/ martes 1 de junio de 2021

Expediente Confidencial | Reflexiones sobre el liberalismo comunista: drogas legales

Un liberalismo comunista, que no tiene nada que ver con el de Voltaire, está en vías de dominar al planeta, a menos que se genere una oposición articulada, coherente, creíble y firme, dispuesta a cerrarle el paso. Hasta ahora, solamente hay esbozos y trazos errados de esa oposición.

Ese liberalismo comunista tiene dos objetivos puntuales: Económicamente, generar varias vueltas de tuerca más para el capitalismo salvaje. Políticamente, establecer una dictadura sin contrapesos reales en cada país, para imponer su agenda.

El capitalismo salvaje ya no tiene hacia donde ir. La sociedad ya consume todo lo que puede y más. La sociedad actual es un resultado de ese capitalismo sin límite: se halla enferma para enriquecer a la industria alimenticia, que le ha dado a comer basura y veneno; es sedentaria para enriquecer a la industria del entretenimiento que, además, la adoctrina; está endeudada y demolida familiar y patrimonialmente, por una política laboral que demanda trabajar más tiempo y, a la vez, pauperizar los salarios; y ya enferma, sedentaria, endeudada y demolida familiar y patrimonialmente, se vuelve carne de cañón para enriquecer a la industria farmacéutica. Los seres humanos ya no son más que fusibles intercambiables.

Pero el capitalismo salvaje, personificado en banqueros, especuladores bursátiles, empresarios multimillonarios y mafias criminales, es insaciable. Si el pozo ya no da agua, van a cavar más profundo.

¿Qué significa eso? Legalizar las drogas, única mercancía que puede expandir, a niveles insospechados y por otra centuria, al menos, las ganancias de ese capitalismo salvaje.

Para ello, el liberalismo comunista, que es la doctrina política de ese capitalismo salvaje, requiere normalizar, primero, y legalizar, después, el consumo y venta de las drogas. Abrir primero la Ventana de Overton y, después, con la mayoría social de su lado, hacerlo realidad.

Actualmente, las ganancias que obtienen las mafias del narcotráfico en el primer mundo, las que verdaderamente controlan el negocio, se van mermando en su ruta desde el cultivo hasta la venta. No solamente hay que pagar la “mano de obra”, como en cualquier otro negocio, sino compartir esas ganancias con diversos elementos: desde policías, funcionarios, gobernantes o políticos a los que se soborna, hasta los intermediarios, como las mafias mexicanas o colombianas, pasando por la manutención de ejércitos de pistoleros, para imponer con plomo lo que no se pueda con plata.

Por ello, la legalización de las drogas ofrece una ampliación exponencial de las ganancias que dejan los estupefacientes. Si las drogas son legales, no solamente es innecesario compartir las ganancias con funcionarios y mafias regionales, o el sostenimiento de estructuras armadas, sino que, al ser una mercancía lícita, el mercado se ampliaría a lo grande. Si se venden 100 mil dosis, podrían venderse 100 millones, cada fin de semana, en un país. El mejor ejemplo de hasta donde pueden llegar las drogas, es el alcohol. Legal, su negocio se expande año con año.

Entonces, para las mafias que encabezan el narcotráfico a nivel mundial, es una prioridad legalizar su mercancía. Para ello, han empezado por una droga aparentemente “inofensiva”: la mariguana. Pero esa solamente es la puerta de entrada.

Y no solamente ganan esas mafias. Si hay más dinero por la venta de drogas, habrá más dinero en los bancos y en las bolsas de valores. Negocio redondo donde todos ganan y la sociedad pierde.

La estrategia de comunicación para lograr que la Ventana de Overton se amplíe en este tema y las grandes masas acepten las drogas como algo “normal”, ya está en marcha. Empiezan desde el entretenimiento, donde ahora vemos infinidad de contenidos, desde las ya conocidas narconovelas, hasta otros más sutiles, que ponen a las mafias del narcotráfico como los “buenos”, pretendiendo “humanizarlas” y convertirlas en sujetos de culto. La máxima que esos contenidos expanden es sencilla: los policías, los jueces, los gobiernos, también son malos, son corruptos, así que los narcotraficantes, al final del día, no son tan malos. Son, en todo caso, iguales.

Por supuesto, se soslayan cuestiones que son un elefante en la sala, como el hecho de que los “bondadosos” narcotraficantes no tienen el menor empacho en matar niñas y niños que ninguna culpa tienen de los malos pasos de sus familiares, o robar hijas e hijos de migrantes para, en el caso de las pequeñas, prostituirlas cuando no rebasan ni los 10 años y, en el caso de los pequeños, enseñarlos a matar.

En las series y películas que el propio narcotráfico financia e impulsa, solamente se ve lo “bonito”: capos con cuerpos musculosos y rostros de modelos (nada más alejado de la realidad, como lo muestra el fenotipo de cada capo real detenido), que viven una vida feliz y llena de emocionantes aventuras, matando a seres humanos como si fueran moscas, pero todo justificado en que eran “traidores” a su causa.

También se busca definir el consumo como algo “normal” y “divertido”. En la inmensa mayoría de las películas hollywoodenses y las series de streaming, se consume, al menos, mariguana. Pero también, cada vez con mayor frecuencia, pastillas y cocaína. Los personajes que se drogan en escena, hacen cosas “divertidas” y se la pasan “bien”. No hay ninguna mención al hecho de que, una vez que se prueba una droga, es muy difícil dejarla. Tampoco se muestran las consecuencias: por ejemplo, el síndrome de abstinencia. Solamente hay “diversión”.

Quienes buscan legalizar las drogas no toman en cuenta, por supuesto, las consecuencias sociales que eso traerá, las cuales serán gravísimas. Una “probadita” de eso puede verse con la crisis de los opiáceos, drogas legales y médicas que han generado caudas de adictos en Estados Unidos, destruyendo familias.

Las mafias tienen a corifeos famosos y populares en todas las áreas, desde “analistas” y “comentaristas” políticos o de noticias, hasta artistas famosos, que defienden la legalización de las drogas.

Afirman que, si se legalizan, no solamente parará la violencia (lo cual es falso, pues, drogadas, las personas sentirán el valor de cometer atroces crímenes, que de otra forma no ejecutarían), sino que, además, la adicción que provocan los estupefacientes, irreversible en la mayoría de los casos, puede ser tratado como “un tema de salud pública”. Lo que no dicen, por supuesto, es que, si un país como Estados Unidos -no hablemos de América Latina- es incapaz de controlar el consumo de alcohol o tabaco, ya no digamos en mayores de edad, sino en menores, ¿cómo es que se evitará que crezca, exponencialmente, el consumo de drogas en la población, cuando estas puedan comprarse en un Oxxo o 7-Eleven?

No habrá control del consumo y eso traerá consecuencias terribles. No es lo mismo, ni de lejos, lidiar con el alcohol, que con una adicción a las drogas. Los más adinerados podrán medio capotear las adicciones de sus hijas e hijos al ingresarlos en instituciones privadas, que cuestan muchísimo dinero, pero ¿las familias de clase media o, peor aún, las de clase baja? ¿cómo lidiarán con una adicción tan corrosiva y difícil de erradicar, como el consumo de drogas? NO HAY CONSUMO RESPONSABLE DE DROGAS. Eso es una falacia. Las drogas son sustancias altamente adictivas para el cuerpo humano que, una vez que se prueban, no hay forma de controlar la necesidad fisiológica que generan.

Pronto, más reflexiones sobre el liberalismo comunista...

P.D.: Si algo nos pasa, es que buscan callarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Un liberalismo comunista, que no tiene nada que ver con el de Voltaire, está en vías de dominar al planeta, a menos que se genere una oposición articulada, coherente, creíble y firme, dispuesta a cerrarle el paso. Hasta ahora, solamente hay esbozos y trazos errados de esa oposición.

Ese liberalismo comunista tiene dos objetivos puntuales: Económicamente, generar varias vueltas de tuerca más para el capitalismo salvaje. Políticamente, establecer una dictadura sin contrapesos reales en cada país, para imponer su agenda.

El capitalismo salvaje ya no tiene hacia donde ir. La sociedad ya consume todo lo que puede y más. La sociedad actual es un resultado de ese capitalismo sin límite: se halla enferma para enriquecer a la industria alimenticia, que le ha dado a comer basura y veneno; es sedentaria para enriquecer a la industria del entretenimiento que, además, la adoctrina; está endeudada y demolida familiar y patrimonialmente, por una política laboral que demanda trabajar más tiempo y, a la vez, pauperizar los salarios; y ya enferma, sedentaria, endeudada y demolida familiar y patrimonialmente, se vuelve carne de cañón para enriquecer a la industria farmacéutica. Los seres humanos ya no son más que fusibles intercambiables.

Pero el capitalismo salvaje, personificado en banqueros, especuladores bursátiles, empresarios multimillonarios y mafias criminales, es insaciable. Si el pozo ya no da agua, van a cavar más profundo.

¿Qué significa eso? Legalizar las drogas, única mercancía que puede expandir, a niveles insospechados y por otra centuria, al menos, las ganancias de ese capitalismo salvaje.

Para ello, el liberalismo comunista, que es la doctrina política de ese capitalismo salvaje, requiere normalizar, primero, y legalizar, después, el consumo y venta de las drogas. Abrir primero la Ventana de Overton y, después, con la mayoría social de su lado, hacerlo realidad.

Actualmente, las ganancias que obtienen las mafias del narcotráfico en el primer mundo, las que verdaderamente controlan el negocio, se van mermando en su ruta desde el cultivo hasta la venta. No solamente hay que pagar la “mano de obra”, como en cualquier otro negocio, sino compartir esas ganancias con diversos elementos: desde policías, funcionarios, gobernantes o políticos a los que se soborna, hasta los intermediarios, como las mafias mexicanas o colombianas, pasando por la manutención de ejércitos de pistoleros, para imponer con plomo lo que no se pueda con plata.

Por ello, la legalización de las drogas ofrece una ampliación exponencial de las ganancias que dejan los estupefacientes. Si las drogas son legales, no solamente es innecesario compartir las ganancias con funcionarios y mafias regionales, o el sostenimiento de estructuras armadas, sino que, al ser una mercancía lícita, el mercado se ampliaría a lo grande. Si se venden 100 mil dosis, podrían venderse 100 millones, cada fin de semana, en un país. El mejor ejemplo de hasta donde pueden llegar las drogas, es el alcohol. Legal, su negocio se expande año con año.

Entonces, para las mafias que encabezan el narcotráfico a nivel mundial, es una prioridad legalizar su mercancía. Para ello, han empezado por una droga aparentemente “inofensiva”: la mariguana. Pero esa solamente es la puerta de entrada.

Y no solamente ganan esas mafias. Si hay más dinero por la venta de drogas, habrá más dinero en los bancos y en las bolsas de valores. Negocio redondo donde todos ganan y la sociedad pierde.

La estrategia de comunicación para lograr que la Ventana de Overton se amplíe en este tema y las grandes masas acepten las drogas como algo “normal”, ya está en marcha. Empiezan desde el entretenimiento, donde ahora vemos infinidad de contenidos, desde las ya conocidas narconovelas, hasta otros más sutiles, que ponen a las mafias del narcotráfico como los “buenos”, pretendiendo “humanizarlas” y convertirlas en sujetos de culto. La máxima que esos contenidos expanden es sencilla: los policías, los jueces, los gobiernos, también son malos, son corruptos, así que los narcotraficantes, al final del día, no son tan malos. Son, en todo caso, iguales.

Por supuesto, se soslayan cuestiones que son un elefante en la sala, como el hecho de que los “bondadosos” narcotraficantes no tienen el menor empacho en matar niñas y niños que ninguna culpa tienen de los malos pasos de sus familiares, o robar hijas e hijos de migrantes para, en el caso de las pequeñas, prostituirlas cuando no rebasan ni los 10 años y, en el caso de los pequeños, enseñarlos a matar.

En las series y películas que el propio narcotráfico financia e impulsa, solamente se ve lo “bonito”: capos con cuerpos musculosos y rostros de modelos (nada más alejado de la realidad, como lo muestra el fenotipo de cada capo real detenido), que viven una vida feliz y llena de emocionantes aventuras, matando a seres humanos como si fueran moscas, pero todo justificado en que eran “traidores” a su causa.

También se busca definir el consumo como algo “normal” y “divertido”. En la inmensa mayoría de las películas hollywoodenses y las series de streaming, se consume, al menos, mariguana. Pero también, cada vez con mayor frecuencia, pastillas y cocaína. Los personajes que se drogan en escena, hacen cosas “divertidas” y se la pasan “bien”. No hay ninguna mención al hecho de que, una vez que se prueba una droga, es muy difícil dejarla. Tampoco se muestran las consecuencias: por ejemplo, el síndrome de abstinencia. Solamente hay “diversión”.

Quienes buscan legalizar las drogas no toman en cuenta, por supuesto, las consecuencias sociales que eso traerá, las cuales serán gravísimas. Una “probadita” de eso puede verse con la crisis de los opiáceos, drogas legales y médicas que han generado caudas de adictos en Estados Unidos, destruyendo familias.

Las mafias tienen a corifeos famosos y populares en todas las áreas, desde “analistas” y “comentaristas” políticos o de noticias, hasta artistas famosos, que defienden la legalización de las drogas.

Afirman que, si se legalizan, no solamente parará la violencia (lo cual es falso, pues, drogadas, las personas sentirán el valor de cometer atroces crímenes, que de otra forma no ejecutarían), sino que, además, la adicción que provocan los estupefacientes, irreversible en la mayoría de los casos, puede ser tratado como “un tema de salud pública”. Lo que no dicen, por supuesto, es que, si un país como Estados Unidos -no hablemos de América Latina- es incapaz de controlar el consumo de alcohol o tabaco, ya no digamos en mayores de edad, sino en menores, ¿cómo es que se evitará que crezca, exponencialmente, el consumo de drogas en la población, cuando estas puedan comprarse en un Oxxo o 7-Eleven?

No habrá control del consumo y eso traerá consecuencias terribles. No es lo mismo, ni de lejos, lidiar con el alcohol, que con una adicción a las drogas. Los más adinerados podrán medio capotear las adicciones de sus hijas e hijos al ingresarlos en instituciones privadas, que cuestan muchísimo dinero, pero ¿las familias de clase media o, peor aún, las de clase baja? ¿cómo lidiarán con una adicción tan corrosiva y difícil de erradicar, como el consumo de drogas? NO HAY CONSUMO RESPONSABLE DE DROGAS. Eso es una falacia. Las drogas son sustancias altamente adictivas para el cuerpo humano que, una vez que se prueban, no hay forma de controlar la necesidad fisiológica que generan.

Pronto, más reflexiones sobre el liberalismo comunista...

P.D.: Si algo nos pasa, es que buscan callarnos

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com