/ lunes 27 de julio de 2020

Expediente Confidencial | Otra mentira: los “estrictos protocolos de higiene”

En memoria de los 2552 bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19 y a la ineptitud de las autoridades de salud del estado. Ayer, Tijuana completó su segunda semana con más contagios de la pandemia: tuvo 329. En Tijuana, mueren 28 de cada 100 enfermos de Covid-19, 14 veces más que en San Diego


Ya hemos dicho que la “nueva normalidad” es una mentira acuñada por políticos y empresarios, a lo largo y ancho del globo terráqueo. La cuestión es simple: a muchos empresarios solo les importa el dinero, valiéndoles un comino la salud o la vida de otros. Esos empresarios financian las campañas políticas de quienes gobiernan. Así que esos políticos se inventaron la “nueva normalidad” para poder reabrir negocios y tener contentos a esos empresarios, sin importar las vidas que se perderán por ello.

Es una mentira porque la “normalidad” no puede ser “nueva” o “vieja”. Solamente hay una normalidad y esa se dará cuando exista una vacuna o tratamiento al alcance de todas y todos, con el cual podamos evitar enfermarnos de Covid-19 o, si es el caso, aliviarnos. Antes no.

Normalidad, dice la Real Academia Española, es “cualidad o condición de normal”. Y lo normal, define, es aquello “que se halla en su estado natural” o es “habitual u ordinario” ¿Es natural, habitual u ordinario que el mundo viva enfrentando una pandemia? NO. Entonces, no hay “nueva normalidad”, es un término, mentiroso, falaz, acuñado para que políticos y empresarios se salgan con la suya.

Pero para sostener una mentira grande, se necesitan otras pequeñas, que la sostengan. Por ello, gobiernos y empresarios usan como moneda corriente una frase: “Bajo estrictos protocolos de higiene”.

Así, dicen, autorizaron a que reabrieran los casinos “bajo estrictos protocolos de higiene”, a que operaran los gimnasios “bajo estrictos protocolos de higiene”, y están analizando que vuelvan los cines “bajo estrictos protocolos de higiene”.

Y ahí van quienes están mal informados o se sienten muy taimados, a enfermarse de Covid-19, creyendo que con tales “estrictos protocolos de higiene” pueden ir a jugar en un casino o asistir a un gimnasio o cine.

En los casinos, llegan y los “estrictos protocolos de higiene” comienzan cuando los empleados les piden echarse gel de un bote que ¡todo mundo agarra con las manos contaminadas! Luego, si los “protocolos” son muy “estrictos”, les toman la temperatura, pero… ¿acaso nadie recuerda que un asintomático está enfermo, contagia igual y nunca, jamás, tendrá fiebre? Después, van a jugar en una máquina que igual estuvo en manos de un enfermo asintomático un minuto antes y está toda infectada, porque, lógicamente, necesitaría haber un empleado en cada máquina para que, en cuanto se fuera alguien, la desinfectaran. Así que muchas máquinas son usadas por una persona tras otra, sin la menor desinfección entre ambas.

Lo más grave en los casinos es que la inmensa mayoría de sus clientes son personas de la tercera edad que, al acudir, están yendo a una muerte segura, porque, tengan o no otros padecimientos, los pacientes entre 55 y 74 años son los que más pierden la batalla contra la enfermedad.

Pero bueno, ¿qué son unos cientos de adultos mayores muertitos a cambio de tener contentos a los “amigos casineros”, para que den su milloncito de dólares, por cabeza, en la siguiente campaña electoral? Hay prioridades, caracho.

Y en los gimnasios la cosa es peor. Es una actividad con RIESGO 8 de contagio en una ESCALA de 9. Ya hemos usado el ejemplo de la ruleta rusa: imagínese una pistola a la que, si se le jala el gatillo nueve veces, dispara en ocho ocasiones.

De los cines ni hablemos. Ya abordamos el tema en una columna publicada el pasado 16 de julio. Dice Verónica López Gutiérrez, coordinadora de servicios de salud e insumos de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, que lo “están analizando”. Oiga Verónica, ¿de cuánto es la mordida que ofrecieron Cinemex y Cinépolis? ¿Cuánto le dijeron sus jefes que le va a tocar a usted? Total, ya sabemos que a los funcionarios públicos no les interesa que unos miles –ya vamos para 3 mil– se mueran asfixiados, con tal de amarrar “cooperaciones” para la campaña de 2021.

COVIDIOTAS

Hace tiempo que en Estados Unidos se acuñó el término “covidiot”, que en español se ha transformado en “covidiota”, haciendo un juego de palabras con el nombre del virus que tiene postrada a la humanidad de a pie y el adjetivo calificativo “idiota”.

Usuarios de urbandictionary.com han acuñado una inmejorable definición para la palabra covidiota: “… persona que actúa como un idiota irresponsable durante la pandemia de Covid-19, ignorando el sentido común, la decencia, la ciencia y los consejos profesionales que conducen a una mayor propagación del virus y la muerte innecesaria de miles”.

Emplearemos esa definición a falta de una hecha por la RAE, que difícilmente pudiese ser tan precisa como la anterior.

La traemos a cuento porque nos preocupa ver que les están dando tribuna a los covidiotas.

Una revista de circulación nacional le dio una plana entera, en su edición de esta semana, a una muchachita de 19 años llamada Daniela Salinas, para que expusiera sus lamentaciones por el confinamiento.

Mire lo que escribió: “Me siento sola y atrapada; atrapada en una casa que apenas reconozco como mi hogar; mi televisión se volvió aburrida; mi espacio para fumar, monótono; mi celular, un mal augurio; la comida, una mera necesidad sin título de gusto”.

¿Quiénes son los papás que criaron (es un decir) a Danielita? ¿No les da vergüenza tener una hija que escribe semejante sarta de inmadureces?

Por otro lado, qué patética la actual generación de jóvenes. Son niñitas y niñitos mimados, consentidos, eternamente puberiles, que no tuvieron suficientes correctivos de chiquitos y no han tenido verdaderos problemas siendo grandes ¿Se imagina que Ana Frank, que vivió dos años y medio en un ático, escondiéndose de los nazis, se hubiese quejado por estar “aburrida” y no poder tener una amplia variedad de espacios donde fumar? Qué asco da esta generación, qué decepción. Pero la culpa es, en gran medida, de los padres que los “criaron”…

Pero Danielita no está sola. El columnista Erick Ramírez publicó, también ayer, un texto criticando el confinamiento, diciendo que no debió existir ¿Sus “razones”? Que los 700 mil muertos que van por el Covid-19 son poca cosa al lado de quienes, cada año, fallecen de otras enfermedades.

Ramírez se define solito cuando se queja de que el confinamiento le quitó el “privilegio de ir a Cancún y comprar en Zara”. Según sus cuentas, el Covid-19 solo mata al 3% de los enfermos. En San Diego, si, pero en México la mortalidad es de 11% y en Tijuana llega al 28%. Es decir, mueren 28 de cada 100 enfermos.

Pero total que a Ramírez le valen los datos y dice que solamente muere el 3% y, entonces, suelta: “Hemos dado por hecho que ese 3% valía el encierro masivo, el paro de actividades y el acortamiento de las libertades individuales. Pero ¿y si no?”. Estoy atónito ante la frialdad de Ramírez. Que se muera ese 3% (que en Tijuana ya dijimos que es, realmente, el 28%) para no quitarle a Ramírez el “privilegio de ir a Cancún y comprar en Zara”. Pero, ya que esas vidas son tan poca cosa para él, ¿por qué Ramírez no contribuye a ese 3% con su propia muerte? Total, según él, no importa…

Los covidiotas andan desatados, sin duda.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

En memoria de los 2552 bajacalifornianos que (oficialmente) han perdido la vida debido al Covid-19 y a la ineptitud de las autoridades de salud del estado. Ayer, Tijuana completó su segunda semana con más contagios de la pandemia: tuvo 329. En Tijuana, mueren 28 de cada 100 enfermos de Covid-19, 14 veces más que en San Diego


Ya hemos dicho que la “nueva normalidad” es una mentira acuñada por políticos y empresarios, a lo largo y ancho del globo terráqueo. La cuestión es simple: a muchos empresarios solo les importa el dinero, valiéndoles un comino la salud o la vida de otros. Esos empresarios financian las campañas políticas de quienes gobiernan. Así que esos políticos se inventaron la “nueva normalidad” para poder reabrir negocios y tener contentos a esos empresarios, sin importar las vidas que se perderán por ello.

Es una mentira porque la “normalidad” no puede ser “nueva” o “vieja”. Solamente hay una normalidad y esa se dará cuando exista una vacuna o tratamiento al alcance de todas y todos, con el cual podamos evitar enfermarnos de Covid-19 o, si es el caso, aliviarnos. Antes no.

Normalidad, dice la Real Academia Española, es “cualidad o condición de normal”. Y lo normal, define, es aquello “que se halla en su estado natural” o es “habitual u ordinario” ¿Es natural, habitual u ordinario que el mundo viva enfrentando una pandemia? NO. Entonces, no hay “nueva normalidad”, es un término, mentiroso, falaz, acuñado para que políticos y empresarios se salgan con la suya.

Pero para sostener una mentira grande, se necesitan otras pequeñas, que la sostengan. Por ello, gobiernos y empresarios usan como moneda corriente una frase: “Bajo estrictos protocolos de higiene”.

Así, dicen, autorizaron a que reabrieran los casinos “bajo estrictos protocolos de higiene”, a que operaran los gimnasios “bajo estrictos protocolos de higiene”, y están analizando que vuelvan los cines “bajo estrictos protocolos de higiene”.

Y ahí van quienes están mal informados o se sienten muy taimados, a enfermarse de Covid-19, creyendo que con tales “estrictos protocolos de higiene” pueden ir a jugar en un casino o asistir a un gimnasio o cine.

En los casinos, llegan y los “estrictos protocolos de higiene” comienzan cuando los empleados les piden echarse gel de un bote que ¡todo mundo agarra con las manos contaminadas! Luego, si los “protocolos” son muy “estrictos”, les toman la temperatura, pero… ¿acaso nadie recuerda que un asintomático está enfermo, contagia igual y nunca, jamás, tendrá fiebre? Después, van a jugar en una máquina que igual estuvo en manos de un enfermo asintomático un minuto antes y está toda infectada, porque, lógicamente, necesitaría haber un empleado en cada máquina para que, en cuanto se fuera alguien, la desinfectaran. Así que muchas máquinas son usadas por una persona tras otra, sin la menor desinfección entre ambas.

Lo más grave en los casinos es que la inmensa mayoría de sus clientes son personas de la tercera edad que, al acudir, están yendo a una muerte segura, porque, tengan o no otros padecimientos, los pacientes entre 55 y 74 años son los que más pierden la batalla contra la enfermedad.

Pero bueno, ¿qué son unos cientos de adultos mayores muertitos a cambio de tener contentos a los “amigos casineros”, para que den su milloncito de dólares, por cabeza, en la siguiente campaña electoral? Hay prioridades, caracho.

Y en los gimnasios la cosa es peor. Es una actividad con RIESGO 8 de contagio en una ESCALA de 9. Ya hemos usado el ejemplo de la ruleta rusa: imagínese una pistola a la que, si se le jala el gatillo nueve veces, dispara en ocho ocasiones.

De los cines ni hablemos. Ya abordamos el tema en una columna publicada el pasado 16 de julio. Dice Verónica López Gutiérrez, coordinadora de servicios de salud e insumos de la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, que lo “están analizando”. Oiga Verónica, ¿de cuánto es la mordida que ofrecieron Cinemex y Cinépolis? ¿Cuánto le dijeron sus jefes que le va a tocar a usted? Total, ya sabemos que a los funcionarios públicos no les interesa que unos miles –ya vamos para 3 mil– se mueran asfixiados, con tal de amarrar “cooperaciones” para la campaña de 2021.

COVIDIOTAS

Hace tiempo que en Estados Unidos se acuñó el término “covidiot”, que en español se ha transformado en “covidiota”, haciendo un juego de palabras con el nombre del virus que tiene postrada a la humanidad de a pie y el adjetivo calificativo “idiota”.

Usuarios de urbandictionary.com han acuñado una inmejorable definición para la palabra covidiota: “… persona que actúa como un idiota irresponsable durante la pandemia de Covid-19, ignorando el sentido común, la decencia, la ciencia y los consejos profesionales que conducen a una mayor propagación del virus y la muerte innecesaria de miles”.

Emplearemos esa definición a falta de una hecha por la RAE, que difícilmente pudiese ser tan precisa como la anterior.

La traemos a cuento porque nos preocupa ver que les están dando tribuna a los covidiotas.

Una revista de circulación nacional le dio una plana entera, en su edición de esta semana, a una muchachita de 19 años llamada Daniela Salinas, para que expusiera sus lamentaciones por el confinamiento.

Mire lo que escribió: “Me siento sola y atrapada; atrapada en una casa que apenas reconozco como mi hogar; mi televisión se volvió aburrida; mi espacio para fumar, monótono; mi celular, un mal augurio; la comida, una mera necesidad sin título de gusto”.

¿Quiénes son los papás que criaron (es un decir) a Danielita? ¿No les da vergüenza tener una hija que escribe semejante sarta de inmadureces?

Por otro lado, qué patética la actual generación de jóvenes. Son niñitas y niñitos mimados, consentidos, eternamente puberiles, que no tuvieron suficientes correctivos de chiquitos y no han tenido verdaderos problemas siendo grandes ¿Se imagina que Ana Frank, que vivió dos años y medio en un ático, escondiéndose de los nazis, se hubiese quejado por estar “aburrida” y no poder tener una amplia variedad de espacios donde fumar? Qué asco da esta generación, qué decepción. Pero la culpa es, en gran medida, de los padres que los “criaron”…

Pero Danielita no está sola. El columnista Erick Ramírez publicó, también ayer, un texto criticando el confinamiento, diciendo que no debió existir ¿Sus “razones”? Que los 700 mil muertos que van por el Covid-19 son poca cosa al lado de quienes, cada año, fallecen de otras enfermedades.

Ramírez se define solito cuando se queja de que el confinamiento le quitó el “privilegio de ir a Cancún y comprar en Zara”. Según sus cuentas, el Covid-19 solo mata al 3% de los enfermos. En San Diego, si, pero en México la mortalidad es de 11% y en Tijuana llega al 28%. Es decir, mueren 28 de cada 100 enfermos.

Pero total que a Ramírez le valen los datos y dice que solamente muere el 3% y, entonces, suelta: “Hemos dado por hecho que ese 3% valía el encierro masivo, el paro de actividades y el acortamiento de las libertades individuales. Pero ¿y si no?”. Estoy atónito ante la frialdad de Ramírez. Que se muera ese 3% (que en Tijuana ya dijimos que es, realmente, el 28%) para no quitarle a Ramírez el “privilegio de ir a Cancún y comprar en Zara”. Pero, ya que esas vidas son tan poca cosa para él, ¿por qué Ramírez no contribuye a ese 3% con su propia muerte? Total, según él, no importa…

Los covidiotas andan desatados, sin duda.

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com