/ martes 11 de mayo de 2021

Expediente Confidencial | La mentira de la pacificación que Ramos y Leyzaola han vendido por 11 años

Jorge Ramos quiere volver a ser presidente municipal de Tijuana y eso es una amenaza para la ciudad.

Lo es, porque Ramos es un farsante, que vendió uno de los dos gobiernos más mediocres en la historia de Tijuana -el otro es el de Juan Manuel Gastélum-, como un gran éxito, ayudado por sus innumerables amigos en la prensa, a quienes nunca les faltó su “chayote”.

Por eso, varios no solamente lo apoyan y defienden, sino hasta lo añoran.

La semana pasada, trajimos a la memoria como Ramos convirtió a Tijuana en el municipio más endeudado de México, no porque se necesitara, sino porque así lo quiso.

Hoy, desmontaremos, dato por dato, la falsa “pacificación” que Jorge Ramos y su entonces secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola, vendieron a la población, cuando, en realidad, ellos NO PACIFICARON Tijuana y si, en cambio, la llevaron a su peor crisis en la materia. Quienes pacificaron al municipio, como lo muestran los números fríos y objetivos, fueron Carlos Bustamante y Alberto Capella.

Eso sí, Ramos tuvo ayuda del gobierno estatal, panista como el suyo y encabezado por José Guadalupe Osuna Millán, para maquillar cifras y tener más fácil vender esa falsa “paz”. Hoy, ese mismo grupúsculo político quiere recuperar Tijuana

LA PRIMERA MENTIRA: RAMOS NO HEREDÓ EL PROBLEMA…

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) echan por tierra el discurso que, por años, Ramos y Leyzaola han enarbolado, en el sentido de que el problema de los homicidios les había sido heredado.

Así, en 2004, último año del también panista Jesús González, hubo 299 homicidios. Al siguiente, 2005, ya con el priismo en el ayuntamiento, se registraron 257; en 2006 sumaron 297; y en 2007, contabilizaron 205. Es decir, 94 asesinatos menos que en el último año de González. Dicho de otra manera, Honold dejó a la ciudad más pacificada de lo que la recibió aquel gobierno priista.

Ya desde entonces, el gobierno estatal panista manipulaba las cifras a su conveniencia. Así, por ejemplo, mientras el INEGI registró 161 homicidios en el gobierno de Honold, la Secretaría de Seguridad Pública del Estado afirmaba que eran 237. Las cosas serían al revés meses después, cuando la administración blanquiazul de Osuna Millán escondería la mugre de Ramos bajo la alfombra.

LOS HOMICIDIOS EXPLOTARON EN OCTUBRE, NO EN NOVIEMBRE

Durante 2008, siempre tomando en cuenta las cifras del Inegi, más veraces, se habían acumulado 287 muertes violentas hasta agosto. Ya era claro que se rebasaría el “récord” que se había tenido en el último año de González Reyes, pero la tendencia era a la baja (de 43 en abril, a 31 en junio, a 27 en agosto). De hecho, agosto fue el mes con menos asesinatos en todo aquel trienio.

En septiembre hubo 37 homicidios y se rebasó la línea simbólica de los 300 en un mismo año, que jamás se había cruzado. Lo peor estaba por venir.

Habitualmente, Ramos y todos los personajes políticos de aquel tiempo explican el estallido de la violencia en Tijuana con la detención del narcotraficante Eduardo Arellano Félix y la posterior disputa entre Luis Fernando Sánchez Arellano y Teodoro García Simental, por sucederle.

Sin embargo, las cifras del Inegi revelan un ‘problema’ con ese argumento: Arellano fue detenido el 26 de octubre de 2008… y el incremento exponencial de los homicidios inició antes de eso, pero se le ocultó a la ciudadanía.

Aquel mes, Tijuana ya estaba incendiada y lo de Arellano, si acaso, le echó más gasolina. De acuerdo con el Inegi, hubo 146 homicidios en octubre de 2008, pero la Secretaría de Seguridad Pública del Estado contó “solamente” 87. Es decir, escondió 59 muertes violentas.

Para noviembre, el gobierno estatal de José Guadalupe Osuna Millán registró 123 homicidios, mientras el INEGI contó 167. El 1 de diciembre se fue Capella y llegó el “salvador” Julián Leyzaola a reemplazarlo. A partir de ahí, con la ayuda de una descarada manipulación de estadísticas, el gobierno estatal ayudaría a que Ramos pudiese vender su falsa pacificación.

MIL 306 HOMICIDIOS BORRADOS

La ayuda del gobierno de Osuna Millán a Ramos, para maquillar el desastre tijuanense, no fue nada despreciable: en total, le borró mil 306 homicidios a Tijuana, para vender el cuento de la “pacificación”.

De acuerdo con la entonces SSPE, Ramos tuvo mil 738 muertes violentas en su trienio, cifra que contrasta con las 3 mil 044 contadas por el INEGI.

Así, borrando homicidios, Ramos se hizo “pacificador” y Leyzaola “salvador”, a los ojos de una Tijuana engañada.

No hubo el menor pudor para manipular datos. Durante enero de 2009, el INEGI registra 125 homicidios en Tijuana, pero la SSPE dio a conocer 56. Esto es, ni la mitad de los que realmente ocurrieron.

En 2009, según el gobierno estatal panista, jamás se rebasaron los 100 homicidios en un mes, pero la realidad era otra y mucho peor, según revelan las cifras del INEGI: además de los 125 asesinatos de enero, hubo 114 en septiembre y sobre todo, 223 en diciembre, mes donde la SSPE anunció 98, ocultando 115 vidas perdidas, como si nada.

Esos 223 homicidios eran 56 más que los registrados en noviembre de 2008 y, por los cuales, fue cesado Capella. Pero a Leyzaola no solamente se le mantuvo en el cargo, sino que se le calificaba de “héroe”, cuando las cosas habían empeorado, como mostraba el hecho de que se habían registrado 1118 asesinatos en 2009 frente a los 736 de 2008 ¿Dónde estaba, entonces, la supuesta “pacificación”?

El 2010 arrancó con un enero que registró 242 homicidios, la cifra más alta, hasta entonces, para un mes, en Tijuana. La SSPE dio a conocer menos de 100, ocultando casi dos terceras partes de esas muertes.

El 12 de enero de ese año, cayó García Simental, en La Paz, Baja California Sur. Y se arguyó que esa captura había contribuido a incrementar la “pacificación”. Pero las cifras dicen otra cosa.

En 2008, se rebasaron los 100 homicidios en dos meses; en 2009 fue en tres; pero en 2010 esa cantidad fue superada en seis de los 12 meses…

En abril de 2010, ya con García Simental en Almoloya, hubo 126 asesinatos, apenas 20 menos que en octubre de 2008, el mes donde todo comenzó. Pero el gobierno estatal reportó 64, la mitad.

EL COLOFÓN

El 7 de octubre de 2010, flanqueado por Ramos y Osuna Millán, el entonces presidente, Felipe Calderón, dijo que Tijuana era un “ejemplo de éxito” en materia de seguridad: “Cuando los tres órdenes de gobierno nos ponemos de acuerdo en trabajar juntos, entonces es posible cambiar no sólo la imagen, sino la realidad”.

La imagen, a base de manipular cifras, si había cambiado. Pero no la realidad. El 24 de ese mismo mes, un comando asesinó a 13 internos del centro de rehabilitación ‘El Camino’, ubicado en la colonia Buenos Aires.

El 2010 finalizó con 1256 homicidios y fue el año más violento de los tres que gobernó Ramos, superando los 1118 de 2009 y los 736 de 2008.

Aun descontando los 72 homicidios registrados en diciembre de ese año, ya en el gobierno de Carlos Bustamante, el panista Ramos sumó 1184 de enero a noviembre, con los cuales ya superaba los 1118 de 2009. No había “pacificación” por ningún lado

Manipulando estadísticas, la administración de Osuna Millán contó 577 muertes en 2008 y 557 en 2009; es decir, el gobierno estatal generó, con engaños, una baja artificial de 20 asesinatos en Tijuana, entre un año y otro, para sostener la ficción del “pacificador” Ramos, cuando, en realidad, hubo 382 homicidios más en 2009, respecto al año anterior. En 2010, el gobierno estatal panista informó de 643 homicidios, apenas la mitad de los que en realidad existieron.

La captura de “El Teo” no pacificó a Tijuana, sino la salida de Ramos y Leyzaola de sus cargos. Contrario a la historia que ambos han vendido durante 11 años, su marcha ayudó a que Tijuana estuviera en paz, como lo muestra el hecho de que, en 2011, ya con Bustamante y Capella, hubo 516 homicidios, esto es, 740 menos que en 2010. Y en 2012, hubo 321, casi mil menos que en 2010. Los números, cuando no son ensuciados por la política, son fríos y objetivos. Pero Jorge Ramos, el auto nombrado “pacificador” de Tijuana, está amenazando con volver.

P.D.: Si algo nos pasa, es que buscan callarnos...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Jorge Ramos quiere volver a ser presidente municipal de Tijuana y eso es una amenaza para la ciudad.

Lo es, porque Ramos es un farsante, que vendió uno de los dos gobiernos más mediocres en la historia de Tijuana -el otro es el de Juan Manuel Gastélum-, como un gran éxito, ayudado por sus innumerables amigos en la prensa, a quienes nunca les faltó su “chayote”.

Por eso, varios no solamente lo apoyan y defienden, sino hasta lo añoran.

La semana pasada, trajimos a la memoria como Ramos convirtió a Tijuana en el municipio más endeudado de México, no porque se necesitara, sino porque así lo quiso.

Hoy, desmontaremos, dato por dato, la falsa “pacificación” que Jorge Ramos y su entonces secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola, vendieron a la población, cuando, en realidad, ellos NO PACIFICARON Tijuana y si, en cambio, la llevaron a su peor crisis en la materia. Quienes pacificaron al municipio, como lo muestran los números fríos y objetivos, fueron Carlos Bustamante y Alberto Capella.

Eso sí, Ramos tuvo ayuda del gobierno estatal, panista como el suyo y encabezado por José Guadalupe Osuna Millán, para maquillar cifras y tener más fácil vender esa falsa “paz”. Hoy, ese mismo grupúsculo político quiere recuperar Tijuana

LA PRIMERA MENTIRA: RAMOS NO HEREDÓ EL PROBLEMA…

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) echan por tierra el discurso que, por años, Ramos y Leyzaola han enarbolado, en el sentido de que el problema de los homicidios les había sido heredado.

Así, en 2004, último año del también panista Jesús González, hubo 299 homicidios. Al siguiente, 2005, ya con el priismo en el ayuntamiento, se registraron 257; en 2006 sumaron 297; y en 2007, contabilizaron 205. Es decir, 94 asesinatos menos que en el último año de González. Dicho de otra manera, Honold dejó a la ciudad más pacificada de lo que la recibió aquel gobierno priista.

Ya desde entonces, el gobierno estatal panista manipulaba las cifras a su conveniencia. Así, por ejemplo, mientras el INEGI registró 161 homicidios en el gobierno de Honold, la Secretaría de Seguridad Pública del Estado afirmaba que eran 237. Las cosas serían al revés meses después, cuando la administración blanquiazul de Osuna Millán escondería la mugre de Ramos bajo la alfombra.

LOS HOMICIDIOS EXPLOTARON EN OCTUBRE, NO EN NOVIEMBRE

Durante 2008, siempre tomando en cuenta las cifras del Inegi, más veraces, se habían acumulado 287 muertes violentas hasta agosto. Ya era claro que se rebasaría el “récord” que se había tenido en el último año de González Reyes, pero la tendencia era a la baja (de 43 en abril, a 31 en junio, a 27 en agosto). De hecho, agosto fue el mes con menos asesinatos en todo aquel trienio.

En septiembre hubo 37 homicidios y se rebasó la línea simbólica de los 300 en un mismo año, que jamás se había cruzado. Lo peor estaba por venir.

Habitualmente, Ramos y todos los personajes políticos de aquel tiempo explican el estallido de la violencia en Tijuana con la detención del narcotraficante Eduardo Arellano Félix y la posterior disputa entre Luis Fernando Sánchez Arellano y Teodoro García Simental, por sucederle.

Sin embargo, las cifras del Inegi revelan un ‘problema’ con ese argumento: Arellano fue detenido el 26 de octubre de 2008… y el incremento exponencial de los homicidios inició antes de eso, pero se le ocultó a la ciudadanía.

Aquel mes, Tijuana ya estaba incendiada y lo de Arellano, si acaso, le echó más gasolina. De acuerdo con el Inegi, hubo 146 homicidios en octubre de 2008, pero la Secretaría de Seguridad Pública del Estado contó “solamente” 87. Es decir, escondió 59 muertes violentas.

Para noviembre, el gobierno estatal de José Guadalupe Osuna Millán registró 123 homicidios, mientras el INEGI contó 167. El 1 de diciembre se fue Capella y llegó el “salvador” Julián Leyzaola a reemplazarlo. A partir de ahí, con la ayuda de una descarada manipulación de estadísticas, el gobierno estatal ayudaría a que Ramos pudiese vender su falsa pacificación.

MIL 306 HOMICIDIOS BORRADOS

La ayuda del gobierno de Osuna Millán a Ramos, para maquillar el desastre tijuanense, no fue nada despreciable: en total, le borró mil 306 homicidios a Tijuana, para vender el cuento de la “pacificación”.

De acuerdo con la entonces SSPE, Ramos tuvo mil 738 muertes violentas en su trienio, cifra que contrasta con las 3 mil 044 contadas por el INEGI.

Así, borrando homicidios, Ramos se hizo “pacificador” y Leyzaola “salvador”, a los ojos de una Tijuana engañada.

No hubo el menor pudor para manipular datos. Durante enero de 2009, el INEGI registra 125 homicidios en Tijuana, pero la SSPE dio a conocer 56. Esto es, ni la mitad de los que realmente ocurrieron.

En 2009, según el gobierno estatal panista, jamás se rebasaron los 100 homicidios en un mes, pero la realidad era otra y mucho peor, según revelan las cifras del INEGI: además de los 125 asesinatos de enero, hubo 114 en septiembre y sobre todo, 223 en diciembre, mes donde la SSPE anunció 98, ocultando 115 vidas perdidas, como si nada.

Esos 223 homicidios eran 56 más que los registrados en noviembre de 2008 y, por los cuales, fue cesado Capella. Pero a Leyzaola no solamente se le mantuvo en el cargo, sino que se le calificaba de “héroe”, cuando las cosas habían empeorado, como mostraba el hecho de que se habían registrado 1118 asesinatos en 2009 frente a los 736 de 2008 ¿Dónde estaba, entonces, la supuesta “pacificación”?

El 2010 arrancó con un enero que registró 242 homicidios, la cifra más alta, hasta entonces, para un mes, en Tijuana. La SSPE dio a conocer menos de 100, ocultando casi dos terceras partes de esas muertes.

El 12 de enero de ese año, cayó García Simental, en La Paz, Baja California Sur. Y se arguyó que esa captura había contribuido a incrementar la “pacificación”. Pero las cifras dicen otra cosa.

En 2008, se rebasaron los 100 homicidios en dos meses; en 2009 fue en tres; pero en 2010 esa cantidad fue superada en seis de los 12 meses…

En abril de 2010, ya con García Simental en Almoloya, hubo 126 asesinatos, apenas 20 menos que en octubre de 2008, el mes donde todo comenzó. Pero el gobierno estatal reportó 64, la mitad.

EL COLOFÓN

El 7 de octubre de 2010, flanqueado por Ramos y Osuna Millán, el entonces presidente, Felipe Calderón, dijo que Tijuana era un “ejemplo de éxito” en materia de seguridad: “Cuando los tres órdenes de gobierno nos ponemos de acuerdo en trabajar juntos, entonces es posible cambiar no sólo la imagen, sino la realidad”.

La imagen, a base de manipular cifras, si había cambiado. Pero no la realidad. El 24 de ese mismo mes, un comando asesinó a 13 internos del centro de rehabilitación ‘El Camino’, ubicado en la colonia Buenos Aires.

El 2010 finalizó con 1256 homicidios y fue el año más violento de los tres que gobernó Ramos, superando los 1118 de 2009 y los 736 de 2008.

Aun descontando los 72 homicidios registrados en diciembre de ese año, ya en el gobierno de Carlos Bustamante, el panista Ramos sumó 1184 de enero a noviembre, con los cuales ya superaba los 1118 de 2009. No había “pacificación” por ningún lado

Manipulando estadísticas, la administración de Osuna Millán contó 577 muertes en 2008 y 557 en 2009; es decir, el gobierno estatal generó, con engaños, una baja artificial de 20 asesinatos en Tijuana, entre un año y otro, para sostener la ficción del “pacificador” Ramos, cuando, en realidad, hubo 382 homicidios más en 2009, respecto al año anterior. En 2010, el gobierno estatal panista informó de 643 homicidios, apenas la mitad de los que en realidad existieron.

La captura de “El Teo” no pacificó a Tijuana, sino la salida de Ramos y Leyzaola de sus cargos. Contrario a la historia que ambos han vendido durante 11 años, su marcha ayudó a que Tijuana estuviera en paz, como lo muestra el hecho de que, en 2011, ya con Bustamante y Capella, hubo 516 homicidios, esto es, 740 menos que en 2010. Y en 2012, hubo 321, casi mil menos que en 2010. Los números, cuando no son ensuciados por la política, son fríos y objetivos. Pero Jorge Ramos, el auto nombrado “pacificador” de Tijuana, está amenazando con volver.

P.D.: Si algo nos pasa, es que buscan callarnos...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com