/ miércoles 6 de enero de 2021

Expediente Confidencial | Trump, vete ya

Con la doble derrota en Georgia, ayer, para el Partido Republicano, que le da los dos últimos escaños en el senado estadounidense al Partido Demócrata y, con ello, la mayoría en ambas cámaras legislativas del vecino país, debe terminar la carrera política de Donald Trump. Por el bien de todo y de todos.

La victoria de Biden es tan dudosa como la de George W. Bush, en 2000, cuando le “ganó” a Al Gore, más allá de lo que digan ABC, CBS, NBC y CNN, que simplemente están defendiendo lo que conviene a su negocio, lo que les garantiza el billete. Y eso es defender a Biden.

Pero, independientemente de esa mácula que sobrevolará siempre a Biden, ya es hora de que Donald Trump se largue de la política.

Trump es el único culpable de su derrota, aún y cuando demos por buena su hipótesis del fraude electoral.

Si hubo fraude, es porque se dio una elección apretada, idónea para ser robada.

Y si hubo una elección apretada es porque Trump así lo quiso.

Jugó mal. Su estrategia fue pésima.

A diferencia de 2016, Trump nunca entendió dónde estaba el epicentro de la contienda.

Quiso no solamente emplear la misma táctica de hace cuatro años, sino acentuarla…

Ser majadero y ser opositor resulta efectivo, porque se puede culpar de todo al que gobierna, generando simpatía con quienes se sienten agraviados por el régimen que ocupa el poder.

Ese mismo coraje, esa misma rabia, la tienen quienes se han visto perjudicados por el gobierno en turno. Por eso, dicha estrategia genera catarsis, galvaniza…

Pero ser majadero y estar en el poder, es un suicidio.

Tener el poder ya implica una carga de soberbia y arrogancia per se. No importa que el gobernante intente ser “buena onda”… con sus acciones, un sector saldrá perjudicado y eso, desde el minuto 1, genera, legítimamente, resentimiento y frustración en los afectados.

Entonces, si encima llega el gobernante y se burla, o se muestra insensible, o soslaya el enfoque de los perjudicados, pues…

Los demócratas se dedicaron, los últimos dos años, al fildeo. Nada más se pusieron como paño de lágrimas de los afectados por el trumpismo y voilà…

Donald ganó, en 2016, porque descolocó a los demócratas, acostumbrados a candidatos tibiecitos, como el finado McCain o el quintacolumnista Romney. Les cantó sus verdades. No se lo esperaban.

Pero ese factor sorpresa lo olvidó en este 2020. Trump debió salir fino, amoroso y conciliador, para volver a descolocar a sus enemigos. No quiso.

Trump fue todavía peor en otros puntos más precisos.

Por ejemplo ¿qué necesidad había de alinearse con los ‘Proud Boys’, con el racismo de closet?

Aunque Trump no pelara, ni manifestara su aval soterrado, como si lo hizo, a esos votantes, estos sufragarían por él ¿Por qué? Para evitar el triunfo de Biden.

En cambio ¿cuántos jirones dejó Trump por el camino, al alinearse con ese sector? ¿Qué habría pasado si Trump hubiese efectuado una dura condena ante el asesinato de George Floyd? ¿Y si hubiese impuesto mayores normas contra el racismo u ordenado el retiro de las estatuas de esclavistas confederados (¿cómo pueden existir esas estatuas y haber quienes las justifiquen, en pleno siglo 21?)

El todavía presidente estadounidense le debe su triunfo de 2016 a Steve Bannon, un estratega político que es grande entre los grandes, más allá de que estemos de acuerdo o no con sus ideas.

De la autoría de Bannon fue el mejor discurso que Trump pronunció durante su mandato: el de la investidura, aquel 20 de enero de 2017.

Tan sabían los demócratas que Bannon era el cerebro de Trump, que se lanzaron a torpedearlo desde el primer momento, hasta que lo hicieron caer…

Pero Trump no solamente fue incapaz de blindarlo y conservarlo, sino que buscó reemplazarlo con petardos tipo Rudolph Giuliani.

Es cierto que, con mala leche evidente, la prensa filodemócrata, tipo el NYT, el Washington Post, o CNN, desacreditó los asertos de Giuliani sobre las trampas electorales de Biden con la bagatela de que le escurría tinte de cabello por la cara.

Pero ¿quién, en su sano juicio, pone a un patiño como Giuliani al frente de una estrategia para demostrar que se robaron las elecciones?

Giuliani siempre fue un bufón. Durante el 11-S, ofreció más espectáculo para la grada que realidad. En México sabemos bien que es un vendehumo ¿Alguien recuerda que López Obrador lo contrató para “asesorar” a su gobierno en materia de seguridad y resultó todo un fiasco?

Es verdad que los demócratas le coparon la CIA a Trump, pero ¿quién en sus cinco sentidos manda a enfrentar semejante desafío a un júnior como Jared Kushner, a quien Donald puso frente a las tareas geopolíticas, nada más porque era su yerno?

Trump jamás tuvo un secretario de Estado de peso, porque él quiso ser un hombre orquesta. Craso error.

Reagan fue Reagan, en parte, gracias a que se rodeó de talento, no de ineptos que le dijeran a todo que sí.

Nadie llega al poder estando solo y mucho menos lo conserva.

Al final, Trump tuvo tantos enemigos que, como dicen algunos de sus corifeos, igual y si acabó traicionado por el gobernador de Georgia, de su propio partido.

Pero el culpable fue Trump. Jamás, ni por instinto de sobrevivencia, buscó cultivar aliados al interior de su partido. Mucho menos dividir a los demócratas, dándoles caramelos políticos a quienes se hallaban en estados más conservadores.

Trump fue por delante de los demócratas en 2016, pero, ya en el poder, tras la salida de Bannon, siempre corrió detrás de ellos.

La última -y quizás mayor- imbecilidad de Trump es la llamada que sostuvo con Brad Raffensperger, secretario de Estado en Georgia, para presionarlo a que “encontrara” 11 mil 780 votos a fin de vencer, ahí, a Biden

Una reverenda idiotez. Primero, porque lo hizo dos días antes de las cruciales elecciones para los dos últimos escaños en el senado. Con ello, le infringió un fuerte golpe a su partido, que perdió ambas elecciones y, merced a eso, el Partido Demócrata ahora tiene mayoría en las dos cámaras del congreso estadounidense. Con esa mayoría, aumentará magistrados en la Suprema Corte del vecino país, para que, si o si, los togados afines a los demócratas sean mayoría. Y también para convertir en estados a Puerto Rico y el Distrito de Columbia, dos territorios donde los demócratas siempre ganan. Así, habrá cuatro senadores más, que siempre serán para ellos, con lo cual controlarán el congreso por mucho tiempo, al menos, por los 12 años que vienen a implementar su régimen afín al narco, los bolseros y las dictaduras china, cubana y venezolana.

Segundo, Trump se le puso de ‘pechito’ a los demócratas. Claro que Raffensperger, aunque se dice republicano, juega para Biden y los suyos. Trump le llamó el sábado y, “mágicamente”, el Washington Post ya tenía la llamada al día siguiente ¿A quién se le ocurre llamar a un tipo que sabes que te va a traicionar, dos días antes de unas elecciones claves? Peor: aún ganando Georgía, el triunfo de Biden seguiría intacto ¿para qué insistir con ganar ahí, si no cambiaba nada?

Por eso, es tiempo de que Donald se vaya a jugar golf, que tanto le gusta, se regrese a The Apprentice, o haga lo que se le venga en gana, pero se marche de la política, porque no sirve para esta, porque es una basura.

Los republicanos necesitan ser una oposición fuerte, para evitar que Biden, siendo como es, un títere de los Obama y de la peor raza de mafiosos, dictadores, financistas y banqueros, acabe con la democracia estadounidense ¿O alguien cree que admiradoras de Nicolás Maduro, como Alicia Garza o Alexandria Ocasio Cortez, van a defender los valores liberales?

La cuesta se ve muy alta. A Biden, que solamente viene por cuatro años, le seguirá la señora Obama, ella si por ocho. Pero lo ancho de manga que tendrán, depende de si los republicanos tienen un líder eficiente.

Por lo mientras, “gracias” a Trump, los republicanos no podrán hacer nada, en los próximos dos años, para frenar a la dictadura ultra izquierdista que se viene.

Si Trump insiste en volver para 2024, o mandar a su hija Ivanka como una especie de ‘Juanita’, compitiendo de forma independiente, mientras los republicanos tienen otro candidato, ello solo contribuirá a que los demócratas afiancen su poder durante esos 12 años, entronizando a grupúsculos como Antifa y legalizando hasta el LSD, ya no digamos la cocaína...

Por eso, que Donald se vaya, que se vaya pronto. Por el bien de la humanidad...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com

Con la doble derrota en Georgia, ayer, para el Partido Republicano, que le da los dos últimos escaños en el senado estadounidense al Partido Demócrata y, con ello, la mayoría en ambas cámaras legislativas del vecino país, debe terminar la carrera política de Donald Trump. Por el bien de todo y de todos.

La victoria de Biden es tan dudosa como la de George W. Bush, en 2000, cuando le “ganó” a Al Gore, más allá de lo que digan ABC, CBS, NBC y CNN, que simplemente están defendiendo lo que conviene a su negocio, lo que les garantiza el billete. Y eso es defender a Biden.

Pero, independientemente de esa mácula que sobrevolará siempre a Biden, ya es hora de que Donald Trump se largue de la política.

Trump es el único culpable de su derrota, aún y cuando demos por buena su hipótesis del fraude electoral.

Si hubo fraude, es porque se dio una elección apretada, idónea para ser robada.

Y si hubo una elección apretada es porque Trump así lo quiso.

Jugó mal. Su estrategia fue pésima.

A diferencia de 2016, Trump nunca entendió dónde estaba el epicentro de la contienda.

Quiso no solamente emplear la misma táctica de hace cuatro años, sino acentuarla…

Ser majadero y ser opositor resulta efectivo, porque se puede culpar de todo al que gobierna, generando simpatía con quienes se sienten agraviados por el régimen que ocupa el poder.

Ese mismo coraje, esa misma rabia, la tienen quienes se han visto perjudicados por el gobierno en turno. Por eso, dicha estrategia genera catarsis, galvaniza…

Pero ser majadero y estar en el poder, es un suicidio.

Tener el poder ya implica una carga de soberbia y arrogancia per se. No importa que el gobernante intente ser “buena onda”… con sus acciones, un sector saldrá perjudicado y eso, desde el minuto 1, genera, legítimamente, resentimiento y frustración en los afectados.

Entonces, si encima llega el gobernante y se burla, o se muestra insensible, o soslaya el enfoque de los perjudicados, pues…

Los demócratas se dedicaron, los últimos dos años, al fildeo. Nada más se pusieron como paño de lágrimas de los afectados por el trumpismo y voilà…

Donald ganó, en 2016, porque descolocó a los demócratas, acostumbrados a candidatos tibiecitos, como el finado McCain o el quintacolumnista Romney. Les cantó sus verdades. No se lo esperaban.

Pero ese factor sorpresa lo olvidó en este 2020. Trump debió salir fino, amoroso y conciliador, para volver a descolocar a sus enemigos. No quiso.

Trump fue todavía peor en otros puntos más precisos.

Por ejemplo ¿qué necesidad había de alinearse con los ‘Proud Boys’, con el racismo de closet?

Aunque Trump no pelara, ni manifestara su aval soterrado, como si lo hizo, a esos votantes, estos sufragarían por él ¿Por qué? Para evitar el triunfo de Biden.

En cambio ¿cuántos jirones dejó Trump por el camino, al alinearse con ese sector? ¿Qué habría pasado si Trump hubiese efectuado una dura condena ante el asesinato de George Floyd? ¿Y si hubiese impuesto mayores normas contra el racismo u ordenado el retiro de las estatuas de esclavistas confederados (¿cómo pueden existir esas estatuas y haber quienes las justifiquen, en pleno siglo 21?)

El todavía presidente estadounidense le debe su triunfo de 2016 a Steve Bannon, un estratega político que es grande entre los grandes, más allá de que estemos de acuerdo o no con sus ideas.

De la autoría de Bannon fue el mejor discurso que Trump pronunció durante su mandato: el de la investidura, aquel 20 de enero de 2017.

Tan sabían los demócratas que Bannon era el cerebro de Trump, que se lanzaron a torpedearlo desde el primer momento, hasta que lo hicieron caer…

Pero Trump no solamente fue incapaz de blindarlo y conservarlo, sino que buscó reemplazarlo con petardos tipo Rudolph Giuliani.

Es cierto que, con mala leche evidente, la prensa filodemócrata, tipo el NYT, el Washington Post, o CNN, desacreditó los asertos de Giuliani sobre las trampas electorales de Biden con la bagatela de que le escurría tinte de cabello por la cara.

Pero ¿quién, en su sano juicio, pone a un patiño como Giuliani al frente de una estrategia para demostrar que se robaron las elecciones?

Giuliani siempre fue un bufón. Durante el 11-S, ofreció más espectáculo para la grada que realidad. En México sabemos bien que es un vendehumo ¿Alguien recuerda que López Obrador lo contrató para “asesorar” a su gobierno en materia de seguridad y resultó todo un fiasco?

Es verdad que los demócratas le coparon la CIA a Trump, pero ¿quién en sus cinco sentidos manda a enfrentar semejante desafío a un júnior como Jared Kushner, a quien Donald puso frente a las tareas geopolíticas, nada más porque era su yerno?

Trump jamás tuvo un secretario de Estado de peso, porque él quiso ser un hombre orquesta. Craso error.

Reagan fue Reagan, en parte, gracias a que se rodeó de talento, no de ineptos que le dijeran a todo que sí.

Nadie llega al poder estando solo y mucho menos lo conserva.

Al final, Trump tuvo tantos enemigos que, como dicen algunos de sus corifeos, igual y si acabó traicionado por el gobernador de Georgia, de su propio partido.

Pero el culpable fue Trump. Jamás, ni por instinto de sobrevivencia, buscó cultivar aliados al interior de su partido. Mucho menos dividir a los demócratas, dándoles caramelos políticos a quienes se hallaban en estados más conservadores.

Trump fue por delante de los demócratas en 2016, pero, ya en el poder, tras la salida de Bannon, siempre corrió detrás de ellos.

La última -y quizás mayor- imbecilidad de Trump es la llamada que sostuvo con Brad Raffensperger, secretario de Estado en Georgia, para presionarlo a que “encontrara” 11 mil 780 votos a fin de vencer, ahí, a Biden

Una reverenda idiotez. Primero, porque lo hizo dos días antes de las cruciales elecciones para los dos últimos escaños en el senado. Con ello, le infringió un fuerte golpe a su partido, que perdió ambas elecciones y, merced a eso, el Partido Demócrata ahora tiene mayoría en las dos cámaras del congreso estadounidense. Con esa mayoría, aumentará magistrados en la Suprema Corte del vecino país, para que, si o si, los togados afines a los demócratas sean mayoría. Y también para convertir en estados a Puerto Rico y el Distrito de Columbia, dos territorios donde los demócratas siempre ganan. Así, habrá cuatro senadores más, que siempre serán para ellos, con lo cual controlarán el congreso por mucho tiempo, al menos, por los 12 años que vienen a implementar su régimen afín al narco, los bolseros y las dictaduras china, cubana y venezolana.

Segundo, Trump se le puso de ‘pechito’ a los demócratas. Claro que Raffensperger, aunque se dice republicano, juega para Biden y los suyos. Trump le llamó el sábado y, “mágicamente”, el Washington Post ya tenía la llamada al día siguiente ¿A quién se le ocurre llamar a un tipo que sabes que te va a traicionar, dos días antes de unas elecciones claves? Peor: aún ganando Georgía, el triunfo de Biden seguiría intacto ¿para qué insistir con ganar ahí, si no cambiaba nada?

Por eso, es tiempo de que Donald se vaya a jugar golf, que tanto le gusta, se regrese a The Apprentice, o haga lo que se le venga en gana, pero se marche de la política, porque no sirve para esta, porque es una basura.

Los republicanos necesitan ser una oposición fuerte, para evitar que Biden, siendo como es, un títere de los Obama y de la peor raza de mafiosos, dictadores, financistas y banqueros, acabe con la democracia estadounidense ¿O alguien cree que admiradoras de Nicolás Maduro, como Alicia Garza o Alexandria Ocasio Cortez, van a defender los valores liberales?

La cuesta se ve muy alta. A Biden, que solamente viene por cuatro años, le seguirá la señora Obama, ella si por ocho. Pero lo ancho de manga que tendrán, depende de si los republicanos tienen un líder eficiente.

Por lo mientras, “gracias” a Trump, los republicanos no podrán hacer nada, en los próximos dos años, para frenar a la dictadura ultra izquierdista que se viene.

Si Trump insiste en volver para 2024, o mandar a su hija Ivanka como una especie de ‘Juanita’, compitiendo de forma independiente, mientras los republicanos tienen otro candidato, ello solo contribuirá a que los demócratas afiancen su poder durante esos 12 años, entronizando a grupúsculos como Antifa y legalizando hasta el LSD, ya no digamos la cocaína...

Por eso, que Donald se vaya, que se vaya pronto. Por el bien de la humanidad...

Comentarios: gerardofm2020@gmail.com