porque medio país está rezando por él!

Eso es como creer en Santa Claus a los 25 años.

Desde que surgió, la iglesia católica siempre ha sido el pie dispuesto a ponerse en el cuello de la gente común y corriente, por instrucción de los todopoderosos caciques del mundo: empresarios, políticos, criminales...

Así que la jerarquía eclesiática está haciendo lo que mejor sabe: ser el atemperador del 'rebaño', cuando esté se inconforma ante la injusticia.

Por eso, el domingo pasado se escucharon verdaderas estupideces en boca de los hombres de sotana. Un ejemplo fue lo dicho en Tijuana por Francisco Moreno Barrón: "A nosotros no nos toca condenar a esos hermanos -criminales-, no nos toca gritarles, sino confiar en nuestras autoridades y pedirles que hagan su tarea en el combate a la delincuencia".

De verdad que hay que tener poca progenitora para decir lo que Moreno.

¡Claro! Confiemos en esas autoridades a quienes el narcotráfico les financió sus campañas, para que llegaran a sus cargos actuales y, desde ahí, les sirvan.

Y si esas autoridades no hacen, porque no quieren, su "tarea", pues ni modo, a seguir pagando el cobro de piso, a seguir soportando la violencia de esos mal paridos, a permitir que sigan haciendo sufrir a nuestras familias. Facilísimo de pedir para quienes, como Moreno, viven desde la seguridad, el privilegio y la opulencia que genera el negocio de la fe.

A los criminales, la sociedad no tiene por qué perdonarlos. El perdón es entre ellos y Dios, si es que creen en Él. Lo que nos toca como sociedad es CONDENARLOS, es rechazarlos socialmente, es llamarles por su nombre: ratas, escoria, cerdos, porquería, hampones. Eso son, punto.

Y en tanto no aprendamos eso, seguiremos padeciendo los balazos del crimen y los abrazos de sus cómplices, incluidos, por supuesto, aquellos vestidos con sotana y alzacuellos.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com